domingo, mayo 28, 2006

Horarios y cafeterías

Llevo ya varios años viviendo en el Reino Unido y todavía no me he acostumbrado a los horarios. Durante la semana más o menos me las apaño, comiendo a la una y cenando sobre las siete o las ocho, aunque muchas veces echo de menos poder ir al centro después del trabajo y que las tiendas estén abiertas.

Es durante los fines de semana cuando lo llevo peor. Muchas veces me descuido y duermo hasta tarde, sobre todo si he salido por la noche el día anterior. Eso significa desayunar no más pronto de las once, por lo cual el almuerzo se retrasa hasta las las tres o incluso las cuatro. Dado que las tiendas cierran a las cinco, si quiero bajarme al centro a comprarme algo o simplemente a pasear, o bien salgo después de comer, con lo cual apenas me quedan un par de horas para hacer lo que tenga que hacer, o bien salgo después de desayunar y como fuera.

Desde luego, lo anterior no tiene mucho de problema; porque un día se coma a deshora no pasa nada. Pero hay otras veces que las costumbres horarias inglesas sí que son fastidiosas. Uno de estos ejemplos es que en el Reino Unido es muy complicado encontrar cafeterías que abran más tarde de las cinco o las seis. Es algo realmente frustrante, sobre todo en esos días de invierno que se ha estado dando vueltas por la ciudad todo el día y se mataría por una taza humeante de café con leche para resucitar y entrar en calor. En Bristol hay unos cuantos sitios donde sí se puede ir, afortunadamente: los de más soleras son el Boston Tea Party, en Park Street, o el Watershed, abajo de la misma calle. Pero en ciudades más pequeñas e incluso en muchas zonas del centro de Londres es imposible. Después de las cinco, la única posibilidad si se quiere ir a tomar algo son los pubs. Y sobre esas horas, a mí una cerveza no me entra.

Cafetería inglesaDebe de ser que para los británicos el café es algo de tomar por la mañana. Al fin y al cabo, los ingleses no son de tomar café. Por ello, en el Reino Unido hay muy pocas cafeterías como Dios manda, de esas a lo europeo, con camareros que te van a atender a la mesa. Casi todas siguen el horripilante modelo Starbucks, donde has de ir a un mostrador a pedir tu carísimo caffè latte (que a menudo te servirán en vaso de papel), luego a algún mueble a unos pasos de distancia a recoger la cucharilla y el azúcar, y finalmente a la mesa. Muchas de estas cafeterías hacen las veces de tienda de sandwiches, vendiendo diariamente almuerzos a los trabajadores que bajan a la calle durante el descanso de las comidas.

SnifffSí, echo muchísimo de menos los cafés españoles. Hasta en la cafetería más cutre suelen servir cafelitos más ricos que los que encuentro aquí. Pero no sólo por el café; es la experiencia acompleta de la cafetería española tradicional la que añoro. Los camareros antipáticos, los asientos forrados de escay, los paneles por encima de la barra con fotos de platos combinados. Y los utensilios de la liturgia cafetera. Las bolsas de azúcar decoradas con textos o dibujos educativos (banderas del mundo, dioses griegos, hechos históricos). O esos entrañables servilleteros que dispensan esas servilletas malísimas que ni secan ni nada pero con los que se puede juguetear cuando las conversaciones son aburridas...

jueves, mayo 25, 2006

By Appointment To Her Majesty

Bien por azar, o bien por compartir conmigo el mismo interés por las minucias, quizás alguno de quienes me leéis habréis observado la presencia de pequeños escuditos de distintos miembros de la Casa Real Británica en algunos anuncios en revistas o periódicos españoles. No sé si sigue ocurriendo, pero recuerdo sin duda haberlos visto en el pasado en la publicidad (y quizás en las etiquetas) de algunos productos, sobre todo whiskys y licores como J&B o Gordon's. Estos escuditos siempre han capturado mucho mi curiosidad (junto con esas medallas y trofeos de ferias ocurridas hace décadas que aparecen en muchas botellas de cerveza).

