martes, noviembre 29, 2005

Carteles plegables

Los carteles plegables de la foto son uno de los detalles más típicos del paisaje urbano inglés. En las zonas de tiendas de ven multitud de ellos en las aceras, a la puerta de prácticamente todos los comercios y establecimientos. En el caso de los restaurantes y pubs suelen mostrar el menú del día o alguna oferta; muchas tiendas también los usan para publicitar promociones o rebajas. Cuando un comercio en cuestión está situado en una callejuela poco frecuentada, el cartel en cuestión suele colocarse en la calle principal, con una flecha animando a los paseantes a visitarlo.

Por la tarde, cuando la tienda cierra, los carteles suelen guardarse dentro, aunque a veces se dejan fuera encadenados de farolas o señales de tráfico.

sábado, noviembre 26, 2005

Las persianas y don Benito

Una de las incomodidades más grandes de las casas británicas es que las ventajas no tienen persianas ni contraventanas. Ahora en invierno esto no tiene mucha importancia, pero en verano, cuando empieza a alborear sobre las cinco de la mañana, os aseguro que se echan de menos, sobre todo si tenéis el sueño tan ligero como yo. La única solución (imperfecta) es comprar cortinas o estores de plastico opaco.

La falta de persianas es una de las quejas más comunes entre los expatriados como yo, uno de los fastidios que más te llegan al alma, como el que pongan moqueta en la cocina o que los lavabos tengan dos grifos. Por eso el otro día me quedé a cuadros cuando alguien me enseñó el siguiente fragmento de la novela "Fortunata y Jacinta" de Benito Pérez Galdós:
Después hubo debate sobre quesos, diciendo D. Baldomero que los del Reino son también muy buenos. Luego tratose de las casas, que Moreno calificó de inhabitables. «Por eso todo el mundo vive en la calle». (...) «Pues mire usted -dijo Villalonga-: las casas serán todo lo malas que usted quiera; pero hay en las del extranjero una costumbre que maldita la gracia que tiene. Me refiero a la falta de maderas en los balcones y ventanas, por lo cual entra la luz desde que Dios amanece, y no puede usted pegar los ojos».

Pocas veces se siente uno identificado tan fuertemente con el personaje de una novela escrita hace tantos años. El resto del texto es también muy interesante. Se trata de una conversación entre familiares, en la que participa Moreno, un expatriado español en Inglaterra, del cual se dice que
Su persona tenía tal aire inglés, que quien le viera, tomaríale por uno de esos lores aburridos y millonarios que andan por el mundo sacudiéndose la morriña que les consume. Hasta cuando hablaba desmentía, no por afectación, sino por hábito, su progenie española, porque arrastraba un poco las erres y olvidaba algunos vocablos de los menos usuales. Se había educado en el célebre colegio de Eton; a los treinta años volvió a Inglaterra y allí vivía de continuo, salvo las cortas temporadas que pasaba en Madrid. Poseía el arte de la buena educación en su forma más exquisita, y una soltura de modales que cautivaba. Era ahijado de D. Baldomero I, y por esto seguía llamando padrino a D. Baldomero II.
Moreno es un gran crítico de España:
«Ya saben ustedes que no transijo con la patria -dijo sonriendo-. Mientras más la visito, menos me gusta. Por respeto a mi padrino, no me atrevo a decir más». Los gustos extranjeros de aquel hombre y el desamor que a su patria mostraba, eran ocasión de empeñadas reyertas entre él y D. Baldomero, que defendía todo lo del Reino con sincero entusiasmo. A veces perdía los estribos el buen español, sosteniendo que en todo lo de fuera hay mucho de farsa, y Moreno, extremando sus antipatías, sostenía que en España no hay más que tres cosas buenas: la Guardia Civil, las uvas de albillo y el Museo del Prado.
A los que vivimos fuera, siempre nos suelen dar rabietas cuando estamos de visita en España. Nos ponemos a criticar furibundamente todos sus defectos: la mala educación de la gente, el pésimo funcionamiento de la administración, el atraso tecnológico y laboral, la política arrabalera. Luego de vuelta al país donde vivimos las quejas pasan a dirigirse a éste: el clima, la comida, el transporte público decrépito, la sanidad precaria. Al final se pasa uno todo el santo día protestando. En la novela, Moreno concluye su perorata con una condena devastadora a la España atrasada y sin futuro de entonces.
«Yo de mí sé decir que cuando paso la frontera para acá recibo las más tristes impresiones. Habrá algo que admirar; a mí se me esconde, y no veo más que la grosería, los malos modos, la pobreza, hombres que parecen salvajes, liados en mantas; mujeres flacas... Lo que más me choca es lo desmedrado de la casta. Rara vez ve usted un hombrachón robusto y una mujer fresca. No lo duden ustedes, nuestra raza está mal alimentada, y no es de ahora; viene pasando hambres desde hace siglos... Mi país me es bastante antipático, y desde que me meto en el express de Irún ya estoy renegando. Por la mañana, cuando despierto en la Sierra y oigo pregonar el botijo e leche, me siento mal; créanlo ustedes... Al llegar a Madrid, y ver la gente de capa, las mujeres con mantones, las calles mal adoquinadas, y los caballos de los coches como esqueletos, no veo la hora de volverme a marchar».

