Muchos británicos que se oponían a la participación de tropas de su país en la invasión de Irak se consolaban pensando que la colaboración de su país al menos serviría para contrarrestar la belicosidad estadounidense con un estilo mucho más profesional y civilizado. Mientras el caos se extendía por las regiones controladas por los norteamericanos y los medios de comunicación informaban sobre las tácticas agresivas y los desmanes de sus soldados con la población civil, la zona sur de Irak, asignada al ejercito del Reino Unido, se ha mantenido en relativa calma. Algunos analistas apuntaban que los británicos, con la experiencia adquirida en el conflicto de Irlanda del Norte, estaban más preparados para afrontar el reto de convivir con una población hostil y tratar de congraciarse con ella, o al menos no soliviantarla innecesariamente. Prácticas como que los soldados no lleven casco sino gorra al patrullar para no resultar intimidatorios señalaban una diferencia clara con el dispara primero, pregunta después de los estadounidenses.
Me pregunto hasta qué punto todo esto ha quedado en entredicho con el escándalo de los malos tratos que se destapó ayer. En un campamento de distribución de ayuda humanitaria, ante la acción recurrente de saqueadores, los responsables ordenaron "mano dura" (work them hard). Las fotos desde luego no llegan al nivel de infamia que las de Abu Ghraib pero dañan muchísimo la reputación del Ejército británico, y se teme la reacción del mundo musulmán.
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