Durante las últimas semanas, la atención de todo el mundo ha estado dirigida hacia el Reino Unido. Los sangrientos atentados suicidas del 7 de julio, en los que murieron más de 50 personas, seguidos de los sucesivos atentados frustrados del 21 del mismo mes y la posterior caza de los responsables de éstos últimos han sido seguidos con atención y preocupación en el resto de Europa y, posiblemente, con especial interés en España, donde hace cosa de un año sufrimos nuestra propia ración de fanatismo terrorista. La policía londinense, desde el momento de los primeros ataques, ha estado trabajando frenéticamente para descubrir a los culpables de los dos actos criminales. Pese a que el viernes pasado lograron capturar a los tres sospechosos restantes de la intentona criminal del 21 de julio, en una jornada electrizante de espectaculares redadas por todo Londres, el éxito ha sido empañado por el homicidio, por parte de agentes armados de paisano, de un joven brasileño que fue confundido por un terrorista suicida. Las dudosas circunstancias de esta muerte aún tienen que aclararse.
La policía británica es, pues, una de las protagonistas estelares de los eventos de estas semanas. En los medios de comunicación se habla mucho de la emblemática Scotland Yard, ya presente en el imaginario popular de los no británicos gracias a las historias de Sherlock Holmes, entre otras. Seguramente muchos sepan que el nombre de Scotland Yard se refiere al la calle donde antiguamente estaba la sede de la policía en Londres, pero estoy seguro de que pocos saben que "Scotland Yard" se refiere no a la policía británica en su conjunto sino únicamente al cuerpo de policía de la capital.
La policía en el Reino Unido está organizada de forma muy distinta a la del resto de Europa. En España tenemos varios cuerpos de policía, ocupando ámbitos geográficos y de competencias que a menudo se solapan, de modo que muy a menudo la coordinación es bastante mala. Tenemos la Policía Nacional, algunos cuerpos de policía autonómica, la Guardia Civil (que en realidad es un cuerpo paramilitar) y las policías urbanas o municipales. En el Reino Unido, sin embargo, la estructura es mucho más sencilla: no hay un único cuerpo de policía de ámbito nacional, sino 49 cuerpos regionales, dependientes directamente del Home Office o Ministerio del Interior.
Aunque la organización territorial del Reino Unido tradicionalmente se ha hecho en condados, las demarcaciones de los cuerpos de policía no siguen las mismas fronteras. Esto es algo muy frecuente en el Reino Unido: las distintas maneras de dividir el país administrativamente casi nunca son coincidentes (policía, códigos postales, matrículas, etc).
De este modo, Scotland Yard es la sede de la Policía Metropolitana, que sólo tiene competencias sobre el area metropolitana de Londres, y ni siquiera sobre ésta en su totalidad (el distrito de City of London tiene su propio cuerpo de policía). En cualquier caso, la Met, como popularmente se le llama, es indudablemente la más importante del país, y a menudo colabora con las policías de otras regiones con menos recursos. Su responsable máximo, el Commissioner of Police (actualmente es Ian Blair), es el cargo policial de más prestigio del país, y obtiene automaticamente el título de sir cuando es investido en su cargo.
Una de las características más llamativas de la policía británica es que sólo raras veces llevan armas, aunque esto no significa que sean menos letales, como se ha podido ver, trágicamente, durante estas semanas. La policía británica disfruta, además, de una imagen mucho más positiva en la sociedad que la que disfrutan las fuerzas de seguridad de otros países en el seno de las suyas. La imagen del bobby on the beat paseando por el barrio con su pintoresco gorro es reconfortante para la mayoría, y es una de las fotos más codiciadas por los turistas que visitan el país. Un año que estuve en el Notting Hill Carnival de Londres me sorprendió ver cómo una buena parte de los agentes que formaban la abultada presencia policial estaban relajados y bromeaban con la gente de alrededor, incluso prestándoles sus cascos para que se hiciesen fotos. Eché de menos esa actitud en España, cuyos policías tan a menudo son de talante chulesco y amenazador. No todo el monte es orégano, sin embargo, y la policía británica también tiene su cara oscura violenta y autoritaria, como manifiesta su responsabilidad en distintos disturbios raciales ocurridos en el país durante las últimas décadas.
Al margen de la policía, en el Reino Unido hay también otros cuerpos uniformados afines, como los Traffic Wardens (agentes de movilidad urbana) y Community Support Officers, una especie de ayudantes de policía.
Más información: La policía británica (Wikipedia en inglés).
domingo, julio 31, 2005
viernes, julio 29, 2005
¡Ahivá los doughnuts!
Los donuts son bastante corrientes en Inglaterra, pero la variedad de donut de este país tiene una particularidad curiosa: no tiene agujero. En vez de eso, suelen estar rellenos de mermelada o quizás chocolate. Además, aunque se pronuncia igual, se suele escribir doughnut en vez de donut, que es la grafía usada en EE UU y el resto del mundo. Por lo demás, son el mismo tipo de dulce pringoso y pesado. Los donuts típicos con agujero también se pueden encontrar.
En la foto se puede ver un doughnut inglés comprado en el Sainsbury´s, aunque la caja, inexplicablemente, está decorada con una bandera estadounidense.
jueves, julio 28, 2005
Por fin una buena noticia
Por fin una buena noticia, después de estas semanas de angustias: El IRA deja las armas.
miércoles, julio 27, 2005
Urinarios portátiles
El extraño armatoste que se ve en la foto es un urinario portátil situado en College Green, cerca del centro de Bristol. Todos los fines de semana, a última hora de la tarde, el Ayuntamiento coloca unos cuantos de estos mamotretos futuristas en los alrededores de las zonas de marcha de la ciudad, donde permanecen hasta la mañana siguiente, cuando son recogidos. De este modo, durante toda la noche y especialmente cuando los pubs cierran, desembuchando a la calle hordas de ingleses tambaleantes, se evita que éstos vacíen en cualquier portal o rincon sus vejigas henchidas por el efecto diurético de los litros de cerveza que han bebido.
martes, julio 26, 2005
Después de los atentados
Tiene gracia. Cuando el Reino Unido se recuperó con sorprendente rapidez de los ataques terroristas del 7 de julio, todos nos maravillamos, y los medios extranjeros se empacharon de evocar el estereotipo de la flema inglesa, presentándonos a los londinenses como heróicos ciudadanos resueltos a no dejarse intimidar por la violencia terrorista. Con el sucesivo intento de matanza posterior, los mismos medios decidieron caprichosamente cambiar esta estampa y sustituirla por otra igual de sentimental y arbitraria en la que la población de la capital británica se veía invadida por el pánico y la agitación. Al no vivir en Londres no puedo hablar con autoridad, pero me da la impresión de que ninguna de las dos visiones se ajusta a la realidad. La vida sigue más o menos igual que siempre.
Llevamos ya varias semanas en las que la amenaza terrorista es la preocupación número uno de la opinión pública, y la luna de miel entre esta y los medios y el primer ministro Tony Blair empieza a resquebrajarse. A los pocos días de los atentados del 7 de julio, ya surgían voces en la prensa relacionándolos con la participación británica en la invasión y ocupación de Irak. Los políticos han sido más cautos, y en un principio sólo el incendiario George Galloway se atrevía a cargar contra el primer ministro por haber puesto en peligro al Reino Unido con su participación en la guerra. Tony Blair se ha visto obligado a negar relación alguna entre ésta y los atentados, y ha sufrido el embarazo de ver cómo tanto el Real Instituto de Asuntos Internacionales (conocido como Chatham House) como un informe de inteligencia opinaban precisamente lo contrario.
El siguiente tropezón de Blair ha sido el terrible error de la policía, que el viernes pasado mataba por error a un pobre chico brasileño confundiéndolo con un terrorista. Jean Charles de Menezes, un electricista de 27 años llegado a Londres hacía 3 años con un visado de estudiante, tuvo la mala fortuna de salir de un bloque de edificios vigilado por la policía vestido con una ropa de abrigo que atrajo las sospechas de los agentes, quienes temieron que podría llevar explosivos debajo. El brasileño cogió un autobús hasta cerca de la estación de metro de Stockwell. Allí se apeó, momento en el que los agentes que lo iban persiguiendo le dieron el alto. El joven, por el motivo que sea, reaccionó con miedo y huyó hacia dentro del metro saltando los torniquetes, pero sus perseguidores lograron atraparlo en el andén. Le tiraron al suelo y, ante la aterrorizada mirada de los pasajeros de alrededor, le descerrajaron 8 tiros a bocajarro a la cabeza, que lo mataron instantáneamente.
