Ayer venía en el Guardian un interesante artículo sobre la creciente popularidad en el Reino Unido de los bolsos masculinos. Mientras que en el Continente, desde hace años, se pueden ver por las calles muchos hombres con bolsos en bandolera, en Inglaterra son una visión bastante poco habitual. En Bristol, ciudad de estudiantes dispuestos a adoptar la última moda por mamarracha que sea, es significativo que a muy pocos de ellos se les vea luciendo este práctico accesorio.
Pese a que no mucha gente los use por aquí, los ingleses ya han inventado una palabra (no muy imaginativa, eso sí) para los bolsos masculinos: manbags. Esta agilidad para poner nombres a las últimas tendencias e invenciones es algo de lo que, como castellanoparlante, a menudo siento una gran envidia.
jueves, junio 29, 2006
miércoles, junio 28, 2006
Banderas británicas
El otro día hablaba con toda naturalidad de la bandera inglesa, y de cómo en estos días de celebración del Mundial de Fútbol aparece empapelando el país entero. Luego me di cuenta de que probablemente no tanta gente sabe que los ingleses tienen bandera propia, distinta de la británica (sobre todo visto que muchos confunden Inglaterra con el Reino Unido).
La bandera inglesa está formada por el emblema de San Jorge, patrón de Inglaterra: una cruz roja sobre fondo blanco. Se trata, por cierto, de un símbolo heráldico muy extendido en Europa, presente, por ejemplo, en los escudos de Barcelona y de Milán. No es, sin embago, un emblema reconocido oficialmente. Nunca la he visto colgando de ningún edificio gubernamental, ni tan siquiera de ningún ayuntamiento. Su uso está limitado a la esfera de lo popular, aunque hasta hace poco éste ha sido limitado, ya que la bandera inglesa se ha visto desde hace años asociada a la ultraderecha inglesa y al hooliganismo. Recientemente esta connotación se está debilitando, y la bandera de San Jorge se ha beneficiado de un renacer entre la población, aunque casi siempre limitado al contexto deportivo de apoyo a la selección.
Tanto Escocia como Gales e Irlanda del Norte tienen también banderas propias. La tradicional de Irlanda del Norte es muy similar a la inglesa, aunque por lo visto tampoco es oficial. La escocesa (que sí tiene reconocimiento oficial) está formada por la cruz de San Andrés, y es una de las más antiguas del continente europeo. Al revés que la inglesa, esta bandera sí que se puede ver por toda escocia decorando todo tipo de monumentos y edificios. Lo mismo ocurre con la galesa, cuya forma actual es bastante más reciente (aunque el símbolo del dragón data de la Edad Media).
En cuanto a banderas regionales o nacionales se refiere, prácticamente eso es todo. Muchos condados y comarcas tienen sus propias banderas, pero la mayoría de ellas no se usan más que de forma testimonial. Nada que ver con España, donde tanta variedad de emblemas autonómicos o locales compiten por espacio en los traseros de los coches del país. La única bandera regional que he visto bastante a menudo por aquí es la cruz blanca sobre fondo negro de Cornualles, región del extremo suroccidental de Inglaterra que tiene un sentido de la identidad más marcado de lo habitual.
En la casi toda Inglaterra, la bandera más extendida con diferencia es la oficial del estado: la archiconocida Union Jack. Esta enseña data, en su presente forma, de principios del siglo XIX. No sé cuánta gente se ha dado cuenta, pero fijándose bien se puede ver que, en realidad, es la superposición de las banderas inglesa, escocesa e irlandesa. Esto no es casual. La primera versión data del siglo XVII, de cuando los reinos de Inglaterra y Escocia se unieron. Posteriormente, con la incorporación de Irlanda a la Corona, se le añadió el emblema de San Patricio: el aspa roja que cruza la bandera en diagonal, superpuesta al aspa blanca escocesa. De Gales, extrañamente, no hay rastro. El motivo parece ser que este principado fue incorporado a la Corona Inglesa muy pronto, durante la Edad Media, de modo que siempre ha estado subordinado a Inglaterra.
La Union Jack es un símbolo bastante popular incluso fuera del país, considerada por muchos como un "icono pop", del que se han aprovechado desde los Who hasta Geri Halliway de las Spice Girls. Pese a esta popularidad exterior, a los británicos en general les pasa un poco como nos pasa a los españoles: sienten cierto pudor a la hora de usar su bandera, y consideran de mal gusto hacer gala en exceso de la enseña nacional, por las resonancias de pasado imperial que ésta conlleva.
Más información: Union Recognition (BBC)
La bandera inglesa está formada por el emblema de San Jorge, patrón de Inglaterra: una cruz roja sobre fondo blanco. Se trata, por cierto, de un símbolo heráldico muy extendido en Europa, presente, por ejemplo, en los escudos de Barcelona y de Milán. No es, sin embago, un emblema reconocido oficialmente. Nunca la he visto colgando de ningún edificio gubernamental, ni tan siquiera de ningún ayuntamiento. Su uso está limitado a la esfera de lo popular, aunque hasta hace poco éste ha sido limitado, ya que la bandera inglesa se ha visto desde hace años asociada a la ultraderecha inglesa y al hooliganismo. Recientemente esta connotación se está debilitando, y la bandera de San Jorge se ha beneficiado de un renacer entre la población, aunque casi siempre limitado al contexto deportivo de apoyo a la selección.
Tanto Escocia como Gales e Irlanda del Norte tienen también banderas propias. La tradicional de Irlanda del Norte es muy similar a la inglesa, aunque por lo visto tampoco es oficial. La escocesa (que sí tiene reconocimiento oficial) está formada por la cruz de San Andrés, y es una de las más antiguas del continente europeo. Al revés que la inglesa, esta bandera sí que se puede ver por toda escocia decorando todo tipo de monumentos y edificios. Lo mismo ocurre con la galesa, cuya forma actual es bastante más reciente (aunque el símbolo del dragón data de la Edad Media).
