El domingo pasado, la marca de licores Beefeater organizaba en Madrid el evento "Londonize", consistente en reproducir en el castizo barrio de La Latina un mercadillo londinense compuesto por verdaderos tenderetes directamente traídos de Camdem Town, Portobello Road y Covent Garden. La respuesta del público madrileño fue espectacular, y según leo en la prensa, la asistencia, de decenas de miles de personas, excedió con creces los pronósticos de los organizadores.
De que eso estaba lleno hasta la Union Jack puede dar fe este humilde servidor, que por supuesto no podía faltar a tan señalado acontecimiento relacionado con la cultura inglesa. Haciendo gala de no mucho espabile, me planté allí a la peor hora, las seis de la tarde, a la que los habitantes de la capital ya se han desperazado de la siesta y se lanzan resueltos a practicar su deporte favorito: aglomerarse en lugares públicos. El lugar de la celebración era la Plaza de la Paja, no muy lejos del Palacio Real. La experiencia británica comenzaba tan pronto como uno se adentraba en dicha plaza: había dos colas para elegir. Una era para entrar en una carpa, y la otra para pasar a un callejón donde habían montado el mercadillo londinense, que es la que escogí. Tuve que esperar pacientemente media hora antes de poder acceder a dicho recinto, espantando en los últimos metros a varios caraduras que trataban de colarse delante mío ante la indiferencia de los organizadores.
Una vez dentro, me recorrí el corto tramo de calle echando un vistazo a los puestos. Había una curiosa mezcla entre los tenderetes de antigüedades típicos de Portobello Road, con sus catalejos, astrolabios y demás cachivaches vetustos, y los de camisetas desastradas y ropa militar, habituales de Camdem Town. Los vendedores no parecía que estuviesen haciendo mucho negocio, salvo un puesto al que no me pude acercar por el enjambre de mujeres que lo rodeaban arramplando con lo que parecían ser vestidos o quizás blusas. Como toque curioso, en todo el mercadillo se podía pagar tanto en euros como en libras, en cuyo caso te hacían un 10% de descuento. Esto no se quedaba en mero toque pintoresco sin trascendencia: afuera había un autobús-sucursal de Caja Madrid ofreciendo canje de divisa. Yo me había traído de casa algo de calderilla, pero no encontré nada de interés para gastarla.
Cuando salí del callejón, desgraciadamente ya era tarde y el evento cerraba en pocos minutos, de modo que no pude pasar a la carpa, donde unos amigos me contaron que había más tenderetes, entre ellos uno de la famosa boutique Cyberdog de ropa ciberbailonga que se caracteriza sobre todo por ser absolutamente imponible. Me conformé dando una vuelta por unos pocos puestos que habían colocado afuera, en uno de los cuales preparaban fish and chips y un dulce de fresas recubiertas de chocolate que nunca había visto en Inglaterra. También curioseé a la gente haciéndose fotos junto a un taxi londinense o con alguno de los dos figurantes disfrazados de beefeaters (uno de los cuales tenía un aspeco morenazo muy poco convincente).
La experiencia resultó curiosa. Por supuesto, era difícil fantasear que uno estuviese paseando por las entrañas de alguno de los célebres mercados londinenses, y lo que estaba a la venta no era muy interesante, pero el hecho de que los vendedores proviniesen de Londres en vez de ser actores, y el detalle de que se pudiera pagar en libras le daban un toque de clase al evento. En último término, lo que asemejaba más el lugar a Portobello Road o Camdem Town es que la calle, como en esos sitios, estaba infestada de españoles.
Más información:
Londres llena la plaza de la paja (El País), Galería de fotos en Flickr
martes, junio 26, 2007
jueves, junio 21, 2007
Alan Johnston
Quien siga este blog posiblemente se haya dado cuenta de que, desde hace unos días, en la barra lateral derecha de la página figura una viñeta con la cara de un señor calvo. Como se puede leer al lado, se trata de Alan Johnston, corresponsal de la BBC en Gaza, quien fue secuestrado este territorio palestino hace más de 100 días por uno de los múltiples grupos armados que pululan por esta caótica región. A día de hoy, las perspectivas de su puesta en libertad, al parecer, son buenas. Hamas, quien hace pocos días se hizo con el control de Gaza, ha manifestado que va a poner todos sus esfuerzos en conseguirlo.
