Hace un par de semanas el Guardian publicaba un reportaje (enlace) sobre algo en lo que me llevo fijando desde hace tiempo: la manía de los supermercados británicos por venderlo todo envasado, incluyendo productos que siempre se han vendido sueltos o al peso, como frutas y verduras. En su celo empaquetador llegan al absurdo de vender manzanas en bandejas de cuatro, o brotes de brécol plastificados. Lo mismo pasa con la carne o el pescado: no todos los supermercados tienen mostradores de carnicería o pescadería, así que te tienes que conformar con comprar los filetes en bandejas. En otros artículos que sí que tiene sentido empaquetar, como los bollos, no les parece suficiente meterlos en bolsas sino que dentro de éstas incluyen una bandejita de plástico para que no se muevan y queden más ordenaditos y vistosos.Me imagino que los motivos por los que lo hacen son logísticos: los productos empaquetados en envases de forma regular son más fáciles de desplazar de un lado a otro. Cualquiera que sea la razón, el Gobierno británico está preocupado por la cantidad excesiva de desperdicios que se generan y ha amenazado con introducir tasas que graven los empaquetados difíciles de reciclar y los productos desechables. Como éste gráfico muestra, el Reino Unido está en la cola de Europa en cuanto a reciclaje de basuras de refiere, y las distintas administraciones del estado están haciendo penosos esfuerzos por que la gente genere menos desperdicios. Quienes peor lo llevan son los ayuntamientos, a los que les suelen caer estrictas multas cuando incumplen los límites de vertidos en landfill (vertederos enterrados) impuestos por la Unión Europea. Como por ejemplo Bristol, que es una de las ciudades del Reino Unido con peores estadísticas de reciclaje. Esto ha llevado al Ayuntamiento a introducir recientemente un nuevo esquema de recogida de basuras realmente restrictivo (de esto hablaba Paulita hace unas semanas).
A aquellos pesimistas que se piensan que en España siempre somos los peores en todo quizás les alegre saber que las estadísticas de reciclaje que menciono más arriba nos sitúan por encima del Reino Unido e Italia, a mitad de la tabla tirando para abajo. Aunque parece que la moda empaquetadora que hace furor en el Reino Unido no anda lejos de llegar al país: el otro día un amigo que vino de visita trajo a casa una caja de mazapanes, en la que éstos venían empaquetados en bolsitas individuales.






Organizar sorteos es una de las tácticas publicitarias más antiguas y me imagino que más efectivas, porque se sigue haciendo desde hace años. Cuando eres pequeño los premios y los concursos excitan mucho la imaginación, y durante mi infancia, como todo el mundo, participé en decenas de concursos, cumplimentando trabajosamente las diversas condiciones necesarias: recortar cupones de revistas, reunir tapas de yogures, juntar etiquetas. Toda esta disciplinada actividad no sirvió para mucho: lo único que me llegó a tocar fue un monopatín que regalaban en una rifa de un supermercado al lado de mi casa. Ya de joven, perdí el interés hacia este tipo de cosas, y desde hace ya unos años evito expresamente este tipo de competiciones. Los datos personales se han convertido en un preciado tesoro, y la probabilidad ínfima de ganar un iPod en un sorteo no compensa la avalancha de correspondencia basura de la Galería del Coleccionista que con toda certeza empezarás a recibir después de mandar el cupon con tus señas.
Esta peculiaridad da lugar a situaciones bastante graciosas. Hace unos años, Walkers lanzó una promoción en la que se podían encontrar billetes de 20 libras dentro de bolsas de patatas fritas. Las bases de la promoción, en letra pequeña, afirmaban que no era necesaria ninguna compra para participar. Es una lástima no tener el texto original, pero por lo que recuerdo se añadía que sólo había que mandarles los datos personales para que un empleado de Walkers jugase por ti, abriendo una bolsa y mirando dentro si te había tocado el billete.