En cuanto a banderas regionales o nacionales se refiere, prácticamente eso es todo. Muchos condados y comarcas tienen sus propias banderas, pero la mayoría de ellas no se usan más que de forma testimonial. Nada que ver con España, donde tanta variedad de emblemas autonómicos o locales compiten por espacio en los traseros de los coches del país. La única bandera regional que he visto bastante a menudo por aquí es la cruz blanca sobre fondo negro de Cornualles, región del extremo suroccidental de Inglaterra que tiene un sentido de la identidad más marcado de lo habitual.
En la casi toda Inglaterra, la bandera más extendida con diferencia es la oficial del estado: la archiconocida Union Jack. Esta enseña data, en su presente forma, de principios del siglo XIX. No sé cuánta gente se ha dado cuenta, pero fijándose bien se puede ver que, en realidad, es la superposición de las banderas inglesa, escocesa e irlandesa. Esto no es casual. La primera versión data del siglo XVII, de cuando los reinos de Inglaterra y Escocia se unieron. Posteriormente, con la incorporación de Irlanda a la Corona, se le añadió el emblema de San Patricio: el aspa roja que cruza la bandera en diagonal, superpuesta al aspa blanca escocesa. De Gales, extrañamente, no hay rastro. El motivo parece ser que este principado fue incorporado a la Corona Inglesa muy pronto, durante la Edad Media, de modo que siempre ha estado subordinado a Inglaterra.
La Union Jack es un símbolo bastante popular incluso fuera del país, considerada por muchos como un "icono pop", del que se han aprovechado desde los Who hasta Geri Halliway de las Spice Girls. Pese a esta popularidad exterior, a los británicos en general les pasa un poco como nos pasa a los españoles: sienten cierto pudor a la hora de usar su bandera, y consideran de mal gusto hacer gala en exceso de la enseña nacional, por las resonancias de pasado imperial que ésta conlleva.
Más información: Union Recognition (BBC)
Eternal underachievers
Es así como siempre califican los medios de comunicación ingleses a la selección española, refiriéndose a nuestra incapacidad de cumplir con las expectativas. El mito español sigue en pie. De todos modos, yo les entiendo. Tres semanas fuera de casa y ya se empieza a echar de menos la patria, sobre todo en verano. La novia, los padres, las terracitas donde tomarse unas cerves bien fresquitas, las piscinas, el jamoncito. Muchos expatriados acaban volviéndose a España aunque esto suponga truncar prometedoras carreras profesionales, inaccesibles en España. Lo de la selección española viene a ser lo mismo.
lunes, junio 26, 2006
Meme: provisiones españolas
La compra del emigrante:
En verano hace calorcito y no hace falta meter mucha ropa en la maleta, de modo que el espacio disponible para carga útil es considerable.
Y voy a hacer una cosa bastante ambiciosa, teniendo en cuenta la limitada audiencia de este blog. Voy a lanzar el siguiente meme: ¿qué comestibles te trajiste de España en tu último viaje? Si se pueden aportar fotos, mejor que mejor.
Y se lo lanzo a Borja y a Chocoadicta. Aunque, por supuesto, quien quiera participar en su blog o simplemente en los comentarios será bienvenido.
En cuanto a mí, como en la foto de arriba posiblemente muchos productos no son fácilmente reconocibles, ahí va la lista:
En verano hace calorcito y no hace falta meter mucha ropa en la maleta, de modo que el espacio disponible para carga útil es considerable.
Y voy a hacer una cosa bastante ambiciosa, teniendo en cuenta la limitada audiencia de este blog. Voy a lanzar el siguiente meme: ¿qué comestibles te trajiste de España en tu último viaje? Si se pueden aportar fotos, mejor que mejor.
Y se lo lanzo a Borja y a Chocoadicta. Aunque, por supuesto, quien quiera participar en su blog o simplemente en los comentarios será bienvenido.
En cuanto a mí, como en la foto de arriba posiblemente muchos productos no son fácilmente reconocibles, ahí va la lista:
- Una longaniza de León y otra payesa, dos fuets, un chorizo Palacios y una barra de lomo.
- Cuña de queso manchego y otra de parmesano.
- Tarro de bonito del norte en aceite de oliva
- Lata de foie gras de oca.
- Dos latas de fabada Litoral y una de judias rojas con carne de añojo.
- Paquete de sobaos pasiegos
- Lata de sucedaneo de angulas al ajillo
- Botella de vino dulce Bach y otra de albariño.
- Tarro de mole mexicano y lata de chiles jalapeños en escabeche
miércoles, junio 21, 2006
Las carreteras británicas
En mis primeros años de estancia en Inglaterra solía salir bastante a menudo los fines de semana a visitar sus rincones más interesantes. Pasados cinco años los bríos de la juventud se han atenuado y me he vuelto bastante menos aventurero. Pese a ello, por estas fechas de buen tiempo y días largos, siempre es más fácil animarse a coger el coche e irse de excursión a algún lugar interesante de las proximidades. Y si no es por uno mismo, son las visitas, tan frecuentes en estas fechas, las que te obligan a salir de casa a enseñar los lugares típicos.
Así pues, después de varios meses de no utilizar el coche más que para hacer el trayecto de 10km hasta la oficina, de pronto me encuentro echando horas y kilómetros de carretera. Y maravillándome, de nuevo, de la calidad de las carreteras inglesas. El transporte público británico (trenes, autobuses, metro) puede ser todo lo decrépito, impuntual e incómodo que queramos, pero hay que reconocer que las carreteras son soberbias.
En primer lugar, la red de autopistas es tupida y comunica entre sí los centros urbanos más importantes. Quitando una vía alternativa de la M6 a la altura de Birmingham, ninguna es de peaje. La mayoría son de tres carriles y piso suave, sin baches ni parches, testimonio del buen mantenimiento al que están sometidas. Para la conducción noctuna, los ojos de gato que marcan los carriles no son sólo simples tachuelas reflectantes sino, en muchos tramos, verdaderas luces empotradas en el asfalto, me imagino que alimentadas con baterías.
