martes, enero 31, 2006

Pub quiz

Hoy volviendo a casa desde el trabajo ponían en la radio este programa de humor sobre los pub quizzes, y se me ha ocurrido que es un tema interesante del que podía hablar aquí. El pub quiz es otra de tantas tradiciones británicas y un componente pintoresco de la cultura de los pubs. Se trata de un concurso que se suele organizar en muchos de estos locales un día fijo de la semana, a menudo el lunes o el martes, me imagino que para animar un poco el ambiente del comienzo de la semana. Esta abierto a la participación de todos los parroquianos, y creo que siempre suele ser gratuito. Se suele jugar por equipos con la gente con la que has ido al pub.

La mecánica es muy sencilla: un camarero coge un micrófono y comienza a dictar preguntas, a las que se ha de responder en un papel que con un bolígrafo se ha repartido previamente entre los equipos participantes. Otras veces las propias hojas son fotocopias de preguntas, acertijos o fotos sobre las que hay que responder algo. Los quizzes suelen ser temáticos; los temas más típicos son música, deporte, cine o televisión. Pese a que la puesta en práctica suele ser informal y distendida, las preguntas pueden llegar a ser endiabladamente difíciles. Además, como siempre, los extranjeros tenemos el handicap añadido de que no siempre es fácil entender lo que están diciendo.

Los quizzes no suelen durar mucho. Al terminar de dictarse las preguntas llega el momento de comprobarlas. Es un momento de dolorosas reminiscencias de la vida escolar: los equipos se intercambian las hojas y las contrastan con las respuestas que el camarero va leyendo. Según los fallos y los aciertos se puntúa a cada equipo, y el que gana se lleva algún premio. No muy espectacular, claro: una botella de vino, una ronda gratis o quizás camisetas.

Pese a que todo esto suena bastante poco emocionante y algo bobo, y a que uno no se imagina a un inglés dejándose distraer por nada distinto de beber una pinta detrás de otra, los pub quizzes son sorprendentemente populares entre todo tipo de gente. Muchos pubs los anuncian en tablones con la misma profusión y aparatosidad con la que otros alardean de sus televisiones de gran formato para ver los partidos de la liga. El que el tema levante tanto interés lo demuestra la extensión de la literatura que se puede comprar al respecto.

Más información: Pub Quiz (Wikipedia en inglés)

domingo, enero 29, 2006

Ni frío ni calor

La foto de la izquierda no es del pasado verano. La tomé ayer sobre la una y pico de la madrugada en el centro de Bristol, cuando la mayoría de la gente ya empezaba a salir de los pubs para volverse a casa. La calidad no es muy buena, pero creo que no hay problemas en distinguir a una pareja de ingleses: él vistiendo una simple camisa de manga corta y ella luciendo una minifalda. Al lado camina otra inglesa también sin abrigo y con los brazos desnudos. En estos días el Reino Unido está sufriendo la misma ola de frío que se ha extendido por toda Europa, y la temperatura en el momento de tomar la foto debía de ser de 0 grados. Ni frío ni calor.

Este es uno de los misterios más incomprensibles para los españoles que vivimos en el Reino Unido: la aversión que los británicos sienten por abrigarse cuando salen de copas. A un número sorprendentemente grande de gente le da igual que haga frío o calor, que sea verano o invierno.
Visten siempre de la misma forma. Lo típico suele ser una simple camisa de manga corta para ellos, y minifaldas imposiblemente cortas y escotes hasta el ombligo para ellas. Recuerdo mi primera visita al país, meses antes de venirme a vivir aquí. Pese a que ya me habían hablado de ello, cuando vi por primera vez las cuadrillas de inglesas semidesnudas en pleno mes de febrero con temperaturas que hacían no podía creer mis ojos. Pasados cinco años, aún sigo igual de asombrado.

No es algo generalizado. Un buen número de personas sí que llevan abrigo o chaqueta cuando hace frío. O al menos se ponen un jersey. Pero incluso esta gente suele ir menos abrigada de lo que iría la gente en España con la misma temperatura. La explicación de que los españoles estamos menos acostumbrados al frío porque es un país más caluroso no me convence. Esto podría ser cierto para las regiones más templadas, pero en sitios como Madrid es bastante frecuente que las temperaturas sean más bajas que las de Inglaterra, donde no es habitual que bajen de 5ºC.

