Mucha gente que se va a pasar una temporada al extranjero se va con lo puesto. No fue ese mi caso cuando me fui a Inglaterra hace siete años. Como el viaje lo hice en coche, pude llenarlo hasta arriba con todas mis cosas, a las que se les unieron, días más tarde, unas pocas cajas que envié por mensajero.
Al cabo de seis años y pico, mis posesiones se habían multiplicado, de modo que no tuve más remedio que plantearse enviarlo todo en cajas. Tanteé las empresas de mensajería más famosas como DHL y UPS, que ofrecen servicios no urgentes que cobran por peso. Me dijeron, sin embargo, que no trabajaban para particulares. Así que tuve que recurrir a las empresas clásicas de mudanza o removals.
Mi primer impulso fue buscar empresas prestigiosas en Internet. Me salieron varias de aspecto sólido, muchas de ellas con atractivos servicios web de petición de presupuesto y contratación. Sin embargo, la mayoría operaban desde Londres, y te cobraban un extra por ir a recoger cajas a otras ciudades. Pronto me di cuenta de que lo que tenía sentido era buscar una empresa local de Bristol, o al menos una empresa de ámbito nacional con sucursal en esta ciudad, tuviesen o no sitios web atractivos. Uno a menudo se olvida de que aún hay vida más allá de Internet.
Di con varias empresas con sucursales cercanas, las llamé y pedí presupuestos. Las empresas de mudanzas cobran por volumen total, no por peso. Tuve que estimar el número de cajas, y a partir de ello el volumen resultante en pies cúbicos (curiosa unidad de medida). Al final la empresa que me inspiró más confianza y la que me ofrecía el presupuesto más atractivo fue Fox Removals.
Normalmente estas empresas se ocupan no sólo del traslado de las cajas, sino de su empaquetado previo. Yo, sin embargo, como no tenía muebles que enviar sino simplemente ropa, posesiones variadas y libros, muchos libros, decidí ocuparme yo mismo del empaquetamiento. Un requisito de la empresa era uqe las cajas fueran de tamaños regulares, así que compré (a través de Internet) unas par de docenas de cajas de dos tamaños: unas planas para libros y cosas pesadas, de 42x42x21, y otras de forma cúbica más grandes para ropa y objetos más livianos, de 42cm de lado.
Llenarlas fue un auténtico suplicio que me llevó más de una semana. Otro de los requisitos de la empresa de mudanza era que las cajas tenían que ser suficientemente ligeras como para que una persona las pudiese manejar con seguridad. Por más que lo intenté, no logré que me dieran una cantidad absoluta en kilos, de modo que decidí ceñirme a un límite de 20 kg por caja, que me pareció razonable. El tener que preocuparme de equilibrar el peso, distribuyendo objetos ligeros con pesados, fue verdaderamente engorroso. Lo peor es que al final, harto de empaquetar, descarté un buen número de cosas, pensando o bien en dejarlas atrás o en llevarlas en el coche. Más tarde lo lamentaría.
En este punto ya puedo comenzar a dar consejos. El primero es este: ya que haces el esfuerzo mete en las cajas todo lo que puedas, aunque suponga excederte del presupuesto inicial y tener que comprar más cajas. Otro consejo es: si tienes muchas cajas, mejor que las empaqueten los de la empresa de mudanzas por ti. Esto tiene la ventaja añadida de que si se rompe algo, el seguro te lo cubrirá; si lo empaquetas tú, sólo te cubre la pérdida de cajas. El seguro, por cierto, es opcional, pero muy recomendable de comprar, ya que no cuesta mucho. Otra práctica muy recomendable, pese a lo pesado que es, es hacer un inventario detallado de qué va en cada caja. Posteriormente, cuando estés desempaquetando, lo agradecerás.
Las cajas vinieron a recogerlas el día acordado. Aparecieron dos empleados de la empresa: el conductor y un forzudo que se ocuparía de acarrearlas. El edificio donde vivía no tenía ascensor, de modo que el espectáculo de verle resoplar y sudar como un cerdo a lo largo de los varios viajes que tuvo que hacer tres pisos arriba y abajo fue bastante incómodo. Pude ver que mis temores de que las cajas pesasen demasiado habían sido exagerados: el chaval, para hacer el menor número de viajes, apilaba las cajas de 20kg de dos en dos y las transportaba como si fuera la mochila del cole.