Por supuesto, todas estas maravillosas cualidades no sirven de consuelo cuando se está en medio de un embotellamiento, como pasa bastante a menudo. Otra pega es que viajar por las autopistas inglesas es bastante aburrido. El paisaje es siempre el mismo: verde, verde y más verde. Uno puede cruzar cientos de kilómetros y no ver nada más emocionante que torres de alta tensión. No hay vallas publicitarias. Curiosamente, la señalización electrónica, tan abundante en las autovías españolas, no se usa mucho en Inglaterra, y casi siempre está apagada.
Circular por las carreteras secundarias es mucho más entretenido. Se van atravesando poblaciones, y el paisaje es siempre más variado. Por supuesto, son más lentas, pero en cuanto a calidad son igual de buenas que las autopistas. Como éstas, cuentan con ojos de gato nocturnos. Suelen ser de doble sentido y un carril cada uno, aunque son frecuentes las vías rápidas de sentidos separados y doble carril. Una cosa curiosa que me llama bastante la atención de las carreteras inglesas es que la gran mayoría de las ellas tienen bordillo, incluso si están en medio del campo.
Algo que se agradece especialmente de las carreteras inglesas es lo bien señalizadas que están. En España, cuando empiezas a meterte por rutas comarcales más te vale tener un buen plano a mano. Aquí, sin embargo, la señalización es excelente incluso en las vías más agrestes. Desde luego, siempre hay la típica rotonda mal señalizada en la que te equivocas de salida, pero por lo general las señales son de confianza.
Un comentario aparte merecen las country roads o carreteras rurales. Las hay de distinto grado de sofisticación: desde la carretera estrecha pero no muy distinta de las vías más principales hasta el camino malamente asfaltado que conduce a las aldeas más recónditas. Conducir por estos caminos, atravesando bosques que forman una bóveda de árboles a nuestro alrededor, cruzando llanos verdes tachonados de ovejas, serpenteando por sucesiones de colinas con vistas a bucólicos valles o bordeando la línea de la costa con vistas a un mar inmenso y centelleante es siempre una delicia.
El lector más atento se habrá dado cuenta de que en los párrafos anteriores hablo de carreteras inglesas en vez de británicas. No he conducido mucho por Gales, así que de esa región no hablaré, pero sí lo he hecho por Escocia, y es otra historia. Para empezar, no hay muchas autopistas en Escocia. Apenas un puñado cubren su extremo más al sur, cerca de las ciudades de Edimburgo y Glasgow. Conforme se va subiendo hacia el norte, las red de carreteras se ha haciendo menos tupida, y éstas se van volviendo más sencillas. En la zona septentrional del país, un gran número de tramos de carretera son de doble sentido y carril único, equipados cada pocos cientos de metros con un ensanchamiento para permitirte adelantar o, simplemente, apartarte cuando te topas con un coche viniendo de frente. Por otro lado, el paísaje escocés es de una gran belleza, y cruzar las highlands en coche es una experiencia inolvidable que compensa con creces lo agreste de las carreteras de esta zona del Reino Unido.
Conducir en Inglaterra
Conduciendo por la izquierda
Calles estrechas
Urbanistas locos en el Reino Unido
Descapotables
Así pues, después de varios meses de no utilizar el coche más que para hacer el trayecto de 10km hasta la oficina, de pronto me encuentro echando horas y kilómetros de carretera. Y maravillándome, de nuevo, de la calidad de las carreteras inglesas. El transporte público británico (trenes, autobuses, metro) puede ser todo lo decrépito, impuntual e incómodo que queramos, pero hay que reconocer que las carreteras son soberbias.
En primer lugar, la red de autopistas es tupida y comunica entre sí los centros urbanos más importantes. Quitando una vía alternativa de la M6 a la altura de Birmingham, ninguna es de peaje. La mayoría son de tres carriles y piso suave, sin baches ni parches, testimonio del buen mantenimiento al que están sometidas. Para la conducción noctuna, los ojos de gato que marcan los carriles no son sólo simples tachuelas reflectantes sino, en muchos tramos, verdaderas luces empotradas en el asfalto, me imagino que alimentadas con baterías.
Por supuesto, todas estas maravillosas cualidades no sirven de consuelo cuando se está en medio de un embotellamiento, como pasa bastante a menudo. Otra pega es que viajar por las autopistas inglesas es bastante aburrido. El paisaje es siempre el mismo: verde, verde y más verde. Uno puede cruzar cientos de kilómetros y no ver nada más emocionante que torres de alta tensión. No hay vallas publicitarias. Curiosamente, la señalización electrónica, tan abundante en las autovías españolas, no se usa mucho en Inglaterra, y casi siempre está apagada.
Circular por las carreteras secundarias es mucho más entretenido. Se van atravesando poblaciones, y el paisaje es siempre más variado. Por supuesto, son más lentas, pero en cuanto a calidad son igual de buenas que las autopistas. Como éstas, cuentan con ojos de gato nocturnos. Suelen ser de doble sentido y un carril cada uno, aunque son frecuentes las vías rápidas de sentidos separados y doble carril. Una cosa curiosa que me llama bastante la atención de las carreteras inglesas es que la gran mayoría de las ellas tienen bordillo, incluso si están en medio del campo.
Algo que se agradece especialmente de las carreteras inglesas es lo bien señalizadas que están. En España, cuando empiezas a meterte por rutas comarcales más te vale tener un buen plano a mano. Aquí, sin embargo, la señalización es excelente incluso en las vías más agrestes. Desde luego, siempre hay la típica rotonda mal señalizada en la que te equivocas de salida, pero por lo general las señales son de confianza.
Un comentario aparte merecen las country roads o carreteras rurales. Las hay de distinto grado de sofisticación: desde la carretera estrecha pero no muy distinta de las vías más principales hasta el camino malamente asfaltado que conduce a las aldeas más recónditas. Conducir por estos caminos, atravesando bosques que forman una bóveda de árboles a nuestro alrededor, cruzando llanos verdes tachonados de ovejas, serpenteando por sucesiones de colinas con vistas a bucólicos valles o bordeando la línea de la costa con vistas a un mar inmenso y centelleante es siempre una delicia.