viernes, noviembre 25, 2005

Un año de Parquestrit

Hace exactamente un año inauguraba esta bitácora con estas palabras (las entradas de años anteriores que se pueden ver en los Archivos las añadí posteriormente de forma "retroactiva"). Comencé con dos objetivos: el primero aprender a escribir, y el segundo poner a disposición de quien estuviese interesado mis observaciones, interpretaciones y reflexiones sobre cómo es la vida en Inglaterra, sobre todo en comparación con España. No sé cómo ando en su cumplimiento (escribir escribo con más soltura pero igual de farragosamente que siempre), pero el haber tenido suficiente disciplina para hacerlo con cierta regularidad durante doce meses no es moco de pavo. Así que enhorabuena para mí.

Me siento razonablemente contento. Tras los inevitables bandazos iniciales, creo que he logrado concretar una "línea editorial" razonablemente homogénea en cuanto a temas: un poco de política y noticias de actualidad, un poco de gastronomía, un poco de datos prácticos, un poco de costumbres. Y, sobre todo, mi debilidad: las nimiedades, los pequeños detalles cotidianos, todas esas minucias intrascendentes que casi nunca vienen en los libros o en las guías de viaje.

Como la inmensa mayoría de los blogs, y pese al apoyo de otros blogueros como Albert, Borja, Dot o Toño que me enlazan de desde sus páginas (¡mil gracias!), tengo que conformarme con una nanoaudiencia de unas cuantas decenas de visitas al día, la mayoría de las cuales provienen de Google o algún otro buscador. De todos modos, si he de creer lo que afirman las estadísticas de Google Analytics, un tercio de las visitas son de gente que vuelve, lo cual me hace sentir muy satisfecho. A todos aquellos que me leéis regularmente e incluso colaboráis con vuestros comentarios os quiero dar las gracias: Andrea, Ángel, Be, Didi, Mr. Softie, Xesús y a los demás lectores anónimos (incluyendo, aunque no queda nada cool decirlo, a mis padres y a mi novia).

Espero poder seguir otro año más en el candelero, lidiando con la falta de tiempo y mis limitadas dotes de escritor. Siempre y cuando no encuentre antes, al fin, un trabajo en España, que es muy bonito esto de escribir blogs pero lo que uno preferiría estar haciendo es tomar cañas y raciones de jamoncito o gambas a la plancha. Un saludo a todos.

jueves, noviembre 24, 2005

Abriendo hasta tarde

Hoy es un día histórico: entran en vigor en Inglaterra las nuevas licencias de apertura de pubs, basadas en la Licensing Act que se aprobó en 2003. A partir de ahora ya se puede servir bebidas alcohólicas en estos establecimientos más tarde de las 11 de la noche, siempre y cuando se obtenga la licencia apropiada. La anterior legislación databa de los años de la I Guerra Mundial, y se introdujo para fomentar la productividad de los trabajadores durante el conflicto bélico.