La recogida fue un par de semanas antes de que abandonara el país; escogí esa fecha para que no se me juntara todo los últimos días. Las cajas fueron a parar a un almacén donde estuvieron esperando a que hubiese un nuevo camión disponible con destino a España. Este fue uno de los puntos en los que sentí más inquietud. La empresa de Bristol no me pudo asegurar hasta muy tarde cuándo enviarían las cajas a su destino. Estaban pendientes de que se lo confirmara el departamento internacional, que estaba esperando a que hubiesen suficientes envíos (aparte del mío) como para que les saliese rentable. Al final, desde el momento que envié las cajas hasta que las recibí en España, pasó casi un mes. En realidad, esta espera tan larga hasta me vino bien, ya que me dio tiempo de asentarme en el país durante un par de semanas.
Pasado ese tiempo, por la mañana del día indicado, me llamaron los transportistas por teléfono para avisar de su llegada en breve. Yo les había dado un plano de Google Maps indicando la localización de mi piso. Esperé en la calle unos minutos hasta que vi acercándose a lo lejos un camión enorme de color verde. Cuando llegaron a mi altura les hice señas y pararon; se bajaron del vehículo dos galeses en bermudas que descargaron mis cosas y las subieron al piso en un periquete. Charlé un poco con ellos; después de un par de semanas viviendo en Madrid, aguantando los gritos y malos modos de la gente, fue agradable volver a hablar en inglés con dos tipos normales.
Al final, la mudanza fue uno de los preparativos de la vuelta a los que tuve que dedicar más tiempo y preocupacion, pero todo salió a pedir de boca. Aún no he desempaquetado todo, pero sólo ha llegado rota una taza, lo cual, creo yo, no está mal.
miércoles, septiembre 26, 2007
Cómo volverse a España (II): la mudanza
domingo, septiembre 23, 2007
Como volverse a España: preparativos (I)
Han pasado apenas cinco meses pero parece como media vida. A principios del pasado mayo abandonaba Inglaterra con rumbo a España, después de haber pasado allí casi siete años. Considerando lo largo de la estancia y lo adaptado que estaba ya, los preparativos fueron sorprendentemente sencillos. En este blog aún no he contado nada sobre ello, así que antes de que se me olvide todo voy a publicar una corta serie de artículos explicando mi experiencia, que seguramente en algún momento dado será de utilidad a alguien.
Lo primero que hay que hacer para volverse a España es, desde luego, estar seguro de que es lo que se quiere hacer. Durante varios años había estado diciéndole a todo el mundo que me iba a volver en cuando pudiese, es decir, cuando encontrase trabajo. Cuando me surgió la oportunidad, sin embargo, una tromba de reservas me inundó la cabeza. Aunque siempre supe que llegado el momento clave me iban a surgir un montón de dudas, las que sentí en ese momento fueron mucho más fuertes de lo que esperaba. Así que hay que estar prevenido para las flaquezas psicológicas.
Dependiendo del tipo de trabajo que se tenga, es posible que haya que presentar la renuncia. Es lo que tuve que hacer yo. Esto se hace presentando a tu jefe una resignation letter. Los notice period o periodos de preaviso son en el Reino Unido más largos que en España. Lo mínimo suele ser un mes; el mío era de tres. Por ello, hay que hacer cuentas y presentar la renuncia de modo que concuerde con nuestros planes de vuelta y nuestra incorporación al nuevo trabajo (en caso de tenerlo).
Otro notice que hay que dar cuanto antes es el de la casa que se alquila. Los contratos de alquiler suelen estipular periodos de aviso de uno o dos meses. Si se está de alquiler de forma más informal, alquilando una habitación o algo parecido, la cancelación del arrendamiento puede que pueda ser más informal y flexible. En caso contrario, también habrá que practicar el inglés formal escribiendo una carta de cancelación del contrato. Otra posibilidad de la que no hablo es si tienes casa o piso en propiedad. En ese caso el follón de papeleos puede ser monumental, aunque si has tenido la suerte de comprarla durante los últimos pocos años las ganacias pueden ser también monumentales.