Esta trágica muerte ha levantado mucho revuelo. Tanto el Gobierno como la policía se han apresurado a manifestar su desolación por el luctuoso hecho, aunque sin mostrar arrepentiento por haber autorizado la política de tirar a matar para hacer frente a los terroristas suicidas. Incluso se afirma que casos como éste pueden repetirse. Se alude a la situación de tremenda presión de la policía, en cuyas manos está la seguridad de toda la población. Sin embargo hay muchas incógnitas por explicar. ¿Quién dio la orden de abatir al joven? ¿Si se le consideraba una amenaza, por qué se le permitió subir al autobús? ¿No demuestra el elevado número de disparos nerviosismo o inexperiencia por parte del agente? La actuación de la policía ha sido muy escrutada durante estos días por los medios de comunicación, pero la mayoría de ellos es bastante benigna con la policía y el Gobierno. Algunos, como el Daily Mail o el alcalde de Londres Ken Livingston, se han atrevido ha afirmar que el pobre chico es una víctima del terrorismo y no de la policía, interpretación muy cuestionable que es análoga a la de los apologistas del terrorismo, que cuando ocurre un atentado culpan al Gobierno de turno por no plegarse a las exigencias de los terroristas. Personalmente, si bien comprendo la política de shoot-to-kill, me pregunto si es justo que la policía quede impune de este homicidio. Al fin y al cabo, si voy yo y, involutariamente, provoco la muerte de otra persona, es muy probable que me metan en la cárcel. ¿Qué base legal tiene este distinto rasero?
Otra cosa que me llama la atención es la relevancia grande que se le ha dado a la muerte del brasileño, casi pareja a la de los atentados. Teóricamente, el asesinato suicida premeditado de decenas de personas y el sucesivo intento fallido de perpetrar otra masacre similar son eventos de magnitud muchísimo mayor que la muerte accidental del joven. Desde luego lo crudo de las circustancias de éste homicidio lo hacen más impactante. Pero quizás sea también que para la mente occidental es un suceso más familiar, para el cual hay una serie de reacciones automáticas (compasión por la víctima, recelo hacia la policía, búsqueda de culpables) que surgen sin dificultad, y que preferimos a tener que afrontar el desconcertante fenómeno del terrorismo suicida.
Llevamos ya varias semanas en las que la amenaza terrorista es la preocupación número uno de la opinión pública, y la luna de miel entre esta y los medios y el primer ministro Tony Blair empieza a resquebrajarse. A los pocos días de los atentados del 7 de julio, ya surgían voces en la prensa relacionándolos con la participación británica en la invasión y ocupación de Irak. Los políticos han sido más cautos, y en un principio sólo el incendiario George Galloway se atrevía a cargar contra el primer ministro por haber puesto en peligro al Reino Unido con su participación en la guerra. Tony Blair se ha visto obligado a negar relación alguna entre ésta y los atentados, y ha sufrido el embarazo de ver cómo tanto el Real Instituto de Asuntos Internacionales (conocido como Chatham House) como un informe de inteligencia opinaban precisamente lo contrario.
El siguiente tropezón de Blair ha sido el terrible error de la policía, que el viernes pasado mataba por error a un pobre chico brasileño confundiéndolo con un terrorista. Jean Charles de Menezes, un electricista de 27 años llegado a Londres hacía 3 años con un visado de estudiante, tuvo la mala fortuna de salir de un bloque de edificios vigilado por la policía vestido con una ropa de abrigo que atrajo las sospechas de los agentes, quienes temieron que podría llevar explosivos debajo. El brasileño cogió un autobús hasta cerca de la estación de metro de Stockwell. Allí se apeó, momento en el que los agentes que lo iban persiguiendo le dieron el alto. El joven, por el motivo que sea, reaccionó con miedo y huyó hacia dentro del metro saltando los torniquetes, pero sus perseguidores lograron atraparlo en el andén. Le tiraron al suelo y, ante la aterrorizada mirada de los pasajeros de alrededor, le descerrajaron 8 tiros a bocajarro a la cabeza, que lo mataron instantáneamente.
Esta trágica muerte ha levantado mucho revuelo. Tanto el Gobierno como la policía se han apresurado a manifestar su desolación por el luctuoso hecho, aunque sin mostrar arrepentiento por haber autorizado la política de tirar a matar para hacer frente a los terroristas suicidas. Incluso se afirma que casos como éste pueden repetirse. Se alude a la situación de tremenda presión de la policía, en cuyas manos está la seguridad de toda la población. Sin embargo hay muchas incógnitas por explicar. ¿Quién dio la orden de abatir al joven? ¿Si se le consideraba una amenaza, por qué se le permitió subir al autobús? ¿No demuestra el elevado número de disparos nerviosismo o inexperiencia por parte del agente? La actuación de la policía ha sido muy escrutada durante estos días por los medios de comunicación, pero la mayoría de ellos es bastante benigna con la policía y el Gobierno. Algunos, como el Daily Mail o el alcalde de Londres Ken Livingston, se han atrevido ha afirmar que el pobre chico es una víctima del terrorismo y no de la policía, interpretación muy cuestionable que es análoga a la de los apologistas del terrorismo, que cuando ocurre un atentado culpan al Gobierno de turno por no plegarse a las exigencias de los terroristas. Personalmente, si bien comprendo la política de shoot-to-kill, me pregunto si es justo que la policía quede impune de este homicidio. Al fin y al cabo, si voy yo y, involutariamente, provoco la muerte de otra persona, es muy probable que me metan en la cárcel. ¿Qué base legal tiene este distinto rasero?
Otra cosa que me llama la atención es la relevancia grande que se le ha dado a la muerte del brasileño, casi pareja a la de los atentados. Teóricamente, el asesinato suicida premeditado de decenas de personas y el sucesivo intento fallido de perpetrar otra masacre similar son eventos de magnitud muchísimo mayor que la muerte accidental del joven. Desde luego lo crudo de las circustancias de éste homicidio lo hacen más impactante. Pero quizás sea también que para la mente occidental es un suceso más familiar, para el cual hay una serie de reacciones automáticas (compasión por la víctima, recelo hacia la policía, búsqueda de culpables) que surgen sin dificultad, y que preferimos a tener que afrontar el desconcertante fenómeno del terrorismo suicida.
domingo, julio 24, 2005
Churros
El sábado pasado me llevé una alegría: paseando con unos amigos por el French Market en Queen Square, durante el Harbour Festival, nos encontramos con el puesto de churros que aparece en la foto. A todos se nos animó patéticamente la cara, y nos apresuramos a comprar un cucurucho. Salió ridículamente caro (3 libras), pero nos dio igual. El puesto, curiosamente, lo llevaba una francesa. No sabía que este manjar fuese conocido en Francia.
En Inglaterra, como es lógico, es bastante difícil encontrar churros, pero no imposible. En Londres hay una "churrería española" en Bayswater, donde también sirven comida típica como pinchos de tortilla o paella. A veces en festivales o ferias, como en esta ocasión, es posible encontrar puestos vendiendo churros, pero casi siempre suelen ser derivados extraños no muy parecidos al original. Los del otro día, sin embargo, sin ser una maravilla sí que eran genuinos churros españoles.
A mí los churros y las porras (más éstas últimas) me encantan. Cuando vivía en España solía desayunarlos todos los domingos. Es una de las cosas que más echo de menos; tanto es así que me compré una churrera en España y me la traje para poder cocinarlos en casa. Son más fáciles de hacer de lo que se podría uno imaginar. Sólo se necesita agua caliente, harina y una pizca de sal, aunque se mancha mucho y es un poco peligroso por que hay que manejar bastante cantidad de aceite a mucha temperatura. Lo que es más complicado es lograr la misma textura esponjosa que los de churrería. Aún no lo he logrado, pero los resultados suelen ser lo suficientemente buenos como para mitigar un poco la morriña.
Aunque los churros no son una de las delicias españolas más conocidas fuera del país, han llegado más lejos de lo que la gente imagina. Hace cosa de un año, cuando aún vivía en Maidenhead, solía ir dos veces a la semana después del trabajo a clases de japonés en Reading. En una ocasión estabamos en clase hablando de comida española, y salieron las mismas especialidades de siempre: paella, tapas, chorizo. Una de las profesoras me habló de un tipo de comida española que había probado y le había gustado mucho. Al principio no le entendí, ya que los japoneses siempre pronuncian las palabras extranjeras "a la japonesa" de forma bastante ininteligible. Pero luego cogió un rotulador y con estupenda sorpresa vi cómo dibujaba en la pizarra la inconfundible silueta de un churro. Por lo visto, mi profesora los había probado una vez en Disneyland Tokyo, y le habían gustado mucho. Supongo que deben de tener algún pabellón temático español ahí, o algo similar. En realidad el que conozcan los churros en Japón no es tan sorprendente: los japoneses suelen ser muy golosos, y al mismo tiempo tienen mucha curiosidad por probar cosas extranjeras. El siguiente día de clase, antes de salir para la academia, saqué la churrera en casa e hice una tanda rápida bien aderezada de azúcar que, como buen pelota que soy, llevé a clase, donde fueron degustados con gran regocijo por profesores y alumnos.
En Inglaterra, como es lógico, es bastante difícil encontrar churros, pero no imposible. En Londres hay una "churrería española" en Bayswater, donde también sirven comida típica como pinchos de tortilla o paella. A veces en festivales o ferias, como en esta ocasión, es posible encontrar puestos vendiendo churros, pero casi siempre suelen ser derivados extraños no muy parecidos al original. Los del otro día, sin embargo, sin ser una maravilla sí que eran genuinos churros españoles.