El lector más atento se habrá dado cuenta de que en los párrafos anteriores hablo de carreteras inglesas en vez de británicas. No he conducido mucho por Gales, así que de esa región no hablaré, pero sí lo he hecho por Escocia, y es otra historia. Para empezar, no hay muchas autopistas en Escocia. Apenas un puñado cubren su extremo más al sur, cerca de las ciudades de Edimburgo y Glasgow. Conforme se va subiendo hacia el norte, las red de carreteras se ha haciendo menos tupida, y éstas se van volviendo más sencillas. En la zona septentrional del país, un gran número de tramos de carretera son de doble sentido y carril único, equipados cada pocos cientos de metros con un ensanchamiento para permitirte adelantar o, simplemente, apartarte cuando te topas con un coche viniendo de frente. Por otro lado, el paísaje escocés es de una gran belleza, y cruzar las highlands en coche es una experiencia inolvidable que compensa con creces lo agreste de las carreteras de esta zona del Reino Unido.
Conducir en Inglaterra
Conduciendo por la izquierda
Calles estrechas
Urbanistas locos en el Reino Unido
Descapotables
martes, junio 20, 2006
Cool Spanish en la BBC
La BBC nunca deja de sorprenderme. Parecen un baúl sin fondo de recursos: su sitio web está lleno de contenidos interesantes. Hace poco descubrí esta página desde donde se puede practicar varios idiomas europeos, entre ellos el castellano. Especialmente recomendable es la sección Cool Spanish, que ofrece una selección de lenguaje coloquial español bastante genuino, muy útil no sólo para angloparlantes sino también para nosotros los hispanoparlantes, para aprender el equivalente en inglés de muchas de nuestras expresiones más comunes.
domingo, junio 18, 2006
Georgian House
Hace varios meses escribí una anotación sobre el puente colgante de Clifton que habría de ser la primera de una serie sobre lugares interesantes de Bristol. Ya va siendo hora de que escriba la segunda: hoy voy a hablar de la Georgian House.
Se trata de una casa-museo ubicada en Great George Street, una bocacalle de la céntrica Park Street. La visité por primera vez hace un par de semanas, y me gustó mucho. Se trata de una vivienda que ha sido reconstruida para ofrecer un aspecto similar al que hubiese ofrecido a finales del siglo XVIII, cuando en ella vivía John Pinney, el prospero traficante de esclavos que mandó construirla.
Una buena parte del casco histórico de Bristol, principalmente el barrio de Clifton, es precisamente de esta época: la georgiana. Mucha gente que visita el país da por hecho que todo edificio o antigüedad de aspecto vetusto y "típicamente inglés" es de la época victoriana, pero lo cierto es que una parte importante de la arquitectura más elegante y monumental que se puede encontrar en Inglaterra es del periodo georgiano. El mejor ejemplo de ello es la ciudad de Bath, a pocos kilómetros de Bristol. Es interesante que muchos bristoleños (entre ellos, yo mismo) viven en edificios de este periodo, la mayoría de los cuales han reformados y divididos en pisos. Es por eso que para mí fue particularmente interesante ver el aspecto que una de estas viviendas hubiese tenido en los tiempos en que fue construida.
La Georgian House es un edificio de 6 pisos, de los cuales cuatro son accesibles al público. Se pueden visitar el despacho, varios salones, el dormitorio principal y los sotanos, en los que se encuentran los aposentos del ama de llaves, la cocina y una llamativa sala con una especie de piscina en la que el dueño de la casa solía darse baños de agua fría. La mayoría del mobiliario es de la época, aunque no original de la casa. Me llamó la atención darme cuenta de cómo, en esos años, cada hogar era una unidad doméstica bastante autosuficiente, gestionada por el ama de llaves bajo la supervisión del dueño de la casa.
En los paneles explicativos se cuenta que el propietario, John Pinney, formaba parte de la clase media de entonces, y que su hogar no hubiese sido muy distinto del de cualquier otro miembro de la misma clase social de esa época. Si cabe, hubiese presesntado un aspecto más discreto de lo habitual de entonces, ya que Pinney, según cuentan, era de carácter austero y poco amigo de la ostentación. Este hombre hizo fortuna con el comercio de esclavos en el Caribe, negocio del que Bristol era un centro importante en esos tiempos. Esta herencia, por cierto, aún hoy sigue avergonzando a los habitantes de la ciudad y causando polémica.
La Georgian House es de entrada gratuita. Está abierta todos los días de 10 de la mañana a 5 de la tarde, excepto jueves y viernes que está cerrada. A tiro de piedra de una de las zonas más frecuentadas de Bristol, es una visita absolutamente imprescindible y muy recomendable.
Más información: Georgian House Museum (página del Ayuntamiento de Bristol), Georgian House (Bristol Link)
Más atracciones de Bristol:
Puente Colgante de Clifton
Se trata de una casa-museo ubicada en Great George Street, una bocacalle de la céntrica Park Street. La visité por primera vez hace un par de semanas, y me gustó mucho. Se trata de una vivienda que ha sido reconstruida para ofrecer un aspecto similar al que hubiese ofrecido a finales del siglo XVIII, cuando en ella vivía John Pinney, el prospero traficante de esclavos que mandó construirla.
Una buena parte del casco histórico de Bristol, principalmente el barrio de Clifton, es precisamente de esta época: la georgiana. Mucha gente que visita el país da por hecho que todo edificio o antigüedad de aspecto vetusto y "típicamente inglés" es de la época victoriana, pero lo cierto es que una parte importante de la arquitectura más elegante y monumental que se puede encontrar en Inglaterra es del periodo georgiano. El mejor ejemplo de ello es la ciudad de Bath, a pocos kilómetros de Bristol. Es interesante que muchos bristoleños (entre ellos, yo mismo) viven en edificios de este periodo, la mayoría de los cuales han reformados y divididos en pisos. Es por eso que para mí fue particularmente interesante ver el aspecto que una de estas viviendas hubiese tenido en los tiempos en que fue construida.
La Georgian House es un edificio de 6 pisos, de los cuales cuatro son accesibles al público. Se pueden visitar el despacho, varios salones, el dormitorio principal y los sotanos, en los que se encuentran los aposentos del ama de llaves, la cocina y una llamativa sala con una especie de piscina en la que el dueño de la casa solía darse baños de agua fría. La mayoría del mobiliario es de la época, aunque no original de la casa. Me llamó la atención darme cuenta de cómo, en esos años, cada hogar era una unidad doméstica bastante autosuficiente, gestionada por el ama de llaves bajo la supervisión del dueño de la casa.
En los paneles explicativos se cuenta que el propietario, John Pinney, formaba parte de la clase media de entonces, y que su hogar no hubiese sido muy distinto del de cualquier otro miembro de la misma clase social de esa época. Si cabe, hubiese presesntado un aspecto más discreto de lo habitual de entonces, ya que Pinney, según cuentan, era de carácter austero y poco amigo de la ostentación. Este hombre hizo fortuna con el comercio de esclavos en el Caribe, negocio del que Bristol era un centro importante en esos tiempos. Esta herencia, por cierto, aún hoy sigue avergonzando a los habitantes de la ciudad y causando polémica.
La Georgian House es de entrada gratuita. Está abierta todos los días de 10 de la mañana a 5 de la tarde, excepto jueves y viernes que está cerrada. A tiro de piedra de una de las zonas más frecuentadas de Bristol, es una visita absolutamente imprescindible y muy recomendable.
Más información: Georgian House Museum (página del Ayuntamiento de Bristol), Georgian House (Bristol Link)
Más atracciones de Bristol:
Puente Colgante de Clifton
miércoles, junio 14, 2006
Banderita tú eres roja
Ayer paseando por mi barrio vi cómo en uno de los pubs de la zona los dueños habían pintado una enorme cruz de San Jorge a lo largo y ancho de la fachada. Debería haberme sorprendido, pero a estas alturas uno ya está curado de espanto, y además no creo que sea una de las muestras de fervor patriótico más extravagantes que se puedan encontrar en Inglaterra en estos días de celebración del mundial de fútbol.
Desde hace semanas, toda Inglaterra está empapelada con los colores blanco y rojo. Mucha gente cuelga banderas inglesas de las ventanas de sus hogares (algunos de forma algo exagerada), y también muchos comercios tienen sus escaparates decorados con ristras de banderillas y demás parafernalia patriótica. Los supermercados como Sainsbury´s y Tesco, por supuesto, tienen su pasillo temático con las estanterías llenas de todo tipo de productos, juguetes o chuminadas (lo que aquí llaman novelties) con la bandera inglesa. Las grandes marcas también quieren sacar tajada de la obsesión mundialista, y muchas de ellas, como Coca-cola o Mars (la marca de chocolatinas), han colocado vallas publicitarias en las ciudades apoyando a la selección inglesa.
Todo esto llega a saturar, pero sin duda la más hortera de las modas, que ya pude ver en la Eurocopa reciente y quizás (no me acuerdo bien) en el mundial anterior, es la de decorar también el coche con banderines. El modelo más extendido es uno que tiene una sujeción especial en el extremo inferior de su mástil de plástico para anclarlo al marco de la puerta. Su tremenda popularidad debe de ser debido a lo fácil que es instalarlos. Muchos conductores no se conforman con uno y colocan dos o incluso más.
En Bristol muchos coches están engalanados de esta forma. Debe de tratarse de una constante en todo el país. El finde pasado estuve en Londres y observé que no sólo se podían ver coches con banderas inglesas sino también de otros países, algo de esperar dado el carácter multicultural de la capital británica. Vi también que muchos pubs y tiendas estaban decoradas con pupurrís de banderas de los participantes en mundial, dándole a los barrios un carácter más festivo y multinacional. Dentro de un par de semanas me bajo a España, y tengo curiosidad por ver cómo se está promocionando el Mundial allí. No creo que de forma tan payasa como aquí.
Más información: Proud patriots or just football fans? (BBC), There´s only one George Cross (The Guardian)
Desde hace semanas, toda Inglaterra está empapelada con los colores blanco y rojo. Mucha gente cuelga banderas inglesas de las ventanas de sus hogares (algunos de forma algo exagerada), y también muchos comercios tienen sus escaparates decorados con ristras de banderillas y demás parafernalia patriótica. Los supermercados como Sainsbury´s y Tesco, por supuesto, tienen su pasillo temático con las estanterías llenas de todo tipo de productos, juguetes o chuminadas (lo que aquí llaman novelties) con la bandera inglesa. Las grandes marcas también quieren sacar tajada de la obsesión mundialista, y muchas de ellas, como Coca-cola o Mars (la marca de chocolatinas), han colocado vallas publicitarias en las ciudades apoyando a la selección inglesa.
Todo esto llega a saturar, pero sin duda la más hortera de las modas, que ya pude ver en la Eurocopa reciente y quizás (no me acuerdo bien) en el mundial anterior, es la de decorar también el coche con banderines. El modelo más extendido es uno que tiene una sujeción especial en el extremo inferior de su mástil de plástico para anclarlo al marco de la puerta. Su tremenda popularidad debe de ser debido a lo fácil que es instalarlos. Muchos conductores no se conforman con uno y colocan dos o incluso más.
En Bristol muchos coches están engalanados de esta forma. Debe de tratarse de una constante en todo el país. El finde pasado estuve en Londres y observé que no sólo se podían ver coches con banderas inglesas sino también de otros países, algo de esperar dado el carácter multicultural de la capital británica. Vi también que muchos pubs y tiendas estaban decoradas con pupurrís de banderas de los participantes en mundial, dándole a los barrios un carácter más festivo y multinacional. Dentro de un par de semanas me bajo a España, y tengo curiosidad por ver cómo se está promocionando el Mundial allí. No creo que de forma tan payasa como aquí.
Más información: Proud patriots or just football fans? (BBC), There´s only one George Cross (The Guardian)
sábado, junio 10, 2006
El Mundial comenzó
Los ingleses llevan semanas preparándose este día, poniendo banderas en sus coches, decorando sus casas con los colores de su país y luciendo camisetas de la selección: hoy es el debut de Inglaterra en el Mundial de Alemania frente a Paraguay.
En Inglaterra, esta competición siempre se toma muy en serio. La gente está verdaderamente ilusionada y cree que tienen posibilidades de ganar. En esta ocasión, este sentimiento se mezcla con cierta melancolía, ya que se trata de la última competición del seleccionador inglés Sven-Goran Ericsson, el carismático y personalísimo entrenador que ha proporcionado memorables triunfos al equipo durante los últimos años.