De este modo, debido a estos preavisos, normalmente se necesitará esperar entre uno o dos meses de media desde el momento que se decide volver hasta la vuelta propiamente dicha. Todo esto depende, por supuesto, de lo enraizado que estés en el país. Alguien que esté viviendo de forma más provisional, sin empleo estable y compartiendo una casa, quizás pueda largarse del país en cuestión de días.
Hasta ahora los consejos son bastante de sentido común. En la siguiente entrada hablaré de algo menos obvio: cómo mandar tus trastos a España.
Lo primero que hay que hacer para volverse a España es, desde luego, estar seguro de que es lo que se quiere hacer. Durante varios años había estado diciéndole a todo el mundo que me iba a volver en cuando pudiese, es decir, cuando encontrase trabajo. Cuando me surgió la oportunidad, sin embargo, una tromba de reservas me inundó la cabeza. Aunque siempre supe que llegado el momento clave me iban a surgir un montón de dudas, las que sentí en ese momento fueron mucho más fuertes de lo que esperaba. Así que hay que estar prevenido para las flaquezas psicológicas.
Dependiendo del tipo de trabajo que se tenga, es posible que haya que presentar la renuncia. Es lo que tuve que hacer yo. Esto se hace presentando a tu jefe una resignation letter. Los notice period o periodos de preaviso son en el Reino Unido más largos que en España. Lo mínimo suele ser un mes; el mío era de tres. Por ello, hay que hacer cuentas y presentar la renuncia de modo que concuerde con nuestros planes de vuelta y nuestra incorporación al nuevo trabajo (en caso de tenerlo).
Otro notice que hay que dar cuanto antes es el de la casa que se alquila. Los contratos de alquiler suelen estipular periodos de aviso de uno o dos meses. Si se está de alquiler de forma más informal, alquilando una habitación o algo parecido, la cancelación del arrendamiento puede que pueda ser más informal y flexible. En caso contrario, también habrá que practicar el inglés formal escribiendo una carta de cancelación del contrato. Otra posibilidad de la que no hablo es si tienes casa o piso en propiedad. En ese caso el follón de papeleos puede ser monumental, aunque si has tenido la suerte de comprarla durante los últimos pocos años las ganacias pueden ser también monumentales.
De este modo, debido a estos preavisos, normalmente se necesitará esperar entre uno o dos meses de media desde el momento que se decide volver hasta la vuelta propiamente dicha. Todo esto depende, por supuesto, de lo enraizado que estés en el país. Alguien que esté viviendo de forma más provisional, sin empleo estable y compartiendo una casa, quizás pueda largarse del país en cuestión de días.
Hasta ahora los consejos son bastante de sentido común. En la siguiente entrada hablaré de algo menos obvio: cómo mandar tus trastos a España.
martes, septiembre 18, 2007
Uknova: la tele británica al alcance de todos
Una de las cosas que más me gustaba del Reino Unido era la televisión. No es que la viese muy a menudo, pero por lo general era de una calidad bastante superior a la española. Tiene su ración de sensacionalismo y realitichous tipo "Gran Hermano", pero por lo general cuando peca lo hace más de aburrimiento que de chabacanería. Nada de tener que aguantar a famosetes de tres al cuarto tirándose los trastos a la cabeza o a pseudoperiodistas esparciendo bilis con sus dimes y diretes sobre los susodichos.
Lo mejor de todo es que, aunque me he vuelto a España, puedo seguir mantiendo el contacto con la televisión británica gracias a UKNova. Se trata de una comunidad web de intercambio de ficheros (mediante tecnología bitTorrent) especializada en los programas británicos de televisión y radio. Los programas suelen estar disponibles a los pocos días de su emisión, aunque también pueden encontrarse emisiones antiguas, algunas de ellas verdaderos clásicos.
