En Inglaterra, igual que en España, estamos pasando un periodo de sequía.
Esto, que en medio de este desvaído verano inglés, el más lluvioso y templado que recuerdo, trufado de tormentas y en el que las temperaturas les cuesta un tremendo esfuerzo subir de los 20ºC, suena a sarcasmo. Es, sin embargo, cierto, y en zonas del sureste de Inglaterra se han empezado a promulgar las primeras restricciones tímidas, en concreto la prohibición de regar con mangera. En Londres se ha tenido que abrir un acuífero de reserva para hacer frente a la demanda.
A decir verdad, este invierno ha sido precisamente uno de los menos lluviosos y más soleados desde que estoy aquí. Esto, que ha sido positivo para mantener los ánimos en los tristes meses invernales, no lo ha sido tanto para las reservas de agua inglesas. En un país donde todo está acostumbrado a que llueva cada pocos días, a poco que pasen un par de semanas sin que haya precipitaciones las infraestructuras empiezan a sufrir. Además, la mentalidad de ahorro que hay en otros países como (supuestamente) España no existe aquí: la mayoría de la gente paga una tarifa plana que les permite usar tanta agua como deseen, y en ciudades como Londres se estima que las fugas debido a fallos en la red de suministro llegan en algunas áreas al 30% del caudal total.
Más información: Water restrictions loom closer as aquifer tapped (The Guardian)
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