Pues aquí estoy, en Madrid. Mi aparato digestivo a duras penas está aguantando los sucesivos embates de comilonas, mi cerebro echa humo tratando de encajar dignamente las citas con mis distintos grupos de amigos a lo largo de la semana, e incluso hoy me he atrevido a someter mis nervios a la indescriptible miseria que es conducir por la M30. En resumen: estoy feliz de haber vuelto a casa.
Como siempre, tengo una lista moderadamente larga de cosas por hacer de la que todavía no he tachado nada. Siempre me pasa que me tomo las vacaciones de Navidad como un oasis de tranquilidad en que ponerme al día en lecturas, gestiones pendientes y en aclararme las ideas sobre el curso de mi vida. En realidad, apenas encuentro tiempo para quedar con todo el mundo y para ordenar la habitación. Los días que tengo libres para quedarme en casa y respirar los malgasto sintiéndome culpable por no estar aprovechando al máximo mi precioso tiempo de vacaciones en mi ciudad.
No creo que durante estos días pueda escribir mucho en este blog. De nuevo, os deseo que paséis unas fiestas entrañables y ¡que disfrutéis apurando estas últimas gotas de 2005!
miércoles, diciembre 28, 2005
jueves, diciembre 22, 2005
Feliz Navidad
Estoy contento: he encontrado un sitio bueno para aparcar el coche. Encontrar a tiempo sitio donde dejarlo es uno de los estreses que siempre sufro cuando viajo a Madrid: el vuelo es a las cinco y media, así que generalmente le echo morro y salgo del curro sobre las tres para llegar al barrio, dejar aparcado el coche y coger el taxi que me lleva al aeropuerto.
En esta ocasión le he echado más morro aún y he salido al medio día, para "trabajar desde casa" durante el resto de la tarde. Flexibilidad laboral, algo de lo que precisamente hablaba el otro día.
Me espera el típico follón en el aeropuerto. Espero que no haya mucho lío, hace unos días leí que los simpáticos trabajadores de Iberia habían decidido organizar paros los jueves para protestar por no sé qué historias.
No creo que vuelva a escribir en los próximos dos días, así que aprovecho para felicitar la Navidad a todos los que me leéis y a agradeceros una vez más el que lo hagáis. Que os lo paséis muy bien estas fiestas, que comáis comida muy rica y ¡cuidado en la carretera!
En esta ocasión le he echado más morro aún y he salido al medio día, para "trabajar desde casa" durante el resto de la tarde. Flexibilidad laboral, algo de lo que precisamente hablaba el otro día.
Me espera el típico follón en el aeropuerto. Espero que no haya mucho lío, hace unos días leí que los simpáticos trabajadores de Iberia habían decidido organizar paros los jueves para protestar por no sé qué historias.
No creo que vuelva a escribir en los próximos dos días, así que aprovecho para felicitar la Navidad a todos los que me leéis y a agradeceros una vez más el que lo hagáis. Que os lo paséis muy bien estas fiestas, que comáis comida muy rica y ¡cuidado en la carretera!
lunes, diciembre 19, 2005
Los horarios españoles
Me ha sorprendido encontrar hoy en El País este reportaje en el que se aborda con un enfoque crítico el tema de las peculiares costumbres horarias españolas. En España, aunque la gente se suele levantar a la misma hora que en el resto de los países europeos, parece que el resto del día se desarrolle con dos o más horas de retraso: se come sobre las tres, se cena sobre las nueve o las diez y se va a la cama pasadas las doce. Esto, unido a que los descansos de las comidas se puedan alargar a más de dos horas, hace que la mayoría de la gente no salga del trabajo hasta las siete y pico como muy pronto.
Digo que me ha sorprendido el artículo porque es la primera vez que leo o escucho a alguien cuestionando públicamente los peculiares ritmos vitales españoles. Me da la impresión de que la mayoría de la gente los da por buenos sin pensárselo dos veces, considerándolos un rasgo más de nuestro carácter nacional del que incluso sentirnos orgullosos.
Yo tampoco veía ningún problema en el horario español hasta que me vine al Reino Unido. Ya a los pocos meses de venirme a este país me había dado cuenta de que las rutinas horarias de aquí son mucho más razonables y cómodas. El ejemplo más claro son las comidas. En Europa, el almuerzo se suele tomar sobre las doce, que es más o menos la hora a la que se empiza a tener hambre si se ha desayunado a las ocho o a las nueve de la mañana. Recuerdo el año que trabajé en España, antes de venirme aquí: sobre el medio día me entraba una gazuza que tenía que bajarme a la calle a comprarme unos ganchitos o si no no aguantaba hasta las dos y media. En cuanto a las cenas, en el Reino Unido se suelen hacer sobre las siete, al poco de llegar del trabajo, de modo que tienes el resto de la tarde libre para descansar o hacer lo que quieras. Además de este modo hay tiempo de sobra para hacer la digestión antes de irte a dormir.
Por supuesto, eso de disponer de un par de horas para comer tranquilamente y disfrutar de la sobremesa no está nada mal. Aquí apenas dispongo de tres cuartos de hora, y a menudo echo de menos las largas sobremesas y los menús de primero, segundo, pan, vino y postre. Pese a ello, esto de salir del trabajo sobre las cinco y media es una maravilla y lo compensa con creces. He hablado con mucha gente que trabaja en España y muchos me dicen que preferirían tener menos tiempo para comer si con ello pudiesen volver antes a casa.
El problema es que, aunque se acortaran en España los horarios de las comidas, la gente probablemente seguría saliendo tarde del trabajo por culpa de la atrasada cultura laboral española, que fomenta hacer horas extras sin ton ni son. Aunque este es otro tema bastante jugoso del que quizás hable otro día.
Digo que me ha sorprendido el artículo porque es la primera vez que leo o escucho a alguien cuestionando públicamente los peculiares ritmos vitales españoles. Me da la impresión de que la mayoría de la gente los da por buenos sin pensárselo dos veces, considerándolos un rasgo más de nuestro carácter nacional del que incluso sentirnos orgullosos.
Yo tampoco veía ningún problema en el horario español hasta que me vine al Reino Unido. Ya a los pocos meses de venirme a este país me había dado cuenta de que las rutinas horarias de aquí son mucho más razonables y cómodas. El ejemplo más claro son las comidas. En Europa, el almuerzo se suele tomar sobre las doce, que es más o menos la hora a la que se empiza a tener hambre si se ha desayunado a las ocho o a las nueve de la mañana. Recuerdo el año que trabajé en España, antes de venirme aquí: sobre el medio día me entraba una gazuza que tenía que bajarme a la calle a comprarme unos ganchitos o si no no aguantaba hasta las dos y media. En cuanto a las cenas, en el Reino Unido se suelen hacer sobre las siete, al poco de llegar del trabajo, de modo que tienes el resto de la tarde libre para descansar o hacer lo que quieras. Además de este modo hay tiempo de sobra para hacer la digestión antes de irte a dormir.
Por supuesto, eso de disponer de un par de horas para comer tranquilamente y disfrutar de la sobremesa no está nada mal. Aquí apenas dispongo de tres cuartos de hora, y a menudo echo de menos las largas sobremesas y los menús de primero, segundo, pan, vino y postre. Pese a ello, esto de salir del trabajo sobre las cinco y media es una maravilla y lo compensa con creces. He hablado con mucha gente que trabaja en España y muchos me dicen que preferirían tener menos tiempo para comer si con ello pudiesen volver antes a casa.
El problema es que, aunque se acortaran en España los horarios de las comidas, la gente probablemente seguría saliendo tarde del trabajo por culpa de la atrasada cultura laboral española, que fomenta hacer horas extras sin ton ni son. Aunque este es otro tema bastante jugoso del que quizás hable otro día.
domingo, diciembre 18, 2005
Rebajas de Navidad
En temporada navideña, las tendencias consumistas de los británicos, ya bastante marcadas de por sí, se desbocan. No hay mucho interesante que contar sobre esto: en ello no son distintos del resto de los ciudadanos europeos. Este año, sin embargo, he visto muchísima menos gente comprando. Y lo más sorprendente: muchas tiendas han recurrido a la medida desesperada de colgar carteles de rebajas para intentar atraerse a esos clientes que no llegan.
Más información: Christmas Chill on Oxford Street (BBC)
Más información: Christmas Chill on Oxford Street (BBC)
viernes, diciembre 16, 2005
Casas de apuestas
Os recomiendo que visitéis este artículo del blog Reciclando Palabras, en el que Borja habla de un tema muy interesante: las casas de apuestas, en inglés bookmakers o (coloquialmente) bookies. En España creo que no las hay, pero en el Reino Unido están extendidísimas, y hasta los pueblos más pequeños y pintorescos cuentan con alguna sucursal.
Enlace
Enlace
martes, diciembre 13, 2005
Villancicos ingleses
Hace un rato, volviendo para casa del trabajo, he visto que en el parque de al lado había una carpa y una multitud de gente reunida cantando villancicos (Christmas carols, en inglés) en torno a un grupo de personas con instrumentos musicales. Recordé haber visto durante la semana anterior carteles por el barrio anunciando el evento, organizado por la asociación de vecinos de la calle. Al subir a casa, y pese a que estaba hecho polvo, mi sentido del deber bloguero me ha obligado a coger la cámara digital y bajarme otra vez a la calle a captar esta interesante manifestación de la cultura británica. He grabado un clip de vídeo corto con la gente cantando (enlace), pero como era de noche desgraciadamente no se ve nada. Así que habrá que conformarse con el sonido y con la foto de abajo.
Esta estampa de vecinos reunidos en la calle para cantar villancicos es bastante típica en Inglaterra durante la época navideña. También son muy frecuentes las actuaciones callejeras de músicos aficionados o del Ejército de Salvación. Los villancicos ingleses tienen un aire solemne pero alegre a la vez que los hace muy bonitos. Muy distintos de los españoles, que suelen ser bastante más jacarandosos, y que aunque también me gustan mucho tienen la desventaja de que después de escucharlos durante semanas non-stop en todas las tiendas cantados por niños gritones uno acaba cogiéndoles manía. En Inglaterra, afortunadamente, no suelen rebajar sus hermosos villancicos a simple hilo músical de grandes almacenes: para ello suelen reservar las horripilantes canciones pop norteamericanas sobre Santa Claus.
Estoy seguro de que la mayoría de la gente ya ha escuchado villancicos tradicionales ingleses, aunque no sea capaz de recordarlos. He encontrado esta página donde se pueden escuchar versiones instrumentales estilo Richard Clayderman (¡ug!) de un buen número de ellos. También he encontrado en YouTube este vídeo de un famoso villancico español, cantado también en la calle.
Más información: Villancicos en mfiles.co.uk
Esta estampa de vecinos reunidos en la calle para cantar villancicos es bastante típica en Inglaterra durante la época navideña. También son muy frecuentes las actuaciones callejeras de músicos aficionados o del Ejército de Salvación. Los villancicos ingleses tienen un aire solemne pero alegre a la vez que los hace muy bonitos. Muy distintos de los españoles, que suelen ser bastante más jacarandosos, y que aunque también me gustan mucho tienen la desventaja de que después de escucharlos durante semanas non-stop en todas las tiendas cantados por niños gritones uno acaba cogiéndoles manía. En Inglaterra, afortunadamente, no suelen rebajar sus hermosos villancicos a simple hilo músical de grandes almacenes: para ello suelen reservar las horripilantes canciones pop norteamericanas sobre Santa Claus.
Estoy seguro de que la mayoría de la gente ya ha escuchado villancicos tradicionales ingleses, aunque no sea capaz de recordarlos. He encontrado esta página donde se pueden escuchar versiones instrumentales estilo Richard Clayderman (¡ug!) de un buen número de ellos. También he encontrado en YouTube este vídeo de un famoso villancico español, cantado también en la calle.
Más información: Villancicos en mfiles.co.uk
Dulces navideños ingleses
El postre navideño por excelencia en Inglaterra es el Christmas pudding. Es un bizcocho muy denso con forma de cúpula hecho con frutas pasas, frutos secos y empapado en algún licor, generalmente brandy. Como muchos postres ingleses, se ha de comer ligeramente caliente. Se suele acompañar con nata o helado, sobre todo porque es tan pesado que a palo seco no hay quien pueda con él. En el pasado era común la costumbre de meter una moneda de plata dentro como sorpresa, pero esta costumbre está ya en desuso. Como decoración suele llevar una hoja de acebo.
Otros dulces muy típicos son los mince pies. Son tartaletas hechas con shortbread, que es una masa crujiente hecha con mucha mantequilla y azúcar. Están rellenas de mincemeat, que pese al nombre no lleva nada de carne sino una mezcla de frutas pasas como higos o uvas. Suelen ser muy dulces (demasiado para mi gusto).
El Yule log es otro postre tradicional que también se toma en otros países de Europa. Es una especie de brazo de gitano decorado como un tronco de madera.
Por supuesto, en los supermercados se pueden encontrar un montón de otros postres y dulces, muchos de ellos traídos de otros países como por ejemplo el panettone italiano. En muchas tiendas es también posible encontrar turrón, aunque de España es lo único: no he encontrado aún ni mazapán ni polvorones. Esnif. Menos mal que en una semana me las piro.
Otros dulces muy típicos son los mince pies. Son tartaletas hechas con shortbread, que es una masa crujiente hecha con mucha mantequilla y azúcar. Están rellenas de mincemeat, que pese al nombre no lleva nada de carne sino una mezcla de frutas pasas como higos o uvas. Suelen ser muy dulces (demasiado para mi gusto).
El Yule log es otro postre tradicional que también se toma en otros países de Europa. Es una especie de brazo de gitano decorado como un tronco de madera.
Por supuesto, en los supermercados se pueden encontrar un montón de otros postres y dulces, muchos de ellos traídos de otros países como por ejemplo el panettone italiano. En muchas tiendas es también posible encontrar turrón, aunque de España es lo único: no he encontrado aún ni mazapán ni polvorones. Esnif. Menos mal que en una semana me las piro.
lunes, diciembre 12, 2005
Christmas Crackers
En la foto se pueden ver un par de Christmas crackers, una de las tradiciones más típicas de las Navidades británicas. Son unos cilindros de cartón con forma de caramelo que se ponen en las mesas de los banquetes navideños, uno por comensal. Al principio de la comida o cena los invitados cruzan las manos y forman una cadena con ellos: cada uno agarra con la mano derecha el cracker que el invitado de su izquierda sostiene con su mano izquierda y así sucesivamente. Entonces, a la de tres, todos tiran y los crackers se rompen con un ruido seco, provocado por una mínima cantidad de pólvora que llevan dentro. En su interior llevan también una especie de cotillón que suele quedar desperdigado por la mesa. Lo típico suelen ser serpentinas, una corona de papel, alguna figurita de plástico horrenda y un papelito con un chiste generalmente malísimo.
Más información: Navidad en Inglaterra: Las comilonas
Más información: Navidad en Inglaterra: Las comilonas
miércoles, diciembre 07, 2005
El talante llega a los Tories
David Cameron es el nuevo líder del Partido Conservador británico. Anteayer fue elegido por los afiliados de su partido por aplastante mayoría: más del doble de votos que su rival David Davis. El jovencísimo político (39 años) se ha aupado al puesto de mando del Conservative Party después de una brillante y cuidada campaña basada en una imagen amable y optimista y continuos llamamientos a la renovación de su partido, aunque sin entrar en mucho detalle sobre las políticas que promovería. Cameron ha sabido esquivar un número importante de escollos, como su falta de experiencia (jamás ha ocupado cargo de gobierno, y es diputado sólo desde 2001), su origen privilegiado (estudió en el prestigioso colegio de Eton y más tarde en Oxford) y una estúpida polémica azuzada por la prensa tabloide conservadora en la que se le acusaba de haber consumido drogas en su juventud.
La prensa se ha lanzado a señalar paralelismos entre Cameron y el joven Tony Blair, que en los años noventa relanzó el partido laborista con su invención del New Labour. El Partido Conservador lleva ya casi una década fuera del poder, sufriendo una amarga travesía por el desierto de la impopularidad y la irrelevancia. En las pasadas elecciones generales se vio incapaz de aprovechar electoralmente el desgaste de popularidad del primer ministro Blair. Después de la sucesión de fallidos líderes (William Hague, Ian Duncan Smith, Michael Howard), por primera vez las bases conservadoras se han llenado de ilusión: por fin parece que tienen un líder carismático y lleno de energía.