En cualquiera de los casos, la BBC ha organizado una campaña pidiendo la liberación de este periodista, a la que este blog, Parquestrit, se suma. Los motivos, he de reconocer, son puramente personales. Alan Johnston es una de las voces que, desde hace más de un año, me ha acompañado en mi trayecto de todos los días al trabajo, durante el cual suelo escuchar el podcast del espacio radiofónico From Our Own Correspondent. De entre las crónicas procedentes de los rincones más insospechados del globo que se radian en este programa, las de Johnston destacaban por su simpatía, humanidad y apego hacia los habitantes de ese desdichado rincón del planeta. Por eso, con total sinceridad, espero que sea liberado pronto y, si aún le quedan ganas, pueda seguir dando testimonio del aspecto humano de las injusticias y calamidades que, desde hace décadas, atormentan a habitantes de Israel y de los territorios ocupados sin que nadie parezca capaz de solucionarlas.
Actualización 4 de julio 2004
En la madrugada de hoy, Alan Johnston ha sido liberado gracias a la presión de Hamas hacia sus captores. Pocas horas después, ya fuera de Gaza, los oyentes del programa de radio Today de la BBC han podido escucharle en una entrevista en la que cuenta su experiencia con sorprendente aplomo. Por tiempo limitado (me imagino que hasta mañana), se puede escuchar a través de este enlace (este otro quizás esté disponible durante más tiempo).
Enlace:
Alan Johnston (BBC)
En cualquiera de los casos, la BBC ha organizado una campaña pidiendo la liberación de este periodista, a la que este blog, Parquestrit, se suma. Los motivos, he de reconocer, son puramente personales. Alan Johnston es una de las voces que, desde hace más de un año, me ha acompañado en mi trayecto de todos los días al trabajo, durante el cual suelo escuchar el podcast del espacio radiofónico From Our Own Correspondent. De entre las crónicas procedentes de los rincones más insospechados del globo que se radian en este programa, las de Johnston destacaban por su simpatía, humanidad y apego hacia los habitantes de ese desdichado rincón del planeta. Por eso, con total sinceridad, espero que sea liberado pronto y, si aún le quedan ganas, pueda seguir dando testimonio del aspecto humano de las injusticias y calamidades que, desde hace décadas, atormentan a habitantes de Israel y de los territorios ocupados sin que nadie parezca capaz de solucionarlas.
Actualización 4 de julio 2004
En la madrugada de hoy, Alan Johnston ha sido liberado gracias a la presión de Hamas hacia sus captores. Pocas horas después, ya fuera de Gaza, los oyentes del programa de radio Today de la BBC han podido escucharle en una entrevista en la que cuenta su experiencia con sorprendente aplomo. Por tiempo limitado (me imagino que hasta mañana), se puede escuchar a través de este enlace (este otro quizás esté disponible durante más tiempo).
Enlace:
Alan Johnston (BBC)
miércoles, junio 20, 2007
The property ladder
Los británicos, como los españoles, también llevan ya media década obsesionados con la compra de vivienda. Todo ciudadano de este país tiene la aspiración de poder echar el pie a la property ladder o "escalera de la propiedad", expresión que ilustra la idea de que hay que meterse a toda costa en la compra de algún piso o chalé, por modesto que sea, para más adelante utilizarlo como escalón que nos permita adquirir otro inmueble mejor y más grande, y así sucesivamente. En el Reino Unido también han sufrido varios años de incrementos descabellados de precios hasta que, hace un par de años, la cosa se estabilizó. Desde entonces el mercado se ha mantenido bastante plano, salvo moderados repuntes esporádicos.