Hace poco me he enterado de qué significan. Esos escudos denotan que el producto en cuestión ostenta una Royal Warrant (que viene a traducirse como "reconocimiento real"). Esta distinción se obtiene tras ser proveedor durante al menos 5 años de la Casa de alguno de estos miembros de la realeza británica: el Duque de Edimburgo, el Príncipe de Gales, la Reina Madre o la propia Reina de Inglaterra.

Lo gracioso es que, pese a que estos sellos son empleados por muchas empresas en países como España para dar un aire distinguido y pomposo a sus productos, en el Reino Unido los Royal Appointments son algo más pedestre, ostentado por productos tan poco glamourosos como el Fairy o la pasta de dientes Macleans.

En la Wikipedia hay una lista con algunos de los poseedores de Royal Warrants. Si tenéis verdadera curiosidad, en el sitio web de la asociación de poseedores de Royal Warrants hay un buscador de empresas que ostentan esta distinción.

martes, mayo 23, 2006

El problema con Alemania

Hoy el suplemento diario del Guardian G2 ha sido un monográfico sobre Alemania, supongo que con motivo de los mundiales de fútbol que se celebran dentro de unas semanas en este país. Me ha recordado este tema del que tenía pensado hablar en este blog en alguna ocasión: la gran hostilidad, a veces rayana con el odio, que los británicos sienten hacia los alemanes. El suplemento del Guardian trata abiertamente y sin tapujos estos sentimientos.

Esta hostilidad se manifiesta, sobre todo, a través el fútbol. Los partidos entre las selecciones inglesa y alemana son acontecimientos trascendentales en el Reino Unido, y las ocasiones en las que Inglaterra vence al país germano son apoteosis del revanchismo. En particular, hay dos encuentros históricos que son aún recordados a través de DVDs, libros conmemoratorios, camisetas y demás parafernalia: la victoria inglesa en la final del mundial de fútbol de 1966, y el 1-5 que los ingleses le endosaron a los alemanes en 2001 en un partido clasificatorio para el mundial. Esta furibunda rivalidad, por cierto, es unidireccional: los alemanes, desde luego, no se toman los partidos contra Inglaterra con la misma seriedad.

El motivo de esta enemistad es, desde luego, las dos guerras mundiales que los británicos han luchado durante el siglo pasado contra los alemanes. Ambos conflictos bélicos fueron desgarradores para el país, y todavía siguen muy presentes en la psique de sus habitantes, como demuestra la gran importancia que se les da a las celebraciones del Remembrance Day de todos los años. Los británicos siguen viendo a los alemanes como enemigos bélicos. Ahora ya no tanto, pero hace unos años, al poco de venir a vivir al país, me sorprendía que no había semana que no pusiesen por la tele algún documental sobre Hitler, los nazis, o cualquier otro tema relacionando con la II Guerra Mundial.

Otro motivo de rencor es, sospecho, el hecho de que Alemania, tras la guerra, no tardó nada en renacer de sus cenizas y reconstruirse, alcanzando en tiempo récord cotas de desarrollo y bienestar superiores a las del Reino Unido. Mientras, este país se sumía en un declive económico y geopolítico, del que sólo ha podido recuperarse durante las últimas décadas.

Pese a todo esto, he de decir que la gran mayoria de los británicos suelen dejar de lado estos rencores y resentimientos cuando tratan personalmente con los alemanes. Desde luego, la persona más indicada para confirmar esto sería un alemán, pero yo nunca he visto ocasiones en las que se maltratase a un alemán, o se hablase mal de él a sus espaldas por motivos xenófobos. Aunque me han contado de casos en los que coches con matrícula alemana son víctimas de vandalismo, y seguro que más de un ciudadano germano habrá pasado un mal rato en alguna ocasión ante un grupo de ingleses borrachos.

Más información: Especial sobre Alemania (The Guardian)

lunes, mayo 22, 2006

Hasta el cuarenta de mayo...

