jueves, junio 30, 2005

Compre ya su billete para Navidad

Noticia importante para expatriados españoles en el Reino Unido: EasyJet acabar de poner a la venta billetes para el periodo octubre 2005-marzo 2006. A quien suela volar con esta compañía, que compre cuanto antes los billetes para las escapadas que tenga planeadas en esos meses. Especialmente recomendable es comprar ya el billete para las Navidades. Hace un rato, cuando hice la reserva, los precios de vuelos para vacaciones de Navidad habían subido ya considerablemente, aunque aún eran bastante económicos: el mío me ha salido por ochenta y pico libras.

Lo del año pasado no creo que se repita: el billete para Navidades me salió por unas cuarenta libras. Creo que éste es el precio de billete a Madrid más barato (quitando ofertas) que se puede conseguir en EasyJet. Lo compré allá por septiembre, nada más enterarme de la gran noticia: poco después de que me mudara a la ciudad, EasyJet inauguraba la ruta aérea Madrid-Bristol. Tan pronto como nos enteramos, el grupo de amigos de aquí empezamos a avisarnos unos a otros, y antes de terminar la mañana cada uno nos habíamos comprado un mínimo de dos billetes, uno de ellos eNavidad, a precio de risa. Un año después, la noticia de estos vuelos ya se ha difundido del todo y es difícil conseguir gangas, salvo que se compre con muchísima antelación.

Con este billete, a mitad de año tengo ya planeados, con billete reservado y todo, todos mis viajes a España para lo que queda de 2005. Es una de las habilidades que adquieres cuando vives fuera de tu país: el arte de comprar billetes de avión a buen precio. Que en realidad no es una ciencia complicada: suele bastar con planear tus días de vacaciones con cuanta más antelación posible. Para fines de semana sueltos, con comprar el billete mes y medio antes suele ser suficiente para conseguir un precio de menos de 100 libras, que está bastante bien. Si las fechas escogidas son señaladas, como cuando coinciden con algún bank holiday, es mejor comprarlo al menos dos meses antes. Para periodos como Semana Santa, o sobre todo Navidades, es prudente adquirir el billete mínimo tres o cuatro meses antes. Por supuesto, volar entre semana suele salir más barato que coincidiendo con viernes o domingos.

Todo esto se debe a la forma como funcionan los sistemas de reservas de las compañías aéreas. A la hora de ponerlas a la venta, las plazas de cada vuelo se dividen en varias bandas de precios. Por ejemplo: un 10% de plazas a £15 libras, un 20% a £25, un 10% a £50... Cuando se llena el primer grupo de plazas a £15 libras empiezan a venderse el segundo a £15, y así sucesivamente. Las últimas plazas disponibles suelen ser varias veces más caras que las primeras. Así que cuanto antes se reserva un billete, más probabilidades hay de que las plazas disponibles sean baratas. Este ejemplo que he puesto es una simplificación: estoy seguro de que las cosas no son tan sencillas en la realidad. Compañías como EasyJet pueden ofrecer precios tan bajos gracias a la sofisticación de sus sistemas de reservas, que posiblemente son mucho más complejos e inteligentes.

martes, junio 28, 2005

Paralelismos ociosos

Es interesante leer el editorial del hoy del Guardian, sobre la conmemoración de hoy del segundo centenario de la batalla de Trafalgar. Es una muestra de una característica de la prensa inglesa que siempre me choca bastante: su gusto por hacer paralelismos, a menudo más anecdóticos que rigurosos, entre eventos ocurridos en el pasado y el presente. El Guardian habla de esta decisiva batalla naval ocurrida en 1805, en la que los británicos derrotaron a la flota franco-hispana, y no puede evitar la tentación de relacionarla con la reciente trifulca entre Blair y Chirac por el "cheque británico", que también fue comparada hace un par de semanas por los medios británicos con la batalla de Waterloo, cuyo aniversario coincidió con la cumbre europea.