A mí los churros y las porras (más éstas últimas) me encantan. Cuando vivía en España solía desayunarlos todos los domingos. Es una de las cosas que más echo de menos; tanto es así que me compré una churrera en España y me la traje para poder cocinarlos en casa. Son más fáciles de hacer de lo que se podría uno imaginar. Sólo se necesita agua caliente, harina y una pizca de sal, aunque se mancha mucho y es un poco peligroso por que hay que manejar bastante cantidad de aceite a mucha temperatura. Lo que es más complicado es lograr la misma textura esponjosa que los de churrería. Aún no lo he logrado, pero los resultados suelen ser lo suficientemente buenos como para mitigar un poco la morriña.
Aunque los churros no son una de las delicias españolas más conocidas fuera del país, han llegado más lejos de lo que la gente imagina. Hace cosa de un año, cuando aún vivía en Maidenhead, solía ir dos veces a la semana después del trabajo a clases de japonés en Reading. En una ocasión estabamos en clase hablando de comida española, y salieron las mismas especialidades de siempre: paella, tapas, chorizo. Una de las profesoras me habló de un tipo de comida española que había probado y le había gustado mucho. Al principio no le entendí, ya que los japoneses siempre pronuncian las palabras extranjeras "a la japonesa" de forma bastante ininteligible. Pero luego cogió un rotulador y con estupenda sorpresa vi cómo dibujaba en la pizarra la inconfundible silueta de un churro. Por lo visto, mi profesora los había probado una vez en Disneyland Tokyo, y le habían gustado mucho. Supongo que deben de tener algún pabellón temático español ahí, o algo similar. En realidad el que conozcan los churros en Japón no es tan sorprendente: los japoneses suelen ser muy golosos, y al mismo tiempo tienen mucha curiosidad por probar cosas extranjeras. El siguiente día de clase, antes de salir para la academia, saqué la churrera en casa e hice una tanda rápida bien aderezada de azúcar que, como buen pelota que soy, llevé a clase, donde fueron degustados con gran regocijo por profesores y alumnos.
sábado, julio 23, 2005
Cómo está el patio
Siempre suelo decir que las cosas hay que procurar verlas con perspectiva. Después de los frenéticos acontecimientos de estos días, lo más probable es que en unas semanas vuelva la calma poco a poco y la vida siga su curso más o menos como antes. Pero por mucho que uno intente tranquilizarse de esta manera, titulares de noticias como los de hoy minan el ánimo de cualquiera: decenas de muertos en Egipto, tensión en Londres mientras la policía busca a los culpables de los atentados fallidos del otro día...
Respecto a esto último, en un principio parecía que se trataba de una imitación chapucera de los ataques del 7 de julio, pero ha resultado ser otro intento de atentado muy parecidos, con artefactos explosivos muy parecidos que, providencialmente, no llegaron a estallar. Al igual que hace dos semanas, la información discurre con cuentagotas y es difícil leer datos concretos y fiables en los medios. En esta ocasión hay sospechosos con muchas posibilidades de ser detenidos, captados en imágenes de circuito cerrado que fueron publicadas ayer por la policía en una llamada a la colaboración de la ciudadanía. El Reino Unido es uno de los países con mayor de cámaras de videovigilancia en lugares públicos, algo que siempre ha sido muy criticado por los defensores de la privacidad y de las libertades civiles. Sin embargo, y esto dará que pensar mucho a la gente, están siendo de una utilidad enorme para la captura de los criminales.
La policía ya ha detenido a dos personas, pero el incidente más inquietante e intranquilizador fue ayer la espectacular persecución de un sospechoso por la estación de metro de Stockwell. El fugitivo fue reducido en el andén, empujado al suelo y matado de cinco tiros en la cabeza por policías de paisano. Scotland Yard ha asegurado que se trataba de uno de los implicados, y a priori su actuación no tiene por qué considerarse desmesurada, ya que estamos tratando con terroristas suicidas que, acorralados, pueden hacerse volar por los aires. Pero en cualquier caso ha sido un acontecimiento muy turbador del cual se ha de informar exhaustivamente a la población. Es especialmente chocante en un país como el Reino Unido, donde la policía no lleva armas salvo en las situaciones extremas. Acostumbrados a ver a los bobbies como entrañables personajes de cascos ridículos resulta espeluznante recordar que también tienen una cara letal y expeditiva.
Todos los políticos británicos, durante estas semanas, han insistido en que es importante que los
atentados no supongan una reacción en contra de la comunidad musulmana británica. Ésta, mayoritariamente de origen asiático, está intranquila, y es muy comprensible. Ayer me enteré de un sucedido bastante deprimente, ocurrido a alguien que conozco de origen bangladesí, residente en el país desde hace varios años. Esta persona trabaja en un restaurante de comida india, y el pasado fin de semana estaba haciendo una entrega a domicilio cuando fue parado por la policía, que por vete tú a saber qué motivo le encontró sospechoso. Las personas que habían hecho el encargo lo confirmaron a los policías, quienes también visitaron el restaurante, donde se les aseguró que trabajaba allí. Pero nada de esto sirvió, y este conocido mío tuvo que pasar varias horas en el calabozo hasta que le soltaron. Esta historia no tiene nada de extraordinario: situaciones como esta, en la que gente inocente es hostigada por las fuerzas del orden, ocurren todos los días en cualquier país de Europa, y posiblemente más durante estos últimos días de tensión. Pero como suele pasar, hasta que no le pasa a alguien cercano a ti no te das cuenta de lo injusto que es el mundo.
Actualización 24 Julio, 1.27
El hombre que fue abatido por la policía sin contemplaciones ha resultado no tener ninguna relación con los atentados, se trataba de un chaval brasileño de 27 años. Me siento iluso de haber confiado en la profesionalidad de la policía británica. Las circunstancias de la trágica muerte son especialmente desoladoras: matado de cinco tiros a bocajarro en la cabeza, cuando ya no tenía posibilidad de escapar. Pero bueno, antes de juzgar esperemos las explicaciones.
Respecto a esto último, en un principio parecía que se trataba de una imitación chapucera de los ataques del 7 de julio, pero ha resultado ser otro intento de atentado muy parecidos, con artefactos explosivos muy parecidos que, providencialmente, no llegaron a estallar. Al igual que hace dos semanas, la información discurre con cuentagotas y es difícil leer datos concretos y fiables en los medios. En esta ocasión hay sospechosos con muchas posibilidades de ser detenidos, captados en imágenes de circuito cerrado que fueron publicadas ayer por la policía en una llamada a la colaboración de la ciudadanía. El Reino Unido es uno de los países con mayor de cámaras de videovigilancia en lugares públicos, algo que siempre ha sido muy criticado por los defensores de la privacidad y de las libertades civiles. Sin embargo, y esto dará que pensar mucho a la gente, están siendo de una utilidad enorme para la captura de los criminales.
La policía ya ha detenido a dos personas, pero el incidente más inquietante e intranquilizador fue ayer la espectacular persecución de un sospechoso por la estación de metro de Stockwell. El fugitivo fue reducido en el andén, empujado al suelo y matado de cinco tiros en la cabeza por policías de paisano. Scotland Yard ha asegurado que se trataba de uno de los implicados, y a priori su actuación no tiene por qué considerarse desmesurada, ya que estamos tratando con terroristas suicidas que, acorralados, pueden hacerse volar por los aires. Pero en cualquier caso ha sido un acontecimiento muy turbador del cual se ha de informar exhaustivamente a la población. Es especialmente chocante en un país como el Reino Unido, donde la policía no lleva armas salvo en las situaciones extremas. Acostumbrados a ver a los bobbies como entrañables personajes de cascos ridículos resulta espeluznante recordar que también tienen una cara letal y expeditiva.
Todos los políticos británicos, durante estas semanas, han insistido en que es importante que los
atentados no supongan una reacción en contra de la comunidad musulmana británica. Ésta, mayoritariamente de origen asiático, está intranquila, y es muy comprensible. Ayer me enteré de un sucedido bastante deprimente, ocurrido a alguien que conozco de origen bangladesí, residente en el país desde hace varios años. Esta persona trabaja en un restaurante de comida india, y el pasado fin de semana estaba haciendo una entrega a domicilio cuando fue parado por la policía, que por vete tú a saber qué motivo le encontró sospechoso. Las personas que habían hecho el encargo lo confirmaron a los policías, quienes también visitaron el restaurante, donde se les aseguró que trabajaba allí. Pero nada de esto sirvió, y este conocido mío tuvo que pasar varias horas en el calabozo hasta que le soltaron. Esta historia no tiene nada de extraordinario: situaciones como esta, en la que gente inocente es hostigada por las fuerzas del orden, ocurren todos los días en cualquier país de Europa, y posiblemente más durante estos últimos días de tensión. Pero como suele pasar, hasta que no le pasa a alguien cercano a ti no te das cuenta de lo injusto que es el mundo.