Las similitudes con el caso español, sin embargo, son limitadas. Para mí la más llamativa es que en el Reino Unido no se construye mucha vivienda nueva. Las principales poblaciones suelen tener un "cinturón verde" o green belt a su alrededor que las autoridades se suelen mostrar reticentes de urbanizar. Las promociones inmobiliarias suelen ser de escala bastante pequeña. En el Reino Unido los pueblos no deciden multiplicar por diez su población, ni sienten la necesidad de construir varios campos de golf en sus aledaños, y eso que aquí no tienen los problemas de suministro de agua que hay en países más meridionales.
Otra diferencia son los tipos de interés, más altos en el Reino Unido que en la eurozona (al menos medio punto por encima). Aunque esto encarece las hipotecas, comprarse una casa en este país sale más barato que en España. Recuerdo haber visto una tabla en el Economist hace tiempo en la que se comparaba el sobrecoste en impuestos, abogados y otros gastos similares, excluidos intereses y coste del capital, de adquirir una vivienda en distintos países de Europa. España estaba entre los países más caros. Los británicos pagan un impuesto del 1% de stamp duty cuando los inmuebles superan las 60.000 libras, y del 3% cuando exceden las 250.000. Mucho menos que el 7% de IVA o de transmisiones patrimoniales y otros impuestos surtidos que te endosan en España.
De todos estos temas, en cualquier caso, hablo de oídas, ya que yo no llegué a comprarme casa en Inglaterra (ojalá hubiese podido hacerlo en su momento; ahora estaría forrado). Jorge, sin embargo, está en medio de este trance, y nos cuenta los entresijos del proceso de compraventa de inmuebles en esta entrada de su blog. Mañana, si todo va bien, le van a dar las llaves de su primera casa. ¡Enhorabuena! y buena suerte con todo.
Actualización 21-Jun
Di, quien desde hace poco es también una orgullosa home owner, nos cuenta en los comentarios de esta entrada (enlace) un montón de detalles interesantes sobre la compra de vivienda en el Reino Unido.
Enlace: Alea Jacta Est (Diario de A Bordo)
Las similitudes con el caso español, sin embargo, son limitadas. Para mí la más llamativa es que en el Reino Unido no se construye mucha vivienda nueva. Las principales poblaciones suelen tener un "cinturón verde" o green belt a su alrededor que las autoridades se suelen mostrar reticentes de urbanizar. Las promociones inmobiliarias suelen ser de escala bastante pequeña. En el Reino Unido los pueblos no deciden multiplicar por diez su población, ni sienten la necesidad de construir varios campos de golf en sus aledaños, y eso que aquí no tienen los problemas de suministro de agua que hay en países más meridionales.
Otra diferencia son los tipos de interés, más altos en el Reino Unido que en la eurozona (al menos medio punto por encima). Aunque esto encarece las hipotecas, comprarse una casa en este país sale más barato que en España. Recuerdo haber visto una tabla en el Economist hace tiempo en la que se comparaba el sobrecoste en impuestos, abogados y otros gastos similares, excluidos intereses y coste del capital, de adquirir una vivienda en distintos países de Europa. España estaba entre los países más caros. Los británicos pagan un impuesto del 1% de stamp duty cuando los inmuebles superan las 60.000 libras, y del 3% cuando exceden las 250.000. Mucho menos que el 7% de IVA o de transmisiones patrimoniales y otros impuestos surtidos que te endosan en España.
De todos estos temas, en cualquier caso, hablo de oídas, ya que yo no llegué a comprarme casa en Inglaterra (ojalá hubiese podido hacerlo en su momento; ahora estaría forrado). Jorge, sin embargo, está en medio de este trance, y nos cuenta los entresijos del proceso de compraventa de inmuebles en esta entrada de su blog. Mañana, si todo va bien, le van a dar las llaves de su primera casa. ¡Enhorabuena! y buena suerte con todo.
Actualización 21-Jun
Di, quien desde hace poco es también una orgullosa home owner, nos cuenta en los comentarios de esta entrada (enlace) un montón de detalles interesantes sobre la compra de vivienda en el Reino Unido.