Este tipo de paralelismos ociosos son muy frecuentes en los medios británicos. En los acontecimientos deportivos importantes, en los que Inglaterra o el Reino Unido se enfrenta a otro país, hasta los periódicos serios suelen rebuscar en los libros de historia para escribir reportajes recordando agravios y desencuentros entre ambos, adornándolos con soltura con todo tipo de tópicos y estereotipos culturales. No hay el menor reparo en hablar de odios o rivalidades ancestrales supuestamente presentes en el inconsciente colectivo, por mucho que se remonten a hace siglos. Muchas veces el periodista no puede disimular un tono revanchista, como en el editorial del Guardian: "La batalla no fue un empate. Ganamos. A los franceses, es correcto decir, se les dio una paliza".

Esta vena chovinista me desagrada mucho. Me parece mal que un periódico, que se supone que ha de ser objetivo y desapasionado, escriba con tan poco rigor y tan a la ligera sobre "rivalidades entre pueblos". Lo veo poco serio, y demuestra y fomenta una actitud recelosa de los británicos hacia sus países vecinos. En el fondo demuestra inseguridad; en el caso particular de los franceses, los ingleses están continuamente comparándose con ellos.

domingo, junio 26, 2005

Notas estivales madrileñas

Escribo estas líneas desde Madrid, a donde llegué el miércoles pasado para pasar unos días de vacaciones. He cumplido el principal objetivo de éstas: tomar horchata y sudar. En los veranos ingleses no se suda mucho; esto por supuesto no es nada malo sino todo lo contrario, pero yo es que lo echo bastante de menos.

He comprobado cómo la comunidad española en Inglaterra vivimos en una sutil burbuja lingüística: los que llevamos más de dos o tres años hablamos una versión congelada del español de España, libre de las muletillas machaconas "un poquito de por favor" o "pues va a ser que no" que se han incorporado recientemente al idioma. Estas dos son las expresiones en las que me he fijado, pero seguro que hay unas pocas más de las que no me he dado cuenta, ¿alguien sabe cuáles son?

Hoy he descubierto que hay un Pizza Express en Madrid, sólo que no se llama así sino "Pizza Marzano", aunque el menú es exactamente el mismo y el logotipo es muy similar. Debe de ser que en España la marca está registrada por otra compañía. Pizza Express es una cadena creo que británica de pizzerias, presente en varios países; la comida es bastante aceptable y el ambiente muy agradable. Tiene una cosa muy buena, y es que pese a ser una cadena los restaurantes no son todos clónicos sino que cada uno está decorado de una manera distinta, casi siempre con muy buen gusto.

He cogido el coche de mi hermana un par de veces para hacer viajes cortos, y he podido recordar lo mal que conducen los madrileños. Agresivos, temerarios y nada gentiles. El follón de obras que hay montado en la capital no ayuda mucho: la obra faraónica que hay organizada en las incorporaciones a la M30 es monstruosa y no quiero ni imaginarme el caos que tiene que ser los días de diario. Espero que el resultado merezca la pena.

Otra de las cosas interesantes que he hecho es salir el otro día en el Equinocio de Majadahonda, un complejo de ocio con discotecas con una concentración de pijos por centímetro cúbico que sobrepasa los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud. De todos modos, como cosa buena parece que el pijerío madrileño ha superado el modelo ñoño "náuticos-polo lacoste-pelo engominado" y han abrazado una imagen más moderna, aunque esas camisas de manga larga con camiseta interior duelen a la vista.

Mañana me vuelvo a Bristol. Como siempre, y sobre todo en verano, me parte el corazón irme, después de pasar unos días geniales con mi familia y amigos, y de disfrutar de mi ciudad en lo más hermoso y vibrante del año, cuando los días son largos, las noches son cálidas y las cañas saben más deliciosas y refrescantes que nunca.

miércoles, junio 22, 2005

Picnic en la ciudad

Ahora con el buen tiempo comienza la temporada de picnics. La costumbre inglesa de tomar sandwiches para la comida cobra un nuevo significado cuando se traslada del escritorio de la oficina al césped de un parque. En cualquier ciudad inglesa, a la hora de comer de un día de diario, los parques se llenan de gente de todo tipo y edad tomándose el almuerzo sentados sobre la hierba: desde estudiantes remolones hasta ejecutivos encorbatados. Los fines de semana esta estampa se repite, aunque lo que se verá más serán grupos de amigos y familias, en un ambiente más relajado. El grado de sofisticación de los picnics de fin de semana es también mayor: más gente, comidas más copiosas y variadas, a veces vino, un mantel para estar más cómodo e incluso vajillas y cubiertos. En esta época del año, muchas tiendas de regalos venden cestas y mochilas para picnic, con platos, vasos, servilletas y todo lo necesario para organizar la merendola cursi de tu vida.