Y vamos, se mire como se mire es absolutamente de locos ir en manga corta con 0 grados. Aún no he encontrado ninguna explicación que me satisfaga. No puede ser que sea una muestra de simple virilidad "pa chulo yo": las mujeres también lo hacen. También he pensado que quizás sea que de beber tanto alcohol luego no sienten el frío, aunque también he visto gente en mangas de camisa durante el día con aspecto indudablemente sobrio. He preguntado a ingleses pero ninguno me ha dado una respuesta satisfactoria. Si alguien me puede dar una explicación le estaré eternamente agradecido.

viernes, enero 27, 2006

Spaniards.es

Eneko Alonso ha montado un portal para los españoles que vivimos en el extranjero: spaniards.es. Una idea fantástica y además muy bien puesta en práctica. Pese a tratarse de una versión beta, ya cuenta con un montón de contenidos interesantes. Además de las secciones habituales de foros y noticias, ofrece algunos servicios muy interesantes: un mapamundi con la localización de los usuarios registrados y un agregador de repartidores RSS y XML que permite leer desde una misma página los blogs escritos por muchos de ellos. Gracias a esta página he logrado descubrir un buen número de bitácoras muy interesantes de compatriotas que vive en lugares tan exóticos como Congo o Irán.

Por supuesto, yo también me he registrado y he colgado mi perfil y mi blog en el portal.

miércoles, enero 25, 2006

Historias del inglés

Hace un par de semanas me terminé de leer The Stories Of English, de David Crystal. Se trata de libro divulgativo sobre la historia de la lengua inglesa, que he leído con bastante interés (y esfuerzo). Me lo compré animado por una reseña muy positiva del Guardian, pero he de decir que me ha defraudado un poco. Más que una historia de la lengua en su totalidad se centra casi exclusivamente en la evolución de su vocabulario, pasando muy de puntillas por cómo ha evolucionado la gramática u otros aspectos interesantes como la pronunciación.

Es, de todos modos, una lectura muy recomendable. Una de sus puntos fuertes es la pasional defensa que hace de la riqueza que el idioma inglés tiene en sus distintos dialectos y variedades. Critica ferozmente la postura de quienes, durante siglos, han condenado toda forma de hablar distinta de la norma culta. Aunque nunca han tenido una institución al estilo de la Real Academia española, en el mundo de las letras inglesas no han faltado nunca literatos y gramáticos de gran autoridad que han pontificado sobre cómo se habla y escribe el idioma correctamente, y hasta hace poco un requisito imprescindible para el éxito social era hablar un inglés ajustado estrictamente a la norma. Recientemente, sin embargo, la sociedad ha revisado estas actitudes y en los medios y en la vida pública ha habido una explosión de gente expresándose sin complejos con acentos de todos los lugares del país. Aunque aún persisten los prejuicios, desde luego, y una cuidada Received Pronounciation da muchos puntos para moverse en muchos círculos sociales.

Página de BeowulfLos inicios de la historia del inglés se remontan a los siglos V y VI , con la caída de la sociedad britanorromana a causa de la invasión de las tribus de los Anglos y de los Sajones, que provenían del continente europeo, concretamente de donde hoy es el norte de Alemania y el sur de Dinamarca. Estas tribus establecieron varios reinos en los que se desarrollaron distintos dialectos de Inglés Antiguo (Old English). Esta lengua evolucionó con influencias decisivas del latín, de las lenguas célticas prerromanas y de la lengua nórdica de los Vikingos, que durante esos siglos invadieron y se establecieron en el norte del país. Era un idioma muy distinto del inglés de ahora, del cual no han sobrevivido muchos textos. La obra más famosa escrita en inglés antiguo es el poema épico Beowulf. Este enlace de su prólogo da una buena idea de lo mucho que ha evolucionado la lengua desde esos tiempos.

