A pocos metros del puente colgante de Clifton, en lo alto de una colina, se encuentra una de las atracciones más curiosas de Bristol: el Observatorio de Clifton, en cuyo interior se puede encontrar una de las pocas cámaras oscuras que quedan en el Reino Unido.
Una camara oscura es una instalación óptica consistente en un espacio cerrado en el que se proyectan imágenes del exterior recogidas a través de una abertura, según el mismo principio que hace posible la fotografía. Este tipo de artefactos son conocidos desde hace siglos, y en pequeño formato fueron utilizados por artistas como Da Vinci o Vermeer. En la época victoriana, las camaras oscuras fijas, instaladas en el interior de casetas o edificios, eran una atracción bastante común que se podía encontrar en muchos pueblos costeros de veraneo del sur de Inglaterra.
La camara oscura de Clifton fue construida a mediados del siglo XIX por el artista local William West, quien en 1828 arrendó la finca que rodeaba las ruinas de un antiguo molino de viento, reconstruyó el edificio y se trasladó a vivir allí. En la torre también instaló telescopios y aparatos de observación astronómica, e hizo cavar un pasadizo subterráneo, uniéndola con la Cueva de los Gigantes, una gruta ubicada metros más abajo en la pared de la garganta de Avon. West debía de ser sin duda un personaje bastante peculiar; desgraciadamente no he encontrado mucha información sobre él en internet. Parece ser que fue uno de los primeros fotógrafos de la ciudad.
El monumento ha sobrevivido en razonable estado de conservación hasta la actualidad, y la camara oscura sigue en funcionamiento, abierta al público por el módico precio de dos libras (más una adicional si se desea visitar también la Cueva de los Gigantes, que es bastante más modesta de lo que su grandilocuente nombre indica). El edificio ha sido restaurado recientemente, aunque parece que se han limitado a mantener la integridad de la estructura, ya que su interior sigue siendo bastante poco vistoso. A través de unas puertas de vaivén se entra a una sala a oscuras, ocupada casi en su totalidad por una pantalla cóncava horizontal de algo más de metro y medio de diámetro. En la parte superior de la sala hay una cabeza consistente en un juego de espejos y una lente que proyectan sobre la pantalla imágenes del exterior. Empujando un brazo metálico que cuelga de ella es posible hacerla girar 360º, permitiendo observar todo el paisaje que rodea la torre. La instalación no tiene aspecto de haber sido reconstruida, y posiblemente sea la misma que West montó en el siglo XIX. Aparte de la cámara oscura, el edificio no tiene mucho interés, aunque a través de las destartaladas ventanas de la planta superior las vistas de los alrededores son bastante buenas. Las dos plantas de más abajo están vacías. El que esté todo tan descuidado tiene una ventaja: la visita es bastante informal, sin guías ni guardias encima tuyo: eres tú mismo quien maneja el brazo que hace girar el cabezal, y puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
Parece mentira, pero la experiencia de visitar la cámara oscura es bastante asombrosa. Desde luego, la tecnología de hoy nos ofrecen maravillas mucho más espectaculares, pero el aire de complejidad y los elevados precios que suelen tener los aparatos electrónicos de estos tiempos, de algún modo, hacen que parezca natural que sean capaces de obrar prodigios. Por eso, cuando vemos que un mecanismo tan sencillo como el de la cámara oscura es capaz de producir un resultado tan llamativo e inmediato, sin complicadas manipulaciones intermedias, el impacto es mucho mayor.
La impresión es similar a la de ir al cine, solo que sabiendo que lo que estamos viendo es real y está ocurriendo afuera en ese mismo momento. La vista más interesante es la del puente colgante. También se puede ver al perfil del barrio de Clifton, con sus hileras de casas georgianas. En verano los alrededores del observatorio están llenos de gente, y es muy divertido verlos en pequeñito, paseando, tomando el sol o comiendo de picnic bajo nuestros ojos. Uno se siente una especie de dios vigilando a los minúsculos humanos hormiguear debajo, desprevenidos de estar siendo observados.
Aparte de la de Bristol, en el Reino Unido hay un puñado de otras cámaras oscuras abiertas al público. De ellas, he estado en la de Eastbourne y en Hastings, además de en la de Edimburgo , donde hay instalado un museo de la imagen y la fotografía muy interesante. En España hay una cámara oscura en Cadiz, instalada hace pocos años.
Más información:
The Magic Mirror of Life: an appreciation of the camera obscura
Cámara oscura (Wikipedia)
Breve reseña sobre William West (Bristol Online)
Documento del Ayuntamiento de Bristol describiendo la historia del Observatorio
1 comentario:
A pesar de haber vivido en Eastbourne nunca supe que tuviera una cámara oscura.
Saludos.
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