La mayoría de la gente no cae en tales complejidades logísticas e improvisa. En Bristol, los sábados por la tarde, se suelen ver muchos grupos de jóvenes en el supermercado comprando cajas de cerveza, bolsas de patatas fritas, y ese invento magistral que ha revolucionado la vida de los ingleses: las barbacoas desechables, que convierten el picnic más sencillo en un festín de salchichorras, bacon, pinchos morunos y hamburguesas. Las barbacoas desechables consisten en una bandeja de aluminio llena de carbón, tapada por arriba por una rejilla de metal. Son bastante baratas (tres o cuatro libras) y se pueden encontrar en cualquier supermercado. Encenderlas es muy fácil: basta prender con un mechero un cartón inflamable que llevan dentro. Lo más peliagudo es que, como se tienen que apoyar en el suelo mientras se usan, el césped se quema y queda luego una marca negra. Por supuesto, hay que tener cuidado de no incendiar nada.

La gente se pone con sus barbacoas por todos lados, en zonas verdes y parques públicos de la ciudad (aunque en algunos parques privados están prohibidas). Es algo que me choca bastante cuando lo veo; no sé si es cosa mía pero me da la impresión de que si alguien se pusiese a hacer lo mismo en Madrid, aparte de atraer las miradas curiosas o de condena de los transeuntes, acabaría siendo amonestado por algún guardia municipal sin otra cosa mejor que hacer.

Más información: Mi comida de hoy (Parquestrit), Picnic (Wikipedia en inglés)

lunes, junio 20, 2005

Descapotables

Con la llegada del sol y el calorcito los propietarios de descapotables pueden estar contentos. Este tipo de coches son bastante populares en Inglaterra, mucho más que en España. Esto puede parecer extraño a primera vista, pero tiene su lógica: aunque en este país no suele hacer buen tiempo muy a menudo, cuando lo hace los días son realmente preciosos, y conducir en uno de estos vehículos es una delicia. En España, en cambio, más que tostarse la coronilla, lo que apetece a uno cuando tiene que conducir en verano es hacerlo encerrado en un coche con aire acondicionado bien potente.

Por cierto: obsérvese que el propietario del coche de la foto parece creer que tener un descapotable le faculta para aparcar en doble línea amarilla.

domingo, junio 19, 2005

Verano

Después de varias desesperantes falsas alarmas, el verano parece que por fin ha llegado a Inglaterra. Ha habido que esperar más de un mes para que llegase el buen tiempo.

El césped de los parques de Bristol ha florecido de margaritas y de multitudes de ingleses torrándose en paños menores o ahumándo al personal con sus barbacoas portátiles. Las inglesas comprueban con espanto que, pese al calor que hace, no se puede llevar menos ropa que la que acostumbran a vestir normalmente el resto del año.

La semana que viene me bajo a Madrid unos días; aunque esto no es sino un pálido reflejo de lo que me espera allí, me ayudará a irme acostumbrando al sofoco.

jueves, junio 16, 2005

Los ingleses y el alcohol

Lo que comentaba en mi artículo de ayer sobre la importancia de la bebida en los tiempos gloriosos de Fleet Street me da pie hoy para hablar de la cuestión general: la actitud de los ingleses hacia el alcohol.

Los ingleses beben mucho, bastante más que los españoles. No suelen ser exquisitos: pese a que mucha gente sabe apreciar un buen vino o una buena cerveza, la mayoría de las veces no se trata de calidad sino de cantidad, y las excelentes cervezas tipo ale británicas se dejan de lado en favor de lagers mediocres como la Fosters australiana, que entran mejor y permiten beber más. En Inglaterra la bebida reina con diferencia es la cerveza, seguida del vino, los refrescos alcohólicos (alcopops) tipo Smirnoff Ice y, quizás, la sidra. También se toman combinados, pero están menos extendidos que en España.

