Hoy, el presidente del Gobierno español, Jose Luis Rodríguez Zapatero, sufrió una derrota en el Congreso de los Diputados después de que una ley en cuya aprobación se había involucrado personalmente fuera rechazada por una mayoría de los diputados, incluyendo un número considerable de los de su propio partido, el PSOE.
¿Sorprendidos? Evidentemente, lo anterior es ficticio. No sé si se ha dado alguna en la historia reciente de la democracia española se ha dado que los parlamentarios de un partido hayan votado en contra de una medida de su propio gobierno. Sin embargo, es precisamente lo que le ha ocurrido hoy en la Cámara de los Comunes a Tony Blair. La polémica propuesta de su Gobierno de extender de 15 a 90 días el periodo de detención sin cargos para sospechosos de terrorismo ha sido derrotada gracias a la revuelta de 49 backbenchers (diputados sin responsabilidad de gobierno) laboristas. Apoyandose en las peticiones de la policía, y desoyendo los consejos de sus propios ministros, Blair ha querido echar un pulso a sus críticos dentro del laborismo, quienes consideran que extender a tres meses el periodo que alguien puede permanecer detenido antes de ser presentado al juez es un peligroso paso atrás en cuanto a libertades civiles. Pero le ha salido mal. La proposición de ley al final ha sido aprobada con una enmienda que reduce a 28 días el periodo de detención.
No le van las cosas muy bien a Tony Blair últimamente. La semana pasada su aliado cercano David Blunkett tuvo que dimitir de su puesto de Secretario de Estado de Pensiones después de que se descubriese que había sido contratado meses atrás por una empresa privada sin dar cuenta de ello a un comité consultivo, en contra del código de conducta del Parlamento. Blunkett, antiguo peso pesado del Gabinete y leal aliado de Blair, ya tuvo que dimitir el año pasado de su puesto de Ministro de Interior después de un escándalo algo vodevilesco en el que se descubrió que había intercedido para agilizar la concesión de un visado de trabajo a la niñera de su amante, que era además una mujer casada.
A esto se une la emergencia en el Partido Conservador de David Cameron, un joven y carismático pretendiente a candidato de los Tories que con bastante probabilidad vencerá a David Davis en su pugna por ocupar el puesto de líder del partido. Blair es un político como la copa de un pino, pero no cabe duda que estamos en el ocaso de su reinado.
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