He sido un poco vaguete y aún no he hablado del tema político estrella en el Reino Unido desde hace varias semanas: las elecciones generales que se celebrarán en dos semanas, el día 5 de mayo. Desde principios de abril estamos de campaña electoral.
Todo el mundo espera que el actual primer ministro Tony Blair gane estas elecciones para el partido Laborista y sirva un tercer mandato, previsiblemente el último. Esto a pesar de haber sufrido durante la última legislatura un tremendo desgaste político, debido sobre todo al haber involucrado al país en la guerra de Irak basándose en mentiras. Otros asuntos, como la aprobación de una subida de las tasas universitarias rompiendo una antigua promesa electoral, o la introducción de hospitales-fundación, considerados por muchos como un paso hacia la privatización de la sanidad, han mellado enormemente la popularidad del primer ministro. En el parlamento estas medidas fueron votadas en contra por un buen número de diputados de su propia formación, en una rebelión que dio mucho que hablar.
Por todo ello, se prevé que va a ser muy difícil que Blair logre la victoria arrolladora que logró en las anteriores elecciones, pero aún así no se duda que ganará. Las esperanzas para el principal partido de la oposición, los Conservadores, son mínimas. Su actual líder, Michael Howard, un antiguo ministro en tiempos de Margaret Thatcher, parece haber tenido más éxito que sus antecesores en cohesionar el partido, pero la popularidad de éste sigue siendo bastante baja. Durante todos estos años, el "Nuevo Laborismo" de Blair se ha apropiado en gran medida y han continuado la política económica de Thatcher, de modo que los conservadores han perdido su principal baza. Howard está recuyendo a la visión catastrofista de los actuales problemas del país, al mismo tiempo que presenta propuestas fuertemente derechistas, como bajar los impuestos y ser duro en cuestiones de ley y orden. Pero su apuesta más dura y arriesgada es el tema de la inmigración, que considera que hay que limitar fuertemente. Según las encuestas, muchas de sus ideas son acogidas positivamente por los británicos, pero desgraciadamente para él esto no está bastando para mejorar la intención de voto de su partido.
De forma novedosa en estas elecciones hay un tercero en discordia: Charles Kennedy, candidato del partido Liberal-Demócrata, o LibDems, como se les llamá aquí. Su perfil ideológico es bastante difícil de etiquetar. Yo los describiría centristas, aunque muchas de sus propuestas económicas están más a la izquierda que las de los laboristas. Desde mediados del siglo XX, los liberal-demócratas han sido una fuerza testimonial en la política británica. El Reino Unido tiene un sistema electoral que favorece enormemente el bipartidismo: el país está dividido en minúsculas circunscripciones que dan escaño al partido más votado, independientemente del porcentaje de voto. Además, los libdems tienen fama (quizás inmerecida) de partido poco serio, de ideas algo alocadas. El desgaste laborista, sin embargo, ha resultado ser su mejor oportunidad, que están aprovechando. En las recientes elecciones europeas y locales obtuvieron unos resultados muy buenos. Su mejor activo es haberse opuesto firmemente desde el principio a la guerra de Irak. Para estas elecciones presentan además un programa muy atractivo de corte populista y posiblemente impracticable. Proponen la gratuidad de la la enseñanza universitaria, sustituir el impopular impuesto municipal (Council Tax) por un impuesto local basado en ingresos, están en contra de la introducción de los carnés de identidad y apuestan por un tramo adicional en el impuesto de la renta para ingresos de más de 100.000 libras. Está por ver si son capaces de capitalizar el voto de castigo y, acercarse a su sueño de desplazar a los consevadores como primer partido de la oposición.
Fuentes: especial de las elecciones de la BBC
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