No es sólo cuestión simplemente de que beban más que en España: es algo más profundo. Es la relación de los ingleses con el alcohol la que es distinta. En España, abusar del alcohol es considerado malo. Es cierto que la mayoría de la gente se ha emborrachado alguna vez, sobre todo en su juventud, pero con la edad la gente suele volverse más responsable. Mucha gente puede que recuerde con cariño e incluso alardee de las borracheras de sus años mozos, pero las verá como el tipo de cosas que uno hace cuando es joven e irresponsable. Persistir en este comportamiento de adulto es visto con malos ojos, y aunque por supuesto mucha gente sigue dándole al alcohol liberalmente durante toda su vida, se guardarán bien de alardear de ello en público.

En Inglaterra la situación es distinta. No es que el tema de la bebida no produzca preocupación. Últimamente la sociedad está cada vez más alarmada con el auge de lo que aquí llaman el binge drinking: los excesos alcohólicos que, fomentados por el bajo precio de las bebidas en muchos pubs, convierten las zonas céntricas de las ciudades en territorios sin ley los fines de semana por la noche. La nueva ley de horarios que se instauró en febrero de este año, que teóricamente permite que los bares puedan abrir las 24 horas del día, ha provocado temor en la opinión pública por los excesos a los que puede dar lugar. El alcoholismo de sus jóvenes también es una cuestión que preocupa mucho a la sociedad.

Sin embargo, beber en exceso no tiene en Inglaterra el estigma que tiene en España. La diferencia esencial es que en Inglaterra lo que preocupa de la bebida son sólo sus efectos adversos para el orden público o para la salud, y beber mucho en sí mismo no es visto como algo moralmente malo, como pasa en España. Cuando un inglés habla de sus correrías alcohólicas abiertamente y hasta con gusto, no sólo entre amigos sino también ante desconocidos, su audiencia no le escucha escandalizándose sino con asentimiento cómplice. Las fiestas navideñas de empresa son un ejemplo excelente de esta desinhibición. En ellas, toda la plantilla, hombres y mujeres, desde el currito más humilde hasta el manager más estratosférico, se lanza frenética a la misión de sacarle el mayor partido a la barra libre. Las escenas de desenfreno alcohólico suelen invariablemente quedar plasmadas en fotos que alguien lo suficientemente sobrio consigue tomar, y que en los días siguientes circularán por la oficina para regocijo de los participantes, al mismo tiempo que las batallitas de la fiesta son rememoradas y celebradas en las reuniones.

Es sorprendente cómo los medios de comunicación ingleses comparten también esta actitud relajada hacia el alcohol: en la prensa y las revistas, la bebida se menciona con toda la naturalidad, y en la radio o la televisión muchos entrevistados no tendrán la menor vergüenza de hablar de lo mucho que les gusta beber. Esto sería impensable en España.

Y es que la afición por la bebida está muy metida en el alma inglesa; es análoga al que en países como España la gente tiene por la comida. Mientras que en España hablar de irse a tomar unas tapas a ese bar donde te sirven ese jamoncito tan rico hace brillar los ojos de los presentes, para los ingleses es la mención de ir al pub tradicional que hay en ese pueblecito de las afueras la que produce el resultado análogo. Cualquier ocasión es buena para irse a tomar unas pintas: después del trabajo o de clase, después del gimnasio o de hacer deporte, y por supuesto para celebrar cualquier cosa: cumpleaños, éxitos laborales o cuando alguien se va de la empresa. La madre del cordero en lo que a visitar estos lugares se refiere son los llamados pub crawls. Un pub crawl es equivalente a nuestra costumbre de "irse de bares", en el sentido de visitar varios establecimientos de una zona, con la diferencia de que en Inglaterra invariablemente todo el mundo acaba cocido.

Se puede criticar esa forma de ser inglesa, y los españoles que vivimos aquí a menudo afirmamos con sensación de superioridad que los ingleses "no saben beber", pero pese a todo hay algo en lo que son muchísimo más responsables que en España: en Inglaterra, cuando la gente bebe, nunca conduce. Ya podríamos aprender nosotros de una vez.

miércoles, junio 15, 2005

Adios a Fleet Street

"Fleet Street" ha sido durante años sinónimo de la prensa británica. Esta céntrica calle de Londres concentró durante muchos años las sedes de los diarios británicos más grandes y famosos: The Times, The Mirror, The Mail, The Sun. Su edad dorada fueron sin duda los dos primeros tercios del siglo XX, tiempos gloriosos y románticos para el periodismo, en los que la prensa vivió su gran auge de poder e influencia.

