Una visión bastante común por las zonas comerciales de las ciudades y pueblos británicos es la de la foto: una persona mayor, o quizás alguien muy obeso, montado en esa especie de cochecito eléctrico yendo de tienda en tienda. Estas personas son beneficiarios de Shopmobility, un programa organizado por una organización benéfica (charity) que busca facilitar las compras por los centros urbanos a quienes tienen problemas de mobilidad por causa de la edad o de de incapacidad física.
Lo curioso es que los cochecitos en cuestión no son simples sillas de ruedas como uno podría pensar, sino verdaderos vehículos con luces y manillar. A veces es gracioso porque ves usándolos ancianitos que son verdaderos locos al volante.
Más información: Sitio web de Shopmobility
domingo, abril 30, 2006
Shopmobility
jueves, abril 27, 2006
El imperio contraataca
Con el rimbombante nombre de "Unidades Imperiales" se denomina el sistema de pesos y medidas tradicionalmente utilizado en el Reino Unido, que es similar pero no igual al que se usa en los Estados Unidos. Posiblemente fuera del país la más conocida de las unidades que lo forman sea la milla, que equivale a 1.609 kilómetros, y que es empleada, junto con la yarda (0.9144 metros), en todas las señales de tráfico para medir distancias y velocidades. Al principio de conducir por el país esto resulta chocante, ya que los números presentes en las señales parecen demasiado bajos (máximas de 30 para ciudad, 50 para carreteras interurbanas y 70 para autopista). No obstante, en seguida se acostumbra uno a sacar la equivalencia: para obtener el equivalente en kilómetros por hora, basta con sumarle la mitad. De este modo, 40 millas por hora son un poquito más de 60 km/h.
Otra medida bien conocida fuera del país es la pulgada, equivalente a 2.54 centímetros. Esta unidad incluso es de uso común en el resto de Europa en determinadas industrias, como por ejemplo para medir el tamaño de las pantallas de ordenador o de televisión. Pero sin duda la unidad de medida más entrañable es la pinta, equivalente a un poco más de medio litro (568.26125 centilitros para ser exactos). No sólo se utiliza como unidad elemental indivisible a la hora de pedir cervezas en el pub, sino también para vender leche.
Curiosamente estas unidades (la milla, la yarda y la pinta) son, junto al acre (unidad de área para fincas), las únicas cuyo uso es oficial. Para el resto de las aplicaciones y usos se emplea el sistema métrico. En los supermercados los pesos de los productos figuran en gramos o kilos, y en las estaciones de servicio se vende la gasolina en litros. Pero esto no quiere decir que el sistema imperial esté en desuso. Al contrario, es utilizado extensamente por los británicos en la vida cotidiana, a nivel informal. La gente no dirá que ha adelgazado 3 kilos sino "half stone" (1 stone = 6.35 kg), y que ya tienen su peso ideal según su altura de tantos pies (1 pie = 30.48 cm). En muchos mercados callejeros de fruta y verdura te ponen los precios en libras (1 libra = 453.59 gramos). Es algo particularmente confuso si quieres pedir que te pongan tal cantidad en precio en vez de peso. Cuando vivía en Maidenhead, a menudo iba a comprar a un puesto que montaban los sábados en la High Street, y siempre era un fastidio aclararse con los precios que ponían en las etiquetas.
Precisamente en el comercio de las frutas y verduras surgieron hace años un puñado de "mártires métricos" (metric martyrs), que se oponen al uso del sistema métrico, y se niegan a marcar sus productos en estas unidades. Es una de esas muestras de estupidez provinciana con la que te sorprende de vez en cuando este país, que por lo general suele ser bastante razonable y amante del sentido común. Muchos de ellos han sido condenados legalmente por usar básculas no homologadas.
Periódicamente se habla en los medios de si en el futuro el Reino Unido dará el paso y terminará de adoptar por completo el sistema métrico. En la actualidad, es éste el que se enseña en las escuelas. Si lo hace no sería la primera vez, y no sería el más radical de los cambios que han tenido que sufrir en cuestión de unidades de medida. En 1971 los británicos cambiaron del complicado sistema de dividir 1 libra esterlina en 20 chelines y 240 peniques a dividir la libra en 100 peniques. Si algún día los británicos deciden desechar del todo su sistema tradicional de medidas se librarán de inconsistencias similares, ya que en la mayoría de los casos las relaciones entre las unidades que lo forman son bastante complicadas. Por ejemplo, una milla son 1760 yardas, 1 yarda son 3 pies y un pie son 12 pulgadas. Aunque precisamente esta irregularidad les da cierto encanto. No todo tiene que ser múltiplo de diez en esta vida.
Más información: Will we ever go completely metric (BBC)?, Imperial Unit (Wikipedia en inglés)
Otra medida bien conocida fuera del país es la pulgada, equivalente a 2.54 centímetros. Esta unidad incluso es de uso común en el resto de Europa en determinadas industrias, como por ejemplo para medir el tamaño de las pantallas de ordenador o de televisión. Pero sin duda la unidad de medida más entrañable es la pinta, equivalente a un poco más de medio litro (568.26125 centilitros para ser exactos). No sólo se utiliza como unidad elemental indivisible a la hora de pedir cervezas en el pub, sino también para vender leche.