Enlace: Alea Jacta Est (Diario de A Bordo)
viernes, junio 15, 2007
Primeros ministros británicos
En el Reino Unido, el puesto de Primer Ministro se remonta nada menos que a principios del siglo XVIII, lo cual da buena fe de la sorprendente continuidad del sistema político de este país. En esta curiosa galería se pueden encontrar retratos los de la totalidad de las personalidades que han desempeñado este cargo hasta el día de hoy, incluyendo, por supuesto, Chamberlain, Churchill, y Margaret Thatcher.
Enlace:
Primeros Ministros Británicos (The Guardian)
Enlace:
Primeros Ministros Británicos (The Guardian)
miércoles, junio 13, 2007
Tony Blair sobre los medios
Apenas le quedan dos semanas como Primer Ministro del Reino Unido, pero Tony Blair parece que va a dar guerra hasta el final (aparte de la de Irak). En un discurso (en inglés) pronunciado ayer en la sede de la agencia Reuters en Londres, Blair denunció la deriva que, durante los últimos tiempos, los medios de comunicación de su país están experimentando hacia el sensacionalismo y la crítica destructiva.
Blair ya había manifestado en el pasado su antipatía hacia los medios, pero posiblemente esta sea la crítica más consistente y explícita que ha hecho contra ellos. Es fácil caer en la tentación de tachar lo que pueda decir el Primer Ministro de simple expresion de despecho por la crítica sin tregua que ha tenido que sufrir desde que cayó en desgracia por la guerra de Irak. Es irónico, también, que quien ahora se rasga las vestiduras sea quien, en sus comienzos como presidente del gobierno, buscase con tanta ansia ganarse su favor, obsesionado en controlar como fuese la agenda informativa (un estilo de gobierno bien ilustrado por la película "The Queen").
A pesar de todo esto, lo que argumenta Tony Blair no tiene desperdicio, y el discurso es muy recomendable de leer. Su tesis viene a ser que, ante la evolución de las telecomunicaciones, que ha hecho que el público demande cobertura de noticias durante las 24 horas y que ha convertido la información en mera mercancía genérica, los medios de comunicación se sienten acosados por la competencia y se ven obligados a mantener su menguante audiencia potenciando la opinión y el análisis y publicando historias impactantes y escandalosas. Esta estrategia, afirma Blair, ha sembrado la desconfianza en la opinión pública hacia la clase política, sobre la que se leen y escuchan diriamente acusaciones graves y dramáticas.
Mis pobres dotes de síntesis hacen que esto suene espeso y aburrido, pero en realidad el discurso es muy fácil de leer. Está escrito con un un lenguaje sencillo, conciso y directo, sin mareos de perdiz ni la típica charla insustancial de los políticos, y expone ejemplos concretos muy interesantes, extraídos de su trayectoria como primer ministro. Muestra un fervor y unas ganas de convencer que, a estas alturas, siguen conmoviendo. Acostumbrado a escuchar las charlas vacías de contenido de los políticos españoles, escuchar a Tony Blair hace que uno se muera de envidia. Ojalá en España tuviésemos un político la mitad de capaz que él (y a ser posible, también la mitad de mentiroso o menos).
Enlaces:
Discurso de Tony Blair (BBC) (en inglés), Blair acusa a los medios de comunicación de destrozar la reputación de las personas como bestias salvajes (El País)
Blair ya había manifestado en el pasado su antipatía hacia los medios, pero posiblemente esta sea la crítica más consistente y explícita que ha hecho contra ellos. Es fácil caer en la tentación de tachar lo que pueda decir el Primer Ministro de simple expresion de despecho por la crítica sin tregua que ha tenido que sufrir desde que cayó en desgracia por la guerra de Irak. Es irónico, también, que quien ahora se rasga las vestiduras sea quien, en sus comienzos como presidente del gobierno, buscase con tanta ansia ganarse su favor, obsesionado en controlar como fuese la agenda informativa (un estilo de gobierno bien ilustrado por la película "The Queen").