Personalmente, aunque mi interés por el fútbol es bastante moderado, siempre disfruto mucho los mundiales de fútbol. Estoy de acuerdo con Borja: encuentro en esta competición un carácter festivo y un buen rollo que no veo en otras como la Liga de Campeones, la Eurocopa o, mucho menos, las ligas nacionales.
Desgraciadamente, en esta ocasión España no parece muy bien preparada. Lo cual, bien mirado, puede ser una bendición: es frustrante partir de favoritos, como en los últimos años, para caer luego de la forma más ignominiosa contra rivales de poca monta. En realidad, no deberíamos sorprendernos por ello. Mientras que para los jugadores ingleses jugar para la selección es un honor y una parte muy importante de su carrera deportiva, para los españoles a veces parece que sea un fastidio y una distracción de su labor prioritaria: ganar dinero y cultivar su figura en el lucrativo entorno de la liga nacional. La afición inglesa es también muchísimo más calurosa (algo que cansa a quienes no somos de aquí), mientras que la española tiende a ser bastante tibia. Veremos qué tal nos va el próximo viernes.
En Inglaterra, esta competición siempre se toma muy en serio. La gente está verdaderamente ilusionada y cree que tienen posibilidades de ganar. En esta ocasión, este sentimiento se mezcla con cierta melancolía, ya que se trata de la última competición del seleccionador inglés Sven-Goran Ericsson, el carismático y personalísimo entrenador que ha proporcionado memorables triunfos al equipo durante los últimos años.
Personalmente, aunque mi interés por el fútbol es bastante moderado, siempre disfruto mucho los mundiales de fútbol. Estoy de acuerdo con Borja: encuentro en esta competición un carácter festivo y un buen rollo que no veo en otras como la Liga de Campeones, la Eurocopa o, mucho menos, las ligas nacionales.
Desgraciadamente, en esta ocasión España no parece muy bien preparada. Lo cual, bien mirado, puede ser una bendición: es frustrante partir de favoritos, como en los últimos años, para caer luego de la forma más ignominiosa contra rivales de poca monta. En realidad, no deberíamos sorprendernos por ello. Mientras que para los jugadores ingleses jugar para la selección es un honor y una parte muy importante de su carrera deportiva, para los españoles a veces parece que sea un fastidio y una distracción de su labor prioritaria: ganar dinero y cultivar su figura en el lucrativo entorno de la liga nacional. La afición inglesa es también muchísimo más calurosa (algo que cansa a quienes no somos de aquí), mientras que la española tiende a ser bastante tibia. Veremos qué tal nos va el próximo viernes.
jueves, junio 08, 2006
Embutido, sí gracias
"Os íbamos a traer una barra de chorizo, pero luego pensamos que a lo mejor no nos lo dejaban pasar en la aduana así que la dejamos en España". Estas funestas palabras las pronunciaban el pasado fin de semana unos amigos que venían de visita a pasar unos días. Desgraciadamente no era la primera vez que las escuchaba.
Quede claro que, cuando invito a mis amigos a que vengan a visitarme, no espero que a cambio vengan cargados de salchichones ni otras suculencias españolas. Su simple compañía durante unos pocos días es suficiente alegría. Sin embargo, es cruel que te digan que han estado a un tris de empaquetar un par de longanizas pero que al final se lo han pensado dos veces, que ha sido por una decisión de última hora que te has quedado a escasos milímetros de poder disfrutar de una deliciosa barra de embutido.
Lo más sangrante es que todo es fruto de un malentendido. Como se puede leer en los pósters que suelen colgar en las salas de recogida de equipaje de los aeropuertos británicos, es legal importar desde otro país de la Unión Europa todo tipo de alimentos, incluyendo productos cárnicos, siempre y cuando sea en cantidades razonables y para uso personal. En el sitio web del Ministerio de Alimentación británico se puede encontrar un completo pero algo farragoso listado de preguntas frecuentes donde se explica esto. Ésta página del Servicio de Aduanas nos lo aclara de forma más concisa, al igual que esta otra de la Agencia de Alimentación británica.
Así que, queridos amigos, no temáis: podéis traer todo el embutido que os plazca. No sólo eso: también tacos de jamón, queso, vino, y todo tipo de manjares hispanos que se os ocurran. Serán bien recibidos. De hecho, para concienciar a los españoles he decidido promover una campaña cibernética de información. Que es además algo muy de blogueros. Si quieres participar en ella, bájate el icono de abajo y pégalo en tu página web enlazando con esta anotación. Entre todos, los expatriados españoles en Inglaterra podemos conseguir que en nuestras alacenas nunca falte una buena dotación de exquisiteces de nuestra querida España.
Quede claro que, cuando invito a mis amigos a que vengan a visitarme, no espero que a cambio vengan cargados de salchichones ni otras suculencias españolas. Su simple compañía durante unos pocos días es suficiente alegría. Sin embargo, es cruel que te digan que han estado a un tris de empaquetar un par de longanizas pero que al final se lo han pensado dos veces, que ha sido por una decisión de última hora que te has quedado a escasos milímetros de poder disfrutar de una deliciosa barra de embutido.
Lo más sangrante es que todo es fruto de un malentendido. Como se puede leer en los pósters que suelen colgar en las salas de recogida de equipaje de los aeropuertos británicos, es legal importar desde otro país de la Unión Europa todo tipo de alimentos, incluyendo productos cárnicos, siempre y cuando sea en cantidades razonables y para uso personal. En el sitio web del Ministerio de Alimentación británico se puede encontrar un completo pero algo farragoso listado de preguntas frecuentes donde se explica esto. Ésta página del Servicio de Aduanas nos lo aclara de forma más concisa, al igual que esta otra de la Agencia de Alimentación británica.