Curiosamente estas unidades (la milla, la yarda y la pinta) son, junto al acre (unidad de área para fincas), las únicas cuyo uso es oficial. Para el resto de las aplicaciones y usos se emplea el sistema métrico. En los supermercados los pesos de los productos figuran en gramos o kilos, y en las estaciones de servicio se vende la gasolina en litros. Pero esto no quiere decir que el sistema imperial esté en desuso. Al contrario, es utilizado extensamente por los británicos en la vida cotidiana, a nivel informal. La gente no dirá que ha adelgazado 3 kilos sino "half stone" (1 stone = 6.35 kg), y que ya tienen su peso ideal según su altura de tantos pies (1 pie = 30.48 cm). En muchos mercados callejeros de fruta y verdura te ponen los precios en libras (1 libra = 453.59 gramos). Es algo particularmente confuso si quieres pedir que te pongan tal cantidad en precio en vez de peso. Cuando vivía en Maidenhead, a menudo iba a comprar a un puesto que montaban los sábados en la High Street, y siempre era un fastidio aclararse con los precios que ponían en las etiquetas.
Precisamente en el comercio de las frutas y verduras surgieron hace años un puñado de "mártires métricos" (metric martyrs), que se oponen al uso del sistema métrico, y se niegan a marcar sus productos en estas unidades. Es una de esas muestras de estupidez provinciana con la que te sorprende de vez en cuando este país, que por lo general suele ser bastante razonable y amante del sentido común. Muchos de ellos han sido condenados legalmente por usar básculas no homologadas.
Periódicamente se habla en los medios de si en el futuro el Reino Unido dará el paso y terminará de adoptar por completo el sistema métrico. En la actualidad, es éste el que se enseña en las escuelas. Si lo hace no sería la primera vez, y no sería el más radical de los cambios que han tenido que sufrir en cuestión de unidades de medida. En 1971 los británicos cambiaron del complicado sistema de dividir 1 libra esterlina en 20 chelines y 240 peniques a dividir la libra en 100 peniques. Si algún día los británicos deciden desechar del todo su sistema tradicional de medidas se librarán de inconsistencias similares, ya que en la mayoría de los casos las relaciones entre las unidades que lo forman son bastante complicadas. Por ejemplo, una milla son 1760 yardas, 1 yarda son 3 pies y un pie son 12 pulgadas. Aunque precisamente esta irregularidad les da cierto encanto. No todo tiene que ser múltiplo de diez en esta vida.
Más información: Will we ever go completely metric (BBC)?, Imperial Unit (Wikipedia en inglés)
domingo, abril 23, 2006
Viaje a Argentina (y IV): Ushuaia
En la última etapa de mi viaje a Argentina visité Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, situada en la Tierra del Fuego. Al contrario que El Calafate, que debe su existencia al turismo, Ushuaia es una vivaracha población llena de personalidad y con un ambiente realmente auténtico. Fue fundada a comienzos del siglo XX en torno a un célebre presidio, cuyas durísimas condiciones tuvieron que soportar, durante las cinco décadas que estuvo en funcionamiento, desde criminales homicidas hasta presos políticos. Posteriormente la localidad pasó a manos de la Marina argentina, que construyó una base militar aún en servicio. En la actualidad Ushuaia es un importante centro de manufactura electrónica, y su próspera economía se beneficia de su estatus de puerto libre de impuestos.
Una de las cosas que me llamó más la atención paseando por la ciudad es el personalísimo estilo arquitectónico de sus casas y edificios, caracterizado por el uso de planchas onduladas de zinc en tejados y paredes exteriores. Es al parecer un rasgo muy típico de la Patagonia, que le da a la ciudad un aire austero y fronterizo. Otra cosa que encontré llamativa es que es una ciudad muy joven, llena de niños y adolescentes. A pesar de las duras condiciones meteorológicas, se ve que es un lugar en expansión y con mucho futuro. En una tienda estuve charlando con una mujer que me dijo que se había ido a vivir allí desde la ciudad de Rosario, huyendo de la inseguridad y en busca de mejores oportunidades.
Otra cosa que me sorprendió de Ushuaia fue la fortaleza del sentimiento irredentista hacia las Islas Malvinas de sus habitantes. En general, en Argentina el reclamo por la soberanía de estas islas sigue vivo. En todos los planos del país, tanto en la televisión como en la prensa, folletos publicitarios o documentos oficiales, las Malvinas aparecen como pertenecientes a Argentina. En Ushuaia el tema se siente mucho más candente. El mismo aeropuerto de la ciudad está bautizado como "Aeropuerto Internacional Malvinas Argentinas", y hay una plaza pública con un monumento reivindicando la argentinidad de las Malvinas. La gente se pone pines en la solapa reclamando las islas, e incluso el guía del grupo con el que visité el Parque Nacional tuvo el mal gusto de sacar el tema ante nosotros, despotricando contra los chilenos por haber dado cobertura al Reino Unido durante la guerra ocurrida en los años ochenta. Me imagino que, por la presencia de la base naval, Ushuaia sufrió más que el resto del país durante el conflicto bélico, en el que los británicos reconquistaron las islas después de que estas fuesen brevemente ocupadas por los argentinos. Quizás muchos de los marineros muertos en el hundimiento del Belgrano eran naturales de la localidad.
En Ushuaia la atracción más interesante para visitar es el mencionado Presidio, transformado ahora en museo, pero sin duda el atractivo de visitar la ciudad no es tanto ella misma sino, por supuesto, el entorno en el que está ubicada, encajada entre los Andes y el canal de Beagle. A pocos kilómetros se encuentra el Parque Nacional Tierra de Fuego, cuya excursión tenía contratada. La visita fue, desgraciadamente, bastante decepcionante. El lugar es muy hermoso, sin duda, una combinación de lagos, cauces fluviales y bosques de lenga (el árbol típico de la Patagonia), ñires y guindos. El problema fue que la visita la realizamos en autocar, con apenas un par de paradas de unos 15 minutos para hacer cortas caminatas. Al menos pudimos aprender interesantes hechos sobre la región, como por ejemplo que su fauna autóctona fue diezmada hace décadas por la ocurrencia de la Marina argentina de introducir conejos y castores en el hábitat.