A pesar de todo esto, lo que argumenta Tony Blair no tiene desperdicio, y el discurso es muy recomendable de leer. Su tesis viene a ser que, ante la evolución de las telecomunicaciones, que ha hecho que el público demande cobertura de noticias durante las 24 horas y que ha convertido la información en mera mercancía genérica, los medios de comunicación se sienten acosados por la competencia y se ven obligados a mantener su menguante audiencia potenciando la opinión y el análisis y publicando historias impactantes y escandalosas. Esta estrategia, afirma Blair, ha sembrado la desconfianza en la opinión pública hacia la clase política, sobre la que se leen y escuchan diriamente acusaciones graves y dramáticas.
Mis pobres dotes de síntesis hacen que esto suene espeso y aburrido, pero en realidad el discurso es muy fácil de leer. Está escrito con un un lenguaje sencillo, conciso y directo, sin mareos de perdiz ni la típica charla insustancial de los políticos, y expone ejemplos concretos muy interesantes, extraídos de su trayectoria como primer ministro. Muestra un fervor y unas ganas de convencer que, a estas alturas, siguen conmoviendo. Acostumbrado a escuchar las charlas vacías de contenido de los políticos españoles, escuchar a Tony Blair hace que uno se muera de envidia. Ojalá en España tuviésemos un político la mitad de capaz que él (y a ser posible, también la mitad de mentiroso o menos).
Enlaces:
Discurso de Tony Blair (BBC) (en inglés), Blair acusa a los medios de comunicación de destrozar la reputación de las personas como bestias salvajes (El País)
martes, junio 12, 2007
Conversaciones de oficina
La vida es más dura en España ahora que cuando me fui del país hace varios años.
Es, en efecto, un país más competitivo. Lo mismo que el inglés ya se da por sentado y la gente está empezando a estudiar francés o alemán, ya no basta con cultivar semanalmente una vaga noción de lo que ha pasado en la jornada futbolística, echando un vistazo superficial a los periódicos o poniendo la oreja a lo que se comenta a tu alrededor. Ahora, para poder participar en las conversaciones de a la hora de comer, tienes que ser capaz también de mantener el tipo cuando la gente se pone a hablar de la actualidad de la Fórmula 1. Maldito Alonso. A este paso voy a echar de menos las insufribles peroratas sobre rugby del galés de mi anterior empleo.
Es, en efecto, un país más competitivo. Lo mismo que el inglés ya se da por sentado y la gente está empezando a estudiar francés o alemán, ya no basta con cultivar semanalmente una vaga noción de lo que ha pasado en la jornada futbolística, echando un vistazo superficial a los periódicos o poniendo la oreja a lo que se comenta a tu alrededor. Ahora, para poder participar en las conversaciones de a la hora de comer, tienes que ser capaz también de mantener el tipo cuando la gente se pone a hablar de la actualidad de la Fórmula 1. Maldito Alonso. A este paso voy a echar de menos las insufribles peroratas sobre rugby del galés de mi anterior empleo.
sábado, junio 09, 2007
Códigos postales
Desde que estudiaba inglés en el colegio ya llamaron mi atención los peculiares códigos postales británicos. Había algo misterioso en esa sucesión aparantemente arbitraria de números y letras (ej: SL6 4BR), como si se tratase de un código secreto de película de espías.
Los códigos postales británicos están compuestos de dos partes separadas por un espacio. La primera parte consiste en un código de dos letras seguido de un número de una o dos cifras. Este identificador identifica el distrito postal, y por tanto tiene significado geográfico: las dos letras suelen ser una abreviatura de algún nombre de población, y el número suele indicar la distancia respecto del centro de la misma, aunque tampoco puede fiarse uno mucho: en Bristol, por ejemplo, BS5 y BS6 no son contiguas sino que están en lados opuestos de la ciudad, y hay direcciones en la zona BS8 que son más céntricas que BS3. Las demarcaciones postales, además, suelen extenderse más allá de los límites de la ciudad que les da nombre, cubriendo localidades periféricas que pueden estar en condados diferentes.
