El sábado pasado me llevé una alegría: paseando con unos amigos por el French Market en Queen Square, durante el Harbour Festival, nos encontramos con el puesto de churros que aparece en la foto. A todos se nos animó patéticamente la cara, y nos apresuramos a comprar un cucurucho. Salió ridículamente caro (3 libras), pero nos dio igual. El puesto, curiosamente, lo llevaba una francesa. No sabía que este manjar fuese conocido en Francia.
En Inglaterra, como es lógico, es bastante difícil encontrar churros, pero no imposible. En Londres hay una "churrería española" en Bayswater, donde también sirven comida típica como pinchos de tortilla o paella. A veces en festivales o ferias, como en esta ocasión, es posible encontrar puestos vendiendo churros, pero casi siempre suelen ser derivados extraños no muy parecidos al original. Los del otro día, sin embargo, sin ser una maravilla sí que eran genuinos churros españoles.
A mí los churros y las porras (más éstas últimas) me encantan. Cuando vivía en España solía desayunarlos todos los domingos. Es una de las cosas que más echo de menos; tanto es así que me compré una churrera en España y me la traje para poder cocinarlos en casa. Son más fáciles de hacer de lo que se podría uno imaginar. Sólo se necesita agua caliente, harina y una pizca de sal, aunque se mancha mucho y es un poco peligroso por que hay que manejar bastante cantidad de aceite a mucha temperatura. Lo que es más complicado es lograr la misma textura esponjosa que los de churrería. Aún no lo he logrado, pero los resultados suelen ser lo suficientemente buenos como para mitigar un poco la morriña.
Aunque los churros no son una de las delicias españolas más conocidas fuera del país, han llegado más lejos de lo que la gente imagina. Hace cosa de un año, cuando aún vivía en Maidenhead, solía ir dos veces a la semana después del trabajo a clases de japonés en Reading. En una ocasión estabamos en clase hablando de comida española, y salieron las mismas especialidades de siempre: paella, tapas, chorizo. Una de las profesoras me habló de un tipo de comida española que había probado y le había gustado mucho. Al principio no le entendí, ya que los japoneses siempre pronuncian las palabras extranjeras "a la japonesa" de forma bastante ininteligible. Pero luego cogió un rotulador y con estupenda sorpresa vi cómo dibujaba en la pizarra la inconfundible silueta de un churro. Por lo visto, mi profesora los había probado una vez en Disneyland Tokyo, y le habían gustado mucho. Supongo que deben de tener algún pabellón temático español ahí, o algo similar. En realidad el que conozcan los churros en Japón no es tan sorprendente: los japoneses suelen ser muy golosos, y al mismo tiempo tienen mucha curiosidad por probar cosas extranjeras. El siguiente día de clase, antes de salir para la academia, saqué la churrera en casa e hice una tanda rápida bien aderezada de azúcar que, como buen pelota que soy, llevé a clase, donde fueron degustados con gran regocijo por profesores y alumnos.
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