martes, febrero 27, 2007

Fawlty Towers

En el Reino Unido la televisión siempre se ha tomado muy en serio, y en este país se han dado lugar a algunos de los mejores programas de la historia de este medio. Uno de los mejores ejemplos es la serie de humor Fawlty Towers, cuyos 12 únicos capítulos fueron emitidos entre 1975 y 1979, y que pronto se convirtió en un programa de culto que ejerció una gran influencia y que aún hoy es recordado.

John Cleese, antiguo miembro de los legendarios Monty Phyton, interpreta magistralmente a Basil Fawlty, el propietario de un pequeño hotel familiar en Torquay, pueblecito costero de veraneo situado en Devon, al suroeste de Inglaterra. Basil es un ser antipático y ridículo, a quien la frustración de no lograr dar a su establecimiento una categoría más exclusiva hace que trate a sus clientes con brusquedad y mala educación. Basil regenta el hotel junto con su esposa Sybil, (intepretada por Prunella Scales), una mandona frivola e inaguantable. Completan el cuadro de personajes principales Manuel, un torpe criado español, y la camarera Polly, contrapunto de normalidad entre tanto personaje desquiciado, interpretada por Connie Booth, quien por entonces era esposa de Cleese y, junto a él, coguionista de la serie.

A lo largo de los distintos episodios presenciamos las peripecias de los personajes ante diversas situaciones que siempre acaban embrollándose por culpa de la mezquindad de Basil, cuyos continuos intentos de elevar el caché del hotel siempre terminan en el fracaso. John Cleese está en estado de gracia interpretándo al Sr. Fawlty. Sus caras, su forma de hablar, sus gestos y contorsiones, sus modales histriónicos: con todo ello, Cleese logra dar vida a un personaje cuya energía electrizante te golpea a través de la pantalla hasta el sofá donde estás sentado.

Fawly Towers también sorprende por el tipo de humor salvaje que despliega, más cercano a South Park o los Simpson que a las comedias de situación tradicionales norteamericanas. Hay muchas teleseries en las que el matrimonio protagonista se lleva a matar, pero no he visto ninguna en al que la relación entre los cónyuges sea tan descarnadamente falta de amor como la de los Srs. Fawlty. Basil y Sybil se detestan, y están constantemente intercambiándose reproches y sarcasmos crueles. La violencia no sólo se limita a lo verbal: a menudo acaban a tortazo limpio, aunque suele ser Basil el que sale perdiendo. En realidad, en la serie todo el mundo acaba cobrando: empleados y hasta huéspedes, aunque el que se suele llevar la peor parte es el pobre Manuel, quien es continuamente agredido por su jefe con sartenes, cubiertos y otros utensilios. Fawlty Towers tiene, en efecto, un gran componente de humor físico, que a veces hace que parezca un tebeo de Mortadelo y Filemón, lleno de golpazos, persecuciones, caídas y todo tipo de accidentes extravagantes presentados con un ritmo frenético que te deja sin aliento. Hay también diálogos ingeniosos, situaciones de enredo y hasta toques de humor absurdo.

Merece la pena hablar con un poco de detalle de Manuel. Este personaje es la encarnación de los peores tópicos que los ingleses tienen hacia los españoles. Bajito, moreno y con bigote, Manuel está continuamente correteando de un lado a otro encorvado y con actitud perruna, chapurreando una mezcla de español e inglés. No entiende muy bien esta última lengua, y a las órdenes de su jefe suele responder con un "¿qué?" acompañado de una mirada interrogante y bobalicona. Basil se desespera de tener que explicar detalladamente a su empleado, a veces en español, las instrucciones más sencillas, y cuando éste las malinterpreta y mete la pata acaba siempre dándole un sartenazo. Se trata de un retrato bastante poco halagador de los españoles. Curiosamente, el actor que encarna a Manuel, Andrew Sachs, no es español sino de origen aleman.