Volviendo al ejemplo de Bristol, el pueblo de Cheddar, en el condado de Somerset (cuna del famoso queso del mismo nombre) usa código postal BS27. Aquí se puede ver la división en códigos postales alrededor de Bristol.
La segunda parte del código postal consiste en un otro código consistente en un número seguido de dos letras, que ayuda a localizar el destinatario del correo dentro del distrito postal en cuestión. Este código, al revés que el primero, no tiene un sentido significado fácil de indagar, aunque es lo suficientemente preciso como para especificar no ya direcciones a nivel de calle, sino incluso, si la calle es suficientemente larga, a nivel de manzana. A menudo, cuando llamas por teléfono o te conectas a Internet para darte de alta en algún servicio o hacer alguna gestión, al rellenar tus datos de dirección postal sólo te piden el código postal completo y el número de tu casa. Sólo con esos datos son capaces de saber en qué calle vives.
En Londres los códigos postales son un poco distintos. El primer código se refiere a la zona de la ciudad: N para el norte, NW para el noroeste, EC para la zona este del centro, etc. El número que le sigue indica, más o menos, la distancia respecto del centro, aunque tampoco te puedes fiar mucho: E4, por ejemplo, está en las afueras de la ciudad. El sistema de numeración de códigos postales también otras excepciones y particularidades. A quien le interesen estas cosas puede encontrar toda la información (como siempre) en la Wikipedia, que también cuenta la historia del despliegue del sistema de códigos postales, que es relativamente reciente, por cierto: terminó de implantarse en 1974.
El tema de los códigos postales, a simple vista, no debería dar mucho más de sí, pero sin embargo tiene un aspecto sociológico bastante interesante. Resulta que, en el Reino Unido, los códigos postales son empleados por empresas y entidades públicas para clasificar a la gente que solicita servicios. El ejemplo más claro son las compañías de seguros, que evalúan la peligrosidad del domicilio de sus clientes basándose en su código postal: la diferencia entre vivir en BS8 y en BS6 te puede suponer 60 libras de diferencia en un seguro a terceros para tu coche. También la administración usa frecuentemente los códigos postales para regular el acceso a los servicios públicos: tener el código postal adecuado puede suponer que logres plaza para tu niño en una guardería, o que te den el tratamiento que necesitas en el hospital. Los británicos llaman a esta situación postcode lottery, y allá donde se da es garantía de polémica.
Los códigos postales también levantan pasiones por motivos más frívolos. Algunos vecinos de Maidenhead (adinerada localidad a orillas del Támesis, donde viví durante unos años) llevan tiempo tratando de que esta localidad se constituya en distrito postal propio para evitar asociación con la poco refinada ciudad de Slough (famosa por ser donde se desarolla la comedia The Office), a cuya distrito pertenecen con el código SL6. Y, a juzgar por la cubierta de una revista que vi hace unos meses (ver foto), parece que hay otro tipo de pasiones más saludables en las que los códigos postales también desempeñan un papel importante.
Los códigos postales británicos están compuestos de dos partes separadas por un espacio. La primera parte consiste en un código de dos letras seguido de un número de una o dos cifras. Este identificador identifica el distrito postal, y por tanto tiene significado geográfico: las dos letras suelen ser una abreviatura de algún nombre de población, y el número suele indicar la distancia respecto del centro de la misma, aunque tampoco puede fiarse uno mucho: en Bristol, por ejemplo, BS5 y BS6 no son contiguas sino que están en lados opuestos de la ciudad, y hay direcciones en la zona BS8 que son más céntricas que BS3. Las demarcaciones postales, además, suelen extenderse más allá de los límites de la ciudad que les da nombre, cubriendo localidades periféricas que pueden estar en condados diferentes.
Volviendo al ejemplo de Bristol, el pueblo de Cheddar, en el condado de Somerset (cuna del famoso queso del mismo nombre) usa código postal BS27. Aquí se puede ver la división en códigos postales alrededor de Bristol.
