El domingo pasado, la marca de licores Beefeater organizaba en Madrid el evento "Londonize", consistente en reproducir en el castizo barrio de La Latina un mercadillo londinense compuesto por verdaderos tenderetes directamente traídos de Camdem Town, Portobello Road y Covent Garden. La respuesta del público madrileño fue espectacular, y según leo en la prensa, la asistencia, de decenas de miles de personas, excedió con creces los pronósticos de los organizadores.
De que eso estaba lleno hasta la Union Jack puede dar fe este humilde servidor, que por supuesto no podía faltar a tan señalado acontecimiento relacionado con la cultura inglesa. Haciendo gala de no mucho espabile, me planté allí a la peor hora, las seis de la tarde, a la que los habitantes de la capital ya se han desperazado de la siesta y se lanzan resueltos a practicar su deporte favorito: aglomerarse en lugares públicos. El lugar de la celebración era la Plaza de la Paja, no muy lejos del Palacio Real. La experiencia británica comenzaba tan pronto como uno se adentraba en dicha plaza: había dos colas para elegir. Una era para entrar en una carpa, y la otra para pasar a un callejón donde habían montado el mercadillo londinense, que es la que escogí. Tuve que esperar pacientemente media hora antes de poder acceder a dicho recinto, espantando en los últimos metros a varios caraduras que trataban de colarse delante mío ante la indiferencia de los organizadores.
Una vez dentro, me recorrí el corto tramo de calle echando un vistazo a los puestos. Había una curiosa mezcla entre los tenderetes de antigüedades típicos de Portobello Road, con sus catalejos, astrolabios y demás cachivaches vetustos, y los de camisetas desastradas y ropa militar, habituales de Camdem Town. Los vendedores no parecía que estuviesen haciendo mucho negocio, salvo un puesto al que no me pude acercar por el enjambre de mujeres que lo rodeaban arramplando con lo que parecían ser vestidos o quizás blusas. Como toque curioso, en todo el mercadillo se podía pagar tanto en euros como en libras, en cuyo caso te hacían un 10% de descuento. Esto no se quedaba en mero toque pintoresco sin trascendencia: afuera había un autobús-sucursal de Caja Madrid ofreciendo canje de divisa. Yo me había traído de casa algo de calderilla, pero no encontré nada de interés para gastarla.
Cuando salí del callejón, desgraciadamente ya era tarde y el evento cerraba en pocos minutos, de modo que no pude pasar a la carpa, donde unos amigos me contaron que había más tenderetes, entre ellos uno de la famosa boutique Cyberdog de ropa ciberbailonga que se caracteriza sobre todo por ser absolutamente imponible. Me conformé dando una vuelta por unos pocos puestos que habían colocado afuera, en uno de los cuales preparaban fish and chips y un dulce de fresas recubiertas de chocolate que nunca había visto en Inglaterra. También curioseé a la gente haciéndose fotos junto a un taxi londinense o con alguno de los dos figurantes disfrazados de beefeaters (uno de los cuales tenía un aspeco morenazo muy poco convincente).
La experiencia resultó curiosa. Por supuesto, era difícil fantasear que uno estuviese paseando por las entrañas de alguno de los célebres mercados londinenses, y lo que estaba a la venta no era muy interesante, pero el hecho de que los vendedores proviniesen de Londres en vez de ser actores, y el detalle de que se pudiera pagar en libras le daban un toque de clase al evento. En último término, lo que asemejaba más el lugar a Portobello Road o Camdem Town es que la calle, como en esos sitios, estaba infestada de españoles.
Más información:
Londres llena la plaza de la paja (El País), Galería de fotos en Flickr
2 comentarios:
Yo me pasé a las 17:00 y estaba a reventar también, tenía idea de ir po r la mañana pero aquello era una riada de gente desde primera hora.
Yo vi poco, y lo que vi no me termino de convencer.
Saltarse la cola: puede haber algo menos británico?
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