ChaucerEl inglés antiguo duró hasta el siglo XI, cuando los normandos invadieron Gran Bretaña bajo el mando de Guillermo el Conquistador. Rápidamente lograron hacerse con el control del país. El francés, idioma de los invasores, se impuso durante siglos como lengua de gobierno, relegando al inglés, que comenzó un periodo de rápida evolución conocido como Inglés Medio (Middle English). A esta lengua se incorporaron miriadas de palabras provenientes del latín y del francés, al tiempo que su gramática se simplificaba mucho. Pese a que mucha gente lo desdeñaba, con el tiempo el inglés medio ganó el prestigio literario con autores tan geniales como Chaucer, sin duda el más célebre de esta época, quien a principios del siglo XV escribió los costumbristas Cuentos de Canterbury (Canterbury Tales). Uno de los más famosos de estos cuentos es The Wife of Bath. Como se puede ver, el inglés de Chaucer ya se va pareciendo al moderno.

Durante esos años la lengua inglesa era una entidad fluida e inestable, y convivían innumerables dialectos y ortografías. En el siglo XV la introducción de la imprenta en Inglaterra por parte de Caxton quizás fue el determinante de que la lengua comenzase una inexorable tendencia a la normalización. Es el comienzo del Inglés Moderno, aunque el periodo inicial suele considerarse aparte como "Inglés Moderno Temprano" (Early Modern English). Aunque aún sufriría bastante evolución a lo largo de los siguientes siglos hasta el momento actual, el idioma que surge entonces es fundamentalmente el mismo que el que se usa ahora, y cualquier lector angloparlante culto es capaz de entender sin excesivo esfuerzo los textos escritos en esos años (Shakespeare es un buen ejemplo). El posterior florecimiento de Inglaterra, tanto en lo político como en lo cultural, contribuyó a que el prestigio de esta lengua fuese creciendo y llegase a expandirse por todo el globo, enriqueciéndose aún más con las palabras provenientes de las culturas donde aterrizaba.

Lo anterior es un burdo y espero que no muy inexacto resumen de lo que cuenta el libro. Para el que le interese el tema, hay un buen número de libros escritos para el gran público que tratan sobre la historia del inglés (The Adventure of English, de Melvin Bragg o Mother Tongue de Bill Bryson son dos ejemplos). También, como siempre, se puede encontrar información sobre la historia del inglés en la Wikipedia inglesa. Las pasadas navidades intenté encontrar en Madrid libros divulgativos sobre la historia del castellano pero no vi casi nada. Una lástima.

Temas relacionados: Dialectos del inglés en el Reino Unido (Parquestrit)

lunes, enero 23, 2006

Hombres anuncio en Londres

Hace unas cuantas semanas encontré en el Guardian un reportaje sobre los hombres anuncio londinenses. Estos individuos son unos de los elementos más peculiares del paisaje urbano de esta metrópoli. Suelen apostarse por el centro de la ciudad, en las calles y cruces importantes, sosteniendo pancartas, llevándolas sujetas de la mochila o a veces incluso vistiéndolas, como en los tebeos. Suelen anunciar establecimientos cercanos: tiendas de ropa, librerías de viejo, sitios de compraventa de oro, aunque el anuncio más famoso es el de "Golf Sale" ("rebajas en artículos de golf"). Por lo visto se debe a una tienda de accesorios de golf rebajados de cerca de Regent Street que hace unos años comenzó la moda de este tipo de anuncios. Una buena muestra del sentido de humor inglés es que este lema ha pasado ya a la cultura popular, y se puede encontrar en camisetas, en fotos publicitarias o en esta obra de Banksy.

Más información: The Board Guys of London´s West End (The Guardian)

miércoles, enero 18, 2006

Patatas fritas

La pasada semana leí en el Guardian este reportaje, que trata sobre uno de los componentes imprescindibles de la dieta británica: las patatas fritas de bolsa. La bag of crisps constituye junto con el sandwich el almuerzo diario de millones de británicos.

Al igual que en España las tenemos de sabores característicos nuestros como a jamón o barbacoa, aquí también las venden con sabores típicos de aquí como pollo asado, sal y vinagre, salsa Worcester o pollo Tikka Massala. Últimamente los fabricantes de patatas fritas están tratando de popularizar patatas fritas de gama alta con sabores extravagantes como queso azul con arándanos o chile con mango, a precios más elevados. Pese a estas originalidades, según el mencionado reportaje del Guardian el sabor más popular es el de queso y cebolla. La marca más extendida es Walkers, las mismas que en España se comercializan bajo el nombre de Lay´s.