Aparte del Parque Natural, hay más excursiones interesantes que hacer. Se puede hacer un viaje en barco por el canal, pero yo decidí huir del turismo a gran escala e hice una excursión al Glaciar Marcial, situado en la ladera de una de las montañas cercanas. El sendero de subida a través del bosque era duro pero bastante bien señalizado, seguido de un tramo en aerosilla. No me dio tiempo de acercarme al glaciar ya que era tarde, pero pude disfrutar de un chocolate caliente en un refugio de montaña.
Y con esto concluyo mi serie de anotaciones sobre mi viaje a Argentina, que espero que no se hayan hecho demasiado pesadas. Si os habéis quedado con ganas de más, podéis visitar mi carpeta de fotos del viaje en Flickr.
Una de las cosas que me llamó más la atención paseando por la ciudad es el personalísimo estilo arquitectónico de sus casas y edificios, caracterizado por el uso de planchas onduladas de zinc en tejados y paredes exteriores. Es al parecer un rasgo muy típico de la Patagonia, que le da a la ciudad un aire austero y fronterizo. Otra cosa que encontré llamativa es que es una ciudad muy joven, llena de niños y adolescentes. A pesar de las duras condiciones meteorológicas, se ve que es un lugar en expansión y con mucho futuro. En una tienda estuve charlando con una mujer que me dijo que se había ido a vivir allí desde la ciudad de Rosario, huyendo de la inseguridad y en busca de mejores oportunidades.
Otra cosa que me sorprendió de Ushuaia fue la fortaleza del sentimiento irredentista hacia las Islas Malvinas de sus habitantes. En general, en Argentina el reclamo por la soberanía de estas islas sigue vivo. En todos los planos del país, tanto en la televisión como en la prensa, folletos publicitarios o documentos oficiales, las Malvinas aparecen como pertenecientes a Argentina. En Ushuaia el tema se siente mucho más candente. El mismo aeropuerto de la ciudad está bautizado como "Aeropuerto Internacional Malvinas Argentinas", y hay una plaza pública con un monumento reivindicando la argentinidad de las Malvinas. La gente se pone pines en la solapa reclamando las islas, e incluso el guía del grupo con el que visité el Parque Nacional tuvo el mal gusto de sacar el tema ante nosotros, despotricando contra los chilenos por haber dado cobertura al Reino Unido durante la guerra ocurrida en los años ochenta. Me imagino que, por la presencia de la base naval, Ushuaia sufrió más que el resto del país durante el conflicto bélico, en el que los británicos reconquistaron las islas después de que estas fuesen brevemente ocupadas por los argentinos. Quizás muchos de los marineros muertos en el hundimiento del Belgrano eran naturales de la localidad.
En Ushuaia la atracción más interesante para visitar es el mencionado Presidio, transformado ahora en museo, pero sin duda el atractivo de visitar la ciudad no es tanto ella misma sino, por supuesto, el entorno en el que está ubicada, encajada entre los Andes y el canal de Beagle. A pocos kilómetros se encuentra el Parque Nacional Tierra de Fuego, cuya excursión tenía contratada. La visita fue, desgraciadamente, bastante decepcionante. El lugar es muy hermoso, sin duda, una combinación de lagos, cauces fluviales y bosques de lenga (el árbol típico de la Patagonia), ñires y guindos. El problema fue que la visita la realizamos en autocar, con apenas un par de paradas de unos 15 minutos para hacer cortas caminatas. Al menos pudimos aprender interesantes hechos sobre la región, como por ejemplo que su fauna autóctona fue diezmada hace décadas por la ocurrencia de la Marina argentina de introducir conejos y castores en el hábitat.
Aparte del Parque Natural, hay más excursiones interesantes que hacer. Se puede hacer un viaje en barco por el canal, pero yo decidí huir del turismo a gran escala e hice una excursión al Glaciar Marcial, situado en la ladera de una de las montañas cercanas. El sendero de subida a través del bosque era duro pero bastante bien señalizado, seguido de un tramo en aerosilla. No me dio tiempo de acercarme al glaciar ya que era tarde, pero pude disfrutar de un chocolate caliente en un refugio de montaña.
Y con esto concluyo mi serie de anotaciones sobre mi viaje a Argentina, que espero que no se hayan hecho demasiado pesadas. Si os habéis quedado con ganas de más, podéis visitar mi carpeta de fotos del viaje en Flickr.
sábado, abril 22, 2006
Viaje a Argentina (III): El Calafate
Mi tercer destino fue el pueblo de El Calafate, situado en el sur de la Patagonia. Esta población está situada a unos cuantos kilómetros de la verdadera atracción de la zona: el Parque Nacional Los Glaciares, donde se encuentra el famoso glaciar Perito Moreno.
Se trata de uno de los glaciares más espectaculares del mundo. Se dice que es uno de los pocos que no está en retroceso. Recientemente fue noticia por motivo de su rotura. La lengua del glaciar avanza del orden de un metro al día. Cada cierto tiempo, este avance hace que choque contra la orilla del lago por el cual se extiende. Progresivamente, el hielo empuja y se arquea, formando una especie de puente que finalmente se derrumba con gran estrépito. La rotura ocurrió unas pocas semanas antes de mi visita, desgraciadamente por la noche, de modo no pudo ser presenciada por el público. A quien le intererese podrá encontrar en este enlace un vídeo que ilustra este fenómeno natural.