Cameron debutó ayer en la Cámara de los Comunes en la sesión de preguntas al Primer Ministro, y según he leído no lo hizo nada mal. Ha prometido un estilo de oposición totalmente distinto al de los últimos años: constructivo, optimista, postitivo, y aceptando las propuestas laboristas cuando se considere que son correctas. Cameron parece resuelto a acabar la imagen del partido conservador como el "partido antipático" (nasty party), muy arraigada entre las clases medias urbanas del Reino Unido. Tony Blair se va a encontrar en la incómoda situación de que sus polémicas propuestas de educación reciban el apoyo de los Tories y la oposición de muchos de los diputados laboristas. La política británica de los próximos meses promete ser apasionante.
Más información: Cameron chosen as new Tory leader (BBC)
La prensa se ha lanzado a señalar paralelismos entre Cameron y el joven Tony Blair, que en los años noventa relanzó el partido laborista con su invención del New Labour. El Partido Conservador lleva ya casi una década fuera del poder, sufriendo una amarga travesía por el desierto de la impopularidad y la irrelevancia. En las pasadas elecciones generales se vio incapaz de aprovechar electoralmente el desgaste de popularidad del primer ministro Blair. Después de la sucesión de fallidos líderes (William Hague, Ian Duncan Smith, Michael Howard), por primera vez las bases conservadoras se han llenado de ilusión: por fin parece que tienen un líder carismático y lleno de energía.
Cameron debutó ayer en la Cámara de los Comunes en la sesión de preguntas al Primer Ministro, y según he leído no lo hizo nada mal. Ha prometido un estilo de oposición totalmente distinto al de los últimos años: constructivo, optimista, postitivo, y aceptando las propuestas laboristas cuando se considere que son correctas. Cameron parece resuelto a acabar la imagen del partido conservador como el "partido antipático" (nasty party), muy arraigada entre las clases medias urbanas del Reino Unido. Tony Blair se va a encontrar en la incómoda situación de que sus polémicas propuestas de educación reciban el apoyo de los Tories y la oposición de muchos de los diputados laboristas. La política británica de los próximos meses promete ser apasionante.
Más información: Cameron chosen as new Tory leader (BBC)
lunes, diciembre 05, 2005
Adios al Routemaster
Esta semana es puente en España, y Londres se verá inundado de naúticos, barbours y jerseys de pico azul marino. Estos turistas españoles tendrán la oportunidad de vivir un momento histórico: el próximo viernes el famoso Routemaster se retira del servicio de la última línea en la que permanecía en activo.
El Routemaster es uno de los iconos más famosos de Londres, el decano de todos los autobuses de dos pisos. Fue introducido durante los años 60, y su éxito le ha permitido permanecer en servicio durante todo este tiempo. Aparte de su aire anciano y su personalísimo diseño de líneas redondeadas, la particularidad que lo distingue del resto de los double deckers que circulan por la capital es que, aparte del conductor, cuentan con un cobrador (curiosamente llamado conductor en inglés) que recoje los billetes con el autobús en marcha. Gracias a esto, y a que la subida al vehículo se hace a través de una plataforma sin puerta en la parte de atrás, las subidas y bajadas de viajeros son muy ágiles, motivo por el cual muchos londinenses le tienen gran aprecio.
Durante las últimas decadas el Routemaster ha sido retirado gradualmente de varias líneas londinenses, sustituido por autobuses más modernos. Sin embargo, la decisión de jubilarlo por completo se tomó hace un par de años, con la justificación - entre otras - de que incumplía la normativa de acceso a discapacitados. El proceso de retirada definitiva culmina este viernes, cuando este modelo de autobús hará por última vez el recorrido de la línea 159.
No hace falta decir que los londinenses han lamentado mucho la decisión de deshacerse de ese elemento tan inconfundible del paisaje urbano de su ciudad. No ayuda mucho el que muchos de los Routemaster vayan a ser sustituidos por autobuses articulados, cuyo aspecto pérfidamente "continental" hace que muchos ingleses los vean con antipatía. Otros serán sustituidos por autobuses de dos pisos más modernos y cómodos, aunque indudablemente con mucho menos encanto.
Yo no he viajado en Routemaster más que un par de veces. La experiencia fue realmente pintoresca, aunque no especialmente cómoda: el autobús es ruidoso, frío y temblequeante. Los asientos del piso abajo estaban dispuestos mirando hacia dentro, como en los vagones de metro. Por el pasillo central iba el cobrador cancelando el billete de los viajeros que acaban de subir. Para solicitar la parada recuerdo no había botones, sino que había que tirar de un cordón que había tendido por encima de las ventanas, a lo largo de los laterales. Aunque para bajarse o subir no hacía falta esperar a la parada: como la entrada no tiene puerta, se podía uno apear en los semáforos, e incluso con el autobús en marcha.
Este no es, no obstante, el fin de la presencia del Routemaster en las calles de Londres. Un puñado de ellos permanecerá en servicio en determinados tramos de las líneas 9 y 5 como "heritage routes" o "rutas históricas". El resto de la flota tampoco parece que vaya a ir directa al desguace: lo más seguro es que pasen todos al mercado de segunda mano. Me puedo imaginar a las agencias de publicidad de medio mundo frotándose las manos.
En el sitio web de la BBC se pueden encontrar varios clips de video tomados de programas antiguos de televisión en los que el protagonista es el Routemaster. También se pueden encontrar un montón de fotos en Flickr. Recomiendo igualmente el sitio web routemasters.co.uk, que ofrece una galería de fotos bastante interesante.
Más información: Routemaster (Wikipedia en inglés)
El Routemaster es uno de los iconos más famosos de Londres, el decano de todos los autobuses de dos pisos. Fue introducido durante los años 60, y su éxito le ha permitido permanecer en servicio durante todo este tiempo. Aparte de su aire anciano y su personalísimo diseño de líneas redondeadas, la particularidad que lo distingue del resto de los double deckers que circulan por la capital es que, aparte del conductor, cuentan con un cobrador (curiosamente llamado conductor en inglés) que recoje los billetes con el autobús en marcha. Gracias a esto, y a que la subida al vehículo se hace a través de una plataforma sin puerta en la parte de atrás, las subidas y bajadas de viajeros son muy ágiles, motivo por el cual muchos londinenses le tienen gran aprecio.
Durante las últimas decadas el Routemaster ha sido retirado gradualmente de varias líneas londinenses, sustituido por autobuses más modernos. Sin embargo, la decisión de jubilarlo por completo se tomó hace un par de años, con la justificación - entre otras - de que incumplía la normativa de acceso a discapacitados. El proceso de retirada definitiva culmina este viernes, cuando este modelo de autobús hará por última vez el recorrido de la línea 159.
No hace falta decir que los londinenses han lamentado mucho la decisión de deshacerse de ese elemento tan inconfundible del paisaje urbano de su ciudad. No ayuda mucho el que muchos de los Routemaster vayan a ser sustituidos por autobuses articulados, cuyo aspecto pérfidamente "continental" hace que muchos ingleses los vean con antipatía. Otros serán sustituidos por autobuses de dos pisos más modernos y cómodos, aunque indudablemente con mucho menos encanto.
Yo no he viajado en Routemaster más que un par de veces. La experiencia fue realmente pintoresca, aunque no especialmente cómoda: el autobús es ruidoso, frío y temblequeante. Los asientos del piso abajo estaban dispuestos mirando hacia dentro, como en los vagones de metro. Por el pasillo central iba el cobrador cancelando el billete de los viajeros que acaban de subir. Para solicitar la parada recuerdo no había botones, sino que había que tirar de un cordón que había tendido por encima de las ventanas, a lo largo de los laterales. Aunque para bajarse o subir no hacía falta esperar a la parada: como la entrada no tiene puerta, se podía uno apear en los semáforos, e incluso con el autobús en marcha.
Este no es, no obstante, el fin de la presencia del Routemaster en las calles de Londres. Un puñado de ellos permanecerá en servicio en determinados tramos de las líneas 9 y 5 como "heritage routes" o "rutas históricas". El resto de la flota tampoco parece que vaya a ir directa al desguace: lo más seguro es que pasen todos al mercado de segunda mano. Me puedo imaginar a las agencias de publicidad de medio mundo frotándose las manos.
En el sitio web de la BBC se pueden encontrar varios clips de video tomados de programas antiguos de televisión en los que el protagonista es el Routemaster. También se pueden encontrar un montón de fotos en Flickr. Recomiendo igualmente el sitio web routemasters.co.uk, que ofrece una galería de fotos bastante interesante.
Más información: Routemaster (Wikipedia en inglés)
sábado, diciembre 03, 2005
Rastrillo callejero
Hoy por la mañana, cuando he salido a pasear por el barrio, he visto que habían cortado una calle y habían montado una especie de mercadillo. Había unos cuantos tenderetes vendiendo un poco de todo (ropa, bisutería, juguetes) y un puesto vendiendo cafés y bollos y otro vendiendo perritos calientes. En medio había también un grupo de gente cantando musica coral navideña, que he grabado en video:
Este tipo de eventos son relativamente corrientes en los pueblos y ciudades ingleses: rastrillos, fiestas de barrio, street fairs... En muchas ocasiones suelen tener un móvil benéfico. Según indicaban los carteles, el organizador era en esta ocasión la ONG Save The Children. Según me han contado, cuando se monta una feria de este tipo los comercios de la calle suelen contribuir a él con donaciones. En el anterior video se puede ver también a una señora vestida con ropas fluorescentes recogiendo dinero para la organización. Esta es, por cierto, otra de las estampas más habituales de los sábados y domingos por la mañana en los barrios ingleses: postulantes de mil y una causas benéficas vestidos con chalecos de colores y haciendo sonar sus cubos llenos de monedas. Suelen ser jovenes, y a menudo realmente pesados.
Justo antes de salir del mercadillo me he encontrado con algo realmente interesante: un vetusto camión con un organillo mecánico de feria o fairground organ. Lo triste es que apenas nadie se paraba a mirarlo, excepto una pareja que se puso a desfilar al son de la música. No pude resistir y tuve que grabarlos a ellos también en video:
Este tipo de eventos son relativamente corrientes en los pueblos y ciudades ingleses: rastrillos, fiestas de barrio, street fairs... En muchas ocasiones suelen tener un móvil benéfico. Según indicaban los carteles, el organizador era en esta ocasión la ONG Save The Children. Según me han contado, cuando se monta una feria de este tipo los comercios de la calle suelen contribuir a él con donaciones. En el anterior video se puede ver también a una señora vestida con ropas fluorescentes recogiendo dinero para la organización. Esta es, por cierto, otra de las estampas más habituales de los sábados y domingos por la mañana en los barrios ingleses: postulantes de mil y una causas benéficas vestidos con chalecos de colores y haciendo sonar sus cubos llenos de monedas. Suelen ser jovenes, y a menudo realmente pesados.
Justo antes de salir del mercadillo me he encontrado con algo realmente interesante: un vetusto camión con un organillo mecánico de feria o fairground organ. Lo triste es que apenas nadie se paraba a mirarlo, excepto una pareja que se puso a desfilar al son de la música. No pude resistir y tuve que grabarlos a ellos también en video:
jueves, diciembre 01, 2005
El enorme talento de Jordan
Después de una entrada tan literaria como la del otro día sobre Fortunata y Jacinta no tengo más remedio que compensar hablando hoy de un tema ligeramente menos intelectual: Jordan, una de las famosas (lo que aquí llaman celebrities) más conocidas del Reino Unido. Esta glamour model, cuyo verdadero nombre es Katie Price, tiene como señas de identidad una rotunda proa , y una vida privada-pública desordenada y bastante rocambolesca.
No suelo seguir para nada el mundo del corazón británico, pero las peripecias de esta moza trascienden la prensa rosa y forman parte ya de la cultura popular británica. La joven Katie era hace unos años una conocida y exitosa modelo de revistas de interés masculino, como FHM o Loaded, y presa a la vez de tabloides de baja estofa como el Daily Sport o News of the World (también conocido como News of the Screws). En 2002, fruto de una relación con un futbolista (supuestamente durante una orgia), dio a luz a un niño que resultó ser ciego por culpa de un defecto congénito. En 2004, Jordan logró entrar en la primera división del famoseo británico al participar en el exitoso programa I'm A Celebrity Get Me Out Of Here (que posteriormente a España se trasladó como "La Isla de los Famosos"). En su transcurso, la modelo entabló una relación sentimental con el cantante Peter André, de quien meses más tarde se quedó embarazada. Ese mismo año, en plena cresta de la ola de popularidad, publicó su autobiografía "Being Jordan", que tuvo un verdadero éxito en ventas.
Las correrías de esta muchacha han continuado también este año. En mayo se presentó al concurso de selección de candidato británico para el Festival de Eurovisión, aunque su tremenda popularidad no le sirvió y fue derrotada. Sí logró dar la campanada en septiembre al contraer matrimonio con Peter André, en medio de una ceremonia extravagantemente hortera que sin duda ha sido de los puntos álgidos de la carrera. Fue celebrada en un castillo de Hampshire, a donde fue llevada por un carruaje tirado por ponies blancos. La exclusiva de la boda fue vendida a la revista OK por nada menos que 2 millones de libras (3 millones de euros).
Referencias: Jordan (Wikipedia en inglés)
No suelo seguir para nada el mundo del corazón británico, pero las peripecias de esta moza trascienden la prensa rosa y forman parte ya de la cultura popular británica. La joven Katie era hace unos años una conocida y exitosa modelo de revistas de interés masculino, como FHM o Loaded, y presa a la vez de tabloides de baja estofa como el Daily Sport o News of the World (también conocido como News of the Screws). En 2002, fruto de una relación con un futbolista (supuestamente durante una orgia), dio a luz a un niño que resultó ser ciego por culpa de un defecto congénito. En 2004, Jordan logró entrar en la primera división del famoseo británico al participar en el exitoso programa I'm A Celebrity Get Me Out Of Here (que posteriormente a España se trasladó como "La Isla de los Famosos"). En su transcurso, la modelo entabló una relación sentimental con el cantante Peter André, de quien meses más tarde se quedó embarazada. Ese mismo año, en plena cresta de la ola de popularidad, publicó su autobiografía "Being Jordan", que tuvo un verdadero éxito en ventas.
Las correrías de esta muchacha han continuado también este año. En mayo se presentó al concurso de selección de candidato británico para el Festival de Eurovisión, aunque su tremenda popularidad no le sirvió y fue derrotada. Sí logró dar la campanada en septiembre al contraer matrimonio con Peter André, en medio de una ceremonia extravagantemente hortera que sin duda ha sido de los puntos álgidos de la carrera. Fue celebrada en un castillo de Hampshire, a donde fue llevada por un carruaje tirado por ponies blancos. La exclusiva de la boda fue vendida a la revista OK por nada menos que 2 millones de libras (3 millones de euros).
Referencias: Jordan (Wikipedia en inglés)
martes, noviembre 29, 2005
Carteles plegables
Los carteles plegables de la foto son uno de los detalles más típicos del paisaje urbano inglés. En las zonas de tiendas de ven multitud de ellos en las aceras, a la puerta de prácticamente todos los comercios y establecimientos. En el caso de los restaurantes y pubs suelen mostrar el menú del día o alguna oferta; muchas tiendas también los usan para publicitar promociones o rebajas. Cuando un comercio en cuestión está situado en una callejuela poco frecuentada, el cartel en cuestión suele colocarse en la calle principal, con una flecha animando a los paseantes a visitarlo.
Por la tarde, cuando la tienda cierra, los carteles suelen guardarse dentro, aunque a veces se dejan fuera encadenados de farolas o señales de tráfico.
Por la tarde, cuando la tienda cierra, los carteles suelen guardarse dentro, aunque a veces se dejan fuera encadenados de farolas o señales de tráfico.
sábado, noviembre 26, 2005
Las persianas y don Benito
Una de las incomodidades más grandes de las casas británicas es que las ventajas no tienen persianas ni contraventanas. Ahora en invierno esto no tiene mucha importancia, pero en verano, cuando empieza a alborear sobre las cinco de la mañana, os aseguro que se echan de menos, sobre todo si tenéis el sueño tan ligero como yo. La única solución (imperfecta) es comprar cortinas o estores de plastico opaco.
