![](http://photos7.flickr.com/6331164_0f1666ddc9_m.jpg)
Hace un año, escuché las primeras noticias del atentado en la radio del coche, yendo de camino al trabajo. Al principio hablaban de unas decenas de víctimas. Al llegar a la oficina la magnitud de lo sucedido empezó a manifestarse a medida que los datos y el número de muertos se iban concretando. Ese día no pude concentrarme mucho. Estuve conectado toda la mañana a la retransmisión por Internet de CNN+, que excepcionalmente se daba en abierto, viendo las mismas imágenes una y otra vez, hipnotizado y lleno de horror. A mi alrededor, la gente se interesaba educadamente, pero nada más.
Nadie de mi circulo de familia y amigos se había visto afectado. Pero supe de dos o tres amigos de amigos que habían muerto. Varias veces nos juntamos el grupo de españoles de la empresa para participar en la conversación que en esos momentos estaba reproduciéndose en toda España y fuera de ella: ¿quién había sido?
Supe de la masiva manifestación que se iba a realizar en Madrid y en las ciudades de toda España y sentí una rabia inmensa de no poder estar ahí. En el Reino Unido, como en toda Europa, la noticia ocupó durante varios días lugar preferente en todos los medios de comunicación, aunque pese a la cercanía noté bastante menos impacto que el que habían causado los atentados del 11 de septiembre en EE UU. La mayor preocupación de los británicos era si un atentado así era posible en el país, ya que el Reino Unido había participado en la invasión estadounidense de Irak, y todos daban por hecho que los atentados de Madrid (Madrid bombings, como los llamaron) habían sido consecuencia de la colaboración española en la ocupación de ese país.
Me quedó el único consuelo de ir a Londres el viernes por la tarde, donde se celebraba una misa en la catedral católica de Westminster, de la que me había enterado a través de Latin Connection UK. El templo estaba lleno de españoles, latinoamericanos y no pocos ingleses. La celebración fue oficiada fría y mecánicamente por el Nuncio del Vaticano en el Reino Unido, Pablo Puente, y dudo mucho que reconfortara a ninguno de los presentes. Al final de la misma, la breve intervención del cardenal Cormac Murphy-O'Connor, presidente de la conferencia episcopal de Inglaterra y Gales, fue mucho más sentida y calurosa. A la salida de la Iglesia, la gente parecía resistirse a volver a casa, y se quedaba ahí, desorientada. Unos pocos grupos de personas portaban banderas y pancartas y gritaban consignas en contra del terrorismo y a favor de la paz, pero la mayoría de la gente permanecía callada, reunida en corrillos. En Internet había leído a gente que proponía organizar una concentración en frente del consulado, no muy lejos de allí, pero no fui, y tampoco sé si tuvo éxito porque no estaba respaldada por la Embajada.
![](http://photos4.flickr.com/6331171_db1d1427f4_m.jpg)
![](http://photos3.flickr.com/6331178_0bb3d40d2a_m.jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario