Es durante los fines de semana cuando lo llevo peor. Muchas veces me descuido y duermo hasta tarde, sobre todo si he salido por la noche el día anterior. Eso significa desayunar no más pronto de las once, por lo cual el almuerzo se retrasa hasta las las tres o incluso las cuatro. Dado que las tiendas cierran a las cinco, si quiero bajarme al centro a comprarme algo o simplemente a pasear, o bien salgo después de comer, con lo cual apenas me quedan un par de horas para hacer lo que tenga que hacer, o bien salgo después de desayunar y como fuera.
Desde luego, lo anterior no tiene mucho de problema; porque un día se coma a deshora no pasa nada. Pero hay otras veces que las costumbres horarias inglesas sí que son fastidiosas. Uno de estos ejemplos es que en el Reino Unido es muy complicado encontrar cafeterías que abran más tarde de las cinco o las seis. Es algo realmente frustrante, sobre todo en esos días de invierno que se ha estado dando vueltas por la ciudad todo el día y se mataría por una taza humeante de café con leche para resucitar y entrar en calor. En Bristol hay unos cuantos sitios donde sí se puede ir, afortunadamente: los de más soleras son el Boston Tea Party, en Park Street, o el Watershed, abajo de la misma calle. Pero en ciudades más pequeñas e incluso en muchas zonas del centro de Londres es imposible. Después de las cinco, la única posibilidad si se quiere ir a tomar algo son los pubs. Y sobre esas horas, a mí una cerveza no me entra.
Debe de ser que para los británicos el café es algo de tomar por la mañana. Al fin y al cabo, los ingleses no son de tomar café. Por ello, en el Reino Unido hay muy pocas cafeterías como Dios manda, de esas a lo europeo, con camareros que te van a atender a la mesa. Casi todas siguen el horripilante modelo Starbucks, donde has de ir a un mostrador a pedir tu carísimo caffè latte (que a menudo te servirán en vaso de papel), luego a algún mueble a unos pasos de distancia a recoger la cucharilla y el azúcar, y finalmente a la mesa. Muchas de estas cafeterías hacen las veces de tienda de sandwiches, vendiendo diariamente almuerzos a los trabajadores que bajan a la calle durante el descanso de las comidas.
Sí, echo muchísimo de menos los cafés españoles. Hasta en la cafetería más cutre suelen servir cafelitos más ricos que los que encuentro aquí. Pero no sólo por el café; es la experiencia acompleta de la cafetería española tradicional la que añoro. Los camareros antipáticos, los asientos forrados de escay, los paneles por encima de la barra con fotos de platos combinados. Y los utensilios de la liturgia cafetera. Las bolsas de azúcar decoradas con textos o dibujos educativos (banderas del mundo, dioses griegos, hechos históricos). O esos entrañables servilleteros que dispensan esas servilletas malísimas que ni secan ni nada pero con los que se puede juguetear cuando las conversaciones son aburridas...
Bien por azar, o bien por compartir conmigo el mismo interés por las minucias, quizás alguno de quienes me leéis habréis observado la presencia de pequeños escuditos de distintos miembros de la Casa Real Británica en algunos anuncios en revistas o periódicos españoles. No sé si sigue ocurriendo, pero recuerdo sin duda haberlos visto en el pasado en la publicidad (y quizás en las etiquetas) de algunos productos, sobre todo whiskys y licores como J&B o Gordon's. Estos escuditos siempre han capturado mucho mi curiosidad (junto con esas medallas y trofeos de ferias ocurridas hace décadas que aparecen en muchas botellas de cerveza).
Lo gracioso es que, pese a que estos sellos son empleados por muchas empresas en países como España para dar un aire distinguido y pomposo a sus productos, en el Reino Unido los
Hoy el suplemento diario del Guardian G2 ha sido un
Esta hostilidad se manifiesta, sobre todo, a través el fútbol. Los partidos entre las selecciones inglesa y alemana son acontecimientos trascendentales en el Reino Unido, y las ocasiones en las que Inglaterra vence al país germano son apoteosis del revanchismo. En particular, hay dos encuentros históricos que son aún recordados a través de
...no te quites el sayo. O, tratándose del Reino Unido, hasta el 40 de junio. O de julio.
Es curioso lo de la aviación. Desde hace ya varios volar ha dejado de ser una manera glamurosa de viajar, con vuelos baratos que te llevan al otro rincón de Europa por menos de 100 euros. La gente se ha acostumbrado ya a los retrasos, sobreventas, cancelaciones y pérdidas de equipajes, y en aquellos vuelos en los que aún dan comida a bordo suelen ser horribles bazofias que se comen juntando mucho los cubiertos de plástico porque no hay suficiente sitio en el asiento.
El A380 ha pasado por Bristol sobre el medio día. A mí me habían avisado ayer del evento pero hoy se me había pasado por completo, y se me olvidó salir a la calle a esperarlo con mis prismáticos a lo 












Cuando Chirac, resentido porque Blair se negaba a renunciar al