El modelo de prensa tradicional entró en declive a finales del siglo XX, con el advenimiento de las nuevas tecnologías. Fue el magnáte australiano de los medios Ruper Murdoch el que dejó herida de muerte a Fleet Street, al trasladar la sede del diario Sun al suburbio londinense de Wapping. Sus rotativas de última generación dejaron sin trabajo a los impresores, cuyos sindicatos hasta entonces habían tenido un poder formidable. Fue el principio del fin, y el resto de las grandes cabeceras fueron dejando Fleet Street a lo largo de los siguientes años.

Hoy es el turno de Reuters. Esta agencia de noticias es el último gran medio de comunicación que abandona esta mítica calle. La noticia ha recibido bastante eco entre los medios británicos. En la radio y en los principales periódicos de hoy hay extensos reportajes sobre el tema, en los que periodistas de renombre recuerdan los buenos tiempos que pasaron mientras trabajaban allí. Todos parecen estar de acuerdo en lo excitante que era el ambiente en Fleet Street: por las calles y en los pubs se mezclaban reporteros, redactores y editores de todas las secciones de todos los periódicos, y había una sensación de camaradería que ahora añoran, en estos tiempos donde todo el trabajo se realiza sentado en un escritorio en frente de un ordenador.

Lo que más me ha llamado la atención es algo en los que todos coinciden: la importancia del alcohol y los pubs en la vida del periodista de entonces. En el reportaje del Independent de hoy cuentan lo siguiente:

"Y, por supuesto, estaban los pubs. En esos días, en los que no se dudaba en beberse una docena de gin-tonics antes de volverse a casa en coche, y cuando la característica definitoria de su trabajo era sentarse a esperar a que algo ocurriese, el pub era el epicentro de la vida de un periodista.

Cada diario tenía su propio bar. Los periodistas del Telegraph se bajaban en un momento al King and Keys. Los del News of the World bebían en The Tipperary, conocido como el Tip. El Harrow era territorio dividido: el piso de arriba era de los redactores del Daily Mail, y abajo estaban los impresores. En el piso de arriba del
Cheshire Cheese se podía encontrar a los del Sun, dándole a la botella hombro con hombro con los corresponsales industriales."

Un fantástico ejemplo de la actitud desacomplejada de los ingleses (no sólo los periodistas) hacia la bebida.

Más información: La Muerte de Fleet Street (Periodistas21)
Farewell to Fleet Street (The Independent)
Farewell, Fleet Street (BBC)

lunes, junio 13, 2005

Primark

Primark es una cadena británica de tiendas de ropa muy barata, presente en muchas ciudades del país, entre ellas Bristol. Sus precios suelen ser más baratos incluso que los de España (vaqueros a £10, camisetas a £2). Lógicamente, la ropa que venden no es terriblemente estilosa ni suele ser el último grito de moda, aunque si se tiene buen ojo se pueden hacer muy buenas compras. La relación calidad-precio suele ser bastante aceptable, a veces incluso mejor que la de otras cadenas de tiendas como H&M, Next o Topshop. Los locales no son, eso sí, nidos de glamour, y a última hora de la tarde son una verdadera leonera, con toda la ropa descolocada y tirada por el suelo ante la indiferencia de las antipáticas dependientes.

El Primark es casi una institución para una parte importante (sobre todo femenina) de la comunidad española de Bristol, en concreto para el típico estudiante sin mucho dinero que han venido a la ciudad a aprender inglés trabajando en empleos temporales. Pero no sólo ellos: mucha gente que está más establecida aquí es también fan del sitio, e incluso a veces hay quienes vienen unos días de visita desde España y aprovechan para ir a la tienda a arramplar con todo.


viernes, junio 10, 2005

Después del hijo y el árbol

Todo el mundo, en algún momento, ha fantaseado con la idea de escribir un libro. Hoy en el Guardian he leído este reportaje sobre la clásica historia del escritor novel que pasa de servir cervezas en un pub a vender miles de ejemplares de su obra. Gideon Defoe, un recién graduado en arqueología y antropología, escribió su novela corta The Pirates! In an Adventure with Scientists a partir de una conversación con amigos en un pub, mientras trabajaba pluriempleado en Londres. Defoe envió después su obra a un agente literario, que se interesó por ella y dio inicio al largo y tortuoso proceso, descrito en el reportaje, que culminó en su publicación.