En realidad, el glaciar sufre pequeños desprendimientos en su frontal diariamente. Precedidos de un ruido como de trueno, es frecuente observar cada media hora cómo se desgajan témpanos de hierro de la pared de 60 metros de altura, cayendo estrepitosamente en el lago (vídeo). Pero incluso cuando el glaciar está en reposo es un espectaculo grandioso, una mole gigantesca de hielo blanco y azul que se extiende hacia lo lejos perdiéndose en la bruma de las montañas. Para haceros una idea, aquí tenéis el enlace de Google Maps.
En el parque nacional hay una serie de pasarelas con miradores desde donde observar el Perito Moreno. Otra de las posibilidades es hacer senderismo por encima del propio glaciar, aunque yo no me apunté. El Perito Moreno es el más famoso, pero en los alrededores hay otros glaciares, algunos de ellos incluso más grandes. Cabía la posibilidad de visitarlos en barco, pero la idea de pasar varias horas navegando visitando glaciares no me resultó tan atractiva. En vez de eso me apunté a una excursión en 4x4 por un cerro cercano al pueblo, donde pude disfrutar de la belleza del paisaje patagónico.
En cuanto al pueblo de El Calafate, es un lugar agradable, aunque, como es de esperar, vive del turismo y por tanto tiene el ambiente artificial de este tipo de sitios. Cuenta con una única calle principal que parece una pasarela de moda por la que los turistas (un buen número de ellos españoles) lucen sus mejores galas en ropa de abrigo: North Face, Columbia, Berghaus. Hay un montón de tiendas caras y restaurantes, algunos de ellos razonablemente buenos. Quien quiera huir de todo esto, sin embargo, cuenta con un refugio: el Museo de la ciudad, muy modesto pero ofreciendo una muy interesante exposición de fotos de los primeros pobladores de la ciudad.
Se trata de uno de los glaciares más espectaculares del mundo. Se dice que es uno de los pocos que no está en retroceso. Recientemente fue noticia por motivo de su rotura. La lengua del glaciar avanza del orden de un metro al día. Cada cierto tiempo, este avance hace que choque contra la orilla del lago por el cual se extiende. Progresivamente, el hielo empuja y se arquea, formando una especie de puente que finalmente se derrumba con gran estrépito. La rotura ocurrió unas pocas semanas antes de mi visita, desgraciadamente por la noche, de modo no pudo ser presenciada por el público. A quien le intererese podrá encontrar en este enlace un vídeo que ilustra este fenómeno natural.
En realidad, el glaciar sufre pequeños desprendimientos en su frontal diariamente. Precedidos de un ruido como de trueno, es frecuente observar cada media hora cómo se desgajan témpanos de hierro de la pared de 60 metros de altura, cayendo estrepitosamente en el lago (vídeo). Pero incluso cuando el glaciar está en reposo es un espectaculo grandioso, una mole gigantesca de hielo blanco y azul que se extiende hacia lo lejos perdiéndose en la bruma de las montañas. Para haceros una idea, aquí tenéis el enlace de Google Maps.
En el parque nacional hay una serie de pasarelas con miradores desde donde observar el Perito Moreno. Otra de las posibilidades es hacer senderismo por encima del propio glaciar, aunque yo no me apunté. El Perito Moreno es el más famoso, pero en los alrededores hay otros glaciares, algunos de ellos incluso más grandes. Cabía la posibilidad de visitarlos en barco, pero la idea de pasar varias horas navegando visitando glaciares no me resultó tan atractiva. En vez de eso me apunté a una excursión en 4x4 por un cerro cercano al pueblo, donde pude disfrutar de la belleza del paisaje patagónico.
En cuanto al pueblo de El Calafate, es un lugar agradable, aunque, como es de esperar, vive del turismo y por tanto tiene el ambiente artificial de este tipo de sitios. Cuenta con una única calle principal que parece una pasarela de moda por la que los turistas (un buen número de ellos españoles) lucen sus mejores galas en ropa de abrigo: North Face, Columbia, Berghaus. Hay un montón de tiendas caras y restaurantes, algunos de ellos razonablemente buenos. Quien quiera huir de todo esto, sin embargo, cuenta con un refugio: el Museo de la ciudad, muy modesto pero ofreciendo una muy interesante exposición de fotos de los primeros pobladores de la ciudad.
Tebeos
Me voy a sumar a una campaña de la Cárcel de Papel que propone reivindicar los cómics con motivo del Día del Libro. Al igual que han hecho otros blogueros, estas son mis recomendaciones de lectura. No me voy a poner pesado y me conformo con daros dos:
"El Eternauta", de Oesterheld y Paco Solano. Allá por los años cincuenta se publicó en Argentina esta obra maestra de la historieta, una narración épica sobre una invasión extraterrestre a la Tierra y los esfuerzos por resistir de un grupo de supervivientes de Buenos Aires. Un tebeo enorme en todos los sentidos, que si bien está lleno de emocionantes aventuras, batallas y suspense, nunca deja de mostrar una honda sensibilidad humana. Me lo compré durante mi reciente viaje a Argentina y devoré sus 350 páginas antes de volver a Europa.