La falta de persianas es una de las quejas más comunes entre los expatriados como yo, uno de los fastidios que más te llegan al alma, como el que pongan moqueta en la cocina o que los lavabos tengan dos grifos. Por eso el otro día me quedé a cuadros cuando alguien me enseñó el siguiente fragmento de la novela "Fortunata y Jacinta" de Benito Pérez Galdós:
Pocas veces se siente uno identificado tan fuertemente con el personaje de una novela escrita hace tantos años. El resto del texto es también muy interesante. Se trata de una conversación entre familiares, en la que participa Moreno, un expatriado español en Inglaterra, del cual se dice que
La falta de persianas es una de las quejas más comunes entre los expatriados como yo, uno de los fastidios que más te llegan al alma, como el que pongan moqueta en la cocina o que los lavabos tengan dos grifos. Por eso el otro día me quedé a cuadros cuando alguien me enseñó el siguiente fragmento de la novela "Fortunata y Jacinta" de Benito Pérez Galdós:
Después hubo debate sobre quesos, diciendo D. Baldomero que los del Reino son también muy buenos. Luego tratose de las casas, que Moreno calificó de inhabitables. «Por eso todo el mundo vive en la calle». (...) «Pues mire usted -dijo Villalonga-: las casas serán todo lo malas que usted quiera; pero hay en las del extranjero una costumbre que maldita la gracia que tiene. Me refiero a la falta de maderas en los balcones y ventanas, por lo cual entra la luz desde que Dios amanece, y no puede usted pegar los ojos».
Pocas veces se siente uno identificado tan fuertemente con el personaje de una novela escrita hace tantos años. El resto del texto es también muy interesante. Se trata de una conversación entre familiares, en la que participa Moreno, un expatriado español en Inglaterra, del cual se dice que
Su persona tenía tal aire inglés, que quien le viera, tomaríale por uno de esos lores aburridos y millonarios que andan por el mundo sacudiéndose la morriña que les consume. Hasta cuando hablaba desmentía, no por afectación, sino por hábito, su progenie española, porque arrastraba un poco las erres y olvidaba algunos vocablos de los menos usuales. Se había educado en el célebre colegio de Eton; a los treinta años volvió a Inglaterra y allí vivía de continuo, salvo las cortas temporadas que pasaba en Madrid. Poseía el arte de la buena educación en su forma más exquisita, y una soltura de modales que cautivaba. Era ahijado de D. Baldomero I, y por esto seguía llamando padrino a D. Baldomero II.Moreno es un gran crítico de España:
«Ya saben ustedes que no transijo con la patria -dijo sonriendo-. Mientras más la visito, menos me gusta. Por respeto a mi padrino, no me atrevo a decir más». Los gustos extranjeros de aquel hombre y el desamor que a su patria mostraba, eran ocasión de empeñadas reyertas entre él y D. Baldomero, que defendía todo lo del Reino con sincero entusiasmo. A veces perdía los estribos el buen español, sosteniendo que en todo lo de fuera hay mucho de farsa, y Moreno, extremando sus antipatías, sostenía que en España no hay más que tres cosas buenas: la Guardia Civil, las uvas de albillo y el Museo del Prado.A los que vivimos fuera, siempre nos suelen dar rabietas cuando estamos de visita en España. Nos ponemos a criticar furibundamente todos sus defectos: la mala educación de la gente, el pésimo funcionamiento de la administración, el atraso tecnológico y laboral, la política arrabalera. Luego de vuelta al país donde vivimos las quejas pasan a dirigirse a éste: el clima, la comida, el transporte público decrépito, la sanidad precaria. Al final se pasa uno todo el santo día protestando. En la novela, Moreno concluye su perorata con una condena devastadora a la España atrasada y sin futuro de entonces.
«Yo de mí sé decir que cuando paso la frontera para acá recibo las más tristes impresiones. Habrá algo que admirar; a mí se me esconde, y no veo más que la grosería, los malos modos, la pobreza, hombres que parecen salvajes, liados en mantas; mujeres flacas... Lo que más me choca es lo desmedrado de la casta. Rara vez ve usted un hombrachón robusto y una mujer fresca. No lo duden ustedes, nuestra raza está mal alimentada, y no es de ahora; viene pasando hambres desde hace siglos... Mi país me es bastante antipático, y desde que me meto en el express de Irún ya estoy renegando. Por la mañana, cuando despierto en la Sierra y oigo pregonar el botijo e leche, me siento mal; créanlo ustedes... Al llegar a Madrid, y ver la gente de capa, las mujeres con mantones, las calles mal adoquinadas, y los caballos de los coches como esqueletos, no veo la hora de volverme a marchar».
viernes, noviembre 25, 2005
Un año de Parquestrit
Hace exactamente un año inauguraba esta bitácora con estas palabras (las entradas de años anteriores que se pueden ver en los Archivos las añadí posteriormente de forma "retroactiva"). Comencé con dos objetivos: el primero aprender a escribir, y el segundo poner a disposición de quien estuviese interesado mis observaciones, interpretaciones y reflexiones sobre cómo es la vida en Inglaterra, sobre todo en comparación con España. No sé cómo ando en su cumplimiento (escribir escribo con más soltura pero igual de farragosamente que siempre), pero el haber tenido suficiente disciplina para hacerlo con cierta regularidad durante doce meses no es moco de pavo. Así que enhorabuena para mí.
Me siento razonablemente contento. Tras los inevitables bandazos iniciales, creo que he logrado concretar una "línea editorial" razonablemente homogénea en cuanto a temas: un poco de política y noticias de actualidad, un poco de gastronomía, un poco de datos prácticos, un poco de costumbres. Y, sobre todo, mi debilidad: las nimiedades, los pequeños detalles cotidianos, todas esas minucias intrascendentes que casi nunca vienen en los libros o en las guías de viaje.
Como la inmensa mayoría de los blogs, y pese al apoyo de otros blogueros como Albert, Borja, Dot o Toño que me enlazan de desde sus páginas (¡mil gracias!), tengo que conformarme con una nanoaudiencia de unas cuantas decenas de visitas al día, la mayoría de las cuales provienen de Google o algún otro buscador. De todos modos, si he de creer lo que afirman las estadísticas de Google Analytics, un tercio de las visitas son de gente que vuelve, lo cual me hace sentir muy satisfecho. A todos aquellos que me leéis regularmente e incluso colaboráis con vuestros comentarios os quiero dar las gracias: Andrea, Ángel, Be, Didi, Mr. Softie, Xesús y a los demás lectores anónimos (incluyendo, aunque no queda nada cool decirlo, a mis padres y a mi novia).
Espero poder seguir otro año más en el candelero, lidiando con la falta de tiempo y mis limitadas dotes de escritor. Siempre y cuando no encuentre antes, al fin, un trabajo en España, que es muy bonito esto de escribir blogs pero lo que uno preferiría estar haciendo es tomar cañas y raciones de jamoncito o gambas a la plancha. Un saludo a todos.
Me siento razonablemente contento. Tras los inevitables bandazos iniciales, creo que he logrado concretar una "línea editorial" razonablemente homogénea en cuanto a temas: un poco de política y noticias de actualidad, un poco de gastronomía, un poco de datos prácticos, un poco de costumbres. Y, sobre todo, mi debilidad: las nimiedades, los pequeños detalles cotidianos, todas esas minucias intrascendentes que casi nunca vienen en los libros o en las guías de viaje.
Como la inmensa mayoría de los blogs, y pese al apoyo de otros blogueros como Albert, Borja, Dot o Toño que me enlazan de desde sus páginas (¡mil gracias!), tengo que conformarme con una nanoaudiencia de unas cuantas decenas de visitas al día, la mayoría de las cuales provienen de Google o algún otro buscador. De todos modos, si he de creer lo que afirman las estadísticas de Google Analytics, un tercio de las visitas son de gente que vuelve, lo cual me hace sentir muy satisfecho. A todos aquellos que me leéis regularmente e incluso colaboráis con vuestros comentarios os quiero dar las gracias: Andrea, Ángel, Be, Didi, Mr. Softie, Xesús y a los demás lectores anónimos (incluyendo, aunque no queda nada cool decirlo, a mis padres y a mi novia).
Espero poder seguir otro año más en el candelero, lidiando con la falta de tiempo y mis limitadas dotes de escritor. Siempre y cuando no encuentre antes, al fin, un trabajo en España, que es muy bonito esto de escribir blogs pero lo que uno preferiría estar haciendo es tomar cañas y raciones de jamoncito o gambas a la plancha. Un saludo a todos.
jueves, noviembre 24, 2005
Abriendo hasta tarde
Hoy es un día histórico: entran en vigor en Inglaterra las nuevas licencias de apertura de pubs, basadas en la Licensing Act que se aprobó en 2003. A partir de ahora ya se puede servir bebidas alcohólicas en estos establecimientos más tarde de las 11 de la noche, siempre y cuando se obtenga la licencia apropiada. La anterior legislación databa de los años de la I Guerra Mundial, y se introdujo para fomentar la productividad de los trabajadores durante el conflicto bélico.
Es curioso porque se ha pasado de un extremo al otro: de unas leyes muy restrictivas se ha pasado a que en teoría sea posible tener bares abiertos las 24 horas del día. Es precisamente esta posibilidad la que ha excitado los ánimos de la opinión pública (y de los medios), que asiste con nerviosismo al amanecer de la era del 24 hour drinking. Muchos opinadores, políticos y jefes de policía han vaticinado consecuencias terribles para la sociedad: empeoramiento de la lacra del binge drinking (cultura de la borrachera), alcoholismo, vandalismo, problemas sanitarios y un sinfín de calamidades. Lo cierto es que apenas unos pocos cientos de pubs han solicitado licencias para abrir durante todo el día. La mayoría de los que han solicitado extender el horario de apertura han pedido sólo una o dos horas adicionales.
La motivación de esta nueva legislación es fomentar una cultura de consumo responsable, más cercana a la que supuestamente se da en el continente. Se espera que si los parroquianos no sienten la presión de la hora de cierre engullirán sus pintas a menos velocidad. Otro de los objetivos es que no todos los sitios cierren a la misma hora. De este modo, se evitará la explosiva situación en la que sobre las once y pico de la noche los pubs empiezan a echar a la gente y la calle se ve llena súbitamente de ejércitos de borrachos tambaleantes y ocasionalmente violentos. En esto puedo decir por propia experiencia que el espectáculo es realmente dantesco. Es especialmente entretenido cuando se va en coche; mi tramo favorito es Park Street. Es una cuesta muy empinada, de modo que según subes desde abajo ves ante ti la calle completa: un retablo espectacular compuesto de borrachos haciendo eses, tambaleándose, tropezando, dando voces, orinando en las esquinas o peleándose entre sí. La gente va tan ciega que, según pasas, te hacen señas con el brazo por si eres un taxi.
Lo cierto es que lo que vaya a ocurrir con las nueves leyes es una incognita. La mayoría de la gente da por hecho que durante los primeros meses se darán situaciones de consumo exacerbado de alcohol, y la policía y los hospitales no darán a basto. A medio y largo plazo, sin embargo, nadie es capaz de predecir si la nueva legislación tendrá éxito sosegando las costumbres bebedoras de los ingleses. En cualquier caso, dudo mucho que pierdan su sólida afición por las borracheras.
Más información: Last Order: de copas en el Reino Unido (Parquestrit), Licensing Laws of the UK (Wikipedia en inglés), Pubs in 24-hour opening era (BBC)
Es curioso porque se ha pasado de un extremo al otro: de unas leyes muy restrictivas se ha pasado a que en teoría sea posible tener bares abiertos las 24 horas del día. Es precisamente esta posibilidad la que ha excitado los ánimos de la opinión pública (y de los medios), que asiste con nerviosismo al amanecer de la era del 24 hour drinking. Muchos opinadores, políticos y jefes de policía han vaticinado consecuencias terribles para la sociedad: empeoramiento de la lacra del binge drinking (cultura de la borrachera), alcoholismo, vandalismo, problemas sanitarios y un sinfín de calamidades. Lo cierto es que apenas unos pocos cientos de pubs han solicitado licencias para abrir durante todo el día. La mayoría de los que han solicitado extender el horario de apertura han pedido sólo una o dos horas adicionales.
La motivación de esta nueva legislación es fomentar una cultura de consumo responsable, más cercana a la que supuestamente se da en el continente. Se espera que si los parroquianos no sienten la presión de la hora de cierre engullirán sus pintas a menos velocidad. Otro de los objetivos es que no todos los sitios cierren a la misma hora. De este modo, se evitará la explosiva situación en la que sobre las once y pico de la noche los pubs empiezan a echar a la gente y la calle se ve llena súbitamente de ejércitos de borrachos tambaleantes y ocasionalmente violentos. En esto puedo decir por propia experiencia que el espectáculo es realmente dantesco. Es especialmente entretenido cuando se va en coche; mi tramo favorito es Park Street. Es una cuesta muy empinada, de modo que según subes desde abajo ves ante ti la calle completa: un retablo espectacular compuesto de borrachos haciendo eses, tambaleándose, tropezando, dando voces, orinando en las esquinas o peleándose entre sí. La gente va tan ciega que, según pasas, te hacen señas con el brazo por si eres un taxi.
Lo cierto es que lo que vaya a ocurrir con las nueves leyes es una incognita. La mayoría de la gente da por hecho que durante los primeros meses se darán situaciones de consumo exacerbado de alcohol, y la policía y los hospitales no darán a basto. A medio y largo plazo, sin embargo, nadie es capaz de predecir si la nueva legislación tendrá éxito sosegando las costumbres bebedoras de los ingleses. En cualquier caso, dudo mucho que pierdan su sólida afición por las borracheras.
Más información: Last Order: de copas en el Reino Unido (Parquestrit), Licensing Laws of the UK (Wikipedia en inglés), Pubs in 24-hour opening era (BBC)
martes, noviembre 22, 2005
Barrenderos en Bristol
Algo que me llama mucho la atención de Bristol es que no cuenta con un servicio regular de barrenderos. En estos días de otoño, las hojas que caen de los árboles se acumulan a montones a lo largo de los bordillos durante semanas sin que nadie las recoja. De la humedad y el tránsito de peatones y coches acaban aplastándose y pudriéndose, pintando el asfalto y las aceras con sus pigmentos amarillentos y causando más de un resbalón a los viandantes descuidados. Pasados varios días, al fin, los vehículos aspiradores se dignan a aparecer para adecentar las calles, asistidos por operarios con mochilas sopladoras de hojas, artilugios que, por cierto, siempre me han parecido ridículos.
Es como sí las autoridades municipales de Bristol no fuesen capaces de concebir la limpieza urbana sino como una tarea logística complicadísima para la que es preciso coordinar ejércitos de empleados. Con los chicles pasa algo similar: las aceras del centro están tachonadas de cientos de manchas oscuras, producto de la fosilización de gomas de mascar tiradas al suelo por guarros incívicos y apisonadas durante meses por los transeuntes. Pero llega un día que la calle es tomada por cuadrillas de operarios con lanzas de agua hirviendo a presión, que metódica y trabajosamente arrancan estas suciedades del suelo. La acera queda impoluta, pero yo juraría que contratar a un barrendero que pasase por ahí todos los días les saldría más barato.
Es como sí las autoridades municipales de Bristol no fuesen capaces de concebir la limpieza urbana sino como una tarea logística complicadísima para la que es preciso coordinar ejércitos de empleados. Con los chicles pasa algo similar: las aceras del centro están tachonadas de cientos de manchas oscuras, producto de la fosilización de gomas de mascar tiradas al suelo por guarros incívicos y apisonadas durante meses por los transeuntes. Pero llega un día que la calle es tomada por cuadrillas de operarios con lanzas de agua hirviendo a presión, que metódica y trabajosamente arrancan estas suciedades del suelo. La acera queda impoluta, pero yo juraría que contratar a un barrendero que pasase por ahí todos los días les saldría más barato.
domingo, noviembre 20, 2005
Madrid-Barça a la inglesa
Mi afición por el fútbol es bastante moderada. Cuando vivía en España, solía seguirlo con cierto interés. Los primeros años de vivir en Inglaterra tuve de housemate, allá en Maidenhead, a un forofo catalán que, con fervor inquebrantable, ejercía de misionero culé proclamando el evangelio barcelonista a quienquiera que se pusiese a tiro a su alrededor. Alguna vez lograba que algún inglés, que hasta el momento había sido partidario del Madrid, se cambiase y se hiciese admirador del Barça, algo de lo que luego se sentía tremendamente orgulloso. A mí, seguidor madrileño del Madrid, sabía que no me podía convencer, pero aún así no cejaba en presentarme argumentos objetivos por los que el Barcelona era esencialmente mejor equipo que el Real Madrid. Gracias a estas incesantes discusiones, siempre amistosas, lograba mantenerme al día de lo que ocurría en la Liga Española.