...no te quites el sayo. O, tratándose del Reino Unido, hasta el 40 de junio. O de julio.

Lo de la imagen es una captura de pantalla del pronóstico del tiempo para Bristol de los próximos cinco días. Pese al aspecto devastador que ofrece, hay hueco para la esperanza. Las predicciones del clima de los días venideros suelen variar incluso a lo largo de una misma jornada.

Por favor por favor que la cosa se arregle para el finde que viene, que tiene bank holiday el lunes.

jueves, mayo 18, 2006

El Airbus A380 visita Bristol

Es curioso lo de la aviación. Desde hace ya varios volar ha dejado de ser una manera glamurosa de viajar, con vuelos baratos que te llevan al otro rincón de Europa por menos de 100 euros. La gente se ha acostumbrado ya a los retrasos, sobreventas, cancelaciones y pérdidas de equipajes, y en aquellos vuelos en los que aún dan comida a bordo suelen ser horribles bazofias que se comen juntando mucho los cubiertos de plástico porque no hay suficiente sitio en el asiento.

Y sin embargo, los aviones siguen fascinando. Hace poco, la retirada del servicio del Concorde convocó una inesperada ola de nostalgia y cariño, que recibió amplio eco en el Reino Unido y en el resto de Europa, todo ello a pesar del carácter elitista de ese aeroplano. Unos cuantos meses después, la imaginación de los europeos se ha vuelto a ver capturada por el Airbus 380, el avión más grande del mundo y orgullo de la industria aeronáutica europea.

Hoy este avión, que creo que aún no está en servicio en ninguna línea comercial, ha sobrevolado Bristol. Se trataba de un vuelo de prueba que partía de Berlín con destino a Londres, en su primera visita al Reino Unido. El A380 no ha hecho el trayecto directo, sino que se ha desviado para sobrevolar el suburbio bristoleño de Filton y la población de Broughton, cerca de Chester, para que los trabajadores de las fábricas que Airbus tiene en estas dos localidades inglesas pudiesen ver de cerca el fruto de su trabajo de años. En la sede de Airbus UK en Bristol se han fabricado las alas del A380 y se ha realizado parte del diseño de este aparato. En Filton, por cierto, no sólo está presente Airbus; Bristol es un importante centro de industria aeronáutica y aeroespacial, con presencia de BAE systems, Rolls Royce y otras empresas del sector.

El A380 ha pasado por Bristol sobre el medio día. A mí me habían avisado ayer del evento pero hoy se me había pasado por completo, y se me olvidó salir a la calle a esperarlo con mis prismáticos a lo planespotter. El A380 me sorprendió estando en la cocina, pero tuve suerte y me dio tiempo de asomarme por la ventana a tiempo para verlo alejándose hacia Filton, a un par de millas de donde trabajo. Se trata de un bicharraco realmente grande.

En esta página de la BBC se pueden ver fotos del A380 sobrevolando Bristol, tomadas por habitantes de la ciudad. En esta otra página se ve otra selección, con fotos tomadas en Londres y otras zonas del sur de Inglaterra por donde ha pasado hoy. La noticia se puede leer aquí.

Parte del A380 se ha fabricado también en España. Espero que este avión tenga a bien de visitar Getafe, y poder dar el mismo placer a los trabajadores que allí han diseñado y fabricado la cola de este aparato.

Más información: Airbus A380 Jet Lands in Heathrow (BBC)

miércoles, mayo 17, 2006

Cocina inglesa (y IV): Postres

Con un poco de retraso desde la última entrada concluyo esta saga sobre los platos más destacados del firmamento gastronómico inglés. Y me voy con un dulce sabor de boca: hoy hablaré de los postres.

La cocina de los ingleses no es particularmente conocida por sus dulces. Es raro, porque es en los postres en donde el saber culinario de este pueblo muestra una variedad y una riqueza ausentes por completo en su repertorio de platos principales. Suelen ser recetas poco sofisticadas, pero al revés que en otros platos, los ingleses realmente han dado el clavo en los postres, encontrando la manera de sacarle el mayor partido a los ingredientes y las preparaciones más sencillas.