"Las Aventuras del Capitán Torrezno", publicado por Ediciones de Ponent. De nuevo otro cómic épico, pero en este caso dibujado a lo largo de los últimos años por Santiago Valenzuela. Narra el asedio de la ciudad de Deneeim, situada en un mundo en miniatura ubicado en el sótano de un edificio de Madrid. Una premisa extravagante que sin embargo funciona y da lugar a un soberbio relato de aventuras aderezado con insólitos toques castizos. Absolutamente adictivo.
Por cierto, es triste pero en el Reino Unido apenas hay industria del tebeo. Casi todo lo que se lee proviene de Estados Unidos. Hay tiendas decentes (en Bristol tenemos Travelling Man en Park Street), pero echo mucho de menos la riqueza que puedo encontrar en España, donde se pueden encontrar traducidas obras provenientes de diversos países y donde no falta creatividad en el panorama del tebeo nacional.
"El Eternauta", de Oesterheld y Paco Solano. Allá por los años cincuenta se publicó en Argentina esta obra maestra de la historieta, una narración épica sobre una invasión extraterrestre a la Tierra y los esfuerzos por resistir de un grupo de supervivientes de Buenos Aires. Un tebeo enorme en todos los sentidos, que si bien está lleno de emocionantes aventuras, batallas y suspense, nunca deja de mostrar una honda sensibilidad humana. Me lo compré durante mi reciente viaje a Argentina y devoré sus 350 páginas antes de volver a Europa.
"Las Aventuras del Capitán Torrezno", publicado por Ediciones de Ponent. De nuevo otro cómic épico, pero en este caso dibujado a lo largo de los últimos años por Santiago Valenzuela. Narra el asedio de la ciudad de Deneeim, situada en un mundo en miniatura ubicado en el sótano de un edificio de Madrid. Una premisa extravagante que sin embargo funciona y da lugar a un soberbio relato de aventuras aderezado con insólitos toques castizos. Absolutamente adictivo.
Por cierto, es triste pero en el Reino Unido apenas hay industria del tebeo. Casi todo lo que se lee proviene de Estados Unidos. Hay tiendas decentes (en Bristol tenemos Travelling Man en Park Street), pero echo mucho de menos la riqueza que puedo encontrar en España, donde se pueden encontrar traducidas obras provenientes de diversos países y donde no falta creatividad en el panorama del tebeo nacional.
viernes, abril 21, 2006
Feliz Cumpleaños
Hoy es el 80º cumpleaños de la Reina Isabel II de Inglaterra. Desde hace unos días esta noticia ha figurado prominentemente en los medios de comunicación británicos, que se han hecho eco de la sucesión de actos celebratorios, algunos de ellos algo pintorescos.
La Reina de Inglaterra es muy respetada en el país. El motivo es su admirable discreción y sobriedad. Durante los años de su reinado ha logrado mantener un perfil público intachable y falto de estridencias. En un país con una inmisericorde prensa amarilla que durante años se ha dado un festín con los múltiples escándalos que han perseguido a otros miembros de la Familia Real, es un mérito sorprendente. En estos últimos años dicho acoso ha remitido, y la Reina está recogiendo los frutos de su impecable trabajo en la forma de una sólida estima por parte de la población.
La relación de los británicos con su monarquía es muy peculiar. El Reino Unido es la monarquía por antonomasia. Una gran parte de las principales tradiciones e imágenes que contribuyen a la mitología nacional británica están íntimamente relacionados con la monarquía. Quizás por eso el sentimiento republicano es ínfimo en la población, aunque al mismo tiempo, paradójicamente, la institución monárquica es vista con fenomenal indiferencia por ésta. Por ejemplo, la reciente boda de el Príncipe de Gales con Camilla Parker-Bowles recibió menos atención en el Reino Unido que la que algo así hubiese tenido en España. La monarquía británica también carece de esa especie de manto protector del que disfruta la española. Mientras que en España raramente se divulgan en los medios de comunicación noticias negativas o críticas del Rey o de otros miembros de la Casa Real, en el Reino Unido no hay absolutamente ningún tabú o complejo al respecto. Hoy precisamente, en el Guardian, se puede encontrar el siguiente artículo en el que se cuestiona el futuro de la institución. Dichos alegatos sobre lo arcaico que supone seguir manteniendo la monarquía son bastante frecuentes en medios políticos y periodísticos.
"La última campaña del Príncipe Charles busca volver a popularizar la carne de carnero (mutton) en la dieta del país. Mientras se limite a temas como este, todo el mundo sentirá alivio". Un comentario tan desdeñoso sobre el heredero del trono (visto en el Economist hace unas semanas) sería impensable en España. La popularidad del Príncipe de Gales es bastante baja entre los medios de comunicación y los políticos del país por culpa de su costumbre de airear en público controvertidas opiniones sobre temas políticos, medioambientales y hasta de índole médica. Recientemente se vio envuelto en un escándalo por motivo de la publicación de extractos de su diario en los que se quejaba de su condición de "disidente" político. Quien sabe si la tolerancia de los británicos por la institución monárquica seguirá intacta cuando Charles acceda al trono.
Más información: The Queen at 80 (BBC), Special Report: The Monarchy (The Guardian), Por fin se casan (Parquestrit)
La Reina de Inglaterra es muy respetada en el país. El motivo es su admirable discreción y sobriedad. Durante los años de su reinado ha logrado mantener un perfil público intachable y falto de estridencias. En un país con una inmisericorde prensa amarilla que durante años se ha dado un festín con los múltiples escándalos que han perseguido a otros miembros de la Familia Real, es un mérito sorprendente. En estos últimos años dicho acoso ha remitido, y la Reina está recogiendo los frutos de su impecable trabajo en la forma de una sólida estima por parte de la población.