Es curioso porque se ha pasado de un extremo al otro: de unas leyes muy restrictivas se ha pasado a que en teoría sea posible tener bares abiertos las 24 horas del día. Es precisamente esta posibilidad la que ha excitado los ánimos de la opinión pública (y de los medios), que asiste con nerviosismo al amanecer de la era del 24 hour drinking. Muchos opinadores, políticos y jefes de policía han vaticinado consecuencias terribles para la sociedad: empeoramiento de la lacra del binge drinking (cultura de la borrachera), alcoholismo, vandalismo, problemas sanitarios y un sinfín de calamidades. Lo cierto es que apenas unos pocos cientos de pubs han solicitado licencias para abrir durante todo el día. La mayoría de los que han solicitado extender el horario de apertura han pedido sólo una o dos horas adicionales.

La motivación de esta nueva legislación es fomentar una cultura de consumo responsable, más cercana a la que supuestamente se da en el continente. Se espera que si los parroquianos no sienten la presión de la hora de cierre engullirán sus pintas a menos velocidad. Otro de los objetivos es que no todos los sitios cierren a la misma hora. De este modo, se evitará la explosiva situación en la que sobre las once y pico de la noche los pubs empiezan a echar a la gente y la calle se ve llena súbitamente de ejércitos de borrachos tambaleantes y ocasionalmente violentos. En esto puedo decir por propia experiencia que el espectáculo es realmente dantesco. Es especialmente entretenido cuando se va en coche; mi tramo favorito es Park Street. Es una cuesta muy empinada, de modo que según subes desde abajo ves ante ti la calle completa: un retablo espectacular compuesto de borrachos haciendo eses, tambaleándose, tropezando, dando voces, orinando en las esquinas o peleándose entre sí. La gente va tan ciega que, según pasas, te hacen señas con el brazo por si eres un taxi.

Lo cierto es que lo que vaya a ocurrir con las nueves leyes es una incognita. La mayoría de la gente da por hecho que durante los primeros meses se darán situaciones de consumo exacerbado de alcohol, y la policía y los hospitales no darán a basto. A medio y largo plazo, sin embargo, nadie es capaz de predecir si la nueva legislación tendrá éxito sosegando las costumbres bebedoras de los ingleses. En cualquier caso, dudo mucho que pierdan su sólida afición por las borracheras.

Más información: Last Order: de copas en el Reino Unido (Parquestrit), Licensing Laws of the UK (Wikipedia en inglés), Pubs in 24-hour opening era (BBC)

martes, noviembre 22, 2005

Barrenderos en Bristol

Algo que me llama mucho la atención de Bristol es que no cuenta con un servicio regular de barrenderos. En estos días de otoño, las hojas que caen de los árboles se acumulan a montones a lo largo de los bordillos durante semanas sin que nadie las recoja. De la humedad y el tránsito de peatones y coches acaban aplastándose y pudriéndose, pintando el asfalto y las aceras con sus pigmentos amarillentos y causando más de un resbalón a los viandantes descuidados. Pasados varios días, al fin, los vehículos aspiradores se dignan a aparecer para adecentar las calles, asistidos por operarios con mochilas sopladoras de hojas, artilugios que, por cierto, siempre me han parecido ridículos.

Es como sí las autoridades municipales de Bristol no fuesen capaces de concebir la limpieza urbana sino como una tarea logística complicadísima para la que es preciso coordinar ejércitos de empleados. Con los chicles pasa algo similar: las aceras del centro están tachonadas de cientos de manchas oscuras, producto de la fosilización de gomas de mascar tiradas al suelo por guarros incívicos y apisonadas durante meses por los transeuntes. Pero llega un día que la calle es tomada por cuadrillas de operarios con lanzas de agua hirviendo a presión, que metódica y trabajosamente arrancan estas suciedades del suelo. La acera queda impoluta, pero yo juraría que contratar a un barrendero que pasase por ahí todos los días les saldría más barato.