Es interesante mencionar algo de vocabulario. La palabra pudding se suele utilizar para referirse a los postres densos y cremosos. Los sponge cakes son los típicos bizcochos, secos y esponjosos. Pie se usa para los pasteles como el de manzana, hechos con un relleno cubierto de masa quebrada u hojaldre. Cake suele usarse para los pasteles más historiados, con rellenos de crema, coberturas de merengue y demás sofisticaciones. A estos se unen la serie interminable de vocablos de origen principalmente francés, que se utilizan principalmente para referirse a las especialidades traídas de otros países: gateaux, tortes, profiteroles, etc.

Algo chocante de los postres ingleses es que no se suelen tomar fríos, sino templados o incluso calientes. Un acompañamiento muy habitual son las natillas (custard), que se suele echar calientes sobre el pudding o cake. Otras veces se suele emplear crema butterscotch , nata o helado.

El la empresa donde trabajaba en Maidenhead, hace un par de años, teníamos una cantina donde tuve la suerte de probar numerosísimos postres típicos ingleses. Desgraciadamente, se me han olvidado muchos de ellos, pero hay unos cuantos de los que sí os puedo dar cuenta, bien porque son bastante típicos y fáciles de encontrar en todos lados, bien porque estaban tan ricos que se me quedaron flambeados en la memoria. Ahí van:

Bread and butter pudding: Ahora pensando quizás debería haber mencionado éste en los comentarios de la anterior entrada, donde Di nos preguntaba sobre nuestros placeres culinarios ingleses prohibidos. El bread and butter pudding posiblemente no sea el mejor de los postres ingleses, ni tampoco uno de los más sanos, pero es uno de mis favoritos. Consiste en trozos de pan de molde con uvas pasas empapados en una mezcla de huevo y leche y pasados por el horno (receta).

Crumbles: El crumble es un postre muy tradicional. Consiste en una base de fruta azucarada con una corteza de masa crujiente parecida a galleta. Al servirse en platos individuales, esta corteza se hace migas, mezclándose con la fruta y las natillas. Este postre está muy extendido y casi todos los pubs suelen tenerlo en el menú (receta).

Sticky toffee pudding: Otro de mis favoritos. Es un bizcocho empapado en jarabe de toffee y, como dice el nombre, muy pringoso. Es también muy dulce, con un regusto a caramelo. Suele servirse acompañado de crema butterscotch. Imprescindible tomarse con un vaso de agua a mano. Es también otro habitual en las cartas de los pubs (receta).

Queen of puddings: Este postre es algo sobrenaturalmente delicioso. Desgraciadamente, no es tan fácil de encontrar, de modo que no he tenido muchas oportunidades de tomarlo. Está hecho con un bizcocho cremoso embadurnado de mermelada y coronado con merengue (receta).

Por supuesto, podría mencionar muchos otros postres y dulces ingleses dignos de nuestro paladar (y caries), como el christmas pudding (y demás dulces navideños), el fudge, el carrot cake y muchos otros.

Y con esto termino esta pequeña serie sobre la gastronomía inglesa. Como decía en la primera anotación, es cierto que la cocina tradicional inglesa no puede competir con otras como la francesa, la española o la italiana, y la cultura culinaria de los ingleses deja bastante que desar, pero eso no significa que la gastronomía británica merezca las mofas y el oprobio a los que se le suele someter. En Inglaterra, si se pone interés, se puede comer muy bien.

martes, mayo 09, 2006

La cocina inglesa (III): Oh no

En la anterior anotación elogiaba algunos platos ingleses que considero que merecen la pena. Si con ella conseguí que alguno de mis lectores se replantease su concepción negativa sobre la cocina inglesa, posiblemente hoy le haga volver a sus ideas iniciales: voy a hablar de algunos de los platos más desastrosos que ha producido el arte culinario inglés.