La relación de los británicos con su monarquía es muy peculiar. El Reino Unido es la monarquía por antonomasia. Una gran parte de las principales tradiciones e imágenes que contribuyen a la mitología nacional británica están íntimamente relacionados con la monarquía. Quizás por eso el sentimiento republicano es ínfimo en la población, aunque al mismo tiempo, paradójicamente, la institución monárquica es vista con fenomenal indiferencia por ésta. Por ejemplo, la reciente boda de el Príncipe de Gales con Camilla Parker-Bowles recibió menos atención en el Reino Unido que la que algo así hubiese tenido en España. La monarquía británica también carece de esa especie de manto protector del que disfruta la española. Mientras que en España raramente se divulgan en los medios de comunicación noticias negativas o críticas del Rey o de otros miembros de la Casa Real, en el Reino Unido no hay absolutamente ningún tabú o complejo al respecto. Hoy precisamente, en el Guardian, se puede encontrar el siguiente artículo en el que se cuestiona el futuro de la institución. Dichos alegatos sobre lo arcaico que supone seguir manteniendo la monarquía son bastante frecuentes en medios políticos y periodísticos.
"La última campaña del Príncipe Charles busca volver a popularizar la carne de carnero (mutton) en la dieta del país. Mientras se limite a temas como este, todo el mundo sentirá alivio". Un comentario tan desdeñoso sobre el heredero del trono (visto en el Economist hace unas semanas) sería impensable en España. La popularidad del Príncipe de Gales es bastante baja entre los medios de comunicación y los políticos del país por culpa de su costumbre de airear en público controvertidas opiniones sobre temas políticos, medioambientales y hasta de índole médica. Recientemente se vio envuelto en un escándalo por motivo de la publicación de extractos de su diario en los que se quejaba de su condición de "disidente" político. Quien sabe si la tolerancia de los británicos por la institución monárquica seguirá intacta cuando Charles acceda al trono.
Más información: The Queen at 80 (BBC), Special Report: The Monarchy (The Guardian), Por fin se casan (Parquestrit)
jueves, abril 20, 2006
Viaje a Argentina (II): Iguazú
La segunda etapa de mi viaje fueron las Cataratas del Iguazú. Son, al parecer, las cataratas más extensas del mundo, situadas cerca de la llamada triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, formada por la desembocadura del afluente Iguazú en el río Paraná. Son una de las atracciones turísticas más visitadas de Argentina, y posiblemente también de Brasil. Mi hotel estaba situado en Puerto Iguazú, un coqueto pueblo de aire perezoso que, a juzgar por la abundancia de tiendas de recuerdos, debe de vivir del turismo y poco más. El paisaje que lo rodea es de tupido bosque subtropical. Aparte de las cataratas, no hay mucho de interés que visitar en los alrededores.
Las cataratas están situadas en una garganta en forma de U, separando el lado brasileño del argentino. El plan que yo seguí, que debe de ser el que sigue la mayoría de la gente que va allí con agencia, consistió en visitarlas desde el lado argentino el primer día y pasar al lado brasileño en el segundo. El lado argentino tiene el interés de que uno se puede acercar a través de pasarelas elevadas al mismo borde de las cataratas en su punto más espectacular, la Garganta del Diablo, donde hay un mirador desde donde la gente se asoma a hacer fotos y a empaparse con las salpicaduras de polvo de agua, que ascienden varios metros por el aire como si de una humareda se tratase. El lado brasileño, según dicen, ofrece las vistas más hermosas (aunque menos dramáticas, en mi opinión), y la caminata a través de las pasarelas es más entretenida, pero se observa cierta sobreexplotación turística que perjudica la experiencia: en la zona superior de las cataratas hay un mirador con restaurantes al que se accede a través de un ascensor.
Aparte de visitar las cataratas, los Parques Nacionales a ambos lados de la frontera cuentan con senderos por los que se puede pasear y, si tienes suerte, avistar la fauna del lugar: tucanes, monos y coatíes. Estos últimos no son nada tímidos y no es difícil toparse con ellos. En mi caso, desgraciadamente, no tuve la oportunidad de vagar a mi aire por el bosque: iba en un grupo organizado donde todas las visitas y actividades estaban estrictamente planeadas. En la visita al lado argentino, por la tarde, pude apuntarme a un paseo en lancha por el río seguida de un safari en camión todoterreno que no estuvo mal, pero al siguiente día, en el lado brasileño, nuestros pérfidos guías nos metieron a todos en un autocar, nos sacaron del Parque Nacional y nos llevaron a ver la presa de Itaupu, la más grande del mundo. La visita podría haber tenido interés, pero resultó decepcionante por la poca gracia con la que estaba organizada.
Ya desde ese momento empecé a ver en qué consistía el eficaz mecanismo sacaperras de los viajes organizados. Yo siempre había recelado de esta forma de viajar, y ésta era la primera ocasión que contrataba un paquete a través de agencia. Pude comprobar que, en efecto, no me gustan. El funcionamiento es el siguiente: la agencia te reserva los hoteles, los vuelos y los traslados, y además una serie de excursiones básicas. Una vez en el lugar, te das cuenta de que las actividades que has contratado apenas te dan para ocupar la mitad del primer día. Es entonces cuando el guía te propone las excursiones "opcionales", no incluidas en el precio, que son además generalmente las que molan. Desde luego, no estás obligado a contratarlas, pero como estás ahí sin medio de transporte propio y ya metido en el papel de bulto que llevan de un lado a otro es fácil que te sientas tentado de empezar a repartir billetitos de monopoly y apuntarte a las otras excursiones, sobre todo cuando ves que la gente a tu alrededor hace lo mismo.
