La segunda etapa de mi viaje fueron las Cataratas del Iguazú. Son, al parecer, las cataratas más extensas del mundo, situadas cerca de la llamada triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, formada por la desembocadura del afluente Iguazú en el río Paraná. Son una de las atracciones turísticas más visitadas de Argentina, y posiblemente también de Brasil. Mi hotel estaba situado en Puerto Iguazú, un coqueto pueblo de aire perezoso que, a juzgar por la abundancia de tiendas de recuerdos, debe de vivir del turismo y poco más. El paisaje que lo rodea es de tupido bosque subtropical. Aparte de las cataratas, no hay mucho de interés que visitar en los alrededores.
Las cataratas están situadas en una garganta en forma de U, separando el lado brasileño del argentino. El plan que yo seguí, que debe de ser el que sigue la mayoría de la gente que va allí con agencia, consistió en visitarlas desde el lado argentino el primer día y pasar al lado brasileño en el segundo. El lado argentino tiene el interés de que uno se puede acercar a través de pasarelas elevadas al mismo borde de las cataratas en su punto más espectacular, la Garganta del Diablo, donde hay un mirador desde donde la gente se asoma a hacer fotos y a empaparse con las salpicaduras de polvo de agua, que ascienden varios metros por el aire como si de una humareda se tratase. El lado brasileño, según dicen, ofrece las vistas más hermosas (aunque menos dramáticas, en mi opinión), y la caminata a través de las pasarelas es más entretenida, pero se observa cierta sobreexplotación turística que perjudica la experiencia: en la zona superior de las cataratas hay un mirador con restaurantes al que se accede a través de un ascensor.
Aparte de visitar las cataratas, los Parques Nacionales a ambos lados de la frontera cuentan con senderos por los que se puede pasear y, si tienes suerte, avistar la fauna del lugar: tucanes, monos y coatíes. Estos últimos no son nada tímidos y no es difícil toparse con ellos. En mi caso, desgraciadamente, no tuve la oportunidad de vagar a mi aire por el bosque: iba en un grupo organizado donde todas las visitas y actividades estaban estrictamente planeadas. En la visita al lado argentino, por la tarde, pude apuntarme a un paseo en lancha por el río seguida de un safari en camión todoterreno que no estuvo mal, pero al siguiente día, en el lado brasileño, nuestros pérfidos guías nos metieron a todos en un autocar, nos sacaron del Parque Nacional y nos llevaron a ver la presa de Itaupu, la más grande del mundo. La visita podría haber tenido interés, pero resultó decepcionante por la poca gracia con la que estaba organizada.
Ya desde ese momento empecé a ver en qué consistía el eficaz mecanismo sacaperras de los viajes organizados. Yo siempre había recelado de esta forma de viajar, y ésta era la primera ocasión que contrataba un paquete a través de agencia. Pude comprobar que, en efecto, no me gustan. El funcionamiento es el siguiente: la agencia te reserva los hoteles, los vuelos y los traslados, y además una serie de excursiones básicas. Una vez en el lugar, te das cuenta de que las actividades que has contratado apenas te dan para ocupar la mitad del primer día. Es entonces cuando el guía te propone las excursiones "opcionales", no incluidas en el precio, que son además generalmente las que molan. Desde luego, no estás obligado a contratarlas, pero como estás ahí sin medio de transporte propio y ya metido en el papel de bulto que llevan de un lado a otro es fácil que te sientas tentado de empezar a repartir billetitos de monopoly y apuntarte a las otras excursiones, sobre todo cuando ves que la gente a tu alrededor hace lo mismo.
2 comentarios:
Sonr ealmente impresionantes las cataratas. El ruído que hacen, el vapor que desprenden...
Algún día volveré.
Saludos.
Pues es una pena pero te perdiste un montón de cosas... Por muy poco dinero puedes contratar coche con conductor que te lleve a visitar las misiones jesuíticas que dan nombre a la provincia. Loreto, Santa Ana y San Ignacio Miní...impresionantes. Lo mismo te digo para visitar las minas de Wanda.
Además, por muy poquito dinero también puedes alquilar caballos (con un guía guaraní) para tí o para más amigos e ir de verdad de verdad a la selva, conocer indígenas que viven por allí y que ni hablan castellano, ver sus casas y ¡hasta dormir en la selva!
El problema es que en las agencias siempre te dicen que no hay más que las cataratas y que en tres días está todo visto. No es así, te lo aseguro.
Un saludo
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