domingo, noviembre 20, 2005

Madrid-Barça a la inglesa

Mi afición por el fútbol es bastante moderada. Cuando vivía en España, solía seguirlo con cierto interés. Los primeros años de vivir en Inglaterra tuve de housemate, allá en Maidenhead, a un forofo catalán que, con fervor inquebrantable, ejercía de misionero culé proclamando el evangelio barcelonista a quienquiera que se pusiese a tiro a su alrededor. Alguna vez lograba que algún inglés, que hasta el momento había sido partidario del Madrid, se cambiase y se hiciese admirador del Barça, algo de lo que luego se sentía tremendamente orgulloso. A mí, seguidor madrileño del Madrid, sabía que no me podía convencer, pero aún así no cejaba en presentarme argumentos objetivos por los que el Barcelona era esencialmente mejor equipo que el Real Madrid. Gracias a estas incesantes discusiones, siempre amistosas, lograba mantenerme al día de lo que ocurría en la Liga Española.

Ahora que vivo en Bristol no tengo a mi alrededor a nadie a quien le guste el fútbol, así que estoy totalmente desconectado. Ni siquiera los ingleses del trabajo me dan la vara preguntándome por Beckham: la mayoría de ellos son aficionados al rugby. Pese a todo, este sábado me levanté resuelto a no perderme el clásico Madrid-Barça. Todos los años procuro verlo sin falta, junto con el Barça-Madrid, como si de un precepto religioso se tratara. Es una de tantas costumbres y rutinas con las que trato de mantener el contacto con la patria. Viviendo en Inglaterra he tenido suerte: he podido ver casi siempre estos partidos por la televisión. En todas las ocasiones ha sido en pubs: la rivalidad entre el Real Madrid y el Barça y la solera de estos dos equipos son tales que el duelo entre ambos es capaz de levantar el interés a una afición tan ombliguista como la inglesa. No es difícil encontrar garitos donde conecten con la retransmisión de este clásico del fútbol español, siempre disponible por cable o televisión digital en Sky Sports.

En esta ocasión probé suerte en el Clifton Wine Bar, un pub bastante conocido de la ciudad. Aunque en un principio no tenían pensado poner el partido, no tuvieron ningún inconveniente en hacerlo, después de comprobar que su horario no coincidía con ningún evento deportivo británico. Como en España se va a los bares, muchos británicos se reunen en el pub para ver por la televisión distintos eventos deportivos, sobre todo fútbol y rugby. En España la gente suele (o solía) conformarse con el típico bar de viejos con televisión destartalada en la esquina; en el Reino Unido, los pubs suelen contar con instalaciones sofistícadísimas de pantallas de plasma y proyectores de video. Muchos pubs hacen de proyectar encuentros deportivos su razón de ser, y ofrecen hasta mini-salas de proyección con asientos orientados hacia una pantalla gigantesca, como si fuesen verdaderos mini-cines.

En el Clifton Wine Bar los medios eran más "modestos": un proyector de televisión y un par de televisiones repartidas por el local. Como esperaba, los ingleses se pusieron a ver el partido con interés, jaleando y celebrando las mejores jugadas y los goles (que, me duele decir, fueron todos del Barcelona). Curiosamente, las raras ocasiones que el equipo atacante era el Real Madrid también mostraban el mismo interés. Evidentemente, no les importaba mucho quién ganase: se conformaban con disfrutar de las delicias del buen juego.

Su disfrute, sin embargo, era mi desdicha. El Madrid se ahogo en un auténtico baño de juego del Barça, perdiendo de tres goles. Me consolaba saber que mi congoja, en esos momentos, era compartida por de miles de paisanos, y además esto me hacía sentirme un poco más cerca de casa. Aunque, en el fondo, el resultado tampoco me preocupaba tanto: me tranquilizaba saber que el bienestar material de los derrotados no estaba en peligro.

miércoles, noviembre 16, 2005

Bancos conmemorativos

En el Reino Unido es bastante habitual encontrarse bancos conmemorativos en la calle o en algunos parques. Son bancos de sentarse normales y corrientes, con una pequeña placa que los dedica a la memoria de algún fallecido. Supongo que son pagados por familiares o amigos, e instalados en la calle previa autorización del ayuntamiento correspondiente.