Así que, queridos amigos, no temáis: podéis traer todo el embutido que os plazca. No sólo eso: también tacos de jamón, queso, vino, y todo tipo de manjares hispanos que se os ocurran. Serán bien recibidos. De hecho, para concienciar a los españoles he decidido promover una campaña cibernética de información. Que es además algo muy de blogueros. Si quieres participar en ella, bájate el icono de abajo y pégalo en tu página web enlazando con esta anotación. Entre todos, los expatriados españoles en Inglaterra podemos conseguir que en nuestras alacenas nunca falte una buena dotación de exquisiteces de nuestra querida España.
lunes, junio 05, 2006
From Our Own Correspondent
He descubierto que uno de mis programas favoritos de BBC 4 está disponible en podcast (RSS). Se trata de "From Our Own Correspondent", un programa que se emite los sábados a las 11.30 de la mañana y en el que corresponsales de la BBC en distintos rincones del planeta presentan reportajes sobre asuntos relacionados con el lugar donde residen. A menudo, estos reportajes abordan noticias recientes desde una óptica distina, generalmente más humana, pero otras veces tratan sobre curiosidades y anécdotas del país en cuestión. El tono suele ser personal y distendido, lo cual los hace muy interesantes y fáciles de escuchar. Suelen ser una oportunidad fabulosa para aprender un poco sobre lugares remotos (o no tan remotos) o temas que no suelen figurar muy a menudo en la agenda de actualidad británica.
Temas relacionados en Parquestrit: In Our Time en podcast, La riqueza del inglés, en la BBC, Entrevistas contrarreloj en Today
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jueves, junio 01, 2006
Cheese Rolling Festival 2006
Como ya hablaba semanas atrás en la anotación sobre danza Morris, Inglaterra no es un país famoso por su abundancia de tradiciones populares. Algunas de ellas, sin embargo, son dignas de formar parte de la primera división mundial de eventos extravagantes.
Estoy hablando del Cheese Rolling Festival. El pasado lunes estuve cerca de Gloucester, a un poco menos de una hora al norte de Bristol, presenciando su edición anual. Este evento, celebrado en medio del campo, consiste en una serie de carreras en las que los participantes han de intentar atrapar un queso que se lanza cuesta abajo por la ladera de una colina, en concreto Cooper's Hill, cerca del pueblo de Brockworth. La pendiente, como se puede ver en las fotos, es muy pronunciada, y el queso, un double gloucestershire de tres kilos, tarda apenas segundos en alcanzar velocidades endiabladas. Las posibilidades de atraparlo son nulas y todo queda en una mera excusa para que las decenas de participantes de cada carrera se lancen temerariamente monte abajo con ánimo de llegar los primeros a la meta y llevarse el premio: el propio queso. No he encontrado en Internet mucha información sobre la historia del festival, pero parece que se celebra desde hace siglos.
Tirarse colina abajo detrás de un queso no es algo que inspire pensamientos solemnes, y como os imaginaréis, el carácter del Cheese Rolling es bastante festivo y humorístico. Tampoco recomiendo que asista quien vaya buscando presenciar una gesta deportiva elegante y grácil: con una pendiente así es imposible mantener el equilibrio, y los concursantes no tardan en tropezar y rodar cuesta abajo como peleles, dando violentas volteretas y cabriolas. Parte del espectáculo consiste también en ver cómo la línea de forzudos situados en meta frena a los participantes. Sin lugar a dudas, y a juzgar por el aspecto y las efectivas técnicas de placaje empleadas, deben de ser del equipo de rugby de los alrededores.
Como se puede ver por lo testimonial del premio (un simple queso), se trata de un evento muy familiar y --bendito sea-- prácticamente virgen de toda comercialización. Cuando llegué me esperaba encontrar el lugar completamente tomado por los mercadillos, puestos de comida, mesas de charities y carpas de los patrocinadores, como suele ser habitual en Inglaterra en este tipo de acontecimientos. Me quedé muy sorprendido de que sólo hubiese un modesto remolque vendiendo los tentempiés ingleses típicos de estas ocasiones (perritos calientes, hamburguesas, chips), una mesa donde unas viejecitas vendían DVDs caseros sobre el evento y poco más. La organizacion consistía simplemente en unos cuantos cordones y vallas, un par de carpas de primeros auxilios, varias ambulancias y un puñado de periodistas y cámaras atrincherados detrás de un parapeto de paja junto con el exiguo equipo organizador, el más visible de los cuales era el locutor de megafonía. Para participar no hace falta inscribirse en ningún lado; simplemente tener poco aprecio por la propia integridad física. Encontré absolutamente liberador que, en estos tiempos en los que el espíritu comercial contamina todas las expresiones de cultura popular aún se puedan encontrar eventos tan espontáneos como éste, y mucho más en Inglaterra.
Pero el que sea un festival de carácter fresco e informal no significa que no atraiga multitudes. Ya según me acercaba en coche al lugar se veían colas y colas de gente dirigiéndose al evento. Al llegar a la colina en cuestión el sitio ya estaba lleno hasta la bandera, a pesar de ser una hora antes del comienzo. Encontrar un sitio donde apostarse con buenas vistas no fue fácil: la acusada pendiente, unida al hecho de que estaba todo embarrado por las lluvias de los últimos días, hacía difícil encontrar sitio donde sentarse o permanecer de pie sin tener que hacer malabarismos. El público también tuvo que soportar estoicamente los caprichos del clima de ese día: sol deslumbrante, lluvia y granizo alternados en el transcurso de menos de una hora.
Hubo un total de cinco carreras, cada uno de cuyos quesos fue lanzado ceremoniosamente por una personalidad local. La última carrera tuvo que repetirse, ya que los participantes se lanzaron colina abajo antes de que se hubiese soltado. Entre queso y queso se organizaban carreras colina arriba, menos espectaculares pero indudablemente más trabajosas para los participantes. También hubo un buen número de espontáneos que aprovechaban los descansos entre carreras para lanzarse colina abajo. Los equipos médicos tuvieron que atender a unas cuantas personas, pero un número bastante menor del que uno se hubiese imaginado.