Las cataratas están situadas en una garganta en forma de U, separando el lado brasileño del argentino. El plan que yo seguí, que debe de ser el que sigue la mayoría de la gente que va allí con agencia, consistió en visitarlas desde el lado argentino el primer día y pasar al lado brasileño en el segundo. El lado argentino tiene el interés de que uno se puede acercar a través de pasarelas elevadas al mismo borde de las cataratas en su punto más espectacular, la Garganta del Diablo, donde hay un mirador desde donde la gente se asoma a hacer fotos y a empaparse con las salpicaduras de polvo de agua, que ascienden varios metros por el aire como si de una humareda se tratase. El lado brasileño, según dicen, ofrece las vistas más hermosas (aunque menos dramáticas, en mi opinión), y la caminata a través de las pasarelas es más entretenida, pero se observa cierta sobreexplotación turística que perjudica la experiencia: en la zona superior de las cataratas hay un mirador con restaurantes al que se accede a través de un ascensor.
Aparte de visitar las cataratas, los Parques Nacionales a ambos lados de la frontera cuentan con senderos por los que se puede pasear y, si tienes suerte, avistar la fauna del lugar: tucanes, monos y coatíes. Estos últimos no son nada tímidos y no es difícil toparse con ellos. En mi caso, desgraciadamente, no tuve la oportunidad de vagar a mi aire por el bosque: iba en un grupo organizado donde todas las visitas y actividades estaban estrictamente planeadas. En la visita al lado argentino, por la tarde, pude apuntarme a un paseo en lancha por el río seguida de un safari en camión todoterreno que no estuvo mal, pero al siguiente día, en el lado brasileño, nuestros pérfidos guías nos metieron a todos en un autocar, nos sacaron del Parque Nacional y nos llevaron a ver la presa de Itaupu, la más grande del mundo. La visita podría haber tenido interés, pero resultó decepcionante por la poca gracia con la que estaba organizada.
Ya desde ese momento empecé a ver en qué consistía el eficaz mecanismo sacaperras de los viajes organizados. Yo siempre había recelado de esta forma de viajar, y ésta era la primera ocasión que contrataba un paquete a través de agencia. Pude comprobar que, en efecto, no me gustan. El funcionamiento es el siguiente: la agencia te reserva los hoteles, los vuelos y los traslados, y además una serie de excursiones básicas. Una vez en el lugar, te das cuenta de que las actividades que has contratado apenas te dan para ocupar la mitad del primer día. Es entonces cuando el guía te propone las excursiones "opcionales", no incluidas en el precio, que son además generalmente las que molan. Desde luego, no estás obligado a contratarlas, pero como estás ahí sin medio de transporte propio y ya metido en el papel de bulto que llevan de un lado a otro es fácil que te sientas tentado de empezar a repartir billetitos de monopoly y apuntarte a las otras excursiones, sobre todo cuando ves que la gente a tu alrededor hace lo mismo.
martes, abril 18, 2006
Viaje a Argentina (I): Buenos Aires
Las pasadas dos semanas, como ya dije aquí, he estado de vacaciones en Argentina. Desde hacía tiempo quería coger unas vacaciones largas, ya que generalmente las escapadas las suelo hacer a lo sumo de una semana (exceptuando en Navidades, que me voy dos semanas y media a España). No tiene que ver con el tema principal de este blog, que es la vida en el Reino Unido, pero no puedo resistir la tentación de escribir unos párrafos sobre mi viaje.
La primera etapa de mi viaje transcurrió en Buenos Aires. Se trata de una metrópoli realmente excitante. No tiene apenas monumentos interesantes para visitar, siendo quizás los únicos que merecen la pena el Cementerio de la Recoleta y la hermosa iglesia colonial de El Pilar que está al lado. Sin embargo, simplemente pasear por ella resulta fascinante. Los porteños se ufanan de que su ciudad se parece a París, aunque en mi opinión se parece más a Madrid o a quizás a cualquier ciudad española. Cuenta con la que parece ser la avenida más ancha del mundo, la del 9 de julio, que pese a su escala desmesurada resulta sorprendentemente agradable para caminar.
Algo que llama bastante la atención es que, aunque ni la gente ni los comercios o establecimientos dan la impresión de que se trate de un país con problemas económicos, la antigüedad y el estado decrépito de muchos de los vehículos que circulan por las calles te recuerda que Argentina no es un lugar tan próspero como debería. En particular, un número sorprendente de taxis son Peugeot 504, un modelo que dejé de ver en España hace más de diez años. Los camiones y furgonetas suelen ser destartalados modelos norteamericanos que contrastan con los automóviles, que en su mayoría son europeos. Pero los vehículos que más llaman la atención son sin duda los autobuses, o colectivos como los llaman allí: moles siseantes pintadas de vivos colores que ruedan por las calles soltando nubes espesas de contaminación. No cabe duda de que la antigüedad de los vehículos es lo que hace que se vean un montón de ellos averiados en las calles, con el capó levantado y su conductor trajinando en el motor.
Buenos Aires tiene un montón de otros detalles peculiares en los que me fijé. El que más gracia me hizo es que se ven ferreterías por todos lados, incluso en las zonas de tiendas de ropa y boutiques. Otra cosa que es muy llamativa es la presencia policial en las calles: cada pocos cientos de metros se ve un policía haciendo guardia. El problema de inseguridad debe de ser real, porque también me fijé en que circulan por las calles un número anormalmente grande de camiones blindados. De todos modos, yo no me sentí inseguro en ningún momento.