Ahora que vivo en Bristol no tengo a mi alrededor a nadie a quien le guste el fútbol, así que estoy totalmente desconectado. Ni siquiera los ingleses del trabajo me dan la vara preguntándome por Beckham: la mayoría de ellos son aficionados al rugby. Pese a todo, este sábado me levanté resuelto a no perderme el clásico Madrid-Barça. Todos los años procuro verlo sin falta, junto con el Barça-Madrid, como si de un precepto religioso se tratara. Es una de tantas costumbres y rutinas con las que trato de mantener el contacto con la patria. Viviendo en Inglaterra he tenido suerte: he podido ver casi siempre estos partidos por la televisión. En todas las ocasiones ha sido en pubs: la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça y la solera de estos dos equipos son tales que el duelo entre ambos es capaz de levantar el interés a una afición tan ombliguista como la inglesa. No es difícil encontrar garitos donde conecten con la retransmisión de este clásico del fútbol español, siempre disponible por cable o televisión digital en Sky Sports.
En esta ocasión probé suerte en el Clifton Wine Bar, un pub bastante conocido de la ciudad. Aunque en un principio no tenían pensado poner el partido, no tuvieron ningún inconveniente en hacerlo, después de comprobar que su horario no coincidía con ningún evento deportivo británico. Como en España se va a los bares, muchos británicos se reunen en el pub para ver por la televisión distintos eventos deportivos, sobre todo fútbol y rugby. En España la gente suele (o solía) conformarse con el típico bar de viejos con televisión destartalada en la esquina; en el Reino Unido, los pubs suelen contar con instalaciones sofistícadísimas de pantallas de plasma y proyectores de video. Muchos pubs hacen de proyectar encuentros deportivos su razón de ser, y ofrecen hasta mini-salas de proyección con asientos orientados hacia una pantalla gigantesca, como si fuesen verdaderos mini-cines.
En el Clifton Wine Bar los medios eran más "modestos": un proyector de televisión y un par de televisiones repartidas por el local. Como esperaba, los ingleses se pusieron a ver el partido con interés, jaleando y celebrando las mejores jugadas y los goles (que, me duele decir, fueron todos del Barcelona). Curiosamente, las raras ocasiones que el equipo atacante era el Real Madrid también mostraban el mismo interés. Evidentemente, no les importaba mucho quién ganase: se conformaban con disfrutar de las delicias del buen juego.
Su disfrute, sin embargo, era mi desdicha. El Madrid se ahogo en un auténtico baño de juego del Barça, perdiendo de tres goles. Me consolaba saber que mi congoja, en esos momentos, era compartida por de miles de paisanos, y además esto me hacía sentirme un poco más cerca de casa. Aunque, en el fondo, el resultado tampoco me preocupaba tanto: me tranquilizaba saber que el bienestar material de los derrotados no estaba en peligro.
Ahora que vivo en Bristol no tengo a mi alrededor a nadie a quien le guste el fútbol, así que estoy totalmente desconectado. Ni siquiera los ingleses del trabajo me dan la vara preguntándome por Beckham: la mayoría de ellos son aficionados al rugby. Pese a todo, este sábado me levanté resuelto a no perderme el clásico Madrid-Barça. Todos los años procuro verlo sin falta, junto con el Barça-Madrid, como si de un precepto religioso se tratara. Es una de tantas costumbres y rutinas con las que trato de mantener el contacto con la patria. Viviendo en Inglaterra he tenido suerte: he podido ver casi siempre estos partidos por la televisión. En todas las ocasiones ha sido en pubs: la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça y la solera de estos dos equipos son tales que el duelo entre ambos es capaz de levantar el interés a una afición tan ombliguista como la inglesa. No es difícil encontrar garitos donde conecten con la retransmisión de este clásico del fútbol español, siempre disponible por cable o televisión digital en Sky Sports.
En esta ocasión probé suerte en el Clifton Wine Bar, un pub bastante conocido de la ciudad. Aunque en un principio no tenían pensado poner el partido, no tuvieron ningún inconveniente en hacerlo, después de comprobar que su horario no coincidía con ningún evento deportivo británico. Como en España se va a los bares, muchos británicos se reunen en el pub para ver por la televisión distintos eventos deportivos, sobre todo fútbol y rugby. En España la gente suele (o solía) conformarse con el típico bar de viejos con televisión destartalada en la esquina; en el Reino Unido, los pubs suelen contar con instalaciones sofistícadísimas de pantallas de plasma y proyectores de video. Muchos pubs hacen de proyectar encuentros deportivos su razón de ser, y ofrecen hasta mini-salas de proyección con asientos orientados hacia una pantalla gigantesca, como si fuesen verdaderos mini-cines.
En el Clifton Wine Bar los medios eran más "modestos": un proyector de televisión y un par de televisiones repartidas por el local. Como esperaba, los ingleses se pusieron a ver el partido con interés, jaleando y celebrando las mejores jugadas y los goles (que, me duele decir, fueron todos del Barcelona). Curiosamente, las raras ocasiones que el equipo atacante era el Real Madrid también mostraban el mismo interés. Evidentemente, no les importaba mucho quién ganase: se conformaban con disfrutar de las delicias del buen juego.
Su disfrute, sin embargo, era mi desdicha. El Madrid se ahogo en un auténtico baño de juego del Barça, perdiendo de tres goles. Me consolaba saber que mi congoja, en esos momentos, era compartida por de miles de paisanos, y además esto me hacía sentirme un poco más cerca de casa. Aunque, en el fondo, el resultado tampoco me preocupaba tanto: me tranquilizaba saber que el bienestar material de los derrotados no estaba en peligro.
miércoles, noviembre 16, 2005
Bancos conmemorativos
En el Reino Unido es bastante habitual encontrarse bancos conmemorativos en la calle o en algunos parques. Son bancos de sentarse normales y corrientes, con una pequeña placa que los dedica a la memoria de algún fallecido. Supongo que son pagados por familiares o amigos, e instalados en la calle previa autorización del ayuntamiento correspondiente.
Creo que esta costumbre no existe en España; yo al menos no lo he visto en ningún lado. Me da la impresión de que para los españoles la muerte nos es tabú, y procuramos evitar sus manifestaciones. Los cementerios, por ejemplo, suelen estar tapiados y situados en las afuertas de las poblaciones. Esto no es así en el Reino Unido. En las ciudades y pueblos, casi todas las iglesias antiguas suelen estar rodeadas por un pequeño cementerio, y los que aún están en uso suelen estar situados bien visiblemente en medio de zonas urbanas o residenciales.
Creo que esta costumbre no existe en España; yo al menos no lo he visto en ningún lado. Me da la impresión de que para los españoles la muerte nos es tabú, y procuramos evitar sus manifestaciones. Los cementerios, por ejemplo, suelen estar tapiados y situados en las afuertas de las poblaciones. Esto no es así en el Reino Unido. En las ciudades y pueblos, casi todas las iglesias antiguas suelen estar rodeadas por un pequeño cementerio, y los que aún están en uso suelen estar situados bien visiblemente en medio de zonas urbanas o residenciales.
viernes, noviembre 11, 2005
Remembrance Day
Hoy se celebra en el Reino Unido Remembrance Day, coincidiendo con el aniversario de la firma del armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial en el frente occidental (en el oriental las hostilidades continuaron durante algunas semanas más). Esta conmemoración se instituyó oficialmente poco después, y tras la II Guerra Mundial su significado se extendió para abarcar también éste y los demás conflictos bélicos del siglo XX.
El símbolo que representa este recuerdo a los soldados que murieron defendiendo la patria es la amapola roja (red poppy). Se popularizó a partir del poema In Flanders Fields de John McRae, donde este canadiense evocaba cómo esta flor se extendió por los campos de batalla europeos tras haberse sembrado tanta muerte y destrucción. Durante estos días, son ubicuas por todo el país. Practicamente todas las tiendas venden amapolas rojas de papel, que la gente compra y se coloca en la solapa o prendidas del pecho. En la televisión absolutamente todo el mundo las lleva. Guirnaldas y coronas de estas flores también se pueden ver en los innumerables monumentos a los caídos que hay en todas las poblaciones británicas. Incluso hay quien decora sus coches con ellas.
En Remembrance Day se suelen celebrar diversos actos publícos, donde los protagonistas son veteranos supervivientes de ambas guerras. A las 11.11 del día de hoy se suelen mantener 2 minutos de silencio a lo largo del país (aunque en mi oficina nadie ha avisado de nada). El domingo (Remembrance Sunday) se celebra un servicio religioso frente al Cenotaph, un monumento en el distrito londinense de Whitehall, al que asiste la Reina.
Suelo admirar y envidiar la devoción de los británicos por recordar a quienes lucharon por su país. Tienen suerte de que las terribles guerras del siglo pasado no han envenenado su conciencia nacional, como pasó en la mayoría de los demás países europeos (incluida España). Al contrario, posiblemente les sirvieron para cohesionar la convivencia entre los ciudadanos. Eso no quiere decir que los británicos sean un pueblo nacionalista; son conscientes de que en su historia han estado involucrados en comportamientos poco edificantes, y se sienten muy incómodos con su pasado imperialista. Sin embargo, el orgullo que sienten por su victoria en las guerras mundiales, sobre todo la segunda, es inmenso y justificado.
Más información: Remembrance (BBC),
El símbolo que representa este recuerdo a los soldados que murieron defendiendo la patria es la amapola roja (red poppy). Se popularizó a partir del poema In Flanders Fields de John McRae, donde este canadiense evocaba cómo esta flor se extendió por los campos de batalla europeos tras haberse sembrado tanta muerte y destrucción. Durante estos días, son ubicuas por todo el país. Practicamente todas las tiendas venden amapolas rojas de papel, que la gente compra y se coloca en la solapa o prendidas del pecho. En la televisión absolutamente todo el mundo las lleva. Guirnaldas y coronas de estas flores también se pueden ver en los innumerables monumentos a los caídos que hay en todas las poblaciones británicas. Incluso hay quien decora sus coches con ellas.
En Remembrance Day se suelen celebrar diversos actos publícos, donde los protagonistas son veteranos supervivientes de ambas guerras. A las 11.11 del día de hoy se suelen mantener 2 minutos de silencio a lo largo del país (aunque en mi oficina nadie ha avisado de nada). El domingo (Remembrance Sunday) se celebra un servicio religioso frente al Cenotaph, un monumento en el distrito londinense de Whitehall, al que asiste la Reina.
Suelo admirar y envidiar la devoción de los británicos por recordar a quienes lucharon por su país. Tienen suerte de que las terribles guerras del siglo pasado no han envenenado su conciencia nacional, como pasó en la mayoría de los demás países europeos (incluida España). Al contrario, posiblemente les sirvieron para cohesionar la convivencia entre los ciudadanos. Eso no quiere decir que los británicos sean un pueblo nacionalista; son conscientes de que en su historia han estado involucrados en comportamientos poco edificantes, y se sienten muy incómodos con su pasado imperialista. Sin embargo, el orgullo que sienten por su victoria en las guerras mundiales, sobre todo la segunda, es inmenso y justificado.
Más información: Remembrance (BBC),
miércoles, noviembre 09, 2005
Blair vapuleado
Hoy, el presidente del Gobierno español, Jose Luis Rodríguez Zapatero, sufrió una derrota en el Congreso de los Diputados después de que una ley en cuya aprobación se había involucrado personalmente fuera rechazada por una mayoría de los diputados, incluyendo un número considerable de los de su propio partido, el PSOE.
¿Sorprendidos? Evidentemente, lo anterior es ficticio. No sé si se ha dado alguna en la historia reciente de la democracia española se ha dado que los parlamentarios de un partido hayan votado en contra de una medida de su propio gobierno. Sin embargo, es precisamente lo que le ha ocurrido hoy en la Cámara de los Comunes a Tony Blair. La polémica propuesta de su Gobierno de extender de 15 a 90 días el periodo de detención sin cargos para sospechosos de terrorismo ha sido derrotada gracias a la revuelta de 49 backbenchers (diputados sin responsabilidad de gobierno) laboristas. Apoyandose en las peticiones de la policía, y desoyendo los consejos de sus propios ministros, Blair ha querido echar un pulso a sus críticos dentro del laborismo, quienes consideran que extender a tres meses el periodo que alguien puede permanecer detenido antes de ser presentado al juez es un peligroso paso atrás en cuanto a libertades civiles. Pero le ha salido mal. La proposición de ley al final ha sido aprobada con una enmienda que reduce a 28 días el periodo de detención.
No le van las cosas muy bien a Tony Blair últimamente. La semana pasada su aliado cercano David Blunkett tuvo que dimitir de su puesto de Secretario de Estado de Pensiones después de que se descubriese que había sido contratado meses atrás por una empresa privada sin dar cuenta de ello a un comité consultivo, en contra del código de conducta del Parlamento. Blunkett, antiguo peso pesado del Gabinete y leal aliado de Blair, ya tuvo que dimitir el año pasado de su puesto de Ministro de Interior después de un escándalo algo vodevilesco en el que se descubrió que había intercedido para agilizar la concesión de un visado de trabajo a la niñera de su amante, que era además una mujer casada.
A esto se une la emergencia en el Partido Conservador de David Cameron, un joven y carismático pretendiente a candidato de los Tories que con bastante probabilidad vencerá a David Davis en su pugna por ocupar el puesto de líder del partido. Blair es un político como la copa de un pino, pero no cabe duda que estamos en el ocaso de su reinado.
¿Sorprendidos? Evidentemente, lo anterior es ficticio. No sé si se ha dado alguna en la historia reciente de la democracia española se ha dado que los parlamentarios de un partido hayan votado en contra de una medida de su propio gobierno. Sin embargo, es precisamente lo que le ha ocurrido hoy en la Cámara de los Comunes a Tony Blair. La polémica propuesta de su Gobierno de extender de 15 a 90 días el periodo de detención sin cargos para sospechosos de terrorismo ha sido derrotada gracias a la revuelta de 49 backbenchers (diputados sin responsabilidad de gobierno) laboristas. Apoyandose en las peticiones de la policía, y desoyendo los consejos de sus propios ministros, Blair ha querido echar un pulso a sus críticos dentro del laborismo, quienes consideran que extender a tres meses el periodo que alguien puede permanecer detenido antes de ser presentado al juez es un peligroso paso atrás en cuanto a libertades civiles. Pero le ha salido mal. La proposición de ley al final ha sido aprobada con una enmienda que reduce a 28 días el periodo de detención.
No le van las cosas muy bien a Tony Blair últimamente. La semana pasada su aliado cercano David Blunkett tuvo que dimitir de su puesto de Secretario de Estado de Pensiones después de que se descubriese que había sido contratado meses atrás por una empresa privada sin dar cuenta de ello a un comité consultivo, en contra del código de conducta del Parlamento. Blunkett, antiguo peso pesado del Gabinete y leal aliado de Blair, ya tuvo que dimitir el año pasado de su puesto de Ministro de Interior después de un escándalo algo vodevilesco en el que se descubrió que había intercedido para agilizar la concesión de un visado de trabajo a la niñera de su amante, que era además una mujer casada.
A esto se une la emergencia en el Partido Conservador de David Cameron, un joven y carismático pretendiente a candidato de los Tories que con bastante probabilidad vencerá a David Davis en su pugna por ocupar el puesto de líder del partido. Blair es un político como la copa de un pino, pero no cabe duda que estamos en el ocaso de su reinado.
martes, noviembre 08, 2005
Viviendo con el Sr. Roca
Hace un poco más de un año, nada más mudarme al piso que todavía habito en Bristol, me di cuenta que tanto el inodoro como el lavabo eran de la marca española Roca. Es una tontería, pero el descubrimiento me alegró: en medio de ese entorno hostil que es el hogar inglés, de moquetas, interruptores colgantes y ventanas sin persianas, acababa de encontrar un resquicio de familiaridad que me acercaba un poco a mi país, acrecentado por el hecho de que la relación que se suele establecer con este tipo de instalaciones es bastante íntima. A fuerza de toparse con él continuamente en situaciones de recogimiento, el logotipo de Roca adquiere una fortísima carga emocional.