Actualización 24 Julio, 1.27
El hombre que fue abatido por la policía sin contemplaciones ha resultado no tener ninguna relación con los atentados, se trataba de un chaval brasileño de 27 años. Me siento iluso de haber confiado en la profesionalidad de la policía británica. Las circunstancias de la trágica muerte son especialmente desoladoras: matado de cinco tiros a bocajarro en la cabeza, cuando ya no tenía posibilidad de escapar. Pero bueno, antes de juzgar esperemos las explicaciones.
jueves, julio 21, 2005
Seguimos con los sustos
Seguimos con los sustos en Londres. Hoy afortunadamente no ha habido víctimas, al ser los artefactos explosivos eran de mucho menor potencia, pero las pequeñas bombas han logrado parte del objetivo buscado: interrumpir la vida cotidiana y causar revuelo y miedo, aunque es de suponer que durante poco tiempo. Hay dos detenidos, y dado que la policía ha podido recuparar artefactos que no llegaron a estallar es de esperar que no tarden mucho en aclarar el asunto.
En realidad, si uno se para a pensar, tampoco es tan difícil montar una marimorena como esta. Basta un par de petardos potentes y ya está. Lo raro es que no ocurra más a menudo, habiendo la gente loca que hay por el mundo.
En realidad, si uno se para a pensar, tampoco es tan difícil montar una marimorena como esta. Basta un par de petardos potentes y ya está. Lo raro es que no ocurra más a menudo, habiendo la gente loca que hay por el mundo.
martes, julio 19, 2005
Besos
El finde pasado estuve en Berlín para asistir a la boda de unos amigos míos chilenos. Las familias de los conyuges son, respectivamente, de origen holandés y alemán, y por tanto había, aparte de chilenos, invitados de esos dos países. Entre el resto de los concurrentes se encontraban británicos, norteamericanos y algún español. Se trataba, pues, de una celebración totalmente globalizada.
La disparidad de origenes de los invitados se ponía de manifiesto de forma graciosa al saludarse, y sobre todo a la hora de darse besos. En España, lo corriente es darse dos besos en cada mejilla, empezando por la mejilla derecha de la otra persona, pero en otros países la costumbre es distinta. En Chile, por ejemplo, lo normal es darse sólo un beso en la mejilla, de modo que cuando me presentaba a alguien de este país me quedaba ahí colgado, después del primer beso, esperando el segundo ante el desconcierto de la otra persona. Los holandeses se dan tres besos, y los alemanes ninguno. En la fiesta no había italianos, lo cual hubiese sido otra fuente de confusión: éstos, como los españoles, dan dos besos, pero empezando por la otra mejilla, de modo que si no se tiene cuidado se puede acabar dando uno un coscorrón. Tampoco había franceses, de modo que me ahorré la situación embarazosa: entre franceses, es muy normal que los hombres se den dos besos al saludarse (si son amigos). En España sólo se hace entre hombre y mujer o entre mujer y mujer.
A decir verdad, desde que vivo en el Reino Unido he perdido bastante la costumbre de los besos. En este país es muy raro besarse al saludarse. Cuando te presentan a alguien, hombre o mujer, lo normal es dar la mano, y a veces ni eso, sobre todo cuando es a un grupo de varias personas. Esta falta de contacto físico resulta triste; echo de menos la efusividad española. A pesar de que es a veces fastidiosa; en Inglaterra al menos te ahorras de esas esas situaciones que a veces ocurren en España, en las que quedas con alguien que está con varias amigas y, al presentártelas, tienes que hacer una aparatosa ronda de besos al aire con gente con la que posiblemente el único contacto que vas a tener es estar en con ella en corrillo durante unos minutos sin cruzar palabra.
La disparidad de origenes de los invitados se ponía de manifiesto de forma graciosa al saludarse, y sobre todo a la hora de darse besos. En España, lo corriente es darse dos besos en cada mejilla, empezando por la mejilla derecha de la otra persona, pero en otros países la costumbre es distinta. En Chile, por ejemplo, lo normal es darse sólo un beso en la mejilla, de modo que cuando me presentaba a alguien de este país me quedaba ahí colgado, después del primer beso, esperando el segundo ante el desconcierto de la otra persona. Los holandeses se dan tres besos, y los alemanes ninguno. En la fiesta no había italianos, lo cual hubiese sido otra fuente de confusión: éstos, como los españoles, dan dos besos, pero empezando por la otra mejilla, de modo que si no se tiene cuidado se puede acabar dando uno un coscorrón. Tampoco había franceses, de modo que me ahorré la situación embarazosa: entre franceses, es muy normal que los hombres se den dos besos al saludarse (si son amigos). En España sólo se hace entre hombre y mujer o entre mujer y mujer.
A decir verdad, desde que vivo en el Reino Unido he perdido bastante la costumbre de los besos. En este país es muy raro besarse al saludarse. Cuando te presentan a alguien, hombre o mujer, lo normal es dar la mano, y a veces ni eso, sobre todo cuando es a un grupo de varias personas. Esta falta de contacto físico resulta triste; echo de menos la efusividad española. A pesar de que es a veces fastidiosa; en Inglaterra al menos te ahorras de esas esas situaciones que a veces ocurren en España, en las que quedas con alguien que está con varias amigas y, al presentártelas, tienes que hacer una aparatosa ronda de besos al aire con gente con la que posiblemente el único contacto que vas a tener es estar en con ella en corrillo durante unos minutos sin cruzar palabra.
miércoles, julio 13, 2005
Moscas
Después de un artículo tan plúmbeo como el de ayer, voy a aligerar el tono del blog con un comentario sobre algo que me he dado cuenta hoy: en Inglaterra no hay tantas moscas como en España.
Estos días han sido deliciosos en Bristol: sol radiante y temperaturas entre 25 y 30ºC. Por la noche se puede dormir con las ventanas abiertas, que también se pueden dejar de par en par durante el día sin temor (de momento) a que un chaparrón traidor te empape la moqueta.
Hoy antes de irme al curro he visto tres moscas dando vueltas parsimoniosamente en el salón, y me ha sorprendido porque hasta ahora, y pese a que ya han sido varios los días calurosos, no había visto ninguna en casa. Me he dado cuenta de que desde que vivo aquí no he tenido que aguantar mucho a estos molestos insectos. Ni en Maidenhead, donde viví cuatro años, ni aquí en Bristol suelen verse muchas en las casas. No sé cómo es en el conjunto de España, pero en Madrid durante el verano es imposible mantenerlas fuera de los hogares. Tampoco los mosquitos suelen dar mucho la lata por las noches.
Lo que sí se suelen ver en este país son arañas gigantesascas, de esas que son más peligrosos sus puñetazos que sus picaduras.
Estos días han sido deliciosos en Bristol: sol radiante y temperaturas entre 25 y 30ºC. Por la noche se puede dormir con las ventanas abiertas, que también se pueden dejar de par en par durante el día sin temor (de momento) a que un chaparrón traidor te empape la moqueta.
Hoy antes de irme al curro he visto tres moscas dando vueltas parsimoniosamente en el salón, y me ha sorprendido porque hasta ahora, y pese a que ya han sido varios los días calurosos, no había visto ninguna en casa. Me he dado cuenta de que desde que vivo aquí no he tenido que aguantar mucho a estos molestos insectos. Ni en Maidenhead, donde viví cuatro años, ni aquí en Bristol suelen verse muchas en las casas. No sé cómo es en el conjunto de España, pero en Madrid durante el verano es imposible mantenerlas fuera de los hogares. Tampoco los mosquitos suelen dar mucho la lata por las noches.
Lo que sí se suelen ver en este país son arañas gigantesascas, de esas que son más peligrosos sus puñetazos que sus picaduras.
martes, julio 12, 2005
La cultura democrática británica
Todavía resuenan los ecos de los atentados pero todo ha vuelto más o menos a la normalidad aunque, como he venido contando, no es que el estos actos terroristas supusiesen un golpe tremendo para los ingleses de fuera de Londres. He escuchado mucho de la famosa "flema" británica, de la digna determinación de los londinenses de que el ataque terrorista no perturbe su vida cotidiana, de paralelismos con otras reacciones ejemplares de los británicos a lo largo de la historia, como durante el bombardeo alemán durante la segunda guerra mundial (lo que aquí llaman the blitz). Todo esto posiblemente tenga bastante de verdad, pero yo lo que he observado a mi alrededor es que la gente ha sentido bastante indiferencia, y que no les ha costado mucho seguir la vida como si nada hubiese pasado.
En España, según he leído, los medios de comunicación y los políticos se han lanzado sin mucho rubor a instrumentalizar los atentados londinenses para seguir dándose garrotazos los unos a los otros. Ha causado bastante admiración la reacción de la sociedad británica, quién ha hecho una piña alrededor de su gobierno y ha evitado recriminaciones sobre la responsabilidad de éste, bien por su participación en la guerra de Irak, bien por su fracaso en evitar el ataque. Es gracioso, porque algunos de los medios de comunicación españoles que, con mucha intención, elogian esta actitud, no son precisamente ejemplos de ese civismo democrático por el que hipócritamente suspiran, sino que más bien aprovechan cualquier ocasión para generar crispación y desconfianza hacia los gobernantes.
