Odio los pubes irlandeses de Madrid. Hace bastantes años, cuando estos locales se pusieron de moda en la ciudad, sí que me gustaban, ya que aportaban a la noche madrileña una alternativa exótica a los bares de toda la vida, no muy ambiciosos en lo estético. Con el tiempo empezaron a aparecer más y más como hongos, y gradualmente empecé a cogerles manía. Empezó a aburrirme la repetición poco imaginativa de los mismos tópicos decorativos: anuncios antiguos de Guinness, estanterías de libros, aperos de labranza colgados de los techos, etc.
Pero lo que un día realmente me rompió el corazón fue ver cómo La Fontana de Oro, un café-bar típicamente madrileño, uno de los más antiguos de la ciudad y protagonista nada menos que de una novela de Benito Pérez Galdós del mismo nombre, había sufrido una redecoración superficial y se había convertido en pub irlandés. A la decoración de antes, consistente en paneles de azulejos con retratos de personalidades literarias y políticas de la España del siglo XIX, se le había superpuesto un perezoso "barniz" irlandés consistente en los consabidos mencionados de Guinness y no mucho más, dando como resultado un ambiente muy anodino. Si se hubiese tratado de una fusión hispano-irlandesa real podría haber tenido su interés, pero aquello no era más que un revuelto extravagante. Lo único que agradecí es que el propietario del local no había desechado la decoración antigua, de modo que en el futuro, cuando recobre el buen sentido, quizás pueda recuperar el aspecto original.
No estaría escribiendo estas líneas si las pasadas vacaciones de Semana Santa, paseando por la ciudad, no hubiese descubierto con fastidio que lo que le había pasado a la Fontana de Oro también lo han sufrido al menos otros dos bares de Madrid. El de la imagen es La Fontanilla, cerca de la calle Toledo. La foto no es muy buena (la hice con el móvil) pero muestra claramente un tradicional bar madrileño convertido en pub irlandés gracias al anuncio de Guinness y un par de tréboles.
He de decir que no tengo nada en contra de los irlandeses, y cuando he estado en Irlanda he disfrutado mucho en sus pubs, que como es de esperar no tienen mucho que ver con la versión sucedánea de ellos que Madrid y otras ciudades han importado. No entiendo por qué esa sobreabundancia de pubs irlandeses, sin que a nadie se le haya ocurrido montar pubs de ambiente inglés (que por otro lado, no son muy distintos).
Me preocupa cómo se va extendiendo en Madrid el gusto por los ambientes artificiales y falsos, en muchos caso propagado por el modelo de negocio de la franquicia. La crítica que hago a los pubs irlandeses se puede extender a tantas cafeterías, como Café y Té o Jamaica, que imponen una decoración predecible (sacos de café, decorado colonial, tonos ocre). Desde hace poco, Cañas y Tapas amenaza con lo mismo: locales clónicos y sin alma replicando el mismo tipo de decoración, supuestamente inspirada en la del bar tradicional, y que tampoco aportan nada destacable en lo culinario. La individualidad de sitios geniales y auténticos como Matador, un fantástico bar que descubrí en la calle Cruz hace poco, peligra ante la marea uniformadora que se nos está viniendo encima.
2 comentarios:
Estoy contigo al 100%. da pena ir de cañas y no encotrar mas que asco de franquicias donde te cobran por la tapa y ademas lo ponen como novedoso y estupendo!
lo mismo pasa con las cafeterias, tiendas de ropa, etc.
tambien te apoyo en tu critica a los bares irlandeses, aunque debes admitir que esta bien ir de vez en cuando para ligar a gusto con las giris faciles que los pueblan.
un saludo
Totalmente de acuerdo!
¿Qué fue de los pioneros en la importación de cervezas y decorados originales irlandeses en Madrid? Me acuerdo de una pequeña taberna en lo que hoy es el Tres Cuartos, donde podías encontrar grifos de Caffrey's de varios tipos, regentado por auténticos aficionados a la cerveza.
Eso ha dado paso al cáncer de la franquicia, la globalización de las distribuidoras y demás productos de la globalización que sobran. hoy día importar una cerveza extranjera pasa por la bajada de pantalones ante las grandes, o arriesgarse a que no vaya ni cristo a tu local, pese a que el mercado de cervezas de calidad va en aumento frente al público de cañeo...
La franquicia es la solución fácil, y da pena cómo las cadenas de Heineken ya te dan el nombre de la franquicia (generalmente un apellido galés o irlandés. o que pase por ello con un apóstrofe)y hasta los grifos de cerveza, decoración y mesas en forma de máquina Singer!
Ya lo de Cañas y Tapas ni me molesto en comentarlo, porque bordea el concepto de estafa.Que pena..
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