No sé cuál es la penetración de Roca en el mercado español de sanitarios pero seguro que es enorme. Hace unos cuantos años era prácticamente imposible encontrar aseos de otra marca, al menos en Madrid. Ahora quizás haya más competencia, pero aún así no se me ocurre el nombre de ninguna otra marca alternativa.
Tiene gracia porque esta situación de práctico monopolio se da en casi todos los países que he visitado. En el Reino Unido, las dos marcas más extendidas son Armitage Shanks y Twyfords. Cuando estaba en Japón sólo veía baños de marca Toto. Lo mismo he observado últimamente en mis viajes a otros países como EE UU o Alemania, aunque me he olvidado de qué marcas eran.
No sé cuál es la penetración de Roca en el mercado español de sanitarios pero seguro que es enorme. Hace unos cuantos años era prácticamente imposible encontrar aseos de otra marca, al menos en Madrid. Ahora quizás haya más competencia, pero aún así no se me ocurre el nombre de ninguna otra marca alternativa.
Tiene gracia porque esta situación de práctico monopolio se da en casi todos los países que he visitado. En el Reino Unido, las dos marcas más extendidas son Armitage Shanks y Twyfords. Cuando estaba en Japón sólo veía baños de marca Toto. Lo mismo he observado últimamente en mis viajes a otros países como EE UU o Alemania, aunque me he olvidado de qué marcas eran.
jueves, noviembre 03, 2005
Bonfire Night
Las últimas semanas de octubre y esta primera de noviembre son las más odiadas por los perros británicos. Durante esta temporada, tiendas y supermercados hacen el agosto vendiendo petardos, cohetes y fuegos de artificio, que la gente hace volar desde parques y jardines de todo el Reino Unido. En esta época del año, por la tarde cuando ya ha anochecido, los petardazos, silbidos y explosiones, algunas de ellas bastante grandes, no dejan de sonar cada pocos minutos, iluminándose el cielo con continuos fogonazos y palmeras solitarias.
La culminación de todo esto es mañana. Todos los años, el 5 de noviembre, se celebra la festividad de Bonfire Night, una de las más tradicionales y genuinamente británicas. Por la tarde, los británicos se reunen para lanzar cohetes o para asistir a espectáculos de fuegos artificiales que se suelen organizar en la mayoría de los pueblos y ciudades. A la miseria de los perros se suele unir la de los bomberos: las costumbres bebedoras de los británicos no se compaginan bien con el manejo de material pirotécnico. Hace cuatro años, en una fiesta en casa de unos amigos de unos amigos, plantaron mal los cohetes para lanzarlos y éstos salieron disparados en dirección a la casa. Hubo suerte de que no entraran a través de la puerta, que estaba abierta. El que no tuvo tanta suerte fue un árbol del jardín, que se prendió y comenzó a arder espectacularmente, como una antorcha. Los bomberos no tardaron en llegar para extinguir el fuego, ante la mirada alborozada de los presentes, que asistían al espectáculo con gran curiosidad. Me imagino que la policía llegó después, pero no lo vi: yo ya había salido por piernas de ese nido de imprudentes.
Otra de las tradiciones de esta fiesta son las fogatas (bonfire significa fogata), aunque son más populares para los niños. En ellas se suele quemar un monigote que representa a Guy Fawkes. Guy Fawkes es uno de los villanos más famosos de la historia inglesa. El 5 de noviembre de 1605, momentos antes de la ceremonia anual de apertura del Parlamento, en la que estaba presente el rey Jaime I, fue descubierto en los sótanos de la Cámara de los Lores cuando estaba a punto de detonar 36 barriles de pólvora. Tal cantidad de explosivo sin duda hubiese hecho volar por los aires el edificio, y con él la práctica totalidad de las fuerzas vivas del Reino allí presentes: parlamentarios, nobles, clero y monarca.
Guy Fawkes era uno de los miembros de una conspiración de católicos que, frustrados por la discriminación que sufrían en la Inglaterra de entonces, trataban de instigar una revuelta. Este suceso, conocido como Gunpowder Plot, es uno de los más célebres de la historia del Reino Unido entre los propios británicos, y consolidó el caráter protestante y anticatólico de esta nación durante los siguientes siglos. Tuvo una influencia muy grande en la cultura popular, dando lugar a numerosas canciones y tradiciones que recordaban y vilificaban la perfidia papista. Guy Fawkes, no hace falta decirlo, fue apresado, torturado y ejecutado. Curiosamente, aunque él no era el cabecilla, es su nombre el que ha pasado a la posteridad.
La festividad del Bonfire Night fue instaurada precisamente para conmemorar el Gunpowder Plot. Este año, además, es nada menos que el 400 aniversario de este suceso, así que me imagino que se celebrará por todo lo alto. En la actualidad, sin embargo, la fiesta ha perdido todas las connotaciones anticatólicas y en ella participan los británicos de todas las religiones y culturas. Incluso yo, el año pasado, me atreví a comprar un puñado de cohetes y los lancé desde el patio trasero de mi casa. Hacer explosionar cosas es algo que no entiende de culturas.
Más información: Bonfire Night, Gunpowder Plot (Wikipedia en inglés)
La culminación de todo esto es mañana. Todos los años, el 5 de noviembre, se celebra la festividad de Bonfire Night, una de las más tradicionales y genuinamente británicas. Por la tarde, los británicos se reunen para lanzar cohetes o para asistir a espectáculos de fuegos artificiales que se suelen organizar en la mayoría de los pueblos y ciudades. A la miseria de los perros se suele unir la de los bomberos: las costumbres bebedoras de los británicos no se compaginan bien con el manejo de material pirotécnico. Hace cuatro años, en una fiesta en casa de unos amigos de unos amigos, plantaron mal los cohetes para lanzarlos y éstos salieron disparados en dirección a la casa. Hubo suerte de que no entraran a través de la puerta, que estaba abierta. El que no tuvo tanta suerte fue un árbol del jardín, que se prendió y comenzó a arder espectacularmente, como una antorcha. Los bomberos no tardaron en llegar para extinguir el fuego, ante la mirada alborozada de los presentes, que asistían al espectáculo con gran curiosidad. Me imagino que la policía llegó después, pero no lo vi: yo ya había salido por piernas de ese nido de imprudentes.
Otra de las tradiciones de esta fiesta son las fogatas (bonfire significa fogata), aunque son más populares para los niños. En ellas se suele quemar un monigote que representa a Guy Fawkes. Guy Fawkes es uno de los villanos más famosos de la historia inglesa. El 5 de noviembre de 1605, momentos antes de la ceremonia anual de apertura del Parlamento, en la que estaba presente el rey Jaime I, fue descubierto en los sótanos de la Cámara de los Lores cuando estaba a punto de detonar 36 barriles de pólvora. Tal cantidad de explosivo sin duda hubiese hecho volar por los aires el edificio, y con él la práctica totalidad de las fuerzas vivas del Reino allí presentes: parlamentarios, nobles, clero y monarca.
Guy Fawkes era uno de los miembros de una conspiración de católicos que, frustrados por la discriminación que sufrían en la Inglaterra de entonces, trataban de instigar una revuelta. Este suceso, conocido como Gunpowder Plot, es uno de los más célebres de la historia del Reino Unido entre los propios británicos, y consolidó el caráter protestante y anticatólico de esta nación durante los siguientes siglos. Tuvo una influencia muy grande en la cultura popular, dando lugar a numerosas canciones y tradiciones que recordaban y vilificaban la perfidia papista. Guy Fawkes, no hace falta decirlo, fue apresado, torturado y ejecutado. Curiosamente, aunque él no era el cabecilla, es su nombre el que ha pasado a la posteridad.
La festividad del Bonfire Night fue instaurada precisamente para conmemorar el Gunpowder Plot. Este año, además, es nada menos que el 400 aniversario de este suceso, así que me imagino que se celebrará por todo lo alto. En la actualidad, sin embargo, la fiesta ha perdido todas las connotaciones anticatólicas y en ella participan los británicos de todas las religiones y culturas. Incluso yo, el año pasado, me atreví a comprar un puñado de cohetes y los lancé desde el patio trasero de mi casa. Hacer explosionar cosas es algo que no entiende de culturas.
Más información: Bonfire Night, Gunpowder Plot (Wikipedia en inglés)
miércoles, noviembre 02, 2005
Licencias de pub
Una cosa curiosa que se puede observar en muchos pubs y sitios de copas británicos (quizás en todos, no estoy seguro) es que encima de la puerta de entrada suelen tener un letrero alargado donde figura uno o varios nombres (los propietarios del local, supongo), seguidos de un texto que dice algo similar a licensed to sell beer, wine and spirits to be consumed on or off the premises, que en castellano significa: "con licencia para vender cerveza, vino y bebidas alcohólicas para ser consumidas dentro o fuera del local". A veces el lenguaje es algo más amenazador y en vez de hablar de cerveza o vino utilizan el anticuado intoxicating liquors, como en la foto de arriba.
He estado mirando en Internet pero no he encontrado nada sobre estos letreros; me imagino que para encontrar mención sobre ellos tendría que bucear en la idiosincrática legislación británica sobre licencias de venta de alcohol, que en un país tan amante de empinar el codo como éste es uno de los pilares del ordenamiento jurídico.
Otra cosa interesante de comentar es lo de on-license y off-license. En el Reino Unido, las licencias para vender alcohol para llevar (off-license) o para tomar en el sitio (on-license) se dan por separado (aunque nada impide disponer de ambas a la vez). Muchos restaurantes que sirven bebidas alcohólicas no pueden vendértelas si la comida es para llevar (take-away). El asunto de las licencias es tan relevante que el término off-license se ha convertido en sinónimo de determinado tipo de tiendas de barrio, especie de licorerías que mucha veces funcionan también como mini-supermercados de emergencia y donde se pueden encontrar artículos de primera necesidad como leche y papel higiénico.
lunes, octubre 31, 2005
Halloween
Esta noche se celebra Halloween, pero contrariamente a lo que estoy seguro que la mayoría de la gente piensa, esta tradición apenas se celebra en Inglaterra. El interés que despierta Halloween entre los ingleses no es mucho mayor que el que se da en España. En algunos bares se anuncian fiestas de Halloween, y algunas tiendas son decoradas por unos días con motivos macabros (brujas, fantasmas, etc), pero por lo demás no es que la cosa tenga mayor repercusión, al menos en el sur del país, que es donde vivo. El Halloween de la cultura popular de nuestros días es, principalmente, un producto cultural estadounidense, que según leo en la Wikipedia, fue llevado a ese país por emigrantes irlandeses y escoceses.
Los que, como siempre, nunca pierden la oportunidad de subirse al carro de cualquier festividad que le puedan reportar ingresos extras son los supermercados. Desde hace varias semanas tienen su sección de Halloween vendiendo disfraces y artículos festivos, y en su sección de frutería se pueden encontrar enormes y vistosísimas calabazas naranjas que me pregunto si habrá quien las compre.
Los que, como siempre, nunca pierden la oportunidad de subirse al carro de cualquier festividad que le puedan reportar ingresos extras son los supermercados. Desde hace varias semanas tienen su sección de Halloween vendiendo disfraces y artículos festivos, y en su sección de frutería se pueden encontrar enormes y vistosísimas calabazas naranjas que me pregunto si habrá quien las compre.
sábado, octubre 29, 2005
Cambio horario
El día más temido por fin ha llegado. Mañana de madrugada cambian la hora. Otra vez los quebraderos de cabeza: ¿tengo que atrasar el reloj o adelantarlo? ¿Voy a dormir una hora más o una menos? Es sorprendente: hablando con la gente me he dado cuenta de que hasta los más inteligentes suelen tener problemas para comprender el funcionamiento del cambio de hora.
Yo tampoco soy muy ágil en entender lo anterior, pero hay una consecuencia del cambio horario de otoño que no se me escapa: durante los próximos cinco o seis meses, cuando salga del trabajo, ya será de noche. Coincide esto también, para empeorar mi desdicha, con el periodo del año en que los días son más cortos. En diciembre anochece sobre las cuatro de la tarde, aunque en los días más nublados la cosa es mucho peor y sobre las tres ya ha oscurecido del todo. Es precisamente la falta de luz solar, y no tanto otras cosas como la incesante lluvia, lo que para mí hace más deprimente el clima inglés.
Se siente uno como un vampiro, levantándose de noche, trabajando en oficinas inundadas de luz fluorescente y volviendo a casa de noche también. Nos quedan los fines de semana para disfrutar del día, aunque como oscurece tan pronto las posibilidades de hacer excursiones o pasar el día fuera están muy limitadas. De todos modos no debería yo quejarme, porque en lugares más al norte como Escocia la cosa es mucho peor. Es este precisamente uno de los motivos por los que se sigue manteniendo el cambio horario en el Reino Unido, a pesar de las unánimes protestas que surgen en el sur del país en esta época del año: si no se cambiase la hora, en lugares de Escocia no amanecería hasta las nueve de la mañana. Es un tema polémico, y hasta hay quien ha sugerido que Inglaterra abandone la franja horaria de Greenwich (una hora menos que en España) y se acomode a la que se rige en la mayoría del Continente, aunque esto suponga que en el Reino Unido haya dos franjas horarias.
A quien le interese el tema, en la Wikipedia se puede encontrar un artículo en inglés sobre los orígenes de la idea de cambiar el horario (el artículo también está en español) pero contiene mucha menos información).
Más en Parquestrit: Clima inglés, Four Seasons in One Day
Yo tampoco soy muy ágil en entender lo anterior, pero hay una consecuencia del cambio horario de otoño que no se me escapa: durante los próximos cinco o seis meses, cuando salga del trabajo, ya será de noche. Coincide esto también, para empeorar mi desdicha, con el periodo del año en que los días son más cortos. En diciembre anochece sobre las cuatro de la tarde, aunque en los días más nublados la cosa es mucho peor y sobre las tres ya ha oscurecido del todo. Es precisamente la falta de luz solar, y no tanto otras cosas como la incesante lluvia, lo que para mí hace más deprimente el clima inglés.
Se siente uno como un vampiro, levantándose de noche, trabajando en oficinas inundadas de luz fluorescente y volviendo a casa de noche también. Nos quedan los fines de semana para disfrutar del día, aunque como oscurece tan pronto las posibilidades de hacer excursiones o pasar el día fuera están muy limitadas. De todos modos no debería yo quejarme, porque en lugares más al norte como Escocia la cosa es mucho peor. Es este precisamente uno de los motivos por los que se sigue manteniendo el cambio horario en el Reino Unido, a pesar de las unánimes protestas que surgen en el sur del país en esta época del año: si no se cambiase la hora, en lugares de Escocia no amanecería hasta las nueve de la mañana. Es un tema polémico, y hasta hay quien ha sugerido que Inglaterra abandone la franja horaria de Greenwich (una hora menos que en España) y se acomode a la que se rige en la mayoría del Continente, aunque esto suponga que en el Reino Unido haya dos franjas horarias.
A quien le interese el tema, en la Wikipedia se puede encontrar un artículo en inglés sobre los orígenes de la idea de cambiar el horario (el artículo también está en español) pero contiene mucha menos información).
Más en Parquestrit: Clima inglés, Four Seasons in One Day
lunes, octubre 24, 2005
Hampstead
El pasado fin de semana me he bajado a Londres a visitar unos amigos. Londres no es una ciudad que me entusiasme, pero he disfrutado mucho paseando por Hampstead, barrio en donde viven. Está situado al norte de Camdem Town, en el distrito NW3, suficientemente lejos del centro como para estar a salvo de las plagas de turistas. Cuenta con una verdadera joya, el parque de p, donde se puede disfrutar de fabulosas vistas de la ciudad en medio de un ambiente mucho más tranquilo que el de los otros parques más famosos de la capital. Aparte de esta zona verde, no hay muchos otros lugares destacables que visitar en el barrio, pero esto no significa que pasear por algunas de las calles residenciales de los alrededores no sea una delicia.
Aparte de Hampstead, visité el que es mi lugar favorito de Londres: el Museo Británico. He estado en él ya varias veces, y nunca me cansa. Fui con la intención de visitar una exposición sobre Persia que han inaugurado hace poco y que tiene pinta de ser muy interesante, pero no pude conseguir entrada. Así que me conformé con visitar tres o cuatro salas al azar. Es esta la manera óptima de ver museos: con tranquilidad y sin prisas. Luego en la Sala de Lectura me enteré de algo fantástico: la colección entera del Británico, con textos explicativos incluidos, está disponible en el banco de datos Compass, al que se puede acceder libremente por Internet a través de la página web del museo.