Las circunstancias de los atentados de Londres no eran las mismas (crucialmente, no había ningunas elecciones generales celebrándose en tres días), pero la comparación entre las reacciones de la población británica y la española es valida e ilustrativa. No cabe duda: en el Reino Unido la cultura democrática está a años luz de la española, y seguramente esté entre las más avanzadas del mundo. No digo esto con el tradicional sentimiento de inferioridad español: la sociedad españolas aventaja a la británica en muchos aspectos (ésta última, por ejemplo, es mucho más clasista). Sin embargo, en cuestión de política, no hay color. No es de extrañar, puesto que la tradición parlamentaria inglesa, además de ser la más antigua del mundo, ha podido desarrollarse a lo largo de la historia sin grandes interrupciones, revoluciones o dictaduras, lo cual le ha permitido refinar y corregir su funcionamiento en extremo, al mismo tiempo que ayudaba al desarrollo de una sana sociedad civil.
La palabra clave de todo es, creo yo, esta: accountability, que que yo sepa no tiene traducción exacta al castellano. Referido a un cargo público, se refiere a su obligación de rendir cuentas al público, para quien se trabaja. En honor a este valor democrático, David Blunkett, el anterior ministro de interior, dimitió cuando se demostró que había intercedido en la tramitación de un visado para la niñera de su anterior pareja. Todo esto a pesar de tratarse de uno de los pesos pesados del gobierno de Blair y uno de sus colaboradores con mayor popularidad. En España, hemos ido mejorando bastante desde los infaustos últimos años del gobierno de Felipe González, pero a pesar de todo, hoy por hoy, un caso de corrupción tan inofensivo como éste apenas llegaría a ocupar una columna de periódico. Pero no se trata sólo de tráfico de influencias o enriquecimiento ilícito: accountability significa que si no realizas bien tu labor pública o si cometes un error garrafal has de rendir cuentas por ello. Es lo que tuvo que hacer Greg Dyke cuando tuvo que dimitir como director general de la BBC, después del resultado condenatorio de la comisión Hutton sobre la muerte del Doctor Kelly. En España, por contra, las pifias más sangrantes y los errores de gestión más catastróficos ocurren sin que ningún político se digne a aceptar su responsabilidad ni, ni mucho menos, dimitir (ejemplos: Yakolev, Prestige, Carmel). Lo peor de todo es que el electorado español, que concibe la política como una especie de fútbol en el que los penaltis de tu equipo son siempre justos y los del contrario fingidos, no muestra ningún interés en castigar a sus gobernantes cuando éstos no están a la altura. Y cuando lo hace, éstos se niegan a reconocer sus errores y llegan a extremos disparatados para disculpar su conducta.
Pero la diferencia entre británicos y españoles, más relevante al tema de los atentados del que he empezado hablando, es que los británicos, al margen de diferencias ideológicas, se consideran todos conciudadanos de un mismo país. En España, aún perviven sentimientos de recelo entre los españoles, la noción del otro como enemigo deshumanizado, las odiosas "dos Españas" que cierta gente parece hoy en día empeñada en seguir manteniendo. De las "dos Españas" siempre se ha hablado dándole un halo poético de inevitabilidad. No creo que esto sea positivo. Esta doliente figura no es ni más ni menos que una simple falta de cultura democrática. Una parte significativa de la población, tanto de izquierdas como de derechas, nacionalista o no nacionalista, es incapaz de entender que vivimos todos en el mismo país y que para hacerlo funcionar tenemos que ponernos todos de acuerdo, por mucha antipatía que te inspiren las ideas del otro.
Espero que no parezca que soy negativo; es simplemente que me da rabia que la gente sea tan conformista. A veces nos dormimos en los laureles y olvidamos que España es un estado de derecho desde hace sólo unas pocas décadas. Es tremendamente positivo que hayamos llegado tan lejos en tan poco tiempo, pero aún nos queda mucho por hacer, y el ejemplo de países como el Reino Unido nos puede ser muy útil.
En España, según he leído, los medios de comunicación y los políticos se han lanzado sin mucho rubor a instrumentalizar los atentados londinenses para seguir dándose garrotazos los unos a los otros. Ha causado bastante admiración la reacción de la sociedad británica, quién ha hecho una piña alrededor de su gobierno y ha evitado recriminaciones sobre la responsabilidad de éste, bien por su participación en la guerra de Irak, bien por su fracaso en evitar el ataque. Es gracioso, porque algunos de los medios de comunicación españoles que, con mucha intención, elogian esta actitud, no son precisamente ejemplos de ese civismo democrático por el que hipócritamente suspiran, sino que más bien aprovechan cualquier ocasión para generar crispación y desconfianza hacia los gobernantes.
Las circunstancias de los atentados de Londres no eran las mismas (crucialmente, no había ningunas elecciones generales celebrándose en tres días), pero la comparación entre las reacciones de la población británica y la española es valida e ilustrativa. No cabe duda: en el Reino Unido la cultura democrática está a años luz de la española, y seguramente esté entre las más avanzadas del mundo. No digo esto con el tradicional sentimiento de inferioridad español: la sociedad españolas aventaja a la británica en muchos aspectos (ésta última, por ejemplo, es mucho más clasista). Sin embargo, en cuestión de política, no hay color. No es de extrañar, puesto que la tradición parlamentaria inglesa, además de ser la más antigua del mundo, ha podido desarrollarse a lo largo de la historia sin grandes interrupciones, revoluciones o dictaduras, lo cual le ha permitido refinar y corregir su funcionamiento en extremo, al mismo tiempo que ayudaba al desarrollo de una sana sociedad civil.
La palabra clave de todo es, creo yo, esta: accountability, que que yo sepa no tiene traducción exacta al castellano. Referido a un cargo público, se refiere a su obligación de rendir cuentas al público, para quien se trabaja. En honor a este valor democrático, David Blunkett, el anterior ministro de interior, dimitió cuando se demostró que había intercedido en la tramitación de un visado para la niñera de su anterior pareja. Todo esto a pesar de tratarse de uno de los pesos pesados del gobierno de Blair y uno de sus colaboradores con mayor popularidad. En España, hemos ido mejorando bastante desde los infaustos últimos años del gobierno de Felipe González, pero a pesar de todo, hoy por hoy, un caso de corrupción tan inofensivo como éste apenas llegaría a ocupar una columna de periódico. Pero no se trata sólo de tráfico de influencias o enriquecimiento ilícito: accountability significa que si no realizas bien tu labor pública o si cometes un error garrafal has de rendir cuentas por ello. Es lo que tuvo que hacer Greg Dyke cuando tuvo que dimitir como director general de la BBC, después del resultado condenatorio de la comisión Hutton sobre la muerte del Doctor Kelly. En España, por contra, las pifias más sangrantes y los errores de gestión más catastróficos ocurren sin que ningún político se digne a aceptar su responsabilidad ni, ni mucho menos, dimitir (ejemplos: Yakolev, Prestige, Carmel). Lo peor de todo es que el electorado español, que concibe la política como una especie de fútbol en el que los penaltis de tu equipo son siempre justos y los del contrario fingidos, no muestra ningún interés en castigar a sus gobernantes cuando éstos no están a la altura. Y cuando lo hace, éstos se niegan a reconocer sus errores y llegan a extremos disparatados para disculpar su conducta.
Pero la diferencia entre británicos y españoles, más relevante al tema de los atentados del que he empezado hablando, es que los británicos, al margen de diferencias ideológicas, se consideran todos conciudadanos de un mismo país. En España, aún perviven sentimientos de recelo entre los españoles, la noción del otro como enemigo deshumanizado, las odiosas "dos Españas" que cierta gente parece hoy en día empeñada en seguir manteniendo. De las "dos Españas" siempre se ha hablado dándole un halo poético de inevitabilidad. No creo que esto sea positivo. Esta doliente figura no es ni más ni menos que una simple falta de cultura democrática. Una parte significativa de la población, tanto de izquierdas como de derechas, nacionalista o no nacionalista, es incapaz de entender que vivimos todos en el mismo país y que para hacerlo funcionar tenemos que ponernos todos de acuerdo, por mucha antipatía que te inspiren las ideas del otro.
Espero que no parezca que soy negativo; es simplemente que me da rabia que la gente sea tan conformista. A veces nos dormimos en los laureles y olvidamos que España es un estado de derecho desde hace sólo unas pocas décadas. Es tremendamente positivo que hayamos llegado tan lejos en tan poco tiempo, pero aún nos queda mucho por hacer, y el ejemplo de países como el Reino Unido nos puede ser muy útil.
viernes, julio 08, 2005
Ana Palacio en la BBC
Las similitudes de los ataques de ayer de Londres con los de Madrid del año pasado no han pasado desapercibidas para los medios británicos, quienes hoy y ayer han recordado y mencionado en varias ocasiones los atentados de Madrid como anterior golpe de terrorismo indiscriminado en Europa.
En este contexto, el famoso programa Today de BBC Radio 4 ha entrevistado hoy a Ana Palacio, diputada del PP que en marzo del año pasado era Ministra de Asuntos Exteriores. Es interesante ver cómo el entrevistador pone en aprietos a la ex-ministra, preguntándole sobre el hecho de que el gobierno del PP fue apeado del poder después de que la insistencia en que ETA había sido la culpable del atentado hizo creer a una buena parte de la población que se la estaba intentando engañar. Es interesante ver cómo Ana Palacio en ningún momento contradice la versión de que los responsables del atentado en Madrid fueron terroristas islamistas, al revés que la postura oficial de su partido en España, que todavía juguetea ambigüamente con la idea de la autoría última de ETA. Palacio se enfrasca después en una larga perorata antiterrorista muy en la onda del discurso de la administración norteamericana.