Curiosamente, pese a haber una variedad enorme de marcas y sabores de patatas fritas, no la hay tanto de otros tipos de aperitivos como ganchitos o fritos. Tampoco tienen tanto éxito las onduladas, comercializadas casi exclusivamente por la marca McCoy´s con sabores igual de asquerositos. Lo único que se acerca en popularidad a las patatas fritas son los triángulos de maíz. Mención especial merecen los twiglets, especie de palos retorcidos negruzcos de sabor inclasificable y sin duda alguna asqueroso.

Por cierto, esta es una buena ocasión para aclarar una confusión linguística entre el inglés británico y el norteamericano. En el Reino Unido chips se refiere a las patatas fritas alargadas que se toman recién hechas, como en el famoso plato de fish and chips, y crisps es la palabra que se usa para las patatas fritas planas de bolsa. En Norteamérica, sin embargo, potato chips es la palabra que se utiliza para hablar de estas últimas, y french fries o simplemente fries para las anteriores.

Más información: The Great British Crisp Challenge (The Guardian), Página sobre aperitivos británicos (Taquitos.net)

martes, enero 17, 2006

El Economist y el estatuto catalán

El otro día hablaba del eco que habían tenido en la prensa británica las malhadadas declaraciones del Teniente General Mena sobre el estatuto catalán. Hoy acabo de echar un vistazo al último número del Economist, publicado el pasado viernes, y me encuentro nada menos que con un editorial más un artículo en la sección europea tratando este tema. No me gusta seguir hablando de un asunto tan descorazonador, pero es que el contenido de ambos es realmente jugoso.

El Economist es un prestigioso semanario británico de noticias que lleva publicándose desde 1843. Pese al nombre, no sólo trata temas económicos sino que ofrece una cobertura excelente sobre noticias de todo tipo, centrándose en la política pero no olvidándose de lo social o cultural. En ocasiones es bastante espesito de leer, e irrita lo petulantemente que habla sobre determinados temas, pero en un país como el Reino Unido, donde la prensa ofrece una cobertura bastante deficiente de asuntos internacionales, es la única publicación seria donde se pueden encontrar noticias detalladas y en profundidad sobre lo que ocurre en el mundo.

El cuanto a su línea editorial, es de un marcado liberalismo, del cual se sienten abanderados. Pero este liberalismo va más allá de lo económico: mientras el típico simpatizante de derechas español se encontrará en su salsa leyendo las prescripciones económicas que propone esta revista, lo más seguro es que en otros temas como el matrimonio homosexual o la religión se lleve un buen chasco.

Precisamente un chasco se deben de haber llevado los autoproclamados apóstoles españoles del liberalismo al leer el explosivo tratamiento que da el Economist al asunto de Mena y el Estatut. "Como sólo una minoría de los votantes catalanes desean genuinamente la independencia, consentir un poco al sentimiento nacionalista funcionaría de maravilla, incluso si esto supusiese aceptar la mayor parte del nuevo estatuto catalán y, si fuese necesario, cambiar la Constitución Española de 1978. De hecho, el Artículo 8 del texto de 1978 debería ser rectificado de todas las maneras para eliminar cualquier atisbo de excusa para una intervención militar. Una democracia moderna debe de ser capaz de acomodar autonomía regional, e incluso deseos claros de independencia" es la rotunda opinión que proclaman hacia el final del editorial(€). También afirman que "la rotunda negativa del gobierno del Partido Popular, bajo el mandato de José María Aznar, de siquiera hablar con los nacionalistas vascos y catalanes ha servido para azuzar el fervor secesionista en ambas regiones".

El Economist no tiene reparos a la hora de repatir críticas a todos los protagonistas. En el artículo de páginas interiores(€), hablando de la destitución de Mena por parte de José Bono, muestran un sorprendente conocimiento de la peculiar personalidad del ministro de defensa afirmando que "es irónico que los comentarios del Ten. Gen. Mena están en la tradición del patriotismo de opereta del que el Sr. Bono hace gala tan a menudo".