En Inglaterra está muy establecida la cultura del escritor aficionado. Si uno va a una librería cualquiera encontrará decenas de libros de ayuda para plumas primerizas, no ya sólo sobre cómo escribir novelas en general, sino cubriendo todo tipo de aspectos de la creación literaria: construcción de personajes, técnicas de descripción y cómo desarrollar argumentos, por poner unos pocos ejemplos.

En general, la cultura de los libros está bastante extendida en este país. Desde hace unos años se han puesto de moda los clubes de lectura (reading groups o book clubs): reuniones no académicas de amigos en los que se comenta la lectura de un libro. Incluso hace un par de años pusieron en la tele la serie "The Book Group" basada en el fenómeno.

martes, junio 07, 2005

Pueblos clónicos

El otro día, en mi articulito sobre Irlanda, comentaba de pasada cómo los pueblos ingleses cada vez se parecen más unos a otros. Precisamente ayer leí en el diario Guardian sobre este tema: el laboratorio de ideas New Economics Foundation ha publicado un informe en el que se alerta sobre el hecho de que, durante los últimos años, muchas poblaciones británicas se han convertido en "pueblos clónicos" sin identidad por culpa de la proliferación de las grandes cadenas de tiendas, que fuerzan la extinción del comercio local y deshumanizan las ciudades. La noticia ha tenido bastante eco en otros medios, incluyendo la BBC.

Esta preocupación no es nueva: los británicos son conscientes desde hace varios años de la falta de individualidad de muchos de sus pueblos. Por lo que he observado, es una enfermedad que aqueja sobre todo a las poblaciones de tamaño medio. En un extremo, las aldeas y pueblecitos pequeños ingleses suelen ser sitios adorables y pintorescos . En el otro, las grandes ciudades, si bien no suelen ser modelos de elegancia, suelen tener personalidad por su historia o patrimonio monumental. En medio quedan los pueblos o ciudades de tamaño medio, meros espantajos de hormigón sin alma ni encanto.

Yo estuve viviendo varios años en uno de estos lugares: Maidenhead, una población de unos sesenta mil habitantes en el condado de Berkshire, a unos 60 kilómetros al oeste de Londres. En honor a la verdad, el pueblo no estaba tan mal: situado a orillas del Támesis, relativamente cerca de Londres en una de las zonas más prósperas de Inglaterra, en medio de una zona rural de pueblos pintorescos, y con un excelente abanico de servicios y entretenimiento. No es, sin embargo, el lugar más apropiado para alguien que busque vivir en un sitio con personalidad: el centro urbano consiste en una calle peatonal y un centro comercial cubierto, ambos copados por los mismos comercios de siempre: Woolworths, Argos, Boots, Marks & Spencer, Phones 4 Us, Coffee Republic, McDonald´s, Next, Topshop, HMV, Virgin, Tesco... Los fines de semana esta calle principal se abarrota de gente que va de tienda en tienda febrilmente de compras. A las cinco cierran todo y el centro queda desierto, haga bueno o malo. No queda nada que hacer por ahí, sólo volverse a casa o ir al pub. Otras poblaciones cercanas, Reading y Slough, ofrecen el mismo desolador panorama, sin el consuelo de contar con una hermosa ribera a la que poder huir del consumismo los fines de semana.

Ahora vivo en Bristol, que si bien su centro está infectado por la misma enfermedad, cuenta con un buen número de otras zonas sanas por las que se puede pasear y disfrutar de la singularidad del lugar: Park Street, Whiteladies Rd, Gloucester Road, Clifton Village. Hay también un montón de parques públicos donde ir de picnic o a pasear cuando hace buen tiempo. En España, afortunadamente, las cadenas de tiendas aún no han llegado a la situación de supremacía que se da en el Reino Unido, pero tenemos que estar prevenidos: todo llegará.

lunes, junio 06, 2005

Power shower

El artilugio de la foto no es muy común en los baños de las casas españolas, pero en Inglaterra está muy extendido: es una bomba de agua para la ducha.