El episodio más famoso de Fawlty Towers es el último de la primera temporada: "The Germans", que se burla sin ningún tipo de reparos de la antipatía que muchos ingleses siguen teniendo hacia los alemanes por motivo de las dos guerras mundiales. Comienza mostrando las peripecias de los empleados durante un simulacro de incendio en el que la cocina acaba quemándose de verdad. Basil acaba sufriendo un golpe en la cabeza y es llevado al hospital, de donde se escapa sintiéndose aún bastante confuso. Una vez de vuelta al hotel, se entera de que acaban de llegar huéspedes alemanes. Muy alborotado, Basil conmina a sus empleados que no saquen el tema de la guerra delante de ellos, pero es él mismo el que no puede evitar hacerlo una y otra vez. En el momento cumbre, tras haber conseguido ofender gravemente a sus clientes con continuas alusiones al pasado nazi, acaba saliendo del comedor al paso de la oca mientras imita los discursos de Hitler, en una de las escenas más famosas de la historia de la televisión británica. Asímismo, la frase "don't mention the war!" entró a formar parte del repertorio de frases humorísticas del país, y aún hoy, décadas después, se puede escuchar y leer en revistas o conversaciones.

En el video de abajo se puede ver la famosa escena de la que acabo de hablar (la versión completa es ésta). En Youtube hay también un montón de cortes de la serie que recomiendo ver a quien tenga más curiosidad.



Más información:
Sitio web no oficial de la serie, Odio Fawlty Towers (Cuaderno de Otis B Driftwood), Fawlty Towers (BBC Comedy Guide), Reseña de Fawlty Towers en Bibliópolis, por Rafael Marín, Fawlty Towers (Wikipedia)

lunes, febrero 19, 2007

Knife surrender bin

Knife Surrender Bin
El sábado pasado, paseando por Londres, me encontré con lo que muestra la foto. Se trata de un contenedor de recogida de armas blancas. No, no se trata de que los criminales cuenten con un lugar donde deshacerse cómodamente del arma ensangrentada con la que acaban de cometer un atraco: forma parte de una campaña de la la policía londinense para reducir la violencia en las calles animando a la gente a que renuncie a sus navajas y cuchillos por propia voluntad.

El contenedor estaba situado a la entrada de un parque, lo cual no debe de ser muy tranquilizador para quien suela pasear por él.

lunes, febrero 12, 2007

Té quiero (y II): el té en la Inglaterra de hoy

Beber té en la Inglaterra de hoy no es una experiencia especialmente refinada, y tampoco está ligada a ninguna momento del día ni a ningún acontecimiento especial. Los ingleses beben té a todas horas, y lo hacen sin ninguna ceremonia: en casa, en el trabajo, e incluso hacen descanso en los partidos de cricket para que los jugadores puedan ir a tomarse una taza.

En la oficina (entorno del trabajo en el que me muevo y del que por tanto puedo hablar), el inglés típico no se separa en toda la jornada de su taza de té. Tecleará frente a su ordenador con ella al lado, se la llevará en la mano cuando tenga que ir a hablar con alguien, beberá sorbos de ella en las reuniones, y a lo largo del día desfilará varias veces hasta la cocina para rellenarla. Las oficinas suelen suministrar a sus empleados tanto té gratuito como un buen número de tazas comunales, que al final de la jornada quedan desperdigadas por escritorios y mesas. Es entonces cuando aparece el limpiador a desempeñar su principal labor (por delante de pasar el aspirador o fregar los servicios): recoger todas esas tazas y llevarlas al lavavajillas.

La preparación del té es poco ceremoniosa (este sitio web lo muestra de forma muy gráfica). En primer lugar, se hierve el agua mediante una kettle o pava. Este utensilio de cocina, en su forma tradicional, es metálico y de forma semiesférica. Se pone al fuego, y cuando el agua comienza a hervir, el vapor sale a presión a través de un silbato que lleva en el pitorro y que avisa de que está ya lista. En su forma moderna, que es la que casi todo el mundo usa, consiste en una jarra de plástico con una resistencia eléctrica dentro, que se enchufa a la corriente y apenas tarda unos segundos en alcanzar la ebullición. Aunque parezca mentira, hay quien no se conforma y emplea formas más sofisticadas aún de calentar el agua. Un artilugio que instalaron en mi oficina, y que no sé si está muy extendido, es una mini-caldera conectada a la tubería del agua, que almacena permanentemente agua caliente de modo que ésta está disponible de forma instantánea a través de un grifo.

Sea cual sea la forma como se haya obtenido, una vez se tiene agua caliente llega el momento de hacer la infusión propiamente dicha. Tradicionamente, esto se realizaba en una tetera o teapot, en cuyo interior se colocaba un infusor o tea ball lleno de hojas de té picadas. Hoy casi todo el mundo usa té en bolsitas, que se prepara directamente en la taza. Estas bolsitas tienen formas más variadas de lo que uno podría imaginar. Las más extendidas son de forma rectangular, aunque también las hay redondas e incluso piramidales. En el Reino Unido no suelen llevar cordel, de modo que para sacarlas de la taza hay que pescarlas con la cucharilla.

