Lo que comentaba en mi artículo de ayer sobre la importancia de la bebida en los tiempos gloriosos de Fleet Street me da pie hoy para hablar de la cuestión general: la actitud de los ingleses hacia el alcohol.
Los ingleses beben mucho, bastante más que los españoles. No suelen ser exquisitos: pese a que mucha gente sabe apreciar un buen vino o una buena cerveza, la mayoría de las veces no se trata de calidad sino de cantidad, y las excelentes cervezas tipo ale británicas se dejan de lado en favor de lagers mediocres como la Fosters australiana, que entran mejor y permiten beber más. En Inglaterra la bebida reina con diferencia es la cerveza, seguida del vino, los refrescos alcohólicos (alcopops) tipo Smirnoff Ice y, quizás, la sidra. También se toman combinados, pero están menos extendidos que en España.
No es sólo cuestión simplemente de que beban más que en España: es algo más profundo. Es la relación de los ingleses con el alcohol la que es distinta. En España, abusar del alcohol es considerado malo. Es cierto que la mayoría de la gente se ha emborrachado alguna vez, sobre todo en su juventud, pero con la edad la gente suele volverse más responsable. Mucha gente puede que recuerde con cariño e incluso alardee de las borracheras de sus años mozos, pero las verá como el tipo de cosas que uno hace cuando es joven e irresponsable. Persistir en este comportamiento de adulto es visto con malos ojos, y aunque por supuesto mucha gente sigue dándole al alcohol liberalmente durante toda su vida, se guardarán bien de alardear de ello en público.
En Inglaterra la situación es distinta. No es que el tema de la bebida no produzca preocupación. Últimamente la sociedad está cada vez más alarmada con el auge de lo que aquí llaman el binge drinking: los excesos alcohólicos que, fomentados por el bajo precio de las bebidas en muchos pubs, convierten las zonas céntricas de las ciudades en territorios sin ley los fines de semana por la noche. La nueva ley de horarios que se instauró en febrero de este año, que teóricamente permite que los bares puedan abrir las 24 horas del día, ha provocado temor en la opinión pública por los excesos a los que puede dar lugar. El alcoholismo de sus jóvenes también es una cuestión que preocupa mucho a la sociedad.
Sin embargo, beber en exceso no tiene en Inglaterra el estigma que tiene en España. La diferencia esencial es que en Inglaterra lo que preocupa de la bebida son sólo sus efectos adversos para el orden público o para la salud, y beber mucho en sí mismo no es visto como algo moralmente malo, como pasa en España. Cuando un inglés habla de sus correrías alcohólicas abiertamente y hasta con gusto, no sólo entre amigos sino también ante desconocidos, su audiencia no le escucha escandalizándose sino con asentimiento cómplice. Las fiestas navideñas de empresa son un ejemplo excelente de esta desinhibición. En ellas, toda la plantilla, hombres y mujeres, desde el currito más humilde hasta el manager más estratosférico, se lanza frenética a la misión de sacarle el mayor partido a la barra libre. Las escenas de desenfreno alcohólico suelen invariablemente quedar plasmadas en fotos que alguien lo suficientemente sobrio consigue tomar, y que en los días siguientes circularán por la oficina para regocijo de los participantes, al mismo tiempo que las batallitas de la fiesta son rememoradas y celebradas en las reuniones.
Es sorprendente cómo los medios de comunicación ingleses comparten también esta actitud relajada hacia el alcohol: en la prensa y las revistas, la bebida se menciona con toda la naturalidad, y en la radio o la televisión muchos entrevistados no tendrán la menor vergüenza de hablar de lo mucho que les gusta beber. Esto sería impensable en España.
Y es que la afición por la bebida está muy metida en el alma inglesa; es análoga al que en países como España la gente tiene por la comida. Mientras que en España hablar de irse a tomar unas tapas a ese bar donde te sirven ese jamoncito tan rico hace brillar los ojos de los presentes, para los ingleses es la mención de ir al pub tradicional que hay en ese pueblecito de las afueras la que produce el resultado análogo. Cualquier ocasión es buena para irse a tomar unas pintas: después del trabajo o de clase, después del gimnasio o de hacer deporte, y por supuesto para celebrar cualquier cosa: cumpleaños, éxitos laborales o cuando alguien se va de la empresa. La madre del cordero en lo que a visitar estos lugares se refiere son los llamados pub crawls. Un pub crawl es equivalente a nuestra costumbre de "irse de bares", en el sentido de visitar varios establecimientos de una zona, con la diferencia de que en Inglaterra invariablemente todo el mundo acaba cocido.
Se puede criticar esa forma de ser inglesa, y los españoles que vivimos aquí a menudo afirmamos con sensación de superioridad que los ingleses "no saben beber", pero pese a todo hay algo en lo que son muchísimo más responsables que en España: en Inglaterra, cuando la gente bebe, nunca conduce. Ya podríamos aprender nosotros de una vez.
1 comentario:
Muy bueno el post.
Una par de notitas:En la fiesta de navidad de mi empresa, la primera media hora es de barra libre.Te da tiempo a tomarte una copa y servirte otra (un vaso de vino) para la cena..(donde por cierto hay 2 botellas de vino para unos 6 comensales) sin embargo a mis colegas esto les parece poco y muchos declinan la invitacion a la fiesta porque piensan que van a gastarse mucho dinero en bebida.
Date cuen que no se les ocurre ir a papear gratis, sonreir un poco al jefe y pa casa como a los colegas espanoles....
Aqui FIESTA = BEBER a mansalva y si no se bebe a mansalva no hay fiesta.
La Di
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