Tiene unas reglas bastante estrictas: sólo está permitido intercambiar producciones británicas que no hayan sido comercializadas en DVD u otros medios. Esto excluye la totalidad de las películas y un buen número de series y documentales, generalmente los de más éxito (la segunda temporada de IT Crowd, por ejemplo, no está disponible en UKNova por prohibición explícita). Sin embargo, este tipo de material se puede encontrar fácilmente en otros trackers como PirateBay o Mininova (o en la Mula). Lo que UKNova pone a disposición de los expatriados británicos (o los repatriados no británicos nostálgicos como yo) es un caudal de culebrones (Eastenders, Coronation Street), retransmisiones deportivas (rugby, cricket), informativos (Panorama, Newsnight), documentales de producción más modesta (aunque no por ello menos interesantes) y hasta series de telerrealidad como Supernanny, How Clean Is Your House, It's Me Or The Dog, y por supuesto Big Brother y su inacabable camada de sucesores.
Conseguir una cuenta en UKNova, no es fácil; requiere paciencia. Tienen un límite de 35.000 usuarios, y sólo aceptan nuevos miembros cuando aparecen vacantes. Generalmente basta con perseverar a lo largo de una o dos semanas (visitando la página de sign-up) hasta que esto ocurre. Una vez abierta, la cuenta tiene que cumplir con cierto requisito de actividad (un mínimo de una conexión al mes, aproximadamente), de lo contrario se cierra automáticamente (dando lugar a una vacante).
He estado usando UKNova durante un par de meses y funciona de maravilla; con una conexión ADSL normal te puedes bajar un programa en menos de una hora. Como pasa en estos casos, tengo ya el disco duro lleno de más material del que tengo tiempo para ver. Es absurdo, pero en estas semanas estoy viendo más televisión británica de lo que veía cuando vivía allí.
Lo mejor de todo es que, aunque me he vuelto a España, puedo seguir mantiendo el contacto con la televisión británica gracias a UKNova. Se trata de una comunidad web de intercambio de ficheros (mediante tecnología bitTorrent) especializada en los programas británicos de televisión y radio. Los programas suelen estar disponibles a los pocos días de su emisión, aunque también pueden encontrarse emisiones antiguas, algunas de ellas verdaderos clásicos.
Tiene unas reglas bastante estrictas: sólo está permitido intercambiar producciones británicas que no hayan sido comercializadas en DVD u otros medios. Esto excluye la totalidad de las películas y un buen número de series y documentales, generalmente los de más éxito (la segunda temporada de IT Crowd, por ejemplo, no está disponible en UKNova por prohibición explícita). Sin embargo, este tipo de material se puede encontrar fácilmente en otros trackers como PirateBay o Mininova (o en la Mula). Lo que UKNova pone a disposición de los expatriados británicos (o los repatriados no británicos nostálgicos como yo) es un caudal de culebrones (Eastenders, Coronation Street), retransmisiones deportivas (rugby, cricket), informativos (Panorama, Newsnight), documentales de producción más modesta (aunque no por ello menos interesantes) y hasta series de telerrealidad como Supernanny, How Clean Is Your House, It's Me Or The Dog, y por supuesto Big Brother y su inacabable camada de sucesores.
Conseguir una cuenta en UKNova, no es fácil; requiere paciencia. Tienen un límite de 35.000 usuarios, y sólo aceptan nuevos miembros cuando aparecen vacantes. Generalmente basta con perseverar a lo largo de una o dos semanas (visitando la página de sign-up) hasta que esto ocurre. Una vez abierta, la cuenta tiene que cumplir con cierto requisito de actividad (un mínimo de una conexión al mes, aproximadamente), de lo contrario se cierra automáticamente (dando lugar a una vacante).
He estado usando UKNova durante un par de meses y funciona de maravilla; con una conexión ADSL normal te puedes bajar un programa en menos de una hora. Como pasa en estos casos, tengo ya el disco duro lleno de más material del que tengo tiempo para ver. Es absurdo, pero en estas semanas estoy viendo más televisión británica de lo que veía cuando vivía allí.
miércoles, septiembre 12, 2007
Los hombres piruleta
Unos de los personajes más entrañables que se pueden encontrar en las calles de las poblaciones inglesas son lollipop man y las lollipop ladies. Son empleados municipales que se apostan en las proximidades de los colegios de primaria para, a la hora de entrada o de salida de los niños, interrumpir el tráfico cada vez que algúno vaya a cruzar la carretera, solo o acompañado de sus padres. Su peculiar nombre (coloquial, claro está; el nombre oficial es school crossing patrol officer) se debe a la señal circular que llevan en la mano y usan para detener la circulación. Otro rasgo característico de su aspecto es la gabardina larga reflectante que visten, acompañada a veces de una gorra de plato o un coqueto gorrito a juego (para las mujeres). Los lollipop people son habitualmente gente mayor.