La segunda parte del código postal consiste en un otro código consistente en un número seguido de dos letras, que ayuda a localizar el destinatario del correo dentro del distrito postal en cuestión. Este código, al revés que el primero, no tiene un sentido significado fácil de indagar, aunque es lo suficientemente preciso como para especificar no ya direcciones a nivel de calle, sino incluso, si la calle es suficientemente larga, a nivel de manzana. A menudo, cuando llamas por teléfono o te conectas a Internet para darte de alta en algún servicio o hacer alguna gestión, al rellenar tus datos de dirección postal sólo te piden el código postal completo y el número de tu casa. Sólo con esos datos son capaces de saber en qué calle vives.
En Londres los códigos postales son un poco distintos. El primer código se refiere a la zona de la ciudad: N para el norte, NW para el noroeste, EC para la zona este del centro, etc. El número que le sigue indica, más o menos, la distancia respecto del centro, aunque tampoco te puedes fiar mucho: E4, por ejemplo, está en las afueras de la ciudad. El sistema de numeración de códigos postales también otras excepciones y particularidades. A quien le interesen estas cosas puede encontrar toda la información (como siempre) en la Wikipedia, que también cuenta la historia del despliegue del sistema de códigos postales, que es relativamente reciente, por cierto: terminó de implantarse en 1974.
El tema de los códigos postales, a simple vista, no debería dar mucho más de sí, pero sin embargo tiene un aspecto sociológico bastante interesante. Resulta que, en el Reino Unido, los códigos postales son empleados por empresas y entidades públicas para clasificar a la gente que solicita servicios. El ejemplo más claro son las compañías de seguros, que evalúan la peligrosidad del domicilio de sus clientes basándose en su código postal: la diferencia entre vivir en BS8 y en BS6 te puede suponer 60 libras de diferencia en un seguro a terceros para tu coche. También la administración usa frecuentemente los códigos postales para regular el acceso a los servicios públicos: tener el código postal adecuado puede suponer que logres plaza para tu niño en una guardería, o que te den el tratamiento que necesitas en el hospital. Los británicos llaman a esta situación postcode lottery, y allá donde se da es garantía de polémica.
Los códigos postales también levantan pasiones por motivos más frívolos. Algunos vecinos de Maidenhead (adinerada localidad a orillas del Támesis, donde viví durante unos años) llevan tiempo tratando de que esta localidad se constituya en distrito postal propio para evitar asociación con la poco refinada ciudad de Slough (famosa por ser donde se desarolla la comedia The Office), a cuya distrito pertenecen con el código SL6. Y, a juzgar por la cubierta de una revista que vi hace unos meses (ver foto), parece que hay otro tipo de pasiones más saludables en las que los códigos postales también desempeñan un papel importante.
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curiosidades,
sociedad,
vida cotidiana
sábado, junio 02, 2007
The Food Hall
Ayer estuve en The Food Hall. Se trata de un distribuidor de productos ingleses en España. Xesús Fraga, uno de los lectores de este blog, me había hablado de él, y después de echar un vistazo al prometedor web decidí que no podía tardar mucho en pasarme por ahí para reponer algunos de los manjares ingleses que estoy empezando a echar de menos.
La tienda abierta al público está instalada en una nave de la zona industrial de San Sebastián de los Reyes (localización), no muy lejos de un faraónico complejo de centros comerciales que hay montado al lado de la carretera de Burgos. Nada más entrar lo primero que me llamó la atención fue el aspecto algo triste del local, demasiado amplio para las pocas estanterías que tienen llenas de productos. La selección de éstos era algo desproporcionada: una estantería estaba llena de chocolatinas y dulces, mientras que de queso tenían muy poco (desgraciamente, no les quedaba Wensleydale). Encontré cosas tan incongruentes como Dolmio, una marca de productos pretendidamente italianos que, según creo, son fabricados en Holanda por, curiosamente, la misma compañía que vende las barritas Mars. Pese a ello, la tienda estaba bien dotada de los productos más típicamente británicos: Marmite, Bisto, zumos concentrados Robinsons, Irn Bru, Twiglets e incluso Pot Noodle.