Por si a alguien le interesa, he subido algunas fotos del finde a Flickr.
Aparte de Hampstead, visité el que es mi lugar favorito de Londres: el Museo Británico. He estado en él ya varias veces, y nunca me cansa. Fui con la intención de visitar una exposición sobre Persia que han inaugurado hace poco y que tiene pinta de ser muy interesante, pero no pude conseguir entrada. Así que me conformé con visitar tres o cuatro salas al azar. Es esta la manera óptima de ver museos: con tranquilidad y sin prisas. Luego en la Sala de Lectura me enteré de algo fantástico: la colección entera del Británico, con textos explicativos incluidos, está disponible en el banco de datos Compass, al que se puede acceder libremente por Internet a través de la página web del museo.
Por si a alguien le interesa, he subido algunas fotos del finde a Flickr.
jueves, octubre 20, 2005
Aparcando en Inglaterra
Ni un mes me duró. A las pocas semanas de comprarme mi primer coche, hace un poco más de cinco años y medio, cuando aún vivía en España, éste ya tenía los parachoques llenos de arañazos y raspones provocados por la falta de cuidado de la gente que aparcaba a mi lado. Me tuve que conformar con el consuelo de tontos: en Madrid casi todos los coches tienen cicatrices de éstas, sobre todo aquellos que no duermen en garaje, como le pasaba al mío. Y es que lo incívicos y malos conductores que somos los españoles no sólo se manifiesta en la circulación, sino también cuando estacionamos.
Del mismo modo, al igual que los ingleses son muy buenos conductores en carretera también lo son aparcando. En España, para estacionamientos en línea, está extendidísima la técnica de aparcar de oído: consiste en apurar las maniobras al máximo, golpeando sucesivamente y de forma frecuentemente violenta los coches de delante y de detrás hasta que el vehículo propio está colocado. En el Reino Unido, por contra, la gente siempre tiene gran cuidado de no rozar los coches situados a su alrededor. Esto les lleva a dejar muchísimo espacio entre coche y coche, de forma algo exagerada en mi opinión. Los británicos también respetan siempre los carriles bus, y raras veces aparcan en prohibido. Tampoco se da casi nunca la odiosa costumbre española de aparcar en doble fila, que aquí llaman double parking. Es algo que sólo he visto aquí en determinadas calles y situaciones muy concretas. Desde luego, nunca inutilizando un carril entero en una vía congestionada, como tanto gilipollas hace en Madrid.
El reglamento vial británico es, además, más práctico. Las zonas donde está prohibido estacionar se señalizan con una doble línea amarilla pintada a lo largo del bordillo. Esto resulta mucho más visible y disuasorio que usar señales a ambos lados, como en España. Una línea doble roja significa que no se puede ni parar ni estacionar. Una línea amarilla sencilla limita el estacionamiento sólo durante determinados horarios, generalmente lunes a sábados de 9 a 18h.
En casi todos los centros urbanos del Reino Unido el estacionamiento está muy limitado. La mayoría de las veces, el único sitio donde se puede dejar el coche es en algún aparcamiento multipisos, de los que suele haber dos o tres. Además de los típicos con barrera, hay los llamados pay and display, donde en vez de pagar al salir se se paga con antelación en un parquímetro por el tiempo que lo vamos a dejar. Según te alejas del centro, aparcar se vuelve más sencillo y se puede dejar el coche en la calle, bien en plazas con parquímetro o gratuitas de tiempo limitado. Sólamente en las zonas residenciales suelen no haber restricciones, aunque no siempre: en sitios como Londres o Bath las calles con aparcamiento sólo para residentes son muy comunes.
Temas relacionados: Conduciendo por la izquierda, Calles estrechas, Urbanistas locos en el Reino Unido
Del mismo modo, al igual que los ingleses son muy buenos conductores en carretera también lo son aparcando. En España, para estacionamientos en línea, está extendidísima la técnica de aparcar de oído: consiste en apurar las maniobras al máximo, golpeando sucesivamente y de forma frecuentemente violenta los coches de delante y de detrás hasta que el vehículo propio está colocado. En el Reino Unido, por contra, la gente siempre tiene gran cuidado de no rozar los coches situados a su alrededor. Esto les lleva a dejar muchísimo espacio entre coche y coche, de forma algo exagerada en mi opinión. Los británicos también respetan siempre los carriles bus, y raras veces aparcan en prohibido. Tampoco se da casi nunca la odiosa costumbre española de aparcar en doble fila, que aquí llaman double parking. Es algo que sólo he visto aquí en determinadas calles y situaciones muy concretas. Desde luego, nunca inutilizando un carril entero en una vía congestionada, como tanto gilipollas hace en Madrid.
El reglamento vial británico es, además, más práctico. Las zonas donde está prohibido estacionar se señalizan con una doble línea amarilla pintada a lo largo del bordillo. Esto resulta mucho más visible y disuasorio que usar señales a ambos lados, como en España. Una línea doble roja significa que no se puede ni parar ni estacionar. Una línea amarilla sencilla limita el estacionamiento sólo durante determinados horarios, generalmente lunes a sábados de 9 a 18h.
En casi todos los centros urbanos del Reino Unido el estacionamiento está muy limitado. La mayoría de las veces, el único sitio donde se puede dejar el coche es en algún aparcamiento multipisos, de los que suele haber dos o tres. Además de los típicos con barrera, hay los llamados pay and display, donde en vez de pagar al salir se se paga con antelación en un parquímetro por el tiempo que lo vamos a dejar. Según te alejas del centro, aparcar se vuelve más sencillo y se puede dejar el coche en la calle, bien en plazas con parquímetro o gratuitas de tiempo limitado. Sólamente en las zonas residenciales suelen no haber restricciones, aunque no siempre: en sitios como Londres o Bath las calles con aparcamiento sólo para residentes son muy comunes.
Temas relacionados: Conduciendo por la izquierda, Calles estrechas, Urbanistas locos en el Reino Unido
sábado, octubre 15, 2005
Ha llegado la Navidad
Ya sé que es bastante poco original criticar lo pronto que los comercios comienzan con la campaña navideña, pero es que realmente clama al cielo. Hace unas semanas, el día 1 de octubre, fui al Sainsbury's a hacer la compra y me encuentro con que ya han reservado un par de estanterías y las han llenado con christmas puddings, mince pies y demás parafernalia, todo esto apenas 10 días después del fin del verano. Pero no se trata sólo de un pecado de los comerciantes, ansiosos por utilizar el reclamo navideño para vender. El sábado pasado, bajando por Park Street, cerca del centro de Bristol, vi que ya habían colgado a lo largo de la calle la raquitica iluminación festiva de todos los años. No vaya a ser que no les dé tiempo.
La prensa británica, vigilante como siempre de no perderse tema anecdótico alguno, no ha tardado nada en lanzarse a publicar artículos ingeniosos sobre este afán cagaprisas de adelantar la Navidad. En el Guardian, he podido leer este mes dos reportajes (uno de Alexander Chancellor y otro de Stephen Moss) que comentan el disparate de comenzar a promocionar las fiestas navideñas con tres meses de antelación.
Televisiones españolas en la Red
El otro día descubrí algo muy interesante: hay un número considerable de cadenas de televisión españolas cuyas emisiones se pueden recibir a través de Internet. La mayoría de ellas son canales locales u otros de interés dudoso (Videncia TV), pero también se pueden encontrar canales autonómicos, como TVG, Canal Sur o Telemadrid, e incluso el canal de noticias de TVE, cuya calidad de emisión es, por cierto, bastante buena. La mayoría de los canales disponibles ofrecen una retransmisión bastante pobre, con pantallas minúsculas e imágenes entrecortadas, pero no todos: en algunos casos es incluso posible ponerlo a pantalla completa y obtener resultados muy dignos.
Sería fantástico que más canales se animasen a ofrecer sus emisiones a través de la Red. La televisión puede hacer sentirse mucho más cerca de su país a quienes viven fuera de él. Yo no suelo verla casi nunca, pero cuando me bajo a España escucharla, aunque sea de ruido de fondo en el hogar, es una de las cosas que más me hace sentir que he vuelto a casa.
Por supuesto, en la Red se pueden encontrar emisiones de TV de muchos otros países.
Sería fantástico que más canales se animasen a ofrecer sus emisiones a través de la Red. La televisión puede hacer sentirse mucho más cerca de su país a quienes viven fuera de él. Yo no suelo verla casi nunca, pero cuando me bajo a España escucharla, aunque sea de ruido de fondo en el hogar, es una de las cosas que más me hace sentir que he vuelto a casa.
Por supuesto, en la Red se pueden encontrar emisiones de TV de muchos otros países.
jueves, octubre 13, 2005
Supermercados
El pasado fin de semana estuve en Madrid por motivo de una boda: mi última escapada a España antes de Navidad. Como siempre, el último día de mi estancia (el lunes en este caso) me fui a avituallarme al Alcampo de al lado de mi casa.
Últimamente, cuando voy a súper o hipermercados españoles, me maravillo de la riqueza y variedad de productos que se pueden encontrar en ellos, todos primorosamente expuestos en estanterías ordenaditas y repletas: yogures, chocolates, bollos de desayuno, legumbres, champús, productos de limpieza... De todos ellos se pueden encontrar un sinnúmero de variaciones y marcas distintas.
En el Reino Unido, por contra, la variedad de productos disponibles en los supermercados es mucho menor, y la presentación es considerablemente más cutre (de esto último ya hablé hace meses en este blog). La mayoría de las ocasiones sólo se pueden encontrar dos o tres marcas para un producto determinado, y tampoco suele darse la riqueza de "derivados" que se da en España. Por supuesto, en determinados artículos típicos del Reino Unido, como el pan de molde, hay más oferta que en España, pero incluso en estos casos los británicos son mucho menos innovadores: aquí no se puede encontrar, como en los comercios españoles, pan de molde sin corteza.
Hay aspectos en los que los súper británicos sí que están por delante de España, como por ejemplo en la abundancia de líneas de productos ecológicos (que aquí llaman organic) y de comercio justo (fair trade). También es más fácil encontrar ingredientes exóticos para cocina india o china, algo que de todos modos es comprensible puesto que en este país hay una gran presencia de gentes de procedencia asiática u oriental.
Pese a todo, mi impresión es que, en conjunto, los supermercados británicos están peor provistos que los españoles. Es algo bastante sorprendente, considerando que el Reino Unido es un país más próspero. Quizás el motivo es que en España nos preocupamos más de la comida y de tener limpia la casa, de modo que la oferta de comestibles y artículos de limpieza, que componen la mayor parte de las compras domésticas, es mayor. En cualquier caso, esto no significa que la industria británica de la distribución sea más pequeña: Tesco, la primera cadena de supermercados de este país, es uno de los grupos más grandes de Europa, y no para de crecer y de sumar beneficios.
Últimamente, cuando voy a súper o hipermercados españoles, me maravillo de la riqueza y variedad de productos que se pueden encontrar en ellos, todos primorosamente expuestos en estanterías ordenaditas y repletas: yogures, chocolates, bollos de desayuno, legumbres, champús, productos de limpieza... De todos ellos se pueden encontrar un sinnúmero de variaciones y marcas distintas.
En el Reino Unido, por contra, la variedad de productos disponibles en los supermercados es mucho menor, y la presentación es considerablemente más cutre (de esto último ya hablé hace meses en este blog). La mayoría de las ocasiones sólo se pueden encontrar dos o tres marcas para un producto determinado, y tampoco suele darse la riqueza de "derivados" que se da en España. Por supuesto, en determinados artículos típicos del Reino Unido, como el pan de molde, hay más oferta que en España, pero incluso en estos casos los británicos son mucho menos innovadores: aquí no se puede encontrar, como en los comercios españoles, pan de molde sin corteza.
Hay aspectos en los que los súper británicos sí que están por delante de España, como por ejemplo en la abundancia de líneas de productos ecológicos (que aquí llaman organic) y de comercio justo (fair trade). También es más fácil encontrar ingredientes exóticos para cocina india o china, algo que de todos modos es comprensible puesto que en este país hay una gran presencia de gentes de procedencia asiática u oriental.
Pese a todo, mi impresión es que, en conjunto, los supermercados británicos están peor provistos que los españoles. Es algo bastante sorprendente, considerando que el Reino Unido es un país más próspero. Quizás el motivo es que en España nos preocupamos más de la comida y de tener limpia la casa, de modo que la oferta de comestibles y artículos de limpieza, que componen la mayor parte de las compras domésticas, es mayor. En cualquier caso, esto no significa que la industria británica de la distribución sea más pequeña: Tesco, la primera cadena de supermercados de este país, es uno de los grupos más grandes de Europa, y no para de crecer y de sumar beneficios.
martes, octubre 11, 2005
Cinco años
El 11 de Octubre de 2000, pasada medianoche y con seis horas de retraso, desembarcaba yo del ferry Bilbao-Porstmouth después de una travesía procelosa, tanto en el estado de la mar como el de mis pensamientos. Venía al Reino Unido con el plan era pasar dos años, o como mucho tres. Cinco años después, aquí sigo. "Quién me lo hubiera dicho", es algo que siempre repetimos las viejas glorias que aún seguimos en el país al recordar el tiempo que llevamos aquí. Y es que es fácil dejarse llevar y que pase uno, dos, tres, cuatro y cinco años. En Inglaterra se vive bien, al menos con el tipo de trabajo y de vida que yo hago. El tiempo no es tan malo como lo pintan, ni tampoco la comida. La morriña se puede mantener a raya bajándose unas cuantas veces al año a pasar unos días en España. El Europa 15 (institución donde las haya para el emigrante joven intraeuropeo) te permite hablar con la familia diariamente, y el correo electrónico te mantiene en contacto con los amigos. Y con Internet te puedes mantener al tanto de lo que ocurre en el país.
Tiene gracia. Una de las preguntas que siempre se suelen hacer entre españoles que se acaban de conocer aquí es "¿cuánto tiempo llevas?". Me acuerdo cuando acababa de llegar y la persona me contestaba que tres o cuatro años; yo respondía con una mirada asombrada y reverente, quizás algo compasiva. Últimamente, cuando hablo con recién llegados soy yo el que recibe esta misma mirada.
Los primeros años en el Reino Unido se vive en un limbo en el que parece que el tiempo está detenido. De España te llegan noticias de amigos que se te casan, que se compran pisos, pero tú estás al margen. Es como en los Simpson: año tras año todo sigue igual, se suceden episodios pero al final se restablece el equilibrio y todo queda como antes. Tienes la conciencia de que algún día te volverás y te reintegrarás en la rueda de la fortuna, pero de momento vives entre paréntesis. Pero el tiempo sí que pasa, la gente a tu alrededor se va yendo poco a poco, tu grupo de amigos se va achicando. Los españoles casi siempre acabamos volviendo a casa.
Me imagino que yo también me acabaré volviendo, espero que no muy tarde. Cinco años son suficientes, y aunque le he cogido cariño al país nunca me he sentido apegado a él. Pese a lo disfuncional y desesperante que es tantas veces, echo de menos España.
Tiene gracia. Una de las preguntas que siempre se suelen hacer entre españoles que se acaban de conocer aquí es "¿cuánto tiempo llevas?". Me acuerdo cuando acababa de llegar y la persona me contestaba que tres o cuatro años; yo respondía con una mirada asombrada y reverente, quizás algo compasiva. Últimamente, cuando hablo con recién llegados soy yo el que recibe esta misma mirada.
Los primeros años en el Reino Unido se vive en un limbo en el que parece que el tiempo está detenido. De España te llegan noticias de amigos que se te casan, que se compran pisos, pero tú estás al margen. Es como en los Simpson: año tras año todo sigue igual, se suceden episodios pero al final se restablece el equilibrio y todo queda como antes. Tienes la conciencia de que algún día te volverás y te reintegrarás en la rueda de la fortuna, pero de momento vives entre paréntesis. Pero el tiempo sí que pasa, la gente a tu alrededor se va yendo poco a poco, tu grupo de amigos se va achicando. Los españoles casi siempre acabamos volviendo a casa.
