martes, enero 17, 2006

El Economist y el estatuto catalán

El otro día hablaba del eco que habían tenido en la prensa británica las malhadadas declaraciones del Teniente General Mena sobre el estatuto catalán. Hoy acabo de echar un vistazo al último número del Economist, publicado el pasado viernes, y me encuentro nada menos que con un editorial más un artículo en la sección europea tratando este tema. No me gusta seguir hablando de un asunto tan descorazonador, pero es que el contenido de ambos es realmente jugoso.

El Economist es un prestigioso semanario británico de noticias que lleva publicándose desde 1843. Pese al nombre, no sólo trata temas económicos sino que ofrece una cobertura excelente sobre noticias de todo tipo, centrándose en la política pero no olvidándose de lo social o cultural. En ocasiones es bastante espesito de leer, e irrita lo petulantemente que habla sobre determinados temas, pero en un país como el Reino Unido, donde la prensa ofrece una cobertura bastante deficiente de asuntos internacionales, es la única publicación seria donde se pueden encontrar noticias detalladas y en profundidad sobre lo que ocurre en el mundo.

El cuanto a su línea editorial, es de un marcado liberalismo, del cual se sienten abanderados. Pero este liberalismo va más allá de lo económico: mientras el típico simpatizante de derechas español se encontrará en su salsa leyendo las prescripciones económicas que propone esta revista, lo más seguro es que en otros temas como el matrimonio homosexual o la religión se lleve un buen chasco.

Precisamente un chasco se deben de haber llevado los autoproclamados apóstoles españoles del liberalismo al leer el explosivo tratamiento que da el Economist al asunto de Mena y el Estatut. "Como sólo una minoría de los votantes catalanes desean genuinamente la independencia, consentir un poco al sentimiento nacionalista funcionaría de maravilla, incluso si esto supusiese aceptar la mayor parte del nuevo estatuto catalán y, si fuese necesario, cambiar la Constitución Española de 1978. De hecho, el Artículo 8 del texto de 1978 debería ser rectificado de todas las maneras para eliminar cualquier atisbo de excusa para una intervención militar. Una democracia moderna debe de ser capaz de acomodar autonomía regional, e incluso deseos claros de independencia" es la rotunda opinión que proclaman hacia el final del editorial(€). También afirman que "la rotunda negativa del gobierno del Partido Popular, bajo el mandato de José María Aznar, de siquiera hablar con los nacionalistas vascos y catalanes ha servido para azuzar el fervor secesionista en ambas regiones".

El Economist no tiene reparos a la hora de repatir críticas a todos los protagonistas. En el artículo de páginas interiores(€), hablando de la destitución de Mena por parte de José Bono, muestran un sorprendente conocimiento de la peculiar personalidad del ministro de defensa afirmando que "es irónico que los comentarios del Ten. Gen. Mena están en la tradición del patriotismo de opereta del que el Sr. Bono hace gala tan a menudo".

Aunque el Economist demuestra un conocimiento de la realidad política española bastante encomiable, las conclusiones a las que llega en su editorial no me convencen nada. Pero me divierte comprobar cómo la supuesta afinidad ideológica que esta revista tiene con el pensamiento de derechas no evita que sostengan una postura diametralmente opuesta a la mantenida por la derecha española en el asunto del estatuto catalán. Y es refrescante leer a alguien escribiendo sin complejos ni condicionantes sectarios sobre un tema que tanta bilis está haciendo segregar en mi pobre país. Aunque claro, desde lejos todo se ve muy fácil.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo que mucho no se enteran en The Economist. En la primera legislatura el PP pactó con CIU, CC y con el PNV sin necesidad de tener que alcanzar un pacto ya que con los otros dos partidos tenía mayoría suficiente para gobernar.
Con CIU la alianza siguió hasta el año 2004 ya que en Cataluña era el PP socio de gobierno de Pujol. Con CC siguió alcanzando pactos durante la segunda legislatura y si no lo hizo con el PNV fue porque estos firmaron en el año 2000 el pacto de Estella con Batasuna, enfrentándose no sólo con el PP, si no también con el PSOE. De hecho, fue entonces cuando se firmó, a instancias de Zapatero, el pacto antiterrorista.
Sobre consentir a los nacionalismos ya se ha consentido a lo largo de 27 años de Constitución. Los catalanes ya han logrado todas las competencias del Estatuto, lo que tienen que hacer ahora es emplearlas, no pedir más. Los nacionalismos son insaciables, hoy piden una cosa y cuando se la das piden otra, y así. Llega un momento en el que el Estado tiene que decir hasta aquí.
Sobre el artículo 8, todos los países defienden en sus leyes la inviolabilidad de su territorio. EEUU tuvo una guerra civil por que unos estados quisieron la secesión.
Saludos.

Anónimo dijo...

A The Economist le dedica Enric González unas líneas en su magnífico Historias de Londres: ...el tono sesudo y la arrogancia de The Economist, una casa donde a los novatos que aún no han captado el estilo se les da el siguiente consejo: "Entra en esa habitación, siéntate delante del ordenador e imagina que eres Dios".

Juan Villamota dijo...

El Economist hay que leerlo con cuidado. Es muy fácil que te impresione el tono ex cathedra y ese aire de seriedad y suficiencia intelectual con el que escriben y acabes dándoles más crédito del razonable. Al fin y al cabo, no dejan de ser periodistas escribiendo a contrarreloj.

Me imagino que el afán de produndidad de esta revista puede ser una maldición a veces: a menudo te puedes encontrar artículos donde el que lo escribe se esfuerza por encontrarle un hilo conductor basándose en una serie de hechos o noticias que a lo mejor no tienen ninguna relación entre sí, o que son insuficientes para justificar una tendencia de fondo.

Terminas de leer la revista y sientes la ilusión de que no sólo te has enterado de las noticias sino también de hacia donde están evolucionando las cosas. Pero la realidad es mucho más complicada y difícil de interpretar.

Anónimo dijo...

The Economist es una de las publicaciones mas respetables de Europa, a pesar de su tono petulante de superioridad que no soporto. Estos articulos lo que hacen es dejar bien claro cual es la verdadera naturaleza de la extrema derecha española, que ahora dice llamarse liberal a pesar de que si Locke levantara la cabeza se echaria a llorar.

Anónimo dijo...

Si, nacho, si. A ti te parece que los nacionalismos son insaciables y hay que decir basta. Pero... ¿porqué PP y PSOE buscan siempre a los nacionalistas para gobernar? Parece aquello de "contigo pero sin tí", ¿no te parece?
Entonces, si son tan necesarios, ¿porque no considerar que sus pretensiones -aunque no gusten- son legítimas? y por esto mismo defendibles en cualquier foro. Parece como si nos tuvieramos que conjurar contra una minoria super-poderosa que nos quiere aniquilar. Creo que el discurso de los "anti-nacionalistas" es, en realidad, un discurso "pro-nacionalista", que defiende el nacionalismo español.
Si nos gusta la democracia, que sea con todas sus consecuencias, lo otro tiene un nombre y es "dictadura"