Aunque el Economist demuestra un conocimiento de la realidad política española bastante encomiable, las conclusiones a las que llega en su editorial no me convencen nada. Pero me divierte comprobar cómo la supuesta afinidad ideológica que esta revista tiene con el pensamiento de derechas no evita que sostengan una postura diametralmente opuesta a la mantenida por la derecha española en el asunto del estatuto catalán. Y es refrescante leer a alguien escribiendo sin complejos ni condicionantes sectarios sobre un tema que tanta bilis está haciendo segregar en mi pobre país. Aunque claro, desde lejos todo se ve muy fácil.

domingo, enero 15, 2006

Pegando voces

Los españoles solemos hablar muy alto. No sólo en situaciones informales, como cuando salimos con los amigos o charlamos animadamente, sino también en conversaciones serias del trabajo o con desconocidos. Cada vez que me bajo a Madrid, al principio me siento un poco incómodo por el exagerado volumen de voz que la gente que habla a mi alrededor. Aunque en uno o dos días ya me he vuelto a acostumbrar.

En España puede que nos pasemos de gritones, pero en el Reino Unido mucha gente habla con un tono de voz ridículamente bajo. Recuerdo la desesperación que esto me producía a los primeros meses de llegar al país, cuando aún no estaba acostumbrado a los mil y uno acentos británicos. Mi problema no era tanto de compresión sino de audición: en las conversaciones de la cantina, a la hora de comer, la gente hablaba tan bajo que no les oía. Ahora que ya he hecho mi oído al inglés me las apaño mejor, aunque me sigue exasperando el susurro de gata en celo que muchos británicos usan al hablar.

Las conversaciones en el Reino Unido también suelen ser más sosegadas en otros aspectos. La gente suele esperar a que el otro deje de hablar antes de intervenir, de modo que no se suele ver la desagradable costumbre de subir el volumen propio para evitar que otra persona te interrumpa. Aunque son también bastante menos animadas. Los momentos de silencio son bastante habituales. La gente permanece callada mirando su vaso de cerveza durante largos segundos, hasta que a alguien se le ocurre algún nuevo tema de conversación. En España esto es impensable: hay un pavor absoluto hacia estas situaciones.

Esto de ser escandaloso al hablar no es una particularidad exclusiva de los españoles, desde luego. Dentro de Europa otros pueblos como el italiano o (me imagino) el griego la comparten. Fuera de Europa, los indios también parece que están acostumbrados a hablar con un tono de voz bastante recio, puede que incluso mayor que en España. Es algo que he observado en algunas personas provenientes de la India con la que he trabajado en el Reino Unido. Esto unido a lo directos que suelen ser al hablar hace que al oído inglés suenen muy agresivos.

El que yo mismo me haya dado cuenta de esto es buena muestra de que viviendo aquí también yo me he contagiado de esta costumbre de hablar bajo. No es cosa sólo del idioma: he observado que cuando nos juntamos españoles solemos ser menos escandalosos de lo que somos cuando estamos en España. Otra señal de que llevamos demasiado tiempo aquí.

jueves, enero 12, 2006

Leyes antitabaco

La Ley Antitabaco ha levantado pasiones en España tras su introducción a principios de año, y eso que el único cambio de costumbres verdaderamente importante que impone a los ciudadanos es algo tan de sentido común como que no se pueda fumar en el trabajo. En cuanto a bares y restaurantes se refiere, la gran mayoría seguirán permitiendo fumar, aunque los locales grandes habrán de habilitar zonas estancas de no fumadores.

Nada que ver con el alcance de lo que, precisamente estos días, se está planteando en el Reino Unido: prohibir por completo fumar en lugares públicos. El Proyecto de Ley de Salud (Health Bill) lleva ya dando vueltas por la arena política durante meses, aunque inicialmente se hablaba sólo de hacer ilegal el consumo de tabaco en locales donde se sirviese comida. Últimamente, sin embargo, un número creciente de diputados laboristas parecen dispuestos a llegar aún más lejos con la prohibición.