También es interesante y preocupante comprobar cómo la que fue responsable de la diplomacia española durante la pasada legislatura habla un inglés bastante poco fluido.
La entrevista se puede escuchar a través de Internet.
En este contexto, el famoso programa Today de BBC Radio 4 ha entrevistado hoy a Ana Palacio, diputada del PP que en marzo del año pasado era Ministra de Asuntos Exteriores. Es interesante ver cómo el entrevistador pone en aprietos a la ex-ministra, preguntándole sobre el hecho de que el gobierno del PP fue apeado del poder después de que la insistencia en que ETA había sido la culpable del atentado hizo creer a una buena parte de la población que se la estaba intentando engañar. Es interesante ver cómo Ana Palacio en ningún momento contradice la versión de que los responsables del atentado en Madrid fueron terroristas islamistas, al revés que la postura oficial de su partido en España, que todavía juguetea ambigüamente con la idea de la autoría última de ETA. Palacio se enfrasca después en una larga perorata antiterrorista muy en la onda del discurso de la administración norteamericana.
También es interesante y preocupante comprobar cómo la que fue responsable de la diplomacia española durante la pasada legislatura habla un inglés bastante poco fluido.
La entrevista se puede escuchar a través de Internet.
El día después
Me he despertado y lo primero que he hecho es poner las noticias, pero éstas no eran sustancialmente distintas de las de ayer: un mínimo de 37 o 38 víctimas, y aún no se sabe quién ha sido, aunque la opinión mayoritaria es que los culpables han sido algún grupo terrorista simpatizante de Al Qaida.
He hablado con más españoles de aquí de Inglaterra (aunque aún no he hablado con nadie que viva en Londres) y todos estamos perplejos por la tibia reacción de la población inglesa, quien por supuesto se ha sentido impactada por los hechos pero que sigue con su vida como si nada hubiese ocurrido. No hay manifestaciones multitudinarias planeadas, y no ha surgido ningún símbolo del estilo de nuestro lazo negro para llorar la tragedia. Desde luego, la magnitud del crimen no es la misma en cuanto a víctimas pero me da la impresión que el efecto en la vida cotidiana de Londres fue ayer mucho mayor que el que el 11 de marzo se dio en Madrid: el transporte público fue ayer cerrado por completo, dejando tirado a un número enorme de gente que tuvo que caminar durante horas para poder volver a casa.
Esta indiferencia no es necesariamente mala. Muchas veces me pregunté después de los atentados de Madrid cuánto de sentimiento sincero y cuánto de teatralidad o sentimentalismo había en las múltiples muestras de dolor y de firmeza después de los horribles hechos. Quizás la respuesta más adecuada al terrorismo es evitar darle demasiada relevancia y considerarlo otro riesgo más con el que hay que vivir en estos tiempos, junto con otros como el de los viajes por carretera, el crímen común o las catástrofes naturales. En ese sentido, un comentario que he escuchado mucho es el de que este tipo de acciones son en último término inevitables, y que no debemos sacrificar la libertad y la apertura de nuestras sociedades para hacer frente a la amenaza terrorista.
He hablado con más españoles de aquí de Inglaterra (aunque aún no he hablado con nadie que viva en Londres) y todos estamos perplejos por la tibia reacción de la población inglesa, quien por supuesto se ha sentido impactada por los hechos pero que sigue con su vida como si nada hubiese ocurrido. No hay manifestaciones multitudinarias planeadas, y no ha surgido ningún símbolo del estilo de nuestro lazo negro para llorar la tragedia. Desde luego, la magnitud del crimen no es la misma en cuanto a víctimas pero me da la impresión que el efecto en la vida cotidiana de Londres fue ayer mucho mayor que el que el 11 de marzo se dio en Madrid: el transporte público fue ayer cerrado por completo, dejando tirado a un número enorme de gente que tuvo que caminar durante horas para poder volver a casa.
Esta indiferencia no es necesariamente mala. Muchas veces me pregunté después de los atentados de Madrid cuánto de sentimiento sincero y cuánto de teatralidad o sentimentalismo había en las múltiples muestras de dolor y de firmeza después de los horribles hechos. Quizás la respuesta más adecuada al terrorismo es evitar darle demasiada relevancia y considerarlo otro riesgo más con el que hay que vivir en estos tiempos, junto con otros como el de los viajes por carretera, el crímen común o las catástrofes naturales. En ese sentido, un comentario que he escuchado mucho es el de que este tipo de acciones son en último término inevitables, y que no debemos sacrificar la libertad y la apertura de nuestras sociedades para hacer frente a la amenaza terrorista.
jueves, julio 07, 2005
Anocheció en Londres
Sobre las seis de la tarde he llegado a casa y he podido ver por fin las imagenes de los atentados de Londres. Hace unos minutos he estado viendo el telediario de las 10 de la BBC. Durante toda la mañana que he seguido las noticias a través de Internet, pero es ahora con las imágenes y los testimonios de la gente con las que he sentido realmente la violencia y el horror de los hechos. En concreto, me han impactado las imágenes y vídeos de aficionado, que algunos testigos han tomado con sus teléfonos móviles, en las que se ven las escenas de las explosiones, o el interior de los vagones de metros a oscuras y las multitudes de gente caminando por los túneles del metro en busca de la salida.
El número confirmado de víctimas a esta hora es de 38; decidir si es un número alto o bajo es competencia de los expertos en estas cosas, pero a mí me parece bastante reducido considerando lo espectacular de los atentados.
Mañana los periódicos aparecerán en los quioscos llenos de noticias y análisis que todo el mundo leeremos con fruición, y comenzará la cacofonía de opiniones, reacciones y proclamas. Todo el mundo apunta a Al Qaida como culpables pero todavía nadie se atreve a atribuirles concluyentemente este crimen.
Es interesante ver como, pese a que el tipo de atentado es muy similar al de Madrid, la reacción tanto de la población británica como de sus gobernantes ha sido muy distinta. Me imagino que habrán concentraciones y posiblemente manifestaciones de repulsa, aunque dudo que sean tan multitudinarias como las que hubo en España con motivo del 11M. Tampoco creo que surja aquí ningún símbolo como el del lazo negro; el carácter británicos es, en este tipo de cosas, menos sentimental que el español. Como decía en mi anterior artículo, los ingleses parece que tengan horchata en vez de sangre en las venas y, aquí en Bristol, ni en el trabajo ni en la calle he visto ningún ambiente distinto del de cualquier día normal.
El número confirmado de víctimas a esta hora es de 38; decidir si es un número alto o bajo es competencia de los expertos en estas cosas, pero a mí me parece bastante reducido considerando lo espectacular de los atentados.
Mañana los periódicos aparecerán en los quioscos llenos de noticias y análisis que todo el mundo leeremos con fruición, y comenzará la cacofonía de opiniones, reacciones y proclamas. Todo el mundo apunta a Al Qaida como culpables pero todavía nadie se atreve a atribuirles concluyentemente este crimen.
Es interesante ver como, pese a que el tipo de atentado es muy similar al de Madrid, la reacción tanto de la población británica como de sus gobernantes ha sido muy distinta. Me imagino que habrán concentraciones y posiblemente manifestaciones de repulsa, aunque dudo que sean tan multitudinarias como las que hubo en España con motivo del 11M. Tampoco creo que surja aquí ningún símbolo como el del lazo negro; el carácter británicos es, en este tipo de cosas, menos sentimental que el español. Como decía en mi anterior artículo, los ingleses parece que tengan horchata en vez de sangre en las venas y, aquí en Bristol, ni en el trabajo ni en la calle he visto ningún ambiente distinto del de cualquier día normal.
Atentados en Londres
Desde hace cosa de una hora estoy pendiente de las confusas noticias que llegan de Londres: ha habido una serie de explosiones en el metro y en autobuses de la capital británica. Se habla de heridos, gente atrapada en el suburbano, artefactos explosivos y hasta víctimas mortales, pero todavía no hay mucha información confirmada al respecto. En estos momentos, la policía sólo ha confirmado una explosión en la estación de metro de Aldgate y en un autobús cerca de Russel Square. Todavía no se habla expresamente de que se trate de un atentado terrorista.
Desgraciadamente, no tengo ni radio ni televisión a mano así que me tengo que conformar con Internet (El Mundo, BBC, The Guardian, Sky News. Como es de esperar, el tráfico de visitas a estos sitios debe ser enorme y las páginas se cargan con bastante dificultad.
Me sorprende que, más de una hora después de las explosiones (que ocurrieron sobre las ocho) aún haya tan poca información. Cuando el 11M, creo recordar que las terribles noticias se concretaron en seguida. También estoy muy extrañado por la poca agitación que veo a mi alrededor en la oficina; estoy seguro de que en España había mucho más nerviosismo en las horas después a los atentados del año pasado.