Creo que esta costumbre no existe en España; yo al menos no lo he visto en ningún lado. Me da la impresión de que para los españoles la muerte nos es tabú, y procuramos evitar sus manifestaciones. Los cementerios, por ejemplo, suelen estar tapiados y situados en las afuertas de las poblaciones. Esto no es así en el Reino Unido. En las ciudades y pueblos, casi todas las iglesias antiguas suelen estar rodeadas por un pequeño cementerio, y los que aún están en uso suelen estar situados bien visiblemente en medio de zonas urbanas o residenciales.

viernes, noviembre 11, 2005

Remembrance Day

Hoy se celebra en el Reino Unido Remembrance Day, coincidiendo con el aniversario de la firma del armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial en el frente occidental (en el oriental las hostilidades continuaron durante algunas semanas más). Esta conmemoración se instituyó oficialmente poco después, y tras la II Guerra Mundial su significado se extendió para abarcar también éste y los demás conflictos bélicos del siglo XX.

El símbolo que representa este recuerdo a los soldados que murieron defendiendo la patria es la amapola roja (red poppy). Se popularizó a partir del poema In Flanders Fields de John McRae, donde este canadiense evocaba cómo esta flor se extendió por los campos de batalla europeos tras haberse sembrado tanta muerte y destrucción. Durante estos días, son ubicuas por todo el país. Practicamente todas las tiendas venden amapolas rojas de papel, que la gente compra y se coloca en la solapa o prendidas del pecho. En la televisión absolutamente todo el mundo las lleva. Guirnaldas y coronas de estas flores también se pueden ver en los innumerables monumentos a los caídos que hay en todas las poblaciones británicas. Incluso hay quien decora sus coches con ellas.

En Remembrance Day se suelen celebrar diversos actos publícos, donde los protagonistas son veteranos supervivientes de ambas guerras. A las 11.11 del día de hoy se suelen mantener 2 minutos de silencio a lo largo del país (aunque en mi oficina nadie ha avisado de nada). El domingo (Remembrance Sunday) se celebra un servicio religioso frente al Cenotaph, un monumento en el distrito londinense de Whitehall, al que asiste la Reina.

Suelo admirar y envidiar la devoción de los británicos por recordar a quienes lucharon por su país. Tienen suerte de que las terribles guerras del siglo pasado no han envenenado su conciencia nacional, como pasó en la mayoría de los demás países europeos (incluida España). Al contrario, posiblemente les sirvieron para cohesionar la convivencia entre los ciudadanos. Eso no quiere decir que los británicos sean un pueblo nacionalista; son conscientes de que en su historia han estado involucrados en comportamientos poco edificantes, y se sienten muy incómodos con su pasado imperialista. Sin embargo, el orgullo que sienten por su victoria en las guerras mundiales, sobre todo la segunda, es inmenso y justificado.

Más información: Remembrance (BBC),

miércoles, noviembre 09, 2005

Blair vapuleado

Hoy, el presidente del Gobierno español, Jose Luis Rodríguez Zapatero, sufrió una derrota en el Congreso de los Diputados después de que una ley en cuya aprobación se había involucrado personalmente fuera rechazada por una mayoría de los diputados, incluyendo un número considerable de los de su propio partido, el PSOE.

¿Sorprendidos? Evidentemente, lo anterior es ficticio. No sé si se ha dado alguna en la historia reciente de la democracia española se ha dado que los parlamentarios de un partido hayan votado en contra de una medida de su propio gobierno. Sin embargo, es precisamente lo que le ha ocurrido hoy en la Cámara de los Comunes a Tony Blair. La polémica propuesta de su Gobierno de extender de 15 a 90 días el periodo de detención sin cargos para sospechosos de terrorismo ha sido derrotada gracias a la revuelta de 49 backbenchers (diputados sin responsabilidad de gobierno) laboristas. Apoyandose en las peticiones de la policía, y desoyendo los consejos de sus propios ministros, Blair ha querido echar un pulso a sus críticos dentro del laborismo, quienes consideran que extender a tres meses el periodo que alguien puede permanecer detenido antes de ser presentado al juez es un peligroso paso atrás en cuanto a libertades civiles. Pero le ha salido mal. La proposición de ley al final ha sido aprobada con una enmienda que reduce a 28 días el periodo de detención.

