En el Reino Unido la televisión siempre se ha tomado muy en serio, y en este país se han dado lugar a algunos de los mejores programas de la historia de este medio. Uno de los mejores ejemplos es la serie de humor Fawlty Towers, cuyos 12 únicos capítulos fueron emitidos entre 1975 y 1979, y que pronto se convirtió en un programa de culto que ejerció una gran influencia y que aún hoy es recordado.
John Cleese, antiguo miembro de los legendarios Monty Phyton, interpreta magistralmente a Basil Fawlty, el propietario de un pequeño hotel familiar en Torquay, pueblecito costero de veraneo situado en Devon, al suroeste de Inglaterra. Basil es un ser antipático y ridículo, a quien la frustración de no lograr dar a su establecimiento una categoría más exclusiva hace que trate a sus clientes con brusquedad y mala educación. Basil regenta el hotel junto con su esposa Sybil, (intepretada por Prunella Scales), una mandona frivola e inaguantable. Completan el cuadro de personajes principales Manuel, un torpe criado español, y la camarera Polly, contrapunto de normalidad entre tanto personaje desquiciado, interpretada por Connie Booth, quien por entonces era esposa de Cleese y, junto a él, coguionista de la serie.
A lo largo de los distintos episodios presenciamos las peripecias de los personajes ante diversas situaciones que siempre acaban embrollándose por culpa de la mezquindad de Basil, cuyos continuos intentos de elevar el caché del hotel siempre terminan en el fracaso. John Cleese está en estado de gracia interpretándo al Sr. Fawlty. Sus caras, su forma de hablar, sus gestos y contorsiones, sus modales histriónicos: con todo ello, Cleese logra dar vida a un personaje cuya energía electrizante te golpea a través de la pantalla hasta el sofá donde estás sentado.Fawly Towers también sorprende por el tipo de humor salvaje que despliega, más cercano a South Park o los Simpson que a las comedias de situación tradicionales norteamericanas. Hay muchas teleseries en las que el matrimonio protagonista se lleva a matar, pero no he visto ninguna en al que la relación entre los cónyuges sea tan descarnadamente falta de amor como la de los Srs. Fawlty. Basil y Sybil se detestan, y están constantemente intercambiándose reproches y sarcasmos crueles. La violencia no sólo se limita a lo verbal: a menudo acaban a tortazo limpio, aunque suele ser Basil el que sale perdiendo. En realidad, en la serie todo el mundo acaba cobrando: empleados y hasta huéspedes, aunque el que se suele llevar la peor parte es el pobre Manuel, quien es continuamente agredido por su jefe con sartenes, cubiertos y otros utensilios. Fawlty Towers tiene, en efecto, un gran componente de humor físico, que a veces hace que parezca un tebeo de Mortadelo y Filemón, lleno de golpazos, persecuciones, caídas y todo tipo de accidentes extravagantes presentados con un ritmo frenético que te deja sin aliento. Hay también diálogos ingeniosos, situaciones de enredo y hasta toques de humor absurdo.
Merece la pena hablar con un poco de detalle de Manuel. Este personaje es la encarnación de los peores tópicos que los ingleses tienen hacia los españoles. Bajito, moreno y con bigote, Manuel está continuamente correteando de un lado a otro encorvado y con actitud perruna, chapurreando una mezcla de español e inglés. No entiende muy bien esta última lengua, y a las órdenes de su jefe suele responder con un "¿qué?" acompañado de una mirada interrogante y bobalicona. Basil se desespera de tener que explicar detalladamente a su empleado, a veces en español, las instrucciones más sencillas, y cuando éste las malinterpreta y mete la pata acaba siempre dándole un sartenazo. Se trata de un retrato bastante poco halagador de los españoles. Curiosamente, el actor que encarna a Manuel, Andrew Sachs, no es español sino de origen aleman.El episodio más famoso de Fawlty Towers es el último de la primera temporada: "The Germans", que se burla sin ningún tipo de reparos de la antipatía que muchos ingleses siguen teniendo hacia los alemanes por motivo de las dos guerras mundiales. Comienza mostrando las peripecias de los empleados durante un simulacro de incendio en el que la cocina acaba quemándose de verdad. Basil acaba sufriendo un golpe en la cabeza y es llevado al hospital, de donde se escapa sintiéndose aún bastante confuso. Una vez de vuelta al hotel, se entera de que acaban de llegar huéspedes alemanes. Muy alborotado, Basil conmina a sus empleados que no saquen el tema de la guerra delante de ellos, pero es él mismo el que no puede evitar hacerlo una y otra vez. En el momento cumbre, tras haber conseguido ofender gravemente a sus clientes con continuas alusiones al pasado nazi, acaba saliendo del comedor al paso de la oca mientras imita los discursos de Hitler, en una de las escenas más famosas de la historia de la televisión británica. Asímismo, la frase "don't mention the war!" entró a formar parte del repertorio de frases humorísticas del país, y aún hoy, décadas después, se puede escuchar y leer en revistas o conversaciones.