Actualización 12.28
Blair ha comparecido hace cosa de media hora y ha indicado que todo apunta a que se trata de un atentado terrorista. La policía ha confirmado seis explosiones en el metro (Edgware Road, King's Cross, Liverpool Street, Russell Square, Aldgate East and Moorgate) y una en un autobús, cerca de Russell Square, en el barrio universitario de la capital, no muy lejos del Museo Británico. También han dicho que se han encontrado restos de un artefacto explosivo en una de las zonas afectadas. De momento sólo se han confirmado 2 muertos y un número indeterminado de heridos.
Aquí en Bristol las cosas están tranquilas. Estos ingleses realmente llevan horchata en la sangre. Hace unos momentos estaba comiendo en la kitchenette y a mi alrededor todo era igual que siempre: gente haciendo crucigramas, leyendo el periódico y comentando noticias chorra. Una indiferencia realmente increíble.
Actualización 14.54
El ministerio del Interior británico ha confirmado que el número de bombas no ha sido seis o siete como la policía había informado anteriormente, sino de sólo cuatro: tres en el metro y una en un autobús. El número de muertos confirmado por las autoridades sigue en dos, una cantidad sorprendente baja considerando lo espectacular de los atentados. Desgraciadamente, todo indica que el recuento aumentará cuando los equipos de rescate concluyan sus tareas en los túneles del suburbano. El número de heridos es del orden de los centenares, muchos de ellos graves.
Es bastante extraordinaria la prudencia de las autoridades a la hora de dar datos. Varias horas después de las explosiones, aún no se tiene una idea clara de lo que ha ocurrido. Los medios de comunicación también están siendo notablemente cautos, teniendo mucho cuidado en la difusión de las imágenes de las víctimas.
A medida que se vaya disipando la confusión de las primeras horas, comienza el turno de las preguntas: ¿Quién ha sido? Se dice que en un sitio web relacionado con Al Qaida se afirma que la acción terrorista ha sido obra de esta organización, aunque a saber si ese comunicado es digno de crédito (lo mismo pasó en el 11M: un grupo islamista se atribuyó falsamente los atentados). Parece probable que se trate de un grupo de radicales islámicos, pero otra posibilidad es que se traten de terroristas de Irlanda del Norte.
Otra interesante pregunta es por qué el día escogido ha sido hoy en particular. Si el atentado se hubiese llevado a cabo ayer, día de la elección de la ciudad que albergaría las olimpiadas del 2012, el impacto hubiese sido mucho mayor.
Actualización 17.27
Hace cosa de una hora la policía londinense ha aumentado el recuento de víctimas a 33. Esta cifra no parece que vaya a ser la definitiva, y no incluye a las víctimas de la bomba en el autobús. El número de heridos supera los 300.
Por lo demás, y quitando la serie de reacciones en todo el mundo, aún no se sabe mucho más.
Acabo de intentar hacer una llamada a un móvil y me sale un mensaje de BT diciendo que la red está ocupada. Es curioso que Bristol también esté viéndose afectado por las restricciones al uso de las redes móviles.
Desgraciadamente, no tengo ni radio ni televisión a mano así que me tengo que conformar con Internet (El Mundo, BBC, The Guardian, Sky News. Como es de esperar, el tráfico de visitas a estos sitios debe ser enorme y las páginas se cargan con bastante dificultad.
Me sorprende que, más de una hora después de las explosiones (que ocurrieron sobre las ocho) aún haya tan poca información. Cuando el 11M, creo recordar que las terribles noticias se concretaron en seguida. También estoy muy extrañado por la poca agitación que veo a mi alrededor en la oficina; estoy seguro de que en España había mucho más nerviosismo en las horas después a los atentados del año pasado.
Actualización 12.28
Blair ha comparecido hace cosa de media hora y ha indicado que todo apunta a que se trata de un atentado terrorista. La policía ha confirmado seis explosiones en el metro (Edgware Road, King's Cross, Liverpool Street, Russell Square, Aldgate East and Moorgate) y una en un autobús, cerca de Russell Square, en el barrio universitario de la capital, no muy lejos del Museo Británico. También han dicho que se han encontrado restos de un artefacto explosivo en una de las zonas afectadas. De momento sólo se han confirmado 2 muertos y un número indeterminado de heridos.
Aquí en Bristol las cosas están tranquilas. Estos ingleses realmente llevan horchata en la sangre. Hace unos momentos estaba comiendo en la kitchenette y a mi alrededor todo era igual que siempre: gente haciendo crucigramas, leyendo el periódico y comentando noticias chorra. Una indiferencia realmente increíble.
Actualización 14.54
El ministerio del Interior británico ha confirmado que el número de bombas no ha sido seis o siete como la policía había informado anteriormente, sino de sólo cuatro: tres en el metro y una en un autobús. El número de muertos confirmado por las autoridades sigue en dos, una cantidad sorprendente baja considerando lo espectacular de los atentados. Desgraciadamente, todo indica que el recuento aumentará cuando los equipos de rescate concluyan sus tareas en los túneles del suburbano. El número de heridos es del orden de los centenares, muchos de ellos graves.
Es bastante extraordinaria la prudencia de las autoridades a la hora de dar datos. Varias horas después de las explosiones, aún no se tiene una idea clara de lo que ha ocurrido. Los medios de comunicación también están siendo notablemente cautos, teniendo mucho cuidado en la difusión de las imágenes de las víctimas.
A medida que se vaya disipando la confusión de las primeras horas, comienza el turno de las preguntas: ¿Quién ha sido? Se dice que en un sitio web relacionado con Al Qaida se afirma que la acción terrorista ha sido obra de esta organización, aunque a saber si ese comunicado es digno de crédito (lo mismo pasó en el 11M: un grupo islamista se atribuyó falsamente los atentados). Parece probable que se trate de un grupo de radicales islámicos, pero otra posibilidad es que se traten de terroristas de Irlanda del Norte.
Otra interesante pregunta es por qué el día escogido ha sido hoy en particular. Si el atentado se hubiese llevado a cabo ayer, día de la elección de la ciudad que albergaría las olimpiadas del 2012, el impacto hubiese sido mucho mayor.
Actualización 17.27
Hace cosa de una hora la policía londinense ha aumentado el recuento de víctimas a 33. Esta cifra no parece que vaya a ser la definitiva, y no incluye a las víctimas de la bomba en el autobús. El número de heridos supera los 300.
Por lo demás, y quitando la serie de reacciones en todo el mundo, aún no se sabe mucho más.
Acabo de intentar hacer una llamada a un móvil y me sale un mensaje de BT diciendo que la red está ocupada. Es curioso que Bristol también esté viéndose afectado por las restricciones al uso de las redes móviles.
miércoles, julio 06, 2005
Sequía en Inglaterra
En Inglaterra, igual que en España, estamos pasando un periodo de sequía.
Esto, que en medio de este desvaído verano inglés, el más lluvioso y templado que recuerdo, trufado de tormentas y en el que las temperaturas les cuesta un tremendo esfuerzo subir de los 20ºC, suena a sarcasmo. Es, sin embargo, cierto, y en zonas del sureste de Inglaterra se han empezado a promulgar las primeras restricciones tímidas, en concreto la prohibición de regar con mangera. En Londres se ha tenido que abrir un acuífero de reserva para hacer frente a la demanda.
A decir verdad, este invierno ha sido precisamente uno de los menos lluviosos y más soleados desde que estoy aquí. Esto, que ha sido positivo para mantener los ánimos en los tristes meses invernales, no lo ha sido tanto para las reservas de agua inglesas. En un país donde todo está acostumbrado a que llueva cada pocos días, a poco que pasen un par de semanas sin que haya precipitaciones las infraestructuras empiezan a sufrir. Además, la mentalidad de ahorro que hay en otros países como (supuestamente) España no existe aquí: la mayoría de la gente paga una tarifa plana que les permite usar tanta agua como deseen, y en ciudades como Londres se estima que las fugas debido a fallos en la red de suministro llegan en algunas áreas al 30% del caudal total.
Más información: Water restrictions loom closer as aquifer tapped (The Guardian)
Esto, que en medio de este desvaído verano inglés, el más lluvioso y templado que recuerdo, trufado de tormentas y en el que las temperaturas les cuesta un tremendo esfuerzo subir de los 20ºC, suena a sarcasmo. Es, sin embargo, cierto, y en zonas del sureste de Inglaterra se han empezado a promulgar las primeras restricciones tímidas, en concreto la prohibición de regar con mangera. En Londres se ha tenido que abrir un acuífero de reserva para hacer frente a la demanda.
A decir verdad, este invierno ha sido precisamente uno de los menos lluviosos y más soleados desde que estoy aquí. Esto, que ha sido positivo para mantener los ánimos en los tristes meses invernales, no lo ha sido tanto para las reservas de agua inglesas. En un país donde todo está acostumbrado a que llueva cada pocos días, a poco que pasen un par de semanas sin que haya precipitaciones las infraestructuras empiezan a sufrir. Además, la mentalidad de ahorro que hay en otros países como (supuestamente) España no existe aquí: la mayoría de la gente paga una tarifa plana que les permite usar tanta agua como deseen, y en ciudades como Londres se estima que las fugas debido a fallos en la red de suministro llegan en algunas áreas al 30% del caudal total.