En Inglaterra, el agua que se suministra a las viviendas no suele llevar mucha presión. No sé por qué. Esto no suele ser un problema para los grifos del lavabo o de la cocina, pero en la ducha es otra cuestión. Una ducha por sí sola no suele proporcionar más que un triste y débil reguerillo de agua.

Es por ello que, para poder disfrutar de un potente chorro de agua calentita que nos anime las mañana y nos consuele de haber tenido que dejar la cama, es preciso utilizar uno de estos aparatos eléctricos. Son muy sencillos de usar: mediante un único control giratorio se regula la mezcla de agua fría y caliente. A veces, otro control permite regular la fuerza del chorro. La mayoría de las casas inglesas que he visto cuentan con estos aparatos; es uno de los puntos a tener en cuenta cuando estás buscando un sitio para alquilar.

En Inglaterra la cultura de la ducha no está tan instituida como podríamos pensar; aún mucha gente prefiere bañarse, y no con mucha regularidad. La segunda casa en la que viví en Inglaterra, alquilada junto con dos amigos, sólo tenía una simple bañera. Tuvimos que comprarnos una ducha de mano acoplable a los grifos parecida a ésta. A falta de bomba eléctrica, el chorro de agua era más bien modesto. Estuvimos un año malduchándonos, haciendo malabarismos para sostener la ducha y enjabonarnos al mismo tiempo. Pero sobrevivimos; a todo se acostumbra uno.

miércoles, junio 01, 2005

Visita a Irlanda

El pasado fin de semana lo he pasado en Dublín visitando a unos amigos, aprovechando el bank holiday del lunes. No era la primera vez que visitaba el país; la anterior y primera vez fue hace cuatro años. En esta ocasión, no he ido con afán de turismo, sino simplemente para disfrutar el cambio de aires. Aproveché un vuelo barato de Ryanair, en un avión de segunda mano destartalado con las alas llenas de parches.

Irlanda es un país pequeño, de alrededor de cinco millones de habitantes. No es su capital una gran metrópoli, aunque la tremenda prosperidad de los últimos años, que ha convertido al país en uno de los más ricos de Europa, le ha traído un aire cosmopolita y moderno que antes no tenía. En la calle se ven gentes provenientes de multitud de países: orientales, europeos del este, y por supuesto españoles.

Dublín es un destino turístico de bastante éxito. Es evidente por la cantidad de tiendas de recuerdos que infectan el centro, vendiendo multitud de horrendos souvenirs que repiten machaconamente los mismos tópicos sobre el país: tréboles, cerveza Guiness y leprechauns (el típico duende irlandés), todo ello de un imprescindible color verde. No hay en Dublín, en cualquier caso, una oferta de sitios interesantes que ver comparable a la de otras ciudades europeas (Londres, París o incluso Madrid). No hay monumentos espectaculares ni museos importantes, aunque sin duda se pueden encontrar tesoros como el libro de Kells, un precioso manuscrito del siglo IX que se exhibe en el famoso Trinity College. No son los monumentos lo que atrae a los visitantes, sino la cultura popular, la fama de sus pubs y la famosa simpatía de los irlandeses. La popularidad de lo irlandés es algo que siempre me ha llamado la antención. Irlanda es una nación bastante pequeña, y sin embargo mucha gente se siente muy atraída por ella y por su cultura. Todos los años la celebración de San Patricio tiene gran eco en Inglaterra, más incluso que la de San Jorge. Gentes de todo el mundo sienten interés por la música, los bailes y el folclore irlandeses. Quizás algo tenga que ver en esto el que una parte importante de la población estadounidense sea de origen irlandés, de modo que la cultura irlandesa se ha promocionado a través de la norteamericana.