Algo que me defraudaron fueron las librerías. Siempre había considerado al pueblo argentino como culto y muy desarrollado literariamente, con monstruos como Borges, Cortázar, Bioy Casares o Sábato, pero me resultó muy triste ver cómo en las tiendas de libros la oferta era bastante pobre, consistente sobre todo en ejemplares de editoriales españolas, caros y generalmente bastante estropeados. El único sitio que me gustó fue la librería Ateneo, situada en un antiguo teatro.
Desgraciadamente, mi estancia en Buenos Aires fue de sólo dos días, en los que me dio el tiempo justo de pasear por los barrios principales del centro (excepto, ay, La Boca). Es difícil que vuelva a esta vibrante ciudad, habiendo tantos otros sitios en el mundo por ver, pero nunca se sabe...
La primera etapa de mi viaje transcurrió en Buenos Aires. Se trata de una metrópoli realmente excitante. No tiene apenas monumentos interesantes para visitar, siendo quizás los únicos que merecen la pena el Cementerio de la Recoleta y la hermosa iglesia colonial de El Pilar que está al lado. Sin embargo, simplemente pasear por ella resulta fascinante. Los porteños se ufanan de que su ciudad se parece a París, aunque en mi opinión se parece más a Madrid o a quizás a cualquier ciudad española. Cuenta con la que parece ser la avenida más ancha del mundo, la del 9 de julio, que pese a su escala desmesurada resulta sorprendentemente agradable para caminar.
Algo que llama bastante la atención es que, aunque ni la gente ni los comercios o establecimientos dan la impresión de que se trate de un país con problemas económicos, la antigüedad y el estado decrépito de muchos de los vehículos que circulan por las calles te recuerda que Argentina no es un lugar tan próspero como debería. En particular, un número sorprendente de taxis son Peugeot 504, un modelo que dejé de ver en España hace más de diez años. Los camiones y furgonetas suelen ser destartalados modelos norteamericanos que contrastan con los automóviles, que en su mayoría son europeos. Pero los vehículos que más llaman la atención son sin duda los autobuses, o colectivos como los llaman allí: moles siseantes pintadas de vivos colores que ruedan por las calles soltando nubes espesas de contaminación. No cabe duda de que la antigüedad de los vehículos es lo que hace que se vean un montón de ellos averiados en las calles, con el capó levantado y su conductor trajinando en el motor.
Buenos Aires tiene un montón de otros detalles peculiares en los que me fijé. El que más gracia me hizo es que se ven ferreterías por todos lados, incluso en las zonas de tiendas de ropa y boutiques. Otra cosa que es muy llamativa es la presencia policial en las calles: cada pocos cientos de metros se ve un policía haciendo guardia. El problema de inseguridad debe de ser real, porque también me fijé en que circulan por las calles un número anormalmente grande de camiones blindados. De todos modos, yo no me sentí inseguro en ningún momento.
Algo que me defraudaron fueron las librerías. Siempre había considerado al pueblo argentino como culto y muy desarrollado literariamente, con monstruos como Borges, Cortázar, Bioy Casares o Sábato, pero me resultó muy triste ver cómo en las tiendas de libros la oferta era bastante pobre, consistente sobre todo en ejemplares de editoriales españolas, caros y generalmente bastante estropeados. El único sitio que me gustó fue la librería Ateneo, situada en un antiguo teatro.
Desgraciadamente, mi estancia en Buenos Aires fue de sólo dos días, en los que me dio el tiempo justo de pasear por los barrios principales del centro (excepto, ay, La Boca). Es difícil que vuelva a esta vibrante ciudad, habiendo tantos otros sitios en el mundo por ver, pero nunca se sabe...
martes, abril 11, 2006
Desde el culo del mundo
Hace unas horas, tras un espectacular descenso al Aeropuerto Internacional Malvinas Argentinas de la ciudad de Ushuaia, he aterrizado en la Tierra de Fuego, comenzando la última etapa de mi viaje por Argentina. Pasaré dos días aquí haciendo caminatas y visitando del Parque Nacional, y después volaré de vuelta a Buenos Aires, donde pasaré una noche antes de coger el vuelo de vuelta a Europa.
Está siendo un viaje de superlativos. Ushuaia es la ciudad más austral del mundo. Aparte he visitado Iguazú en el norte del país, donde se encuentran las cataratas más extensas del mundo. A continuación estuve en la población de El Calafate al sur de la Patagonia, cerca de donde se extiende el glaciar Perito Moreno, uno de los más dinámicos y grandiosos del mundo. Y por supuesto también he pasado un par de días en Buenos Aires, la ciudad con más ferreterías del mundo.
Tengo un montón de observaciones anecdóticas e intrascendentes que contar, de esas que tanto me gustan; cuando vuelva espero tener fuerzas suficientes para escribirlas en este blog.
Está siendo un viaje de superlativos. Ushuaia es la ciudad más austral del mundo. Aparte he visitado Iguazú en el norte del país, donde se encuentran las cataratas más extensas del mundo. A continuación estuve en la población de El Calafate al sur de la Patagonia, cerca de donde se extiende el glaciar Perito Moreno, uno de los más dinámicos y grandiosos del mundo. Y por supuesto también he pasado un par de días en Buenos Aires, la ciudad con más ferreterías del mundo.
Tengo un montón de observaciones anecdóticas e intrascendentes que contar, de esas que tanto me gustan; cuando vuelva espero tener fuerzas suficientes para escribirlas en este blog.
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