martes, mayo 03, 2005

Fin de la campaña electoral

Estamos ya en los compases finales de la campaña electoral, y pasado mañana tendrán lugar las elecciones generales en el Reino Unido. En España, las elecciones se celebran siempre en domingo. Aquí son siempre entre semana; creo que para fomentar la participación, aunque no veo cómo. Es una lástima; me encanta el ambiente de fiesta democrática que hay en España los días de elecciones, con toda la gente yendo a votar tranquilamente, a veces con la familia.

Ha sido una campaña electoral muy nerviosa. Todos los partidos se juegan mucho. Los laboristas, claros favoritos, temen una sangría de escaños como resultado del previsible voto de castigo por el enorme desgaste de Tony Blair, cuya magia se ha desvanecido y a quien la sociedad ha dado la espalda. Los consevadores comprueban con frustración cómo sus intentos de capitalizar la debilidad de los laboristas no les hacen despegar en las encuestas. Los liberal-demócratas ansían ser el partido receptor de la ira anti-Blair y disputarles a los conservadores el liderato de la oposición.

Las campañas electorales en el Reino Unido son bastante distintas a las de España. Los candidatos son también aquí bastante implacables a la hora de atacarse los unos a los otros, pero con más escrúpulos que en España, donde suele llegarse a niveles bastante más rastreros. Las mayores diferencias están en la cobertura informativa. En el país anglosajón, durante la campaña, los distintos partidos van desgranando día a dia sus propuestas, que suelen ser muy concretas; estas propuestas son entonces analizadas y comentadas en detalle por los medios de comunicación serios, como la BBC. En España, sin embargo, los partidos se limitan a hacer proclamas electorales a menudo huecas y sin mucha profundidad, que los medios transmiten sin más sin someterlas a ningún análisis.

También hay bastante diferencia en el ambiente. En Madrid, y me imagino que en todas las ciudades, millares de carteles electorales empapelan las calles y cuelgan de las farolas durante las campañas. En el Reino Unido no se ven carteles pegados a las paredes: están prohibidos. Tampoco se ve mucha publicidad en general. Hace dos semanas, paseaba yo por Broadmead, en el centro comercial de Bristol, y nada parecía indicar que estábamos el campaña electoral, y eso que esta ciudad es una de las circunscripciones electorales más disputadas. Las elecciones de 2001 las viví en Maidenhead y tampoco recuerdo un gran despliegue de medios. Lo que sí vi allí fue algo curioso: mucha gente colocaba carteles en sus casas o llevaba pegatinas en el coche pidiendo el voto para algún partido. En Bristol no he visto a casi nadie que lo haga; sólo encontré un coche con publicidad de los liberal-demócratas.

Especial mención merecen los posters de gran formato. En España suelen consistir simplemente en el careto sonriente del líder político de turno con un eslogan sencillo. En el Reino Unido se les saca mucho más partido, y muchas veces se utilizan como arma arrojadiza contra el contrario. Ya hace años, en 1978, el famoso anuncio de los conservadores "Labour Isn´t Working" ayudó a aupar a Margaret Thatcher al poder.


En estas elecciones parece que los tories han intentado reeditar esta estrategia con una agresiva campaña de posters bastante provocativos. Comenzaron con carteles de fondo blanco con mensajes sencillos de aspecto manuscrito, como "It´s not racist to impose limits on immigration" con el eslogan "Are You Thinking What We´re Thinking?". La semana pasada recurrieron a tácticas más gruesas como la que se muestra en la foto: "Imagínate 5 años más con él". Los laboristas contraatacaron, con carteles mostrando al líder conservador durmiendo, soñando con cortar dinero en gastos sociales.

Los carteles conservadores son muy efectivos por su inmediatez, pero tienen sus desventajas: son muy fáciles de modificar. Por ese motivo, han sido el blanco favorito de los artistas callejeros y los grupos antisistema. En Bristol he visto unos cuantos ejemplos.





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1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo más divertido de la campaña lo viví la semana pasada en Londres: en un pub en Blackfriars Fullers había habilitado tres grifos de London Pride, idénticos a excepción del color de la palanca: cada uno correspondía a un partido y podías pedir tu pinta en correspondencia con tus simpatías. En la barra, una pizarra constataba las preferencias de los parroquianos con una estadística: ganaban los laboristas por casi 47%, pero lo mejor es que los lib dems superaban ampliamente a los Tories. Yo, como ya no soy inglés y no podía votar, pedí Old Speckled Hen. Muy rica, por cierto.