La actual legislación británica es bastante difícil de interpretar en cuanto al tratamiento del tabaco se refiere. Aunque técnicamente no está prohibido fumar en el puesto de trabajo, los derechos que ésta garantiza al trabajador no fumador hacen que en la práctica lo esté. En cuanto a pubs y restaurantes, no hay limitaciones, aunque en la práctica la mayoría de los restaurantes y en algunos pubs hay zonas de fumadores y de no fumadores, y en los bares está prohibido fumar en la barra para que los camareros no tengan que sufrir el humo

Más información: Free vote ´possible´ on voting ban (BBC)

martes, enero 10, 2006

Visto desde lejos

Exceptuando acontecimientos de justificada resonancia mundial como los atentados del 11-M o el hundimiento del Prestige, que recibieron un tratamiento de primera página durante varios días, en los medios de comunicación británicos no aparecen con mucha frecuencia noticias sobre España. En la prensa, este país aparece muy de vez en cuando en las escasas páginas internacionales de los diarios británicos. Y cuando esto ocurre, hay las mismas probabilidades de que se trate de una noticia seria que de que sean simples pamplinas, como por ejemplo esta noticia publicada hace semanas en el Guardian sobre un taxista que ganó una beca para leer El Quijote.

No es muy frecuente que varios diarios británicos den cobertura a una mismo suceso ocurrido en España. Cuando esto ocurre es una buen indicativo de que la noticia realmente es relevante. Es precisamente lo que ha ocurrido con el asunto del polémico discurso del Teniente General José Mena. La noticia apareció el lunes en The Guardian, Daily Telegraph y The Times, y ayer en el Independent. También aparece en el sitio web de la BBC. A través de escolar.net me entero de que el diario de información económica Finantial Times incluso incluye un editorial altamente significativo sobre el tema.

Escuchar noticias sobre el propio país en medios extranjeros (en este caso, británicos) suele ser una experiencia refrescante. Uno puede bajar las defensas y confiar que el tema posiblemente está siendo tratado con imparcialidad. Es agradable poder descansar de esa suspicacia continua que es imprescindible mantener continuamente cuando se acude a los medios españoles, tan vendidos a oscuros intereses propios o ajenos, con los que hay que afilar al máximo el sentido crítico para que no nos tomen el pelo.

Esta distancia es muy útil para escapar de tribalismos y ver las cosas con más claridad, sin preconcepciones sectarias. Pero es un arma de dos filos. Desde fuera es muy facil malinterpretar el porqué de lo que acontece en otro país, sobre todo si no se tiene un interés o conocimiento suficiente del carácter peculiar de éste. En Europa tenemos opiniones muy definidas sobre un montón de cosas a lo largo del planeta: Oriente Medio, Asia, Rusia, Estados Unidos. Después de ver cuán a menudo periodistas británicos no se enteran de la copla interpretando acontecimientos ocurridos en España, país europeo de cultura bastante similar a la del Reino Unido, me pregunto cuántas de las opiniones que tengo sobre lo que ocurre en rincones del planeta donde nunca he estado se acercan a la realidad.

Apuntes posnavideños

Una de las ventajas de cogerse unas vacaciones navideñas largas es que cuando vuelves la mayoría de la gente ya hace unos días que lleva trabajando, de modo que te ahorras participar del sentimiento comunal de desconsuelo que se da en los primeros días de después de las fiestas. En Inglaterra no celebran festividad de Reyes ni nada similar, de modo que el periodo navideño termina con Año Nuevo, aunque es habitual que la gente se coja uno o dos días más libres.

También las rebajas suelen comenzar antes que en España. El finde que viene iré a echar un vistazo a ver si veo algo, aunque a estas alturas estoy ya asqueado de gastar dinero. Además, para entonces ya no quedará mucho que ver. Las rebajas británicas suelen ser distintas que las de España: no duran tanto, y los descuentos no son generales sino a determinados productos. Al revés que las españolas, donde más o menos ya sabes lo que te vas a encontrar, en las británicas hay veces que buscando bien se encuentran verdaderas gangas.

El domingo pasado estuve en el Sainsbury´s haciendo la compra de reabastecimiento post-vacacional. Me hizo gracia ver cómo esta cadena de supermercados ha expandido su línea "be good to yourself" de alimentos bajos en calorías. Al sobrepeso, fruto de los excesos gastronómicos del periodo festivo, se le unirá pronto la llegada de las facturas de la VISA y una confluencia de otros agravantes que, según los expertos, entrarán en conjunción el próximo día 24 de enero haciendo que éste sea el día más triste del año.