Pese a la falta de lugares destacados que visitar, Dublín es una ciudad muy agradable para pasear por ella, si el tiempo (frío y húmedo, incluso peor que el inglés) te lo permite. El eje de Dublín es el río Liffey, y su centro está en la interesección de éste con la calle O´Connell. El elegante "Dublín Georgiano" se encuentra sobre todo al sur del río. También al sur está Temple Bar, el "barrio bohemio" de la ciudad, lleno de bares, pubs, restaurates y teatros, y Grafton Street, una muy concurrida calle peatonal llena de tiendas.

Siempre que visito otros países me encanta observar y fijarme en los detalles que los hacen distintos unos de otros. El caso de Irlanda, por ser un país bastante joven que se emancipó del dominio británico hace menos de cien años, es especialmente interesante. Al haber estado sometido por los británicos durante siglos, muchas cosas son muy similares en Irlanda y en Inglaterra. El casco antiguo de Dublín, que precisamente se llama "Dublín Georgiano", refiriéndose al reinado del rey inglés Jorge IV, tiene un marcado aire británico. Los coches también circulan por la izquierda, y aún sobreviven algunos buzones típicos ingleses con monograma del rey y todo, aunque pintados de verde. Las similitudes también se extienden a muchos detalles contemporáneos. El mobiliario urbano (semáforos, papeleras) es similar. Muchos de los autobuses son de dos pisos. En las zonas comerciales hay las mismas tiendas de cadena que en Inglaterra hacen que muchos pueblos parezcan copias clónicas unos de otros: Boots, Virgin, HMV, Marks & Spencer.

Al mismo tiempo, hay muchas diferencias. Al revés que en Inglaterra, donde son amantes de las calles estrechas y serpenteantes, en Dublín hay muchas avenidas amplias y agradables, flanqueadas por sencillos edificios de ladrillo, no especialmente lujosos pero con bastante encanto. Fuera de la capital, las diferencias son más marcadas. Los pueblos definitivamente tienen otro aire. Los irlandeses parecen no estar tan obsesionados como los ingleses en vivir en chalés: muchas de las urbanizaciones que se han construido últimamente (Irlanda vive un boom de la construcción) son de pisos.

¿Y qué hay de los pubs? El pub es una de sus instituciones más famosas, para mucho ejemplo y encarnación de lo irlandés. Hace no mucho criticaba yo en este blog sobre los sucedáneos de pub irlandés que han proliferado en Madrid. Al revés que lo que estas caricaturas poco imaginativas nos pueden hacer pensar, los pubs irlandeses no tienen rasgos característicos muy marcados; y en ese sentido no son muy distintos de los pubs ingleses: simplemente locales acogedores, generalmente amplios, con distintas salas con mesas para sentarse y una o varias barras donde se sirven las bebidas, predominantemente cerveza. La decoración varía desde ser inexistente a ser recargadísima, con antiguedades, cuadros, anuncios antiguos y ese tipo de detalles que se suelen asociar a estos sitios. En la Wikipedia he encontrado este artículo(en inglés) donde se habla de los pubs y se mencionan algunas diferencias entre los ingleses y los irlandeses. Éstos últimos suelen llevar el nombre de su dueño (o de su antiguo dueño), y son frecuentes las actuaciones en vivo. A esto añado yo, aunque no he visitado suficientes pubs irlandeses como para estar seguro, que en Inglaterra es más común que los pubs sirvan comida.

Durante el viaje estuve visité varios pubs que me gustaron muchísimo. Uno de ellos es el Hole in the Wall, un edificio muy largo en las afueras de Dublín con un ambiente muy acogedor, Johnnie Fox, un famosísimo pub de campo que ha sido visitado por personalidades de todo el mundo, y O´Neills, en el centro de Dublín, donde para las comidas montan un autoservicio en el que sirven platazos de carne asada con una montaña de acompañamiento. Algo que me defraudó, sin embargo, fueron las cervezas. No encontré la fabulosa variedad de cervezas artesanales que se puede encontrar en Inglaterra. Probé la cerveza tipo ale Smithwicks, pero no me gustó; prefiero mil veces las bitter inglesas. En cuanto a lagers, los irlandeses beben mucho cervezas norteamericanas como Budweiser o Coors, además de Heineken o Carlsberg. Por supuesto, bebí Guinness. No me disgusta, aunque la encuentro un poco pesada.

Más información: Libro de Kells (Wikipedia en inglés), Public Houses (Wikipedia en inglés)