Más información: Water restrictions loom closer as aquifer tapped (The Guardian)
martes, julio 05, 2005
2M12
¿Organizará Madrid los Juegos Olímpicos de 2012? Aunque a lo largo de los meses anteriores no he seguido con mucho interés la disputa por la concesión de las Olimpiadas, no he podido evitar contagiarme de la expectación y emoción en estas últimas horas antes del fallo final en Singapur. En Inglaterra, donde a pesar de que Londres sea una de las favoritas la pasión de la gente por la candidatura no es tan alta, estoy bastante a salvo de la ola de entusiasmo olimpista incondicional que ha barrido Madrid, y quizás tenga una impresión más realista de sus posibilidades reales. Según las casas de apuestas británicas, en donde se puede apostar sobre cualquier cosa, la favorita indiscutible es París, seguida por Londres y, algo separada, Madrid. Hace unas semanas Londres estaba codo con codo con París, pero parece que en estas últimas horas se han rezagado un poco. Al mismo tiempo, la candidatura de Madrid parece cobrar fuerza, sobre todo como opción alternativa en el caso de que las dos primeras empataran en la primera ronda de votaciones. En cualquier caso, Madrid lo tiene difícil, algo de lo que quizás muchos madrileños no sean conscientes.
No estoy muy seguro de mis sentimientos al respecto, de si deseo que Madrid gane. Por un lado, el planteamiento competitivo de la carrera olímpica hace que instintivamente me ponga del lado de mi ciudad. La imagen de las Olimpiadas como de escaparate de lujo de una ciudad hace también que desee que a la capital de España se le dé la oportunidad de lucirse y exhibirse en el mundo. Pero todo esto no son más que sensaciones quizás sin fundamento. Quizás la organización de los Juegos no sea algo positivo sino un embrollo caro del que no esté garantizado que se vaya a sacar nada en limpio. Visto el ejemplo de Barcelona, ciudad que se reinventó en parte gracias a las Olimpiadas del 92, no parece que esto sea así, pero nunca se sabe. No he leído lo suficiente al respecto. Ante la duda, me conformo con sentir una simple simpatía por que Madrid gane.
Actualización, 6 Julio 2005, 13.01
No ha habido suerte. Madrid se ha quedado descolgada en la tercera votación, confirmando las predicciones que la veían como tercera ciudad en la pugna. He vivido la votación con una insólita emoción; esto de poder seguir este tipo de acontecimientos a tiempo real por Internet le da bastante salsa a las cosas.
En lo que no se han cumplido las predicciones ha sido en la ciudad ganadora: a pesar de que la favorita era París, Londres tendrá en honor o la desgracia de organizar los Juegos en el 2012.
No estoy muy seguro de mis sentimientos al respecto, de si deseo que Madrid gane. Por un lado, el planteamiento competitivo de la carrera olímpica hace que instintivamente me ponga del lado de mi ciudad. La imagen de las Olimpiadas como de escaparate de lujo de una ciudad hace también que desee que a la capital de España se le dé la oportunidad de lucirse y exhibirse en el mundo. Pero todo esto no son más que sensaciones quizás sin fundamento. Quizás la organización de los Juegos no sea algo positivo sino un embrollo caro del que no esté garantizado que se vaya a sacar nada en limpio. Visto el ejemplo de Barcelona, ciudad que se reinventó en parte gracias a las Olimpiadas del 92, no parece que esto sea así, pero nunca se sabe. No he leído lo suficiente al respecto. Ante la duda, me conformo con sentir una simple simpatía por que Madrid gane.
Actualización, 6 Julio 2005, 13.01
No ha habido suerte. Madrid se ha quedado descolgada en la tercera votación, confirmando las predicciones que la veían como tercera ciudad en la pugna. He vivido la votación con una insólita emoción; esto de poder seguir este tipo de acontecimientos a tiempo real por Internet le da bastante salsa a las cosas.
En lo que no se han cumplido las predicciones ha sido en la ciudad ganadora: a pesar de que la favorita era París, Londres tendrá en honor o la desgracia de organizar los Juegos en el 2012.
lunes, julio 04, 2005
De uno en uno y con el carné en la boca
En el Reino Unido no hay carnés de identidad. Es una cosa que me extrañó bastante cuando me vine a vivir aquí. En España son obligatorios, y daba por hecho que era algo normal en la mayoría de los países. Aquí sin embargo viven perfectamente sin ellos; cuando es necesario confirmar tu identidad, se recurre al pasaporte o al carné de conducir, y para rellenar formularios, en vez de dar el número de DNI como en España, se usa la fecha de nacimiento para confirmar quién eres.
Pero puede que todo esto cambie en unos años. La semana pasada Tony Blair logró aprobar en la Cámara de los Comunes el proyecto de ley de la introducción de tarjetas de identidad en el Reino Unido, en medio de una gran polémica y con el voto en contra de unos treinta diputados rebeldes de su propio partido. El Gobierno de Blair lleva varios años promoviendo la puesta en marcha de tarjetas de identidad (ID cards), argumentando que son necesarias para hacer frente a distintos problemas actuales, como el fraude en la seguridad social, la inmigración ilegal, o la amenaza terrorista. Estas tarjetas de identidad servirían para centralizar en un solo documento información personal diversa que actualmente es manejada de forma inconexa por distintas agencias y organizaciones estatales. En una única tarjeta-chip se incorporarían datos de seguridad social, información fiscal e incluso la licencia de conducción, junto con sofisticada información biométrica que permita, mediante reconocimiento de iris o examen de huellas digitales, confirmar la identidad del titular.
Los Conservadores, principal grupo de la oposición en el Parlamento, apoyan las tarjetas de identidad, lo mismo que una parte significativa de la población. En contra están los liberal-demócratas y distintos grupos de defensa de las libertades individuales, quienes ven en esta centralización de información en una única base de datos gubernamental una peligrosa erosión del derecho a la privacidad. Pero no son ellos la principal amenaza para la aprobación de la ley, sino el coste: según estimaciones, cada tarjeta de identidad podría llegar a costar más de 100 libras, un precio que la mayoría de la gente no estaría dispuesta a pagar de ningún modo.
El asunto de las ID Cards lleva años rondando en el debate político británico. Cuando leí sobre él por primera vez, no acabé de entender el motivo de la polémica. Para mí, tener documento de identidad era lo más natural del mundo, y no veía en ello ninguna agresión a mi privacidad. Ahora, sin embargo, he empezado a apreciar la vida sin carnés de identidad. Puede que sea ficticia, pero la sensación de poder vivir "indocumentado" es bastante liberadora: se siente uno menos observado o contralado por el estado. En España me irrita el abuso que se hace del DNI: debería ser un documento para guardar en casa y usar sólo para gestiones importantes, pero acaba utilizándose para pagar con tarjeta en el supermercado o para hacer exámenes en la Universidad.
Más información: Blair wins first ID card battle (BBC)
Pero puede que todo esto cambie en unos años. La semana pasada Tony Blair logró aprobar en la Cámara de los Comunes el proyecto de ley de la introducción de tarjetas de identidad en el Reino Unido, en medio de una gran polémica y con el voto en contra de unos treinta diputados rebeldes de su propio partido. El Gobierno de Blair lleva varios años promoviendo la puesta en marcha de tarjetas de identidad (ID cards), argumentando que son necesarias para hacer frente a distintos problemas actuales, como el fraude en la seguridad social, la inmigración ilegal, o la amenaza terrorista. Estas tarjetas de identidad servirían para centralizar en un solo documento información personal diversa que actualmente es manejada de forma inconexa por distintas agencias y organizaciones estatales. En una única tarjeta-chip se incorporarían datos de seguridad social, información fiscal e incluso la licencia de conducción, junto con sofisticada información biométrica que permita, mediante reconocimiento de iris o examen de huellas digitales, confirmar la identidad del titular.
Los Conservadores, principal grupo de la oposición en el Parlamento, apoyan las tarjetas de identidad, lo mismo que una parte significativa de la población. En contra están los liberal-demócratas y distintos grupos de defensa de las libertades individuales, quienes ven en esta centralización de información en una única base de datos gubernamental una peligrosa erosión del derecho a la privacidad. Pero no son ellos la principal amenaza para la aprobación de la ley, sino el coste: según estimaciones, cada tarjeta de identidad podría llegar a costar más de 100 libras, un precio que la mayoría de la gente no estaría dispuesta a pagar de ningún modo.
El asunto de las ID Cards lleva años rondando en el debate político británico. Cuando leí sobre él por primera vez, no acabé de entender el motivo de la polémica. Para mí, tener documento de identidad era lo más natural del mundo, y no veía en ello ninguna agresión a mi privacidad. Ahora, sin embargo, he empezado a apreciar la vida sin carnés de identidad. Puede que sea ficticia, pero la sensación de poder vivir "indocumentado" es bastante liberadora: se siente uno menos observado o contralado por el estado. En España me irrita el abuso que se hace del DNI: debería ser un documento para guardar en casa y usar sólo para gestiones importantes, pero acaba utilizándose para pagar con tarjeta en el supermercado o para hacer exámenes en la Universidad.
Más información: Blair wins first ID card battle (BBC)
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