El otro día
me reía del (habitual) sensacionalismo de El Mundo al referirse al revuelo que se ha montado en el Reino Unido al descubrirse que un buen número de productos alimenticios están contaminados con un aditivo cancerígeno. Este alarmismo ha debido de ser general en los medios españoles porque el otro día por teléfono mi familia me preguntó con preocupación sobre el tema. La noticia ha levantado mucha ansiedad en el Reino Unido pero hablar de pánico es más que exagerado.
Estos son los hechos: hace pocas semanas, el aditivo ilegal sudan I fue detectado en Italia en un lote de salsa Worcester (una tipo de condimento inglés) de la marca
Crosse & Blackwell proveniente del Reino Unido. Después de investigar y seguirle el rastro a este lote, la agencia gubernamental de alimentación británica (
Food Standards Agency) descubrió que esta salsa había sido empleada como ingrediente en un buen número de productos, principalmente comidas preparadas de la mayoría de las cadenas de supermercados británicas (
ASDA,
Marks & Spencer,
Tesco,
Sainsbury´s,
Waitrose...) y en otros productos bastante conocidos como las sopas instantáneas
Pot Noodle. La Food Standards Agency dio un
comunicado y publicó una
lista de productos afectados, que al principio era de unos trescientos pero que día a día ha ido aumentando.
Premier Foods, empresa propietaria de la frabricante de la salsa afectada Crosse & Blackwelly y de otras marcas bastante famosas, entre ellas
Cadbury, dio otro
comunicado de prensa explicando como había obtenido el polvo de chile contaminado a partir de un proveedor con buena reputación que no nombran.
Según el Guardian, este proveedor es
Unbar Rothon, que a su vez lo recibió de
East Anglian Food Ingredients.Sudan I es un colorante rojo que se utiliza industrialmente en productos tales como el betún, disolventes o algunos derivados del petróleo. Antiguamente se utilizaba para adulterar el polvo de chile de baja calidad, y pese a haberse demostrado que puede inducir cáncer en experimentos con ratas, ha seguido tolerándose en Europa hasta hace no mucho como aditivo alimentario. En 1998 fue prohibido por la Unión Europea pero siguió siendo importado impunemente, de modo que en julio 2003 se introdujo la exigencia de que todo lote de polvo de chile importado a un país comunitario debería ir acompañado de un certificado que probase la ausencia de este aditivo. Ésta no es la primera vez que se encuentra Sudan I en productos alimenticios. En septiembre del 2003,
según cuenta la BBC, se hallaron trazas de sudan 1 en salsas para pasta.
Estos son los hechos y ahora vienen las consideraciones. El que en el Reino Unido hayan habido tantos escándalos (el de las vacas locas hace unos años, el de la fiebre aftosa hace no tanto) se debe a que la industria alimentaria funciona a una escala muy grande y con prácticas muy extremas, en busca del máximo beneficio. En el pasado siempre ha habido casos de envenenamiento o de alimentos en mal estado. La diferencia ahora es que el alcance de este tipo de incidencias es muchísimo más grande. Es elocuente el que este aditivo, pensado para abaratar chiles de baja calidad, haya acabado contaminando productos de un supermercado como el Waitrose, claramente orientado hacia los productos de calidad y el cliente de clase alta. La extensión de este caso de adulteración, según he leído en los periódicos, se debe a que la maquinaria de la industria de la distribución se basa para cada ingrediente en un puñado de proveedores que son capaces de afectar un gran número de productos en el caso de que haya problemas con alguno de ellos.
Este tipo de sucesos dan la razón a quienes abogan por los alimentos ecológicos (que aquí llaman
organic). Pese a que instintivamente la comida libre de productos químicos parece ser más recomendable que la ordinaria, siempre he sentido cierta suspicacia hacia el concepto de "producto ecológico" y lo he visto como una simple moda que busca, como cualquier otra, vender. Sin embargo empiezo a sospechar que los añadidos artificiales en los alimentos suponen poco beneficio para el consumidor, y puede que incluso estén presentes en la comida de forma casi arbitraria, como parece ser el caso del sudan 1. Quizás la comida ecológica sí que sea una buena manera de introducir un poco de cordura y honestidad en los métodos de producción y distribución salvajes.
De todos modos, en el aspecto del riesgo hacia la salud, es estúpido preocuparse demasiado. Cuánta gente debió de dejar de tomar carne de vacuno, allá cuando lo de las vacas locas, pero siguió conduciendo por encima del límite de velocidad o puede que fumando. Es ilógico que la población sintiera la aprensión que sintió por una enfermedad que en diez años no ha matado a más que unos pocos centenares de personas en el Reino Unido. Compárese eso con la cantidad de muertes en carretera (miles al año). Nuestra sociedad tiene un problema grave de percepción de riesgos. En el caso de este colorante cancerígeno desde luego no son buenas noticias para nuestra salud pero será un veneno más de entre los muchos otros (polución, dioxinas, alimentación inadecuada, falta de ejercicio...) que forman parte de nuestras vidas.
Referencias
Parquestrit: Pánico en el Reino UnidoLista de alimentos contaminados