¿Y qué hay de la hierba propiamente dicha? La mayoría del té que se bebe en el Reino Unido es "té negro" (black tea), que se diferencia del té verde en que en su preparación se somete a la hierba a un proceso de oxidación que oscurece su color. Algunas de las variedades más comunes son el English Breakfast Tea, de sabor fuerte; Earl Grey, al que la el aceite de bergamota le da un sabor cítrico; Darjeeling, de origen indio y aroma delicado. En los supermercados también se pueden encontrar tés de Assam, Ceylon, Oolong y algunos más.

Merece la pena hablar también de las tazas. El modelo típico de taza para el té no tienen nada que ver con las delicadas tacitas de porcelana que pueblan las fantasías de los turistas que vienen al Reino Unido buscando un sitio donde tomar té con pastas. Las mugs que usa todo el mundo son sólidos recipientes de aspecto más bien basto. Al mismo tiempo, son un artículo de regalo muy extendido. Se las puede encontrar en diversas tiendas, decoradas con todo tipo de motivos: fotos, frases personalizadas, dibujos humorísticos, diseños atrevidos e incluso formas extravagantes. Cualquier hogar inglés tendrá en el armario de la cocina decenas de ellas.

¿Y cómo se acompaña el té? Los ingleses suelen tomarlo con leche (white tea) y azúcar, aunque mucha gente lo toma solo (black tea). Aunque parezca mentira, el orden en que se sirven ambos líquidos es importante. La gente lleva discutiendo desde hace décadas cuál es la forma más conforme con la etiqueta, pero desde el punto de vista científico, lo correcto parece ser echar primero la leche y luego el té. Esto se debe a que las proteínas de la leche se desnaturalizan a altas temperaturas, efecto que no es tan acusado cuando se vierte el té después de la leche. La Royal Society of Chemistry tiene publicada una nota de prensa en la que se habla de este fenómeno y se da cierto número de recomendaciones para preparar el mejor té. No es esta la única fuente de autoridad que se puede encontrar acerca de la preparación del té: quien se fíe más de las letras que de las ciencias puede acudir a este artículo de George Orwell explicando cuál es la mejor manera de preparar el té.

Más información:
Té quiero (I): Historia del té en el Reino Unido (Parquestrit), Tea Council

jueves, febrero 08, 2007

Té quiero I: historia del té en Inglaterra

¡El té! Parece mentira que haya tardado tanto en atreverme a hablar de un tema tan genuinamente británico. Este es uno de esos asuntos con tanta enjudia y con una webografía tan extensa que intimida enfrentarse a él. Pese a esto, un blog como éste que trata de la vida en el Reino Unido estará cojo hasta que no hable del té. Así que allá voy: en la entrada de hoy hablaré de la historia de esta bebida en el Reino Unido.

El té es originario de China. En Europa, las primeras noticias sobre esta bebida llegaron a través de mercaderes y misioneros portugueses, aunque fueron los comerciantes holandeses quienes la introdujeron en el continente a principios del siglo XVII, atrayendo en seguida el interés de la aristocracia de varios países. En Inglaterra, fue la portuguesa Catalina de Braganza, esposa del rey Carlos II, quien hizo que se pusiese de moda entre la nobleza inglesa. Esto hizo que la East India Company, compañía que ostentaba en Inglaterra el monopolio de comercio con Oriente, comenzara a mediados del siglo a importar té de China.

Esta bebida fue introducida al gran público, curiosamente, por las coffee houses, establecimientos que en esos años desempeñaban un papel muy importante en la vida política, económica y social del Reino Unido. El éxito del té fue instantáneo entre la gente de la clase media y media-alta que solía frecuentar estos lugares de reunión, popularidad que pudo aguantar la tremenda carga de impuestos con que esta mercancía estuvo gravado desde el principio. Para satisfacer la demanda, se desarrolló de forma colosal un mercado negro, basado en la adulteración y el contrabando, cuyo volumen excedía al mercado legal, y que sólo desapareció cuando, en 1784, William Pitt el Joven redujo los impuestos del 119% al 12.5%. El consumo de té recibió un nuevo empujón a mediados del siglo XIX al liberalizarse su comercio, lo cual empujó a la East India Company a introducir el cultivo de esta hierba en el subcontinente indio primero y luego en Ceilán. La subsiguiente explosión de comercio hizo que se desarrollaran los tea clippers, veloces veleros que competían en rapidez por hacer llegar a Europa los cargamentos de té provinientes de Oriente. El consiguiente abaratamiento de la bebida hizo que terminara de conquistar los gustos del pueblo británico en su conjunto.