En resumen, fue una experiencia absolutamente fantástica. Os recomiendo que visitéis el sitio web de la BBC sobre el festival, en donde encontraréis la crónica de la edición de este año y de los dos anteriores, vídeos y fotos incluidas. Menos información encontraréis en el sitio web oficial. He subido a Flickr una selección de las fotos que tomé del evento (junto con otras que tomé en Painswick, un pueblo cercano), y aquí abajo encontraréis un video de una de las carreras (aquí hay otro). El bólido que se ve atravesando la imagen en los primeros segundos es el queso. De todos modos, en mi reportaje gráfico multimedia no se aprecia muy bien la temeridad que es participar en la carrera, ya que mi visibilidad se limitaba a la zona de la meta, donde la pendiente es menos empinada. Recomiendo que veáis los vídeos de la BBC, en especial el de la primera carrera.
Más información: Cheese Rolling Festival (BBC), Sitio Web Oficial del Cheese Rolling Festival
Estoy hablando del Cheese Rolling Festival. El pasado lunes estuve cerca de Gloucester, a un poco menos de una hora al norte de Bristol, presenciando su edición anual. Este evento, celebrado en medio del campo, consiste en una serie de carreras en las que los participantes han de intentar atrapar un queso que se lanza cuesta abajo por la ladera de una colina, en concreto Cooper's Hill, cerca del pueblo de Brockworth. La pendiente, como se puede ver en las fotos, es muy pronunciada, y el queso, un double gloucestershire de tres kilos, tarda apenas segundos en alcanzar velocidades endiabladas. Las posibilidades de atraparlo son nulas y todo queda en una mera excusa para que las decenas de participantes de cada carrera se lancen temerariamente monte abajo con ánimo de llegar los primeros a la meta y llevarse el premio: el propio queso. No he encontrado en Internet mucha información sobre la historia del festival, pero parece que se celebra desde hace siglos.
Tirarse colina abajo detrás de un queso no es algo que inspire pensamientos solemnes, y como os imaginaréis, el carácter del Cheese Rolling es bastante festivo y humorístico. Tampoco recomiendo que asista quien vaya buscando presenciar una gesta deportiva elegante y grácil: con una pendiente así es imposible mantener el equilibrio, y los concursantes no tardan en tropezar y rodar cuesta abajo como peleles, dando violentas volteretas y cabriolas. Parte del espectáculo consiste también en ver cómo la línea de forzudos situados en meta frena a los participantes. Sin lugar a dudas, y a juzgar por el aspecto y las efectivas técnicas de placaje empleadas, deben de ser del equipo de rugby de los alrededores.
Como se puede ver por lo testimonial del premio (un simple queso), se trata de un evento muy familiar y --bendito sea-- prácticamente virgen de toda comercialización. Cuando llegué me esperaba encontrar el lugar completamente tomado por los mercadillos, puestos de comida, mesas de charities y carpas de los patrocinadores, como suele ser habitual en Inglaterra en este tipo de acontecimientos. Me quedé muy sorprendido de que sólo hubiese un modesto remolque vendiendo los tentempiés ingleses típicos de estas ocasiones (perritos calientes, hamburguesas, chips), una mesa donde unas viejecitas vendían DVDs caseros sobre el evento y poco más. La organizacion consistía simplemente en unos cuantos cordones y vallas, un par de carpas de primeros auxilios, varias ambulancias y un puñado de periodistas y cámaras atrincherados detrás de un parapeto de paja junto con el exiguo equipo organizador, el más visible de los cuales era el locutor de megafonía. Para participar no hace falta inscribirse en ningún lado; simplemente tener poco aprecio por la propia integridad física. Encontré absolutamente liberador que, en estos tiempos en los que el espíritu comercial contamina todas las expresiones de cultura popular aún se puedan encontrar eventos tan espontáneos como éste, y mucho más en Inglaterra.
Pero el que sea un festival de carácter fresco e informal no significa que no atraiga multitudes. Ya según me acercaba en coche al lugar se veían colas y colas de gente dirigiéndose al evento. Al llegar a la colina en cuestión el sitio ya estaba lleno hasta la bandera, a pesar de ser una hora antes del comienzo. Encontrar un sitio donde apostarse con buenas vistas no fue fácil: la acusada pendiente, unida al hecho de que estaba todo embarrado por las lluvias de los últimos días, hacía difícil encontrar sitio donde sentarse o permanecer de pie sin tener que hacer malabarismos. El público también tuvo que soportar estoicamente los caprichos del clima de ese día: sol deslumbrante, lluvia y granizo alternados en el transcurso de menos de una hora.
Hubo un total de cinco carreras, cada uno de cuyos quesos fue lanzado ceremoniosamente por una personalidad local. La última carrera tuvo que repetirse, ya que los participantes se lanzaron colina abajo antes de que se hubiese soltado. Entre queso y queso se organizaban carreras colina arriba, menos espectaculares pero indudablemente más trabajosas para los participantes. También hubo un buen número de espontáneos que aprovechaban los descansos entre carreras para lanzarse colina abajo. Los equipos médicos tuvieron que atender a unas cuantas personas, pero un número bastante menor del que uno se hubiese imaginado.
En resumen, fue una experiencia absolutamente fantástica. Os recomiendo que visitéis el sitio web de la BBC sobre el festival, en donde encontraréis la crónica de la edición de este año y de los dos anteriores, vídeos y fotos incluidas. Menos información encontraréis en el sitio web oficial. He subido a Flickr una selección de las fotos que tomé del evento (junto con otras que tomé en Painswick, un pueblo cercano), y aquí abajo encontraréis un video de una de las carreras (aquí hay otro). El bólido que se ve atravesando la imagen en los primeros segundos es el queso. De todos modos, en mi reportaje gráfico multimedia no se aprecia muy bien la temeridad que es participar en la carrera, ya que mi visibilidad se limitaba a la zona de la meta, donde la pendiente es menos empinada. Recomiendo que veáis los vídeos de la BBC, en especial el de la primera carrera.
Más información: Cheese Rolling Festival (BBC), Sitio Web Oficial del Cheese Rolling Festival
Marquesinas inglesas
Muy interesante la reflexión de Borja en su blog sobre el hecho de que en Inglaterra las marquesinas de las paradas de autobús estén orientadas hacia la acera en vez de hacia la carretera. En contra de todo indicio, parece que hay una lógica detrás.
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