Prometo sobreponerme a la melanolía y, durante estas aciagas semanas, proseguir mi labor de cronista de la vida británica. Un saludo y que la fuerza os acompañe.

sábado, enero 07, 2006

22 kilos

He terminado de llenar la maleta hace un rato, y como siempre la he pesado en la báscula de baño para ver si llevo mucho sobrepeso. No creo que haya problemas. Nunca me han cobrado exceso de equipaje, aunque no recuerdo cuánto era la franquicia de Easyjet. Lo que sí es seguro es que le pondrán la etiqueta de "Heavy".

Dentro de unas horas me vuelvo a Bristol. Terminan dos semanas de intensas vacaciones en Madrid, yo diría que las mejor aprovechadas desde que vivo fuera de España. Cuando compré el billete, allá por agosto, volver el domingo salía bastante más caro que coger la vuelta para hoy. Hoy me alegro de haberlo hecho así: tengo el día de mañana entero para recuperar las fuerzas antes de la terrible vuelta a la realidad del lunes.

Durante dos semanas da tiempo a volver a acostumbrarte a la vida en España. Al cabo de ellas ya estoy acomodado a las rutinas de siempre, a las familiaridades de cuando vivía aquí. Durante los días siguientes a la vuelta siempre suelo sentir una sensación de extrañeza, hasta que las rutinas y familiaridades de mi vida en Inglaterra sustituyen a las de España. Es una curiosa sensación, esta de tener dos vidas. Tiene algo de esquizofrenia.

jueves, enero 05, 2006

La compra del emigrante

Hoy por la mañana he ido a hacer lo que entre mis amigos expatriados llamamos "la compra del emigrante". Es uno de los ritos imprescindibles de todos los viajes a España: ir al supermercado el día de la vuelta o el anterior a avituallarse de embutido, vino, conservas u otros productos, que o bien son difíciles de encontrar en el Reino Unido o bien salen carísimos allí.

En esta ocasión, después de dos semanas de comer y beber sin parar, la motivación no era tan grande. Solamente he comprado lo imprescindible: pimiento rojo en lata, chorizo de cocinar, un taco de jamón, algo de queso. Además, y pese a que suelo venirme con el maletón grande, para Navidades llevo siempre bastante más equipaje, a lo que han de unirse todas las compras y regalos de libros y ropa. De modo que no hay tanto espacio para la comida. Cuando suelo llevarme más comida a Inglaterra es en las estancias cortas que paso en Madrid durante el verano. Como hace calor, no hace falta llevar apenas ropa, de modo que para la vuelta la mochila tiene espacio disponible para kilos y kilos de preciosos víveres españoles.

Escoger qué productos comprar es siempre complicado. ¿Me arriesgo a comprar algún congelado, a sabiendas de que tendré que tenerlo fuera del congelador durante varias horas de viaje? ¿Compensa el ahorro en el precio del aceite de oliva el engorro y el sobrepeso de llevarlo en el equipaje? Últimamente decidí llevar sólo productos de calidad, los que son complicados de encontrar allí o salen muy caros, como vino del bueno o determinadas conservas (bonito del norte, paté). También suelo llevarme muchas legumbres, que aunque se pueden encontrar en el Reino Unido hay mucha menos variedad. A veces me llevo condimentos como panceta o tocino, imposibles de encontrar en ese país. Y cada vez suelo probar a llevarme algún producto nuevo, a ver qué tal provecho le saco. En esta ocasión, he comprado bacalao en salazón. He visto que hay miles de recetas de cocina española que lo usan, y tampoco hay manera de encontrarlo en ningún lado en Inglaterra.

Mucha gente me pregunta si no hay problema con importar embutido al Reino Unido. Yo llevo haciéndolo durante cinco años y nunca me han puesto pegas. Según he leído en unos carteles informativos que hay en la zona de recogida de equipajes de los aeropuertos británicos, es legal introducir cualquier alimento en el Reino Unido desde otro país de la Unión Europea siempre y cuando tenga "aspeco saludable" y sea para consumo propio. Una de mis fantasías eróticas de siempre es llevarme un jamón. En Navidades, sobre todo, siempre suelo tener la tentación de facturar una hermosísima pata de jabugo para poder tocar el violín en Inglaterra cuando la morriña me aqueje. Sin embargo, no estoy seguro de si un oficial de aduanas británico entendería que un jamón entero puede ser perfectamente para consumo de una sola persona. La situación de tener que sufrir el decomiso de un manjar así sería demasiado dolorosa como para que merezca la pena arriesgarse.