Me imagino que yo también me acabaré volviendo, espero que no muy tarde. Cinco años son suficientes, y aunque le he cogido cariño al país nunca me he sentido apegado a él. Pese a lo disfuncional y desesperante que es tantas veces, echo de menos España.
miércoles, octubre 05, 2005
Primeros Auxilios
Hoy no voy a hablar de cultura británica: este artículo tiene vocación de servicio público. Durante esta semana estoy asistiendo a un cursillo de primeros auxilios en el trabajo, organizado por la organización británica St John Ambulance. No me sé los detalles de la legislación del Reino Unido, pero parece ser que en toda oficina ha de haber un encargado de primeros auxilios cualificado. En mi caso, me ofrecí voluntario, pensando que estos conocimientos pueden resultarme útiles en algún momento (espero que no se dé el caso). Otros participantes del grupo que me ha tocado han tenido que apuntarse por exigencias de su trabajo. El cursillo dura cuatro días a tiempo completo, incluyendo una prueba final de aptitud.
Durante el curso, estamos tratando una serie de situaciones típicas de distinta gravedad: hemorragias, fracturas, envenenamientos, contusiones, infartos, etc. Lo primero que llama la atención es que, en muchas ocasiones, los primeros auxilios consisten en simplemente sentar o tender en el suelo a la víctima y tranquilizarla mientras llega la ambulancia. En otras, los procedimentos son bastante básicos, como por ejemplo vendar una herida o inmovilizar una fractura, aunque en la práctica hacerlo correctamente es bastante más complicado de lo que uno se imagina. Durante el curso estamos practicando mucho en simulacros, y en seguida te das cuenta de que las cosas son más díficiles de lo que parecen. Otra cosa interesante es que, para dar primeros auxilios, es imprescindible aprovechar la ayuda de las personas presentes, pidiéndoles que nos traigan el material necesario (como por ejemplo el botiquín) o que, de ser necesario, llamen al teléfono de emergencias. Si podemos evitarlo,nunca tenemos que abandonar al siniestrado.
Una de las técnicas clave que nos están enseñando es la que llaman primary survey: cómo afrontar a una persona tendida en el suelo y aparentemente inconsciente. El primer paso, antes de ponernos a su lado, es asegurarnos de que el lugar está libre de peligro. El causante del accidente (un escape de gas, por ejemplo) puede seguir presente y ser una amenaza para nosotros. Lo siguiente es comprobar si la víctima está inconsciente, hablándole, sacudiéndola levemente o quizás pellizcándola. De estar sin conocimiento, deberemos gritar pidiendo socorro para que vengan a ayudarnos. En tercer lugar, hay que comprobar si la persona está respirando. Se comprueba si tiene alguna obstrucción en la boca, y se le empuja la barbilla dos dedos de modo que la cabeza se eche para atrás. De este modo se evita que la lengua impida el paso del aire. Se mira entonces si hay respiración. De haberla, se coloca a la persona en la posición de recuperación. De no haberla, se le ha de practicar el boca a boca. Si no se observan signos vitales (movimiento, pulso, etc) se ha de efectuar también un masaje cardíaco, intercalado de respiraciones asistidas. Antes de esto, cuando ya se sabe la gravedad del estado de la víctima, se ha de llamar a una ambulancia. El objetivo del boca a boca y de los masajes cardiacos, técnicas que en inglés tienen el muy expresivo nombre de resuscitation, es tratar de mantener la circulación de oxígeno por el cuerpo de la víctima mientras llega la ayuda. Hay que saber realizarlas correctamente y con el ritmo adecuado; si alguien tiene curiosidad por saber los detalles, puede visitar esta página.
Pero hablemos de cosas menos dramáticas. En el cursillo también me estoy dando cuenta de que muchas creencias en torno a los primeros auxilios no son correctas. Posiblemente son consejos que los expertos en primeros auxilios solían dar en el pasado pero que ya no se consideran adecuados. A los epilépticos, por ejemplo, no hay que ponerles nada en la boca durante un ataque. Hay que dejarles convulsionarse libremente, y lo único que hay que hacer es ponerles algo mullido debajo de la cabeza para que no se la golpeen. En caso de fracturas o traumatismos, hay que evitar en todo lo posible mover el miembro afectado: ¡nada de entablillar! Tampoco es buena idea hacer torniquetes o pinzar venas o arterias en caso de hemorragia abundante: lo correcto es aplicar mucha presión y vendar fuertemente, pero no tanto que corte la circulación al miembro. El principio general es que hay que dejar a los profesionales los tratamientos complicados. En caso de urgencia, no deberían tardar más de unos 30 minutos en acudir. Lo realmente importante es mantener a la víctima con vida durante la espera, y esto significa que respire y que su corazón esté funcionando. Sólamente cuando ambas condiciones están en peligro deberemos correr riesgos (por ejemplo, quitarle el casco a un accidentado para facilitarle la respiración).
Una cosa particular que me ha llamado mucho la atención es la pérdida del conocimiento. En innumerables películas, novelas y comics, uno de los recursos del guión del que más se abusa en alguna de sus infinitas variaciones es el del golpe en la cabeza: instantáneamente, el guardia cae inconsciente y permite al héroe entrar sin ser visto en la guarida enemiga. Pasados unos minutos el agredido se levanta dolorido, frotándose la cabeza pero, aparte del chichón, aparentemente indemne. En el mundo real, sin embargo, un golpe en la cabeza que deje a la víctima inconsciente durante más de unos pocos segundos es algo muy serio que requiere ser tratado urgentemente en el hospital.
El cursillo que estoy dando lo debería dar todo el mundo: estoy seguro de que se salvarían muchísimas vidas. No entiendo cómo no se reservan unos cuantos días durante la enseñanza de bachillerato (por ejemplo) para dedicarlos a aprender estas sencillas técnicas y conocimientos.
Todo esto que he escrito, por supuesto, no pretende de ningún modo ser una guía seria, y no puedo garantizar que lo que cuento sea correcto. A alguien en busca de consejos de primeros auxilios le recomiendo que acuda a una fuente de confianza: algún libro o algún teléfono de asistencia, quizás. Mirando en Google hace unos minutos me he dado cuenta de que no hay prácticamente ningún sitio web en castellano fácil de encontrar donde se puedan encontrar técnicas de primeros auxilios explicadas con sencillez y concreción. Lo mejor que he encontrado es esto. A quien sepa inglés le recomiendo el sitio web de St John Ambulance.
Más información: First Aid (St John Ambulance), Guía de Primeros Auxilios (SOS Emergencias)
Durante el curso, estamos tratando una serie de situaciones típicas de distinta gravedad: hemorragias, fracturas, envenenamientos, contusiones, infartos, etc. Lo primero que llama la atención es que, en muchas ocasiones, los primeros auxilios consisten en simplemente sentar o tender en el suelo a la víctima y tranquilizarla mientras llega la ambulancia. En otras, los procedimentos son bastante básicos, como por ejemplo vendar una herida o inmovilizar una fractura, aunque en la práctica hacerlo correctamente es bastante más complicado de lo que uno se imagina. Durante el curso estamos practicando mucho en simulacros, y en seguida te das cuenta de que las cosas son más díficiles de lo que parecen. Otra cosa interesante es que, para dar primeros auxilios, es imprescindible aprovechar la ayuda de las personas presentes, pidiéndoles que nos traigan el material necesario (como por ejemplo el botiquín) o que, de ser necesario, llamen al teléfono de emergencias. Si podemos evitarlo,nunca tenemos que abandonar al siniestrado.
Una de las técnicas clave que nos están enseñando es la que llaman primary survey: cómo afrontar a una persona tendida en el suelo y aparentemente inconsciente. El primer paso, antes de ponernos a su lado, es asegurarnos de que el lugar está libre de peligro. El causante del accidente (un escape de gas, por ejemplo) puede seguir presente y ser una amenaza para nosotros. Lo siguiente es comprobar si la víctima está inconsciente, hablándole, sacudiéndola levemente o quizás pellizcándola. De estar sin conocimiento, deberemos gritar pidiendo socorro para que vengan a ayudarnos. En tercer lugar, hay que comprobar si la persona está respirando. Se comprueba si tiene alguna obstrucción en la boca, y se le empuja la barbilla dos dedos de modo que la cabeza se eche para atrás. De este modo se evita que la lengua impida el paso del aire. Se mira entonces si hay respiración. De haberla, se coloca a la persona en la posición de recuperación. De no haberla, se le ha de practicar el boca a boca. Si no se observan signos vitales (movimiento, pulso, etc) se ha de efectuar también un masaje cardíaco, intercalado de respiraciones asistidas. Antes de esto, cuando ya se sabe la gravedad del estado de la víctima, se ha de llamar a una ambulancia. El objetivo del boca a boca y de los masajes cardiacos, técnicas que en inglés tienen el muy expresivo nombre de resuscitation, es tratar de mantener la circulación de oxígeno por el cuerpo de la víctima mientras llega la ayuda. Hay que saber realizarlas correctamente y con el ritmo adecuado; si alguien tiene curiosidad por saber los detalles, puede visitar esta página.
Pero hablemos de cosas menos dramáticas. En el cursillo también me estoy dando cuenta de que muchas creencias en torno a los primeros auxilios no son correctas. Posiblemente son consejos que los expertos en primeros auxilios solían dar en el pasado pero que ya no se consideran adecuados. A los epilépticos, por ejemplo, no hay que ponerles nada en la boca durante un ataque. Hay que dejarles convulsionarse libremente, y lo único que hay que hacer es ponerles algo mullido debajo de la cabeza para que no se la golpeen. En caso de fracturas o traumatismos, hay que evitar en todo lo posible mover el miembro afectado: ¡nada de entablillar! Tampoco es buena idea hacer torniquetes o pinzar venas o arterias en caso de hemorragia abundante: lo correcto es aplicar mucha presión y vendar fuertemente, pero no tanto que corte la circulación al miembro. El principio general es que hay que dejar a los profesionales los tratamientos complicados. En caso de urgencia, no deberían tardar más de unos 30 minutos en acudir. Lo realmente importante es mantener a la víctima con vida durante la espera, y esto significa que respire y que su corazón esté funcionando. Sólamente cuando ambas condiciones están en peligro deberemos correr riesgos (por ejemplo, quitarle el casco a un accidentado para facilitarle la respiración).
Una cosa particular que me ha llamado mucho la atención es la pérdida del conocimiento. En innumerables películas, novelas y comics, uno de los recursos del guión del que más se abusa en alguna de sus infinitas variaciones es el del golpe en la cabeza: instantáneamente, el guardia cae inconsciente y permite al héroe entrar sin ser visto en la guarida enemiga. Pasados unos minutos el agredido se levanta dolorido, frotándose la cabeza pero, aparte del chichón, aparentemente indemne. En el mundo real, sin embargo, un golpe en la cabeza que deje a la víctima inconsciente durante más de unos pocos segundos es algo muy serio que requiere ser tratado urgentemente en el hospital.
El cursillo que estoy dando lo debería dar todo el mundo: estoy seguro de que se salvarían muchísimas vidas. No entiendo cómo no se reservan unos cuantos días durante la enseñanza de bachillerato (por ejemplo) para dedicarlos a aprender estas sencillas técnicas y conocimientos.
Todo esto que he escrito, por supuesto, no pretende de ningún modo ser una guía seria, y no puedo garantizar que lo que cuento sea correcto. A alguien en busca de consejos de primeros auxilios le recomiendo que acuda a una fuente de confianza: algún libro o algún teléfono de asistencia, quizás. Mirando en Google hace unos minutos me he dado cuenta de que no hay prácticamente ningún sitio web en castellano fácil de encontrar donde se puedan encontrar técnicas de primeros auxilios explicadas con sencillez y concreción. Lo mejor que he encontrado es esto. A quien sepa inglés le recomiendo el sitio web de St John Ambulance.
Más información: First Aid (St John Ambulance), Guía de Primeros Auxilios (SOS Emergencias)
jueves, septiembre 29, 2005
¿Qué tal por Londres?
El fin de semana pasado estuve en España en la boda de una prima mía, y tuve la oportunidad de saludar a un montón de familiares que no suelo ver casi nunca. En calidad de pariente exótico que vive en el extranjero, fui sometido una y otra vez a la misma pregunta: "¿Qué tal por Londres?".
Esto ya lo comentaba Borja en su blog hace unas semanas, y estoy seguro de que lo sufrimos la mayoría de quienes vivimos en algún lugar de Inglaterra distinto de la capital: todo el mundo da por hecho que, si vives en Inglaterra, a la fuerza tiene que ser en Londres. Es curioso, porque la gente podría perfectamente preguntarte "qué tal por Inglaterra" o "qué tal por el extranjero", pero parece que ni les pasa por la cabeza que puedas estar en otro lugar distinto de su capital. Es algo, por otro lado, comprensible. No tengo las cifras pero estoy seguro de que la mayoría de los españoles que se van a pasar una temporada al Reino Unido deciden establecerse en la capital británica.
En estas situaciones siempre dudo si corregir a la persona en cuestión. Cuando vivía en Maidenhead, que realmente está cerca de Londres (a unos 60 km) y también a orillas del Támesis, casi nunca lo hacía, pero ahora que estoy a hora y media en coche suelo intentar explicarles que muy bien, gracias, pero bueno, en realidad no estoy en Londres sino en Bristol, a unos 150km al oeste. Y a veces, si noto interés, les explico dónde está esta ciudad: si imaginas el mapa del Reino Unido, está en el punto donde se juntan el pico de abajo con la panza de arriba, que es Gales. Dudo mucho que, salvo en personas con buenas dotes de visualización y cierta cultura geográfica, mis explicaciones sirvan para algo, pero lo intento.
Esto ya lo comentaba Borja en su blog hace unas semanas, y estoy seguro de que lo sufrimos la mayoría de quienes vivimos en algún lugar de Inglaterra distinto de la capital: todo el mundo da por hecho que, si vives en Inglaterra, a la fuerza tiene que ser en Londres. Es curioso, porque la gente podría perfectamente preguntarte "qué tal por Inglaterra" o "qué tal por el extranjero", pero parece que ni les pasa por la cabeza que puedas estar en otro lugar distinto de su capital. Es algo, por otro lado, comprensible. No tengo las cifras pero estoy seguro de que la mayoría de los españoles que se van a pasar una temporada al Reino Unido deciden establecerse en la capital británica.
En estas situaciones siempre dudo si corregir a la persona en cuestión. Cuando vivía en Maidenhead, que realmente está cerca de Londres (a unos 60 km) y también a orillas del Támesis, casi nunca lo hacía, pero ahora que estoy a hora y media en coche suelo intentar explicarles que muy bien, gracias, pero bueno, en realidad no estoy en Londres sino en Bristol, a unos 150km al oeste. Y a veces, si noto interés, les explico dónde está esta ciudad: si imaginas el mapa del Reino Unido, está en el punto donde se juntan el pico de abajo con la panza de arriba, que es Gales. Dudo mucho que, salvo en personas con buenas dotes de visualización y cierta cultura geográfica, mis explicaciones sirvan para algo, pero lo intento.
martes, septiembre 27, 2005
El conflicto norirlandés
Parece ser que el IRA se ha desecho de todo su arsenal, según ha sido verificado por dos observadores imparciales. Llama la atención, sin embargo, la tibieza con que ha sido recibida la noticia. Pese a que en los distintos medios de comunicación se habla de lo "histórico" del anuncio, en el ambiente se nota cierta falta de entusiasmo, motivada, creo yo, por lo tardío de este gesto y por la serie de acciones turbias en las que el IRA se ha visto metido durante el último año, como el asesinato de Robert McCartney o el gran robo al Northern Bank. Poca gente duda que la banda norirlandesa decidió hace tiempo renunciar al terrorismo a gran escala, pero no está del todo clara su voluntad de abandonar los comportamientos clandestinos y la violencia de baja intensidad. En cualquier caso, el balón está ahora en el tejado de los unionistas, cuyos grupúsculos armados tampoco han demostrado al 100% que están dispuestos a abandonar la violencia, y cuya base social está desorientada y desmoralizada, sintiéndose abandonada del Gobierno Británico.