En el video de abajo se puede ver la famosa escena de la que acabo de hablar (la versión completa es ésta). En Youtube hay también un montón de cortes de la serie que recomiendo ver a quien tenga más curiosidad.
Más información:
Sitio web no oficial de la serie, Odio Fawlty Towers (Cuaderno de Otis B Driftwood), Fawlty Towers (BBC Comedy Guide), Reseña de Fawlty Towers en Bibliópolis, por Rafael Marín, Fawlty Towers (Wikipedia)


Beber té en la Inglaterra de hoy no es una experiencia especialmente refinada, y tampoco está ligada a ninguna momento del día ni a ningún acontecimiento especial. Los ingleses beben té a todas horas, y lo hacen sin ninguna ceremonia: en casa, en el trabajo, e incluso
En la oficina (entorno del trabajo en el que me muevo y del que por tanto puedo hablar), el inglés típico no se separa en toda la jornada de su taza de té. Tecleará frente a su ordenador con ella al lado, se la llevará en la mano cuando tenga que ir a hablar con alguien, beberá sorbos de ella en las reuniones, y a lo largo del día desfilará varias veces hasta la cocina para rellenarla. Las oficinas suelen suministrar a sus empleados tanto té gratuito como un buen número de tazas comunales, que al final de la jornada quedan desperdigadas por escritorios y mesas. Es entonces cuando aparece el limpiador a desempeñar su principal labor (por delante de pasar el aspirador o fregar los servicios): recoger todas esas tazas y llevarlas al lavavajillas.
La preparación del té es poco ceremoniosa (
En su forma moderna, que es la que casi todo el mundo usa, consiste en una jarra de plástico con una resistencia eléctrica dentro, que se enchufa a la corriente y apenas tarda unos segundos en alcanzar la ebullición. Aunque parezca mentira, hay quien no se conforma y emplea formas más sofisticadas aún de calentar el agua. Un artilugio que instalaron en mi oficina, y que no sé si está muy extendido, es una mini-caldera conectada a la tubería del agua, que almacena permanentemente agua caliente de modo que ésta está disponible de forma instantánea a través de un grifo.
Sea cual sea la forma como se haya obtenido, una vez se tiene agua caliente llega el momento de hacer la infusión propiamente dicha. Tradicionamente, esto se realizaba en una tetera o
¿Y qué hay de la hierba propiamente dicha? La mayoría del té que se bebe en el Reino Unido es "
Merece la pena hablar también de las tazas. El modelo típico de taza para el té no tienen nada que ver con las delicadas tacitas de porcelana que pueblan las fantasías de los turistas que vienen al Reino Unido buscando un sitio donde tomar té con pastas. Las
¡El té! Parece mentira que haya tardado tanto en atreverme a hablar de un tema tan genuinamente británico. Este es uno de esos asuntos con tanta enjudia y con una
El té es originario de China. En Europa, las primeras noticias sobre esta bebida llegaron a través de mercaderes y misioneros portugueses, aunque fueron los comerciantes holandeses quienes la introdujeron en el continente a principios del siglo XVII, atrayendo en seguida el interés de la aristocracia de varios países. En Inglaterra, fue la portuguesa
Esta bebida fue introducida al gran público, curiosamente, por las
Fue en esos años cuando surgió la institución del