Hacer la compra del emigrante es una experiencia agridulce. Mientras vagas por los pasillos, escrutando las estanterías en busca de productos que merezca la pena comprar, vas haciéndote a la idea de que esto se acaba y de que pronto te verás dentro de un avión volando de vuelta a tu exilio autoinfligido. Los memorables momentos que has pasado hace apenas unos días con los amigos y la familia pronto se desdibujarán en simples recuerdos a medida que te zambulles en la rutina diaria. Como consuelo quedán esos pedacitos de patria guardados en la despensa.

martes, enero 03, 2006

Requiem por el camarero español

Hasta hace poco nunca había tenido mucha simpatía por los camareros españoles. No sé si en todo el país ocurre igual, pero en Madrid no suelen ser nada educados, sino secos e incluso insolentes. Recientemente, sin embargo, me he dado cuenta de que son verdaderos profesionales dignos de admiración. Atienden a varias personas a la vez, tomándoles a cada uno el pedido mientras están tirando una caña. Al servir las bebidas en una mesa con varias personas, son capaces de acordarse de qué ha pedido cada uno. A menudo, al pedirles la cuenta, se acuerdan de lo que has pedido y te hacen las cuentas en unos pocos segundos. Me acuerdo, de cuando iba a la Universidad, cómo en los descansos de clase o a la hora de comer los camareros eran capaces de despachar a la velocidad del rayo, con la cafetería abarrotada de alumnos.

De todo esto me he dado cuenta, como siempre, desde que vivo en Inglaterra, donde la calidad del servicio al cliente en la hostelería deja mucho que desear. En este país, los camareros que atienden en bares y restaurantes suelen ser jóvenes sin experiencia ni ganas. Sólo hay que fijarse en la forma de preparar cafés. Vaciar la cazoleta de varios golpes secos, rellenarla, prensar el café, colocarla de nuevo en la máquina, esperar, y luego calentar la leche con el vapor a presión: todo esto es realizado en las cafeterías españolas con veloces y eficientes movimientos, casi sin pensar. En el Reino Unido, los torpes jóvenes que te hacen el café en los Starbucks o Café Nero sólo aprietan botones, y cuando el establecimiento se las da de modernillo y tiene una auténtica máquina de expreso italiana, los chavales se arman el lío y tardan una eternidad en prepararte tu capuccino, que la mayoría de las veces cuesta un riñón y no sabe a nada.

En Inglaterra, tienes que irte a algunos pubs tradicionales para encontrar camareros con cierta experiencia, habitualmente los propios dueños del local. E incluso en estos sitios el servicio es mucho más pobre que el que se da en España. Por lo pronto, suele ser mucho más lento. Aunque la barra esté abarrotada de gente esperando su bebida, ellos van a su ritmo. En Inglaterra, cuando estás en la barra de un bar o pub, sólo pides las bebidas cuando el camarero se dirige a ti. Si no esperas y le intentas pedir algo mientras está sirviendo una cerveza lo más probable es que te responda airadamente diciéndote que está ocupado y que esperes. Es una experiencia por la que estoy seguro que casi todos los españoles hemos pasado alguna vez, acostumbrados a las barras españolas, donde o te lanzas a la yugular del camarero tan pronto como lo tienes a tiro o te puedes esperar horas a que te atiendan.

Espero que se me perdone el dramatismo del título de esta entrada. Los camareros españoles no corren aún peligro de desaparición. Son, no obstante, un colectivo que a la fuerza ha de desaparecer. Ya se puede observar cómo en muchos bares y restaurantes los puestos de camarero están siendo ocupados por jóvenes, a menudo inmigrantes. Me imagino que los hosteleros han llegado a la conclusión de que el ahorro de costes que consiguen contratando mano de obra sin apenas experiencia compensa con creces la merma en la calidad del servicio. Además, ahora que todos tenemos o aspiramos a título universitario, este tipo de profesiones resultan menos atractivas para las nuevas generaciones. Es precisamente lo mismo que desde hace años ocurre en el Reino Unido y otros países de Europa. Así que, amigo lector, la próxima vez que vayas a un bar y te atienda uno de esos entrañables antipáticos de camisa blanca, disfrútalo, porque dentro de unos años ya no quedará ni uno de ellos.