En España, según mi opinión, se suele malinterpretar el conflicto norirlandés. Mucha gente suele trazar paralelismos, muchas veces de forma interesada, entre la violencia en el País Vasco y la que se dio en Irlanda del Norte. Lo cierto que que los parecidos entre los dos fenómenos, más allá del protagonismo en ambos casos de bandas terroristas de índole nacionalista, son bastante limitados. La escala del conflicto norirlandés, que los británicos llaman the Troubles, ha sido siempre mucho mayor se mire como se mire: en número de muertos, tácticas empleadas por los distintos bandos y en consecuencias para la población civil. En su peor momento, allá por los años 70, Irlanda del Norte estuvo virtualmente sumida en una guerra civil.
De una sutil pero significativa diferencia no me di cuenta hasta que me vine a vivir al Reino Unido. Aquí me di cuenta de que, realmente, Irlanda del Norte es considerada por la mayoría de los habitantes de Gran Bretaña como un territorio ajeno, cuyos problemas han de ser solucionados por sus habitantes. Me da la impresión (quizás equivocada) de que a mucha gente de aquí le da igual tanto si Irlanda del Norte permanece como parte de la corona británica como si no. Esta indiferencia se plasma en los medios británicos: la actualidad norirlandesa apenas figura en ellos de forma relevante, salvo cuando la noticia es de gran calibre.
En España, por contra, todo lo que sucede en Euskadi suele tener amplia repercusión en los medios de comunicación de todo el país, y condiciona considerablemente el discurrir de la política española. El peso del País Vasco en España es mucho mayor que el de Irlanda del Norte en el Reino Unido, desde el punto de vista económico, cultural, político y afectivo.
Más infomación: The troubles (Wikipedia en inglés), The Troubles (Gráfico animado de The Guardian)
En España, según mi opinión, se suele malinterpretar el conflicto norirlandés. Mucha gente suele trazar paralelismos, muchas veces de forma interesada, entre la violencia en el País Vasco y la que se dio en Irlanda del Norte. Lo cierto que que los parecidos entre los dos fenómenos, más allá del protagonismo en ambos casos de bandas terroristas de índole nacionalista, son bastante limitados. La escala del conflicto norirlandés, que los británicos llaman the Troubles, ha sido siempre mucho mayor se mire como se mire: en número de muertos, tácticas empleadas por los distintos bandos y en consecuencias para la población civil. En su peor momento, allá por los años 70, Irlanda del Norte estuvo virtualmente sumida en una guerra civil.
De una sutil pero significativa diferencia no me di cuenta hasta que me vine a vivir al Reino Unido. Aquí me di cuenta de que, realmente, Irlanda del Norte es considerada por la mayoría de los habitantes de Gran Bretaña como un territorio ajeno, cuyos problemas han de ser solucionados por sus habitantes. Me da la impresión (quizás equivocada) de que a mucha gente de aquí le da igual tanto si Irlanda del Norte permanece como parte de la corona británica como si no. Esta indiferencia se plasma en los medios británicos: la actualidad norirlandesa apenas figura en ellos de forma relevante, salvo cuando la noticia es de gran calibre.
En España, por contra, todo lo que sucede en Euskadi suele tener amplia repercusión en los medios de comunicación de todo el país, y condiciona considerablemente el discurrir de la política española. El peso del País Vasco en España es mucho mayor que el de Irlanda del Norte en el Reino Unido, desde el punto de vista económico, cultural, político y afectivo.
Más infomación: The troubles (Wikipedia en inglés), The Troubles (Gráfico animado de The Guardian)
martes, septiembre 20, 2005
Nueva York
A finales del mes pasado estuve de vacaciones una semana en Nueva York. Si a alguien le interesa, he subido algunas fotos que hice a Flickr. Estuve en la mayoría de las atracciones turísticas famosas: el Empire State Building, Central Park, Wall Street... Sin embargo, no voy hablar de ellas: hay decenas de guías de viaje que las describen muchísimo mejor de lo que yo podría. De lo que me gustaría hablar es de unos cuantos detalles de la ciudad que me llamaron la atención:
Olores
Nueva York es una ciudad muy olorosa. En prácticamente cada esquina suele haber carritos de comida difundiendo aromas dispares: perritos calientes, pretzels, bagels, falafel y muchos otros. Los distintos barrios tienen también sus olores particulares e indescriptibles. Esta exuberancia de aromas es por el día muy atractiva para el turista, pero por la noche a ésta se le añade el perfume de las montañas de bolsas de basura que se dejan a lo largo de las aceras para ser recogidas, una costumbre que me pareció muy poco higiénica.
Tráfico
Una de las primeras cosas en las que me fijé al comenzar mi visita a la ciudad, nada más salir del hotel, fueron los taxis amarillos neoyorquinos, circulando a toda velocidad por las calles en un número extraordinario. Luego me di cuenta de que casi la mitad de los vehículos que circulan por las calles de la ciudad son táxis. Quizás es por esto, por su influencia perniciosa, que los neoyorquinos conduzcan tan mal. Cuando giran a la derecha en un cruce, casi nunca respetan el inmediato paso de peatones de la calle a la que se incorporan, y sólo frenan cuando es imprescindible para no atropellarte. Otra característica del conductor neoyorquino es que está continuamente tocando el claxon para protestar por cualquier maniobra de algún otro coche que le haga modificar siquiera nimiamente su velocidad o dirección. En esto no es muy distinto del conductor madrileño, aunque de algún modo las ráfagas de claxon son más breves, mientras que en Madrid se suelen estilar más los pitidos prolongados. También como en la capital española, cuando hay atascos los neoyorquinos se desahogan con la bocina en estúpidas y prolongadas rabietas, cuyo único resultado es exasperar más al personal.
En cuanto a los peatones, quizás contagiados de esta anarquía vial, tampoco son unos santos, y no respetan casi nunca los semáforos, lanzándose a cruzar la calle apenas ven hueco. Por cierto que una de las ventajas de la ciudad es que en prácticamente todos los cruces hay pasos de peatones. En eso se distingue mucho de otras ciudades como Londres, donde el trazado de las calles es caótico y a menudo tienes que dar miles de vueltas para poder cruzar una calle.
Aseos
Lo de la conducción incívica es un punto de similitud entre Madrid y la ciudad norteamericana. Otro parecido está en la calidad de los aseos en los lugares públicos. Acostumbrado a vivir en el Reino Unido, donde los servicios suelen ser amplios y razonablemente limpios, solía sentirme bastante avergonzado de mi ciudad cada vez que iba a los de algún bar madrileño y me encontraba con el habitual panorama del lavabo sin grifo, retrete sin tapa, suelo inundado, y a veces ni siquiera puerta. Me ha consolado comprobar que en Nueva York, con toda su fama de metrópoli sofisticada, los aseos suelen ser también bastante inmundos, incluso en sitios como el Borders (una cadena de librerías), donde lo lógico sería que no quisiesen dañar su imagen con unos baños asquerosos.
Carácter de los neoyorquinos
Los neoyorquinos son tirando antipáticos. Sobre todo los que trabajan en alguna taquilla o mostrador de cara al público: si tardas en hacer tu pedido en una tienda, o como rebusques en tu mochila antes de dársela al encargado de la consigna, te encontrarás con la mirada insolente o el comentario brusco sobre tu lentitud.
Al mismo tiempo, en una muestra de cierta esquizofrenia, pueden ser amabilísimos. En numerosas ocasiones en las que me encontraba parado en la calle mirando el mapa, tratando de orientarme, gente que pasaba por ahí o que esperaba en algún coche aparcado cercano se ofreció a ayudarme a encontrar mi camino. Esto, en una ciudad que debe estar acostumbradísima y quizás harta del turismo, es bastante sorprendente.
Puertas giratorias
A los neoyorquinos les encantan las puertas giratorias. No sólo las ponen en hoteles, museos o entradas a rascacielos: estos incómodos armatostes se pueden encontrar en tiendas de discos, librerías y hasta supermercados.
Olores
Nueva York es una ciudad muy olorosa. En prácticamente cada esquina suele haber carritos de comida difundiendo aromas dispares: perritos calientes, pretzels, bagels, falafel y muchos otros. Los distintos barrios tienen también sus olores particulares e indescriptibles. Esta exuberancia de aromas es por el día muy atractiva para el turista, pero por la noche a ésta se le añade el perfume de las montañas de bolsas de basura que se dejan a lo largo de las aceras para ser recogidas, una costumbre que me pareció muy poco higiénica.
Tráfico
Una de las primeras cosas en las que me fijé al comenzar mi visita a la ciudad, nada más salir del hotel, fueron los taxis amarillos neoyorquinos, circulando a toda velocidad por las calles en un número extraordinario. Luego me di cuenta de que casi la mitad de los vehículos que circulan por las calles de la ciudad son táxis. Quizás es por esto, por su influencia perniciosa, que los neoyorquinos conduzcan tan mal. Cuando giran a la derecha en un cruce, casi nunca respetan el inmediato paso de peatones de la calle a la que se incorporan, y sólo frenan cuando es imprescindible para no atropellarte. Otra característica del conductor neoyorquino es que está continuamente tocando el claxon para protestar por cualquier maniobra de algún otro coche que le haga modificar siquiera nimiamente su velocidad o dirección. En esto no es muy distinto del conductor madrileño, aunque de algún modo las ráfagas de claxon son más breves, mientras que en Madrid se suelen estilar más los pitidos prolongados. También como en la capital española, cuando hay atascos los neoyorquinos se desahogan con la bocina en estúpidas y prolongadas rabietas, cuyo único resultado es exasperar más al personal.
En cuanto a los peatones, quizás contagiados de esta anarquía vial, tampoco son unos santos, y no respetan casi nunca los semáforos, lanzándose a cruzar la calle apenas ven hueco. Por cierto que una de las ventajas de la ciudad es que en prácticamente todos los cruces hay pasos de peatones. En eso se distingue mucho de otras ciudades como Londres, donde el trazado de las calles es caótico y a menudo tienes que dar miles de vueltas para poder cruzar una calle.
Aseos
Lo de la conducción incívica es un punto de similitud entre Madrid y la ciudad norteamericana. Otro parecido está en la calidad de los aseos en los lugares públicos. Acostumbrado a vivir en el Reino Unido, donde los servicios suelen ser amplios y razonablemente limpios, solía sentirme bastante avergonzado de mi ciudad cada vez que iba a los de algún bar madrileño y me encontraba con el habitual panorama del lavabo sin grifo, retrete sin tapa, suelo inundado, y a veces ni siquiera puerta. Me ha consolado comprobar que en Nueva York, con toda su fama de metrópoli sofisticada, los aseos suelen ser también bastante inmundos, incluso en sitios como el Borders (una cadena de librerías), donde lo lógico sería que no quisiesen dañar su imagen con unos baños asquerosos.
Carácter de los neoyorquinos
Los neoyorquinos son tirando antipáticos. Sobre todo los que trabajan en alguna taquilla o mostrador de cara al público: si tardas en hacer tu pedido en una tienda, o como rebusques en tu mochila antes de dársela al encargado de la consigna, te encontrarás con la mirada insolente o el comentario brusco sobre tu lentitud.
Al mismo tiempo, en una muestra de cierta esquizofrenia, pueden ser amabilísimos. En numerosas ocasiones en las que me encontraba parado en la calle mirando el mapa, tratando de orientarme, gente que pasaba por ahí o que esperaba en algún coche aparcado cercano se ofreció a ayudarme a encontrar mi camino. Esto, en una ciudad que debe estar acostumbradísima y quizás harta del turismo, es bastante sorprendente.
Puertas giratorias
A los neoyorquinos les encantan las puertas giratorias. No sólo las ponen en hoteles, museos o entradas a rascacielos: estos incómodos armatostes se pueden encontrar en tiendas de discos, librerías y hasta supermercados.
jueves, septiembre 15, 2005
Cricket
El cricket, pese a su carácter fuertemente inglés, no es uno de los deportes más populares en el país. El deporte rey de Inglaterra es sin duda el fútbol, quizás seguido del rugby, dependiendo de la zona (por Bristol y el sur de Gales hay mucha afición). Muchos ingleses incluso se burlan del cricket, considerándolo una extravagancia anticuada. Es, en cierto modo, un deporte hermético, patrimonio de unos pocos aficionados acérrimos que dominan su complicada mecánica y su extensa y vistosa terminología. En cualquier caso, el cricket no es exclusivo del Reino Unido: se juega a muy alto nivel en muchos países de la Commonwealth, como India o Pakistan, donde sí que es muy popular.
Durante las últimas semanas, sin embargo, el interés de toda la nación por el cricket se ha disparado. Durante este mes, Inglaterra ha estado disputando contra Autralia el tradicional torneo de los Ashes, y por primera vez en muchos años, Inglaterra tenía serias posibilidades de ganar. El lunes pasado el equipo inglés logró la hazaña, y ganó el trofeo por primera vez en 18 años. Al día siguiente, los jugadores ingleses tuvieron una recepción multitudinaria en Trafalgar Square. A pesar de que el deporte sea originario de esta tierra, el equipo inglés de cricket no es de los mejores; esto, unido a la arrogancia con la que los australianos han dominado el torneo durante los últimos años, ha hecho que la victoria haya sido muy celebrada.
He de advertir que no sé prácticamente nada sobre este deporte. Sé que es un deporte con cierta similitud con el beisbol, en cuanto a que consiste en el enfrentamiento de dos equipos, en los que por turnos uno batea y trata de sumar carreras y el otro trata de evitarlo capturando la bola cuanto antes. La mecánica del juego, sin embargo, es bastante distinta.
Una de las cosas más curiosas del cricket es que los encuentros suelen durar varios días. Cada día, a su vez, los partidos duran varias horas, con interrupciones para la comida y el té. El torneo de los Ashes comenzó el 20 de julio, y los 5 encuentros o tests se han extendido a lo largo de varias semanas. Hay una modalidad de cricket en la que se limita la duración de los encuentros a sólo un día, pero es una invención bastante reciente.
En cierta ocasión hablé con un aficionado, y me contó que el cricket no es un deporte en el que los encuentros exijan el 100% de la atención del espectador. Son perfectos para seguirlos por la radio o la televisión mientras se está haciendo otra cosa. Incluso la gente que asiste al estadio suele tomárselo con tranquilidad, y no están atentos al juego continuamente. Ir a ver un partido de cricket es más un acto social, al que se va para charlar con los amigos y tomar unas cervezas, mientras con el rabillo del ojo se vigila si está pasando algo interesante en el campo.
Más información: The Ashes (BBC), Cricket (Wikipedia en inglés), The Ashes (Wikipedia en inglés)
Durante las últimas semanas, sin embargo, el interés de toda la nación por el cricket se ha disparado. Durante este mes, Inglaterra ha estado disputando contra Autralia el tradicional torneo de los Ashes, y por primera vez en muchos años, Inglaterra tenía serias posibilidades de ganar. El lunes pasado el equipo inglés logró la hazaña, y ganó el trofeo por primera vez en 18 años. Al día siguiente, los jugadores ingleses tuvieron una recepción multitudinaria en Trafalgar Square. A pesar de que el deporte sea originario de esta tierra, el equipo inglés de cricket no es de los mejores; esto, unido a la arrogancia con la que los australianos han dominado el torneo durante los últimos años, ha hecho que la victoria haya sido muy celebrada.
He de advertir que no sé prácticamente nada sobre este deporte. Sé que es un deporte con cierta similitud con el beisbol, en cuanto a que consiste en el enfrentamiento de dos equipos, en los que por turnos uno batea y trata de sumar carreras y el otro trata de evitarlo capturando la bola cuanto antes. La mecánica del juego, sin embargo, es bastante distinta.
Una de las cosas más curiosas del cricket es que los encuentros suelen durar varios días. Cada día, a su vez, los partidos duran varias horas, con interrupciones para la comida y el té. El torneo de los Ashes comenzó el 20 de julio, y los 5 encuentros o tests se han extendido a lo largo de varias semanas. Hay una modalidad de cricket en la que se limita la duración de los encuentros a sólo un día, pero es una invención bastante reciente.
En cierta ocasión hablé con un aficionado, y me contó que el cricket no es un deporte en el que los encuentros exijan el 100% de la atención del espectador. Son perfectos para seguirlos por la radio o la televisión mientras se está haciendo otra cosa. Incluso la gente que asiste al estadio suele tomárselo con tranquilidad, y no están atentos al juego continuamente. Ir a ver un partido de cricket es más un acto social, al que se va para charlar con los amigos y tomar unas cervezas, mientras con el rabillo del ojo se vigila si está pasando algo interesante en el campo.
Más información: The Ashes (BBC), Cricket (Wikipedia en inglés), The Ashes (Wikipedia en inglés)
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