Fish and Chips: Más de uno se sorprenderá de encontrar este plato aquí, y quizás esté siendo algo severo. Fish and chips no es más que pescado rebozado con patatas fritas, y com0 tal puede estar muy rico. Muchos ingleses del trabajo, con los que voy algunos viernes a comer al pub, suelen pedírselo por delante de otros platos en principio más seductores, como hamburguesas o currys. No, el fish and chips no me disgusta por cómo sabe en sí sino porque me parece una especialidad que rezuma pereza culinaria y falta de carácter, y que para más inri es uno de los ejemplos más famosos de la cocina inglesa. Ningún plato en el que uno de los ingredientes fundamentales sean patatas fritas merece mi respeto (receta).

Corned Beef Hash: Di ya se me adelantaba en los comentarios de la anterior anotación en denostar esta horrible asquerosidad. Este plato, en efecto, es posiblemente una de las cosas más incomibles que he tenido nunca delante de mí en una mesa. Se trata de un revoltijo de de patata y corned beef, a veces escondido dentro de un pastel a modo de pie. El corned beef es el ingrediente culpable de que el plato sea tan horrible. Se trata de una especie de escabeche de carne de vacuno, muy salada y nervosa, que se vende en latas. Puedo confirmar que no hay manera de manipularlo para que resulte algo mínimamente degustable: en una ocasión, en Dublín, tuve la mala idea de pedir un asado hecho con corned beef en un pub del centro y comprobé que, en efecto, se prepare como se prepare, esta cosa está asquerosa. (receta)

Chip Butty: Es un sandwich de patatas fritas. Como lo oís, no es coña. No hay mucho más que decir.



Mushy peas: No es realmente un plato en sí mismo, sino una guarnición que se suele servir con el fish and chips u otros platos. Es un puré espeso hecho con guisantes, con un alarmante color verde fluorescente. No es el tipo de cosa que pondrías en la portada de un libro de recetas para atraer compradores. Evidentemente, sabe a guisantes, sólo que con textura pegajosa.

Beans on toast: Como en los anteriores dos ejemplos, aquí hago trampas. Este plato no es realmente una receta seria de las que servirían en un pub o en una comida familiar, sino un tentempié que la gente prepara cuando no tiene tiempo. Consiste en verter una lata de alubias en tomate (las famosas baked beans) en un par de tostadas. A veces se ralla un poco de queso encima. Según el gusto de cada cual, se puede calentar en el microondas o no. En mi trabajo mucha gente se prepara esto cuando, algún día, a la furgoneta de los sandwiches se le olvida pasar por la oficina.

Y eso es todo. Mientras preparaba esta entrada, me sorprendió que no se me ocurriesen más platos horribles que poner en ella. Lo cual demuestra que la comida inglesa no es tan mala como la mayoría de la gente piensa. En todo caso, de lo que se le puede acusar es de ser bastante burda.

Para no quedarnos, literalmente, con mal sabor de boca, en la próxima entrada trataré de los postres ingleses, dando un dulce final a esta serie dedicada a la cocina inglesa. Sigan conectados.

La cocina inglesa (I)
La cocina inglesa (II): Oh Yes

jueves, mayo 04, 2006

La cocina inglesa (II): Oh yes

En esta anotación de hoy, segunda parte de la serie que comencé anteayer sobre la cocina inglesa, voy a reivindicar una serie de platos ingleses, la mayoría de ellos tradicionales, que pueden resultar deliciosos si se cocinan bien con los ingredientes adecuados.

Roast Beef: Una de las especialidades más famosas de la cocina inglesa, que traducido significa simplemente "ternera asada". Se sirve acompañada de patatas asadas, verdura de temporada y una especie de vol-au-vent vacío llamado Yorkshire pudding, todo ello regado con gravy, que es una salsa espesa a base de cebolla. Variaciones parecidas de este asado se pueden preparar con cordero, cerdo, pollo o pavo, aunque en cada caso suelen llevar distintos acompañamientos. Se trata de un plato típico de los domingos, que se sirve en los pubs con el nombre de "Sunday roast". No diré mucho más de él: Borja ya escribió hace unos meses una excelente anotación en su blog sobre esta alegría dominical (receta).