Cuando vivía en Bristol no pasaba cerca de ningún colegio cuando iba o venía del trabajo, de modo que nunca me cruce con ninguno de estos simpáticos personajes. En Maidenhead, sin embargo, solía pasar por delante de un colegio muy a menudo. El hombre piruleta que trabajaba allí siempre me insipiraba gran admiración por la seriedad como se tomaba su trabajo: cada vez que iba a cruzar algún niño, con un par de zancadas firmes se plantaba resueltamente en medio de la calle, sosteniendo su señal con gran aplomo y haciendo un gesto vehemente con el brazo hacia los coches que veníamos de frente. El resto del tiempo vigilaba atento desde la esquina, saludando con semblante digno a las familias que pasaban a su lado. Una estampa 100% inglesa. Desgraciadamente, nunca le llegué a hacer foto. Para esta entrada he recurrido a dos fotos que he encontrado en Flickr con licencia CC: la primera de yousoundhollow y la segunda de Lutrus.
Más información:
Crossing Guard (Wikipedia en inglés), My years as a lollipop man (BBC)
Cuando vivía en Bristol no pasaba cerca de ningún colegio cuando iba o venía del trabajo, de modo que nunca me cruce con ninguno de estos simpáticos personajes. En Maidenhead, sin embargo, solía pasar por delante de un colegio muy a menudo. El hombre piruleta que trabajaba allí siempre me insipiraba gran admiración por la seriedad como se tomaba su trabajo: cada vez que iba a cruzar algún niño, con un par de zancadas firmes se plantaba resueltamente en medio de la calle, sosteniendo su señal con gran aplomo y haciendo un gesto vehemente con el brazo hacia los coches que veníamos de frente. El resto del tiempo vigilaba atento desde la esquina, saludando con semblante digno a las familias que pasaban a su lado. Una estampa 100% inglesa. Desgraciadamente, nunca le llegué a hacer foto. Para esta entrada he recurrido a dos fotos que he encontrado en Flickr con licencia CC: la primera de yousoundhollow y la segunda de Lutrus.
Más información:
Crossing Guard (Wikipedia en inglés), My years as a lollipop man (BBC)
domingo, septiembre 09, 2007
Vacaciones en el canal
Voy a levantar el cierre vacacional de este blog contando mi viaje a Inglaterra, donde he pasado 10 días de finales de agosto y principios de septiembre. No era la primera vez que volvía a Bristol tras mi regreso a España; ya estuve en julio un fin de semana, aunque en esa ocasión no tuve el tiempo que he tenido ahora para rememorar tranquilamente los años que pasé allí. Tuve enorme suerte y el clima fue bastante bueno. De hecho, el primer fin de semana, según me contaron mis amigos, fue el primero de buen tiempo en lo que llevaba de verano, durante el cual no ha dejado de llover. Hizo sol y las temperaturas subieron hasta los 24 grados, y los ingleses estaban revolucionados. Los que no se habían ido de bank holiday se desparramaban por los beer gardens y jardines de la ciudad.
No hay mucho que contar de mi estancia en Bristol, que fue bastante tranquila, pero sí mucho del segundo fin de semana en el país, justo antes de volver a España. Hace poco más de un año, hablé en este blog de los narrowboats ingleses: barcos fluviales alargados y estrechos típicos de los ríos y canales ingleses. Sorprendentemente, hay bastantes compañías que los alquilan, y para manejarlos no hace falta ningún tipo de licencia especial. Pues bien: eso mismo conseguimos organizar un grupo de amigos de Bristol: alquilar uno de estos barcos para pasar un fin de semana sobre el agua.