No me decepcionó la selección de tarros de curry y chutneys. Tikka Massala, Balti, Rogan Josh, Madras, Mango chutney, Lime pickle... No faltaba nada. Eran los habituales de Pataks, y salían un poco caros, a unos cuatro euros y pico el tarro grande. También encontré salchichas cumberland y, ¡albricias! clotted cream. En la cesta metí asimismo un par de botellas de cerveza inglesa y una de Pimm's, que me vendrá bien ahora que se acerca el calorcito.
Ya en la caja, charlé un poco con el dependiente inglés. Me dijo que el negocio tiene éxito, y que su clientela consiste en ingleses expatriados y españoles que, como yo, han pasado tiempo viviendo en Inglaterra.
La experiencia de visitar esta tienda fue un poco agridulce. La verdad es que me sentí un poco patético, peregrinando a ese triste rincón perdido de las afueras de Sanse para completar mi despensa con un puñado de productos que hace apenas semanas formaban parte de mi dieta rutinaria, pero que ahora se han convertido en exquisiteces que hay que pagar a precio de oro.
Enlace:
The Food Hall
Postdata: Después de mi visita a The Food Hall me acerqué al nuevo centro comercial Plaza Norte. Si no lo digo reviento: he visto pocos sitios más horteras y de peor gusto que este grandilocuente pastiche arquitectónico rebosante de mármol, molduras doradas, columnas griegas, volutas y (¡Dios mío!) obeliscos egipcios (ver foto).
La tienda abierta al público está instalada en una nave de la zona industrial de San Sebastián de los Reyes (localización), no muy lejos de un faraónico complejo de centros comerciales que hay montado al lado de la carretera de Burgos. Nada más entrar lo primero que me llamó la atención fue el aspecto algo triste del local, demasiado amplio para las pocas estanterías que tienen llenas de productos. La selección de éstos era algo desproporcionada: una estantería estaba llena de chocolatinas y dulces, mientras que de queso tenían muy poco (desgraciamente, no les quedaba Wensleydale). Encontré cosas tan incongruentes como Dolmio, una marca de productos pretendidamente italianos que, según creo, son fabricados en Holanda por, curiosamente, la misma compañía que vende las barritas Mars. Pese a ello, la tienda estaba bien dotada de los productos más típicamente británicos: Marmite, Bisto, zumos concentrados Robinsons, Irn Bru, Twiglets e incluso Pot Noodle.
No me decepcionó la selección de tarros de curry y chutneys. Tikka Massala, Balti, Rogan Josh, Madras, Mango chutney, Lime pickle... No faltaba nada. Eran los habituales de Pataks, y salían un poco caros, a unos cuatro euros y pico el tarro grande. También encontré salchichas cumberland y, ¡albricias! clotted cream. En la cesta metí asimismo un par de botellas de cerveza inglesa y una de Pimm's, que me vendrá bien ahora que se acerca el calorcito.
Ya en la caja, charlé un poco con el dependiente inglés. Me dijo que el negocio tiene éxito, y que su clientela consiste en ingleses expatriados y españoles que, como yo, han pasado tiempo viviendo en Inglaterra.
La experiencia de visitar esta tienda fue un poco agridulce. La verdad es que me sentí un poco patético, peregrinando a ese triste rincón perdido de las afueras de Sanse para completar mi despensa con un puñado de productos que hace apenas semanas formaban parte de mi dieta rutinaria, pero que ahora se han convertido en exquisiteces que hay que pagar a precio de oro.
Enlace:
The Food Hall
Postdata: Después de mi visita a The Food Hall me acerqué al nuevo centro comercial Plaza Norte. Si no lo digo reviento: he visto pocos sitios más horteras y de peor gusto que este grandilocuente pastiche arquitectónico rebosante de mármol, molduras doradas, columnas griegas, volutas y (¡Dios mío!) obeliscos egipcios (ver foto).
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