No le van las cosas muy bien a Tony Blair últimamente. La semana pasada su aliado cercano David Blunkett tuvo que dimitir de su puesto de Secretario de Estado de Pensiones después de que se descubriese que había sido contratado meses atrás por una empresa privada sin dar cuenta de ello a un comité consultivo, en contra del código de conducta del Parlamento. Blunkett, antiguo peso pesado del Gabinete y leal aliado de Blair, ya tuvo que dimitir el año pasado de su puesto de Ministro de Interior después de un escándalo algo vodevilesco en el que se descubrió que había intercedido para agilizar la concesión de un visado de trabajo a la niñera de su amante, que era además una mujer casada.

A esto se une la emergencia en el Partido Conservador de David Cameron, un joven y carismático pretendiente a candidato de los Tories que con bastante probabilidad vencerá a David Davis en su pugna por ocupar el puesto de líder del partido. Blair es un político como la copa de un pino, pero no cabe duda que estamos en el ocaso de su reinado.

martes, noviembre 08, 2005

Viviendo con el Sr. Roca

Hace un poco más de un año, nada más mudarme al piso que todavía habito en Bristol, me di cuenta que tanto el inodoro como el lavabo eran de la marca española Roca. Es una tontería, pero el descubrimiento me alegró: en medio de ese entorno hostil que es el hogar inglés, de moquetas, interruptores colgantes y ventanas sin persianas, acababa de encontrar un resquicio de familiaridad que me acercaba un poco a mi país, acrecentado por el hecho de que la relación que se suele establecer con este tipo de instalaciones es bastante íntima. A fuerza de toparse con él continuamente en situaciones de recogimiento, el logotipo de Roca adquiere una fortísima carga emocional.

No sé cuál es la penetración de Roca en el mercado español de sanitarios pero seguro que es enorme. Hace unos cuantos años era prácticamente imposible encontrar aseos de otra marca, al menos en Madrid. Ahora quizás haya más competencia, pero aún así no se me ocurre el nombre de ninguna otra marca alternativa.

Tiene gracia porque esta situación de práctico monopolio se da en casi todos los países que he visitado. En el Reino Unido, las dos marcas más extendidas son Armitage Shanks y Twyfords. Cuando estaba en Japón sólo veía baños de marca Toto. Lo mismo he observado últimamente en mis viajes a otros países como EE UU o Alemania, aunque me he olvidado de qué marcas eran.

jueves, noviembre 03, 2005

Bonfire Night

Las últimas semanas de octubre y esta primera de noviembre son las más odiadas por los perros británicos. Durante esta temporada, tiendas y supermercados hacen el agosto vendiendo petardos, cohetes y fuegos de artificio, que la gente hace volar desde parques y jardines de todo el Reino Unido. En esta época del año, por la tarde cuando ya ha anochecido, los petardazos, silbidos y explosiones, algunas de ellas bastante grandes, no dejan de sonar cada pocos minutos, iluminándose el cielo con continuos fogonazos y palmeras solitarias.

La culminación de todo esto es mañana. Todos los años, el 5 de noviembre, se celebra la festividad de Bonfire Night, una de las más tradicionales y genuinamente británicas. Por la tarde, los británicos se reunen para lanzar cohetes o para asistir a espectáculos de fuegos artificiales que se suelen organizar en la mayoría de los pueblos y ciudades. A la miseria de los perros se suele unir la de los bomberos: las costumbres bebedoras de los británicos no se compaginan bien con el manejo de material pirotécnico. Hace cuatro años, en una fiesta en casa de unos amigos de unos amigos, plantaron mal los cohetes para lanzarlos y éstos salieron disparados en dirección a la casa. Hubo suerte de que no entraran a través de la puerta, que estaba abierta. El que no tuvo tanta suerte fue un árbol del jardín, que se prendió y comenzó a arder espectacularmente, como una antorcha. Los bomberos no tardaron en llegar para extinguir el fuego, ante la mirada alborozada de los presentes, que asistían al espectáculo con gran curiosidad. Me imagino que la policía llegó después, pero no lo vi: yo ya había salido por piernas de ese nido de imprudentes.