El alquiler lo hicimos a través de Internet. El barco estaba basado en Worcester, a una hora en coche al norte de Bristol, y el canal por el cual íbamos a navegar era el Worcester & Birmingham Canal, que como su nombre indica une ambas ciudades. Al llegar al embarcadero, lo primero nos hicieron una demonstración sobre el funcionamiento de las esclusas. Dado que no íbamos a estar mucho tiempo fuera (apenas 2 noches), nos recomendaron un recorrido corto de ida y vuelta de Worcester a Woodgate. Luego nos llevaron al barco y nos explicaron su funcionamiento. Nada más verlo nos sorprendió a todos su tamaño: 20 metros de longitud. El empleado nos dio una explicación de una media hora sobre cómo manejar el barco, además de contarnos como reaccionar a emergencias como la caída de alguien al agua (hay que parar el motor inmediatamente) o cómo acceder a la hélice si algo se queda enganchado a ella. Bromeó que posiblemente la cocina no la íbamos a usar, ya que nos pasaríamos el viaje entero bebiendo. Esto confirmó nuestras sospechas de que los ingleses que pasan findes en barco lo hacen para estar cocidos todo el rato, y aumentó mi extrañeza de que fuese tan fácil alquilar un bicharraco tan grande como ese incluso a sabiendas de que todo el mundo va a ir bebido.
Por fin emprendimos la marcha. Tras un comienzo inevitablemente torpe, en seguida nos dimos cuenta de que, pese a su longitud, el barco era bastante fácil de pilotar. La dirección se controba mediante un simple timón de caña, y la velocidad con una palanca. El barco, además, era muy robusto, y golpes y arañazos no le hacían mella alguna. Las situaciones más complicadas era cuando nos cruzábamos con otros barcos viniendo de frente, o en algunos tramos estrechos con barcos como el nuestro amarrados a ambos lados, pero teniendo un mínimo de cuidado y yendo a poca velocidad no había ningún problema.
El barco, por dentro, estaba equipado con todas las comodidades. Camas fijas, baños con agua corriente y ducha y una cocina estrecha pero equipada al mismo nivel que la de una casa normal. Tenía horno, fogones, nevera y todo tipo de cacharros, de los que hicimos buen uso: el tipo de la empresa se había equivado por completo, y las orgías que teníamos planeadas no eran alcohólicas sino gastronómicas.
La rutina del viaje era sencilla: navegar, parar a comer o a cenar, beber Pimms, echar partidas de cartas o juegos de mesa, y dormir. En cuanto a la navegación, el canal de Worcester es uno de los que más esclusas tiene de todo el país, lo cual aseguraba que esta nunca fuese aburrida. A lo largo de nuestro viaje, operamos unas 18 esclusas para la ida y para la vuelta. Todas ellas eran manuales. El llenado o vaciado de la esclusa se realizaba con una llave que se acoplaba a un mecanismo de engranajes y cremallera que subía o bajaba la válvula. Una vez nivelado el interior de la esclusa con el exterior, se abría la compuerta correspondiente para que el barco podía entrar o salir.
La excursión estuvo animada también por pequeños incidentes, ninguno de ellos grave, que le dieron color y aventura: hombres al agua, rescate de perros, una rotura de bomba que nos dejó sin agua corrente, una amarra que se suelta sin que nos demos cuenta... Lo peor del viaje, en mi opinión, fueron los alrededores. Como se puede ver en las fotos, muchos tramos del recorrido eran muy hermosos, pero como no nos llegamos a internar mucho en el campo nos tocó navegar cerca de polígonos industriales y urbanizaciones, y durante un buen trecho navegamos muy cerca de la autopista, que aunque no se veía nos acechaba con su incesante rumor de vehículos. También me decepcionaron los pubs, que supuestamente son uno de los mayores atractivos de los canales.
En cualquier caso, nada de esto importó mucho: lo novedoso de la experiencia unido a la buena compañía fueron suficientes para el fin de semana fuese un rotundo éxito que espero que repitamos en el futuro. Como siempre, podéis encontrar las fotos de la excursión en este álbum de flickr.
No hay mucho que contar de mi estancia en Bristol, que fue bastante tranquila, pero sí mucho del segundo fin de semana en el país, justo antes de volver a España. Hace poco más de un año, hablé en este blog de los narrowboats ingleses: barcos fluviales alargados y estrechos típicos de los ríos y canales ingleses. Sorprendentemente, hay bastantes compañías que los alquilan, y para manejarlos no hace falta ningún tipo de licencia especial. Pues bien: eso mismo conseguimos organizar un grupo de amigos de Bristol: alquilar uno de estos barcos para pasar un fin de semana sobre el agua.
