El 11 de Octubre de 2000, pasada medianoche y con seis horas de retraso, desembarcaba yo del ferry Bilbao-Porstmouth después de una travesía procelosa, tanto en el estado de la mar como el de mis pensamientos. Venía al Reino Unido con el plan era pasar dos años, o como mucho tres. Cinco años después, aquí sigo. "Quién me lo hubiera dicho", es algo que siempre repetimos las viejas glorias que aún seguimos en el país al recordar el tiempo que llevamos aquí. Y es que es fácil dejarse llevar y que pase uno, dos, tres, cuatro y cinco años. En Inglaterra se vive bien, al menos con el tipo de trabajo y de vida que yo hago. El tiempo no es tan malo como lo pintan, ni tampoco la comida. La morriña se puede mantener a raya bajándose unas cuantas veces al año a pasar unos días en España. El Europa 15 (institución donde las haya para el emigrante joven intraeuropeo) te permite hablar con la familia diariamente, y el correo electrónico te mantiene en contacto con los amigos. Y con Internet te puedes mantener al tanto de lo que ocurre en el país.
Tiene gracia. Una de las preguntas que siempre se suelen hacer entre españoles que se acaban de conocer aquí es "¿cuánto tiempo llevas?". Me acuerdo cuando acababa de llegar y la persona me contestaba que tres o cuatro años; yo respondía con una mirada asombrada y reverente, quizás algo compasiva. Últimamente, cuando hablo con recién llegados soy yo el que recibe esta misma mirada.
Los primeros años en el Reino Unido se vive en un limbo en el que parece que el tiempo está detenido. De España te llegan noticias de amigos que se te casan, que se compran pisos, pero tú estás al margen. Es como en los Simpson: año tras año todo sigue igual, se suceden episodios pero al final se restablece el equilibrio y todo queda como antes. Tienes la conciencia de que algún día te volverás y te reintegrarás en la rueda de la fortuna, pero de momento vives entre paréntesis. Pero el tiempo sí que pasa, la gente a tu alrededor se va yendo poco a poco, tu grupo de amigos se va achicando. Los españoles casi siempre acabamos volviendo a casa.
Me imagino que yo también me acabaré volviendo, espero que no muy tarde. Cinco años son suficientes, y aunque le he cogido cariño al país nunca me he sentido apegado a él. Pese a lo disfuncional y desesperante que es tantas veces, echo de menos España.
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