Sobre las seis de la tarde he llegado a casa y he podido ver por fin las imagenes de los atentados de Londres. Hace unos minutos he estado viendo el telediario de las 10 de la BBC. Durante toda la mañana que he seguido las noticias a través de Internet, pero es ahora con las imágenes y los testimonios de la gente con las que he sentido realmente la violencia y el horror de los hechos. En concreto, me han impactado las imágenes y vídeos de aficionado, que algunos testigos han tomado con sus teléfonos móviles, en las que se ven las escenas de las explosiones, o el interior de los vagones de metros a oscuras y las multitudes de gente caminando por los túneles del metro en busca de la salida.
El número confirmado de víctimas a esta hora es de 38; decidir si es un número alto o bajo es competencia de los expertos en estas cosas, pero a mí me parece bastante reducido considerando lo espectacular de los atentados.
Mañana los periódicos aparecerán en los quioscos llenos de noticias y análisis que todo el mundo leeremos con fruición, y comenzará la cacofonía de opiniones, reacciones y proclamas. Todo el mundo apunta a Al Qaida como culpables pero todavía nadie se atreve a atribuirles concluyentemente este crimen.
Es interesante ver como, pese a que el tipo de atentado es muy similar al de Madrid, la reacción tanto de la población británica como de sus gobernantes ha sido muy distinta. Me imagino que habrán concentraciones y posiblemente manifestaciones de repulsa, aunque dudo que sean tan multitudinarias como las que hubo en España con motivo del 11M. Tampoco creo que surja aquí ningún símbolo como el del lazo negro; el carácter británicos es, en este tipo de cosas, menos sentimental que el español. Como decía en mi anterior artículo, los ingleses parece que tengan horchata en vez de sangre en las venas y, aquí en Bristol, ni en el trabajo ni en la calle he visto ningún ambiente distinto del de cualquier día normal.
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