Bangers and Mash: Los ingleses son muy dados de poner nombres enigmáticos a sus guisos. "Toad-in-the-hole", "bubble and squeak", "pigs in blankets" son buenos ejemplos de ello, y lo mismo bangers and mash, que en realidad no son sino "salchichas con puré de patata". Pero esta insulsa denominación no le hace justicia. El nombre tradicional inglés me parece más acertado: con su sonoridad campechana, que se te llena la boca al pronunciarlo, se describe mucho mejor lo suculento y apetecible del plato.

En efecto, las bangers and mash me encantan. Las salchichas suelen ser gordotas, cocinadas al fuego lento para que queden jugosas por dentro y luego tostadas un poco para que se doren por fuera. Pueden ser de muchos tipos: Lincolnshire, Chipolatas, Cumberland, Toulouse, y un largo etcétera. En muchas carnicerías se pueden encontrar versiones más originales de carne de jabalí o de venado, además de mezclas creativas con ingredientes tales como miel, mostaza o trozos de manzana. El puré de patata es, por supuesto, natural (nada de sobre), y a veces se mezcla con queso o se le añade tomillo u otras especias. Por último, no puede faltar el gravy, de la que ya hablé más arriba. El resultante es un plato delicioso de estos que te alegran el cuerpo (receta).

Steak and Ale Pie: Los pies (pronunciado "pais", no nos confundamos) son otras de las especialidades inglesas más típicas. En español la traducción sería "pastel de carne", pero en ocasiones pueden asemejarse más a lo que son nuestras empanadas. Consisten en envolver un guiso de carne en una masa con forma circular y alta. Esta masa es similar a la masa quebrada de las empanadas españolas, sólo que mucho más blanda. También suelen hacerse con hojaldre (puff pastry), pero muchos ingleses desdeñan de estos pies que los cortas con el cuchillo y se desmoronan. A menudo, en muchos pubs, la cosa es incluso peor, y el hojaldre no es más que una tapa que cubre un recipiente en cuyo interior va el guiso. Esto es un fraude que debería ser castigado con severidad.

Los rellenos más habituales son pollo con champiñones (chicken and mushroom), ternera y riñones (steak and kidney) y ternera a la cerveza (steak and ale), que es mi favorito. Además de estos componentes principales, suelen llevar trocitos de verdura como guisantes, zanahoria o cuadraditos de patata, todo ello empantanado en un delicioso pozo de gravy (receta).

Beef Wellington: Este plato lo probé por primera vez hace poco, y fue un descubrimiento. Desgraciadamente, no es muy común y la mayoría de los pubs no lo sirven. Es, además, una de las especialidades más sofisticadas con los que me he topado en la cocina inglesa. Consiste en un medallón de solomillo embadurnado de foei gras y un adobo de setas recubierto de hojaldre. En realidad, no suena muy inglés y quizás se trate de una receta francesa (la influencia gabacha es inconfundible), pero el Wellington que lleva en el nombre creo que le da derecho a aparecer en esta lista (receta).

Podría mencionar muchos platos más que encuentro interesantes, como el cottage pie, que es un pastel de carne picada cubierto de puré de patata, o los Cornish pasties, que son empanadillas gigantes rellenas de guiso de carne, pero la vida es breve y la paciencia de mis lectores también.

Una cosa que no se me debe olvidar mencionar es que la mayoría de los platos mencionados y muchos otros suelen servirse con un acompañamiento de verduras, casi siempre cocidas al vapor: zanahoria, judías verdes, patatas nuevas, guisantes, brócoli, col, nabo, etc. En muchos pubs se las cuece cruelmente hasta que se les ha escapado el alma, pero en otros saben cómo hacerlo. Se llegan a comer hasta con apetito y gratitud por el peso que nos quitan de la conciencia, magullada por la ingestión de tanto gravy.

