martes, septiembre 20, 2005

Nueva York

A finales del mes pasado estuve de vacaciones una semana en Nueva York. Si a alguien le interesa, he subido algunas fotos que hice a Flickr. Estuve en la mayoría de las atracciones turísticas famosas: el Empire State Building, Central Park, Wall Street... Sin embargo, no voy hablar de ellas: hay decenas de guías de viaje que las describen muchísimo mejor de lo que yo podría. De lo que me gustaría hablar es de unos cuantos detalles de la ciudad que me llamaron la atención:

Olores
Nueva York es una ciudad muy olorosa. En prácticamente cada esquina suele haber carritos de comida difundiendo aromas dispares: perritos calientes, pretzels, bagels, falafel y muchos otros. Los distintos barrios tienen también sus olores particulares e indescriptibles. Esta exuberancia de aromas es por el día muy atractiva para el turista, pero por la noche a ésta se le añade el perfume de las montañas de bolsas de basura que se dejan a lo largo de las aceras para ser recogidas, una costumbre que me pareció muy poco higiénica.

Tráfico
Una de las primeras cosas en las que me fijé al comenzar mi visita a la ciudad, nada más salir del hotel, fueron los taxis amarillos neoyorquinos, circulando a toda velocidad por las calles en un número extraordinario. Luego me di cuenta de que casi la mitad de los vehículos que circulan por las calles de la ciudad son táxis. Quizás es por esto, por su influencia perniciosa, que los neoyorquinos conduzcan tan mal. Cuando giran a la derecha en un cruce, casi nunca respetan el inmediato paso de peatones de la calle a la que se incorporan, y sólo frenan cuando es imprescindible para no atropellarte. Otra característica del conductor neoyorquino es que está continuamente tocando el claxon para protestar por cualquier maniobra de algún otro coche que le haga modificar siquiera nimiamente su velocidad o dirección. En esto no es muy distinto del conductor madrileño, aunque de algún modo las ráfagas de claxon son más breves, mientras que en Madrid se suelen estilar más los pitidos prolongados. También como en la capital española, cuando hay atascos los neoyorquinos se desahogan con la bocina en estúpidas y prolongadas rabietas, cuyo único resultado es exasperar más al personal.

En cuanto a los peatones, quizás contagiados de esta anarquía vial, tampoco son unos santos, y no respetan casi nunca los semáforos, lanzándose a cruzar la calle apenas ven hueco. Por cierto que una de las ventajas de la ciudad es que en prácticamente todos los cruces hay pasos de peatones. En eso se distingue mucho de otras ciudades como Londres, donde el trazado de las calles es caótico y a menudo tienes que dar miles de vueltas para poder cruzar una calle.

Aseos
Lo de la conducción incívica es un punto de similitud entre Madrid y la ciudad norteamericana. Otro parecido está en la calidad de los aseos en los lugares públicos. Acostumbrado a vivir en el Reino Unido, donde los servicios suelen ser amplios y razonablemente limpios, solía sentirme bastante avergonzado de mi ciudad cada vez que iba a los de algún bar madrileño y me encontraba con el habitual panorama del lavabo sin grifo, retrete sin tapa, suelo inundado, y a veces ni siquiera puerta. Me ha consolado comprobar que en Nueva York, con toda su fama de metrópoli sofisticada, los aseos suelen ser también bastante inmundos, incluso en sitios como el Borders (una cadena de librerías), donde lo lógico sería que no quisiesen dañar su imagen con unos baños asquerosos.

Carácter de los neoyorquinos
Los neoyorquinos son tirando antipáticos. Sobre todo los que trabajan en alguna taquilla o mostrador de cara al público: si tardas en hacer tu pedido en una tienda, o como rebusques en tu mochila antes de dársela al encargado de la consigna, te encontrarás con la mirada insolente o el comentario brusco sobre tu lentitud.

Al mismo tiempo, en una muestra de cierta esquizofrenia, pueden ser amabilísimos. En numerosas ocasiones en las que me encontraba parado en la calle mirando el mapa, tratando de orientarme, gente que pasaba por ahí o que esperaba en algún coche aparcado cercano se ofreció a ayudarme a encontrar mi camino. Esto, en una ciudad que debe estar acostumbradísima y quizás harta del turismo, es bastante sorprendente.

Puertas giratorias
A los neoyorquinos les encantan las puertas giratorias. No sólo las ponen en hoteles, museos o entradas a rascacielos: estos incómodos armatostes se pueden encontrar en tiendas de discos, librerías y hasta supermercados.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Agggggg!!!! Que asquito la foto del ban~o de Nuevallor!!!!No me digas que la has sacado tu!
Puajjjjjj!!!!!!!

Anónimo dijo...

je je...el comment anterior es mio..quien si no?

Anónimo dijo...

En Inglaterra dan premios al superloo del año. Y tú vas, pagas tus 20p y ves los diplomas colgados de la pared. En serio, tengo fotos (en alguna parte).