El alquiler lo hicimos a través de Internet. El barco estaba basado en Worcester, a una hora en coche al norte de Bristol, y el canal por el cual íbamos a navegar era el Worcester & Birmingham Canal, que como su nombre indica une ambas ciudades. Al llegar al embarcadero, lo primero nos hicieron una demonstración sobre el funcionamiento de las esclusas. Dado que no íbamos a estar mucho tiempo fuera (apenas 2 noches), nos recomendaron un recorrido corto de ida y vuelta de Worcester a Woodgate. Luego nos llevaron al barco y nos explicaron su funcionamiento. Nada más verlo nos sorprendió a todos su tamaño: 20 metros de longitud. El empleado nos dio una explicación de una media hora sobre cómo manejar el barco, además de contarnos como reaccionar a emergencias como la caída de alguien al agua (hay que parar el motor inmediatamente) o cómo acceder a la hélice si algo se queda enganchado a ella. Bromeó que posiblemente la cocina no la íbamos a usar, ya que nos pasaríamos el viaje entero bebiendo. Esto confirmó nuestras sospechas de que los ingleses que pasan findes en barco lo hacen para estar cocidos todo el rato, y aumentó mi extrañeza de que fuese tan fácil alquilar un bicharraco tan grande como ese incluso a sabiendas de que todo el mundo va a ir bebido.
Por fin emprendimos la marcha. Tras un comienzo inevitablemente torpe, en seguida nos dimos cuenta de que, pese a su longitud, el barco era bastante fácil de pilotar. La dirección se controba mediante un simple timón de caña, y la velocidad con una palanca. El barco, además, era muy robusto, y golpes y arañazos no le hacían mella alguna. Las situaciones más complicadas era cuando nos cruzábamos con otros barcos viniendo de frente, o en algunos tramos estrechos con barcos como el nuestro amarrados a ambos lados, pero teniendo un mínimo de cuidado y yendo a poca velocidad no había ningún problema.
El barco, por dentro, estaba equipado con todas las comodidades. Camas fijas, baños con agua corriente y ducha y una cocina estrecha pero equipada al mismo nivel que la de una casa normal. Tenía horno, fogones, nevera y todo tipo de cacharros, de los que hicimos buen uso: el tipo de la empresa se había equivado por completo, y las orgías que teníamos planeadas no eran alcohólicas sino gastronómicas.
La rutina del viaje era sencilla: navegar, parar a comer o a cenar, beber Pimms, echar partidas de cartas o juegos de mesa, y dormir. En cuanto a la navegación, el canal de Worcester es uno de los que más esclusas tiene de todo el país, lo cual aseguraba que esta nunca fuese aburrida. A lo largo de nuestro viaje, operamos unas 18 esclusas para la ida y para la vuelta. Todas ellas eran manuales. El llenado o vaciado de la esclusa se realizaba con una llave que se acoplaba a un mecanismo de engranajes y cremallera que subía o bajaba la válvula. Una vez nivelado el interior de la esclusa con el exterior, se abría la compuerta correspondiente para que el barco podía entrar o salir.
La excursión estuvo animada también por pequeños incidentes, ninguno de ellos grave, que le dieron color y aventura: hombres al agua, rescate de perros, una rotura de bomba que nos dejó sin agua corrente, una amarra que se suelta sin que nos demos cuenta... Lo peor del viaje, en mi opinión, fueron los alrededores. Como se puede ver en las fotos, muchos tramos del recorrido eran muy hermosos, pero como no nos llegamos a internar mucho en el campo nos tocó navegar cerca de polígonos industriales y urbanizaciones, y durante un buen trecho navegamos muy cerca de la autopista, que aunque no se veía nos acechaba con su incesante rumor de vehículos. También me decepcionaron los pubs, que supuestamente son uno de los mayores atractivos de los canales.
En cualquier caso, nada de esto importó mucho: lo novedoso de la experiencia unido a la buena compañía fueron suficientes para el fin de semana fuese un rotundo éxito que espero que repitamos en el futuro. Como siempre, podéis encontrar las fotos de la excursión en este álbum de flickr.
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