Otra de las tradiciones de esta fiesta son las fogatas (bonfire significa fogata), aunque son más populares para los niños. En ellas se suele quemar un monigote que representa a Guy Fawkes. Guy Fawkes es uno de los villanos más famosos de la historia inglesa. El 5 de noviembre de 1605, momentos antes de la ceremonia anual de apertura del Parlamento, en la que estaba presente el rey Jaime I, fue descubierto en los sótanos de la Cámara de los Lores cuando estaba a punto de detonar 36 barriles de pólvora. Tal cantidad de explosivo sin duda hubiese hecho volar por los aires el edificio, y con él la práctica totalidad de las fuerzas vivas del Reino allí presentes: parlamentarios, nobles, clero y monarca.

Guy Fawkes era uno de los miembros de una conspiración de católicos que, frustrados por la discriminación que sufrían en la Inglaterra de entonces, trataban de instigar una revuelta. Este suceso, conocido como Gunpowder Plot, es uno de los más célebres de la historia del Reino Unido entre los propios británicos, y consolidó el caráter protestante y anticatólico de esta nación durante los siguientes siglos. Tuvo una influencia muy grande en la cultura popular, dando lugar a numerosas canciones y tradiciones que recordaban y vilificaban la perfidia papista. Guy Fawkes, no hace falta decirlo, fue apresado, torturado y ejecutado. Curiosamente, aunque él no era el cabecilla, es su nombre el que ha pasado a la posteridad.

La festividad del Bonfire Night fue instaurada precisamente para conmemorar el Gunpowder Plot. Este año, además, es nada menos que el 400 aniversario de este suceso, así que me imagino que se celebrará por todo lo alto. En la actualidad, sin embargo, la fiesta ha perdido todas las connotaciones anticatólicas y en ella participan los británicos de todas las religiones y culturas. Incluso yo, el año pasado, me atreví a comprar un puñado de cohetes y los lancé desde el patio trasero de mi casa. Hacer explosionar cosas es algo que no entiende de culturas.

Más información: Bonfire Night, Gunpowder Plot (Wikipedia en inglés)

miércoles, noviembre 02, 2005

Licencias de pub


Una cosa curiosa que se puede observar en muchos pubs y sitios de copas británicos (quizás en todos, no estoy seguro) es que encima de la puerta de entrada suelen tener un letrero alargado donde figura uno o varios nombres (los propietarios del local, supongo), seguidos de un texto que dice algo similar a licensed to sell beer, wine and spirits to be consumed on or off the premises, que en castellano significa: "con licencia para vender cerveza, vino y bebidas alcohólicas para ser consumidas dentro o fuera del local". A veces el lenguaje es algo más amenazador y en vez de hablar de cerveza o vino utilizan el anticuado intoxicating liquors, como en la foto de arriba.

He estado mirando en Internet pero no he encontrado nada sobre estos letreros; me imagino que para encontrar mención sobre ellos tendría que bucear en la idiosincrática legislación británica sobre licencias de venta de alcohol, que en un país tan amante de empinar el codo como éste es uno de los pilares del ordenamiento jurídico.

Otra cosa interesante de comentar es lo de on-license y off-license. En el Reino Unido, las licencias para vender alcohol para llevar (off-license) o para tomar en el sitio (on-license) se dan por separado (aunque nada impide disponer de ambas a la vez). Muchos restaurantes que sirven bebidas alcohólicas no pueden vendértelas si la comida es para llevar (take-away). El asunto de las licencias es tan relevante que el término off-license se ha convertido en sinónimo de determinado tipo de tiendas de barrio, especie de licorerías que mucha veces funcionan también como mini-supermercados de emergencia y donde se pueden encontrar artículos de primera necesidad como leche y papel higiénico.