En la próxima anotación me ocuparé del otro lado de la moneda: aquellos platos ingleses que, en mi opinión, contribuyen a que la cocina de este país siga teniendo la mala prensa que tiene.

Más información: La cocina inglesa I (Parquestrit), El Asado del Domingo (Reciclando Palabras)

martes, mayo 02, 2006

La cocina inglesa (I)

Cuando Chirac, resentido porque Blair se negaba a renunciar al cheque británico durante una de las últimas cumbres europeas, afirmó que no se podía confiar en un pueblo cuya comida era tan mala, estaba voceando un tópico bien extendido por todo el continente, y mucha gente se sonrió. La cocina británica, en efecto, tiene fama de ser bastante mala, y desde luego no voy a afirmar que sea infundada. Pero no es tan pobre como la mayoría de la gente piensa, y muchos de sus platos pueden resultar deliciosos. En esta anotación y en las siguientes me gustaría dar a conocer lo que sé de la gastronomía británica (que no es mucho, me temo), y tratar de lavar un poco su reputación.

La cultura culinaria de los británicos es más bien pobre, es cierto. Sus hábitos alimentarios son bastante mejorables. Pero es injusto despreciar sin más su gastronomía. En primer lugar, desde hace varios años el buen comer se ha puesto de moda. Los británicos son muy aficionados a ir a cenar fuera de casa, y Londres y otras ciudades como Bristol cuentan con una oferta de restaurantes más que respetable. Hace un año un restaurante inglés fue votado el mejor del mundo en una prestigiosa competición mundial, en cuya lista de finalistas figuraban un buen número de establecimientos británicos. Este año el mismo restaurante, The Fat Duck, ha quedado segundo (detrás de El Bulli del genial Ferrán Adrià). En 2001 fue también nombrado restaurante del año por la guía Michelin.

En segundo lugar, el mismo arte de cocinar se ha ganado últimamente el interés de los británicos. Distintos chefs estrella como Jamie Oliver, Gary Rhodes, Nigella Lawson o Gordon Ramsay compiten en popularidad y ventas de sus respectivos recetarios. Casi todos los dominicales de los principales periódicos cuentan con su sección de gastronomía, en la que publican recetas tirando a sofisticadas. Posiblemente la mayoría de la gente lo único que hace es leerlas, salivar, recortarlas, meterlas en el cajón y no cocinarlas jamás (yo uno de ellos), y lo mismo con los libros de recetas. Pero la gente que sí que se anima a ponerse con las manos en la masa encontrará en los supermercados y tiendas especializadas un abanico de ingredientes de calidad digno de admiración (aunque a un precio). La gastromía es negocio en el Reino Unido.

Se me podría arguir que sí, que vale, que los británicos quizás ahora se preocupan por comer mejor, pero que para ello han tenido que recurrir a las especialidades de otros países y culturas. Esto es cierto: han adoptado muchos platos provenientes de las cocinas italiana, india o china, por poner tres ejemplos. Pero también la misma cocina británica está beneficiándose de un renacer. En los últimos años se han puesto de moda los pubs que sirven platos típicos británicos "de calidad". En Bristol hay unos cuantos de ellos: Picture House, Tinto Lounge y The River son quizás los más recomendables.

La cocina inglesa (dejaré de hablar de británica, ya que no sé mucho de las variedades escocesa o galesa) es poco sofisticada. Nada que ver con los refinamientos de la francesa o la japonesa. Aunque en realidad esto no tiene por que ser un handicap: muchos platos españoles no son precisamente alardes de sutileza (una fabada), sino que triunfan por su combinación de ingredientes deliciosos de muy buena calidad. Con las especialidades inglesas no tiene por qué ser distinto: siendo exigente con las materias primas y cocinándolas con destreza se puede dar lugar a platos deliciosos, y de esto puedo dar fe.

Para dejaros con la intriga y no extenderme demasiado lo voy a dejar aquí por hoy. En mi próxima anotación hablaré de las especialidades de cocina inglesa más típicas, al menos aquí en el sur del país.

Más información: El mejor restaurante del mundo (Parquestrit)