Fue en esos años cuando surgió la institución del afternoon tea. La costumbre de organizar tea parties y tea dances era ya bastante antigua pero, según la tradición, fue Anna Maria, duquesa de Bedford, quien en 1841 inició la costumbre de tomar té de merienda a media tarde, acompañado de bollos y sandwiches, para calmar el gusanillo entre almuerzo y cena. Este hábito se extendió entre las clases altas, y no tardó en convertirse en un acontecimiento social extremadamente refinado, sujeto a unas reglas de etiqueta muy desarrolladas. El afternoon tea no tiene nada que ver con el high tea que tomaban las gentes menos pudientes de entonces. Éste consistía un refrigerio, o incluso cena completa, que las clases populares solían tomar al atardecer. Muchas veces era la comida principal, y quizás única, del día.

Fue a partir de mediados del siglo XIX y durante todo el siglo XX que el té se convirtió en un rasgo esencial de la cultura británica, abarcando todas las clases sociales. Durante las dos guerras mundiales, el gobierno británico puso el comercio y la venta de té bajo su control, considerándola una mercancía muy importante para mantener la moral de la población. En los años cincuenta, el consumo de té vio una última revolución: la introducción de las bolsitas, que hicieron que la preparación de esta bebida se hiciese más sencilla aún.

Próxima entrada: el té en la Inglaterra de hoy


Referencias:
History of Tea (The Tea Council),
La cultura del té en el Reino Unido y sus antiguas colonias (Wikipedia en inglés),

viernes, febrero 02, 2007

Cómo entevistar a un primer ministro

Hoy, en el programa radiofónico matinal Today de la BBC Radio4 han entrevistado al Primer Ministro británico, Tony Blair (audio, en inglés). Los temas que se han abordado son el reciénte escándalo de venta de títulos nobiliarios ("cash for honours"), el estado de la sanidad pública, el desbordamiento de las cárceles y en general la pérdida de credibilidad del Primer Ministro ante la población británica. El carácter de la entrevista ha sido bastante retrospectivo, ya que se Blair se encuentra al final de su vida política. Hace no mucho anunció su intención de retirarse del puesto durante la presente legislatura. No ha dado pistas sobre la fecha, pero los comentaristas políticos apuntan a que lo hará durante el próximo verano.

Esta entrevista a Tony Blair es un buen ejemplo del estilo británico de entrevistas a políticos, común no sólo en la BBC sino también en la mayoría de los servicios informativos de las otras cadenas. Los entrevistadores siempre suelen adoptar una actitud inquisitiva, cuestionando las respuestas del entrevistado y llevándole la contraria para que éste se vea obligado a argumentar sus posturas concienzudamente. John Humphries no duda en poner en aprietos al Primer Ministro, presentándole preguntas incómodas, insistiendo cuando se va por peteneras y e incluso contradiciendo sus datos. Todo ello con un tono firme y directo, pero educado.

Los políticos británicos están acostumbrados a este tratamiento, y suelen saber mantener el tipo. Por eso es gracioso cuando algún extranjero desprevenido cae en las manos de un entrevistador de aquí. En alguna una ocasión he podido disfrutar en la radio del desconcierto de algún político español ante la directitud de su entrevistador, tan distinta de la habitual blandenguería de los periodistas españoles.

Este estilo de entrevistas directas y sin contemplaciones es llevado al extremo por Jeremy Paxman, famoso presentador del programa de la BBC Newsnight. Este periodista es célebre por su agresividad. En una ocasión, hace años, entrevistando al entonces ministro de interior conservador Michael Howard, presentó 12 veces consecutivas la misma pregunta al no lograr que su interlocutor le diera una respuesta clara. En la actualidad el peso de la fama le ha convertido un poco en una caricatura de sí mismo. Durante la campaña electoral de 2005, le vi en la tele entrevistando a los distintos candidatos, y no le encontré muy perspicaz sino simplemente maleducado. En YouTube se puede encontrar un resumen de los momentos más memorables del implacable "Paxo".

Enlaces:
Entrevista a Tony Blair (BBC, audio en inglés)

Temas relacionados:
Entrevistas a contrarreloj en Today (Parquestrit)